Steve Martini - El abogado

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Uno de los primeros clientes del abogado Paul Madriani es Jonah Hale, un anciano que se encuentra en un grave aprieto cuando Jessica, su hija, sale de la cárcel: Jonah y su esposa se han encargado de la educación de Amanda, su nieta de ocho años, debido a la drogadicción de la madre de la niña, pero, a raíz del importante premio que ha ganado el matrimonio en la lotería, Jessica decide secuestrar a la pequeña y pedir a su padre una gran suma de dinero si desea recuperarla. Jonah, que tiene la custodia legal, se niega, por lo que Jessica recurre a los servicios de Zolanda, una activista radical de los derechos de la mujer, que acusa a Jonah de haber abusado sexualmente de Amanda. El caso se complicará con un asesinato del cual Jonah será el principal sospechoso.

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– La tomó otra persona -dice Susan.

– ¿Quién?

– No lo recuerdo. Probablemente, yo tuve que poner la firma en la resolución. Tendría que consultar el expediente.

Ryan no sigue insistiendo.

– Ahora le voy a pedir que recuerde la mañana del 17 de abril de este año. ¿Recibió usted en esa fecha una llamada telefónica del señor Madriani?

– Recibo muchas llamadas. No puedo recordar todas las fechas.

– Sin duda, recibe usted un montón de llamadas del señor Madriani.

– Algunas -dice Susan.

– Ustedes dos son amigos, ¿verdad?

Susan vacila, y luego dice:

– Sí.

– ¿No sería más cierto decir que son ustedes más que amigos?

– ¿A qué se refiere?

– ¿No es cierto que son ustedes amantes?

– Protesto. -Me he puesto en pie.

– ¿Qué relevancia tiene eso? -pregunta Peltro.

– Retiro la pregunta -dice Ryan. Al hacerlo, sonríe al jurado-. ¿No es cierto que en estos momentos está usted viviendo con el señor Madriani? ¿O, para ser más exactos, que el señor Madriani está viviendo con usted?

– Señoría… -Vuelvo a estar de pie junto a mi sillón.

Susan se remueve en el banquillo, inquieta, con la mirada en el juez.

– Señor Ryan -dice Peltro.

– Señoría, el hecho afecta a la posible parcialidad del testimonio.

– El fiscal está tratando de impugnar a su propio testigo -digo.

– Me doy cuenta. La testigo ya ha declarado que son amigos -dice Peltro-. Una sola pregunta más en ese sentido, y ya puede usted ir sacando la cartera y mandando a buscar su cepillo de dientes. Ahora, proceda.

Ryan asiente, y en seguida vuelve a encontrar el punto de sus notas en que se hallaba.

– Volvamos al 17 de abril -dice-. El día en que la víctima murió. ¿Recuerda usted la fecha?

– Sí.

– ¿Recuerda si ese día por la mañana recibió usted una llamada telefónica del señor Madriani?

– No estoy segura. Creo que sí.

– ¿Le ayudaría a recordar que le enseñásemos una copia de los registros del teléfono móvil del señor Madriani? -Ryan hace que dé la sensación de que el sometido a juicio soy yo, cosa que, de momento, es cierta.

– No. Lo recuerdo -dice Susan.

– ¿Recuerda de qué trató esa conversación telefónica?

– No sé si me acuerdo de todo -dice Susan.

– Entonces, háblenos de la parte que sí recuerda.

– Quería que yo fuera a verlo a su bufete.

– ¿Al bufete del señor Madriani?

– Sí.

– ¿Le dijo por qué?

– Dijo que era por algo relacionado con un cliente.

– ¿Mencionó el nombre de ese cliente?

– No sé si en ese momento me lo dijo o no.

– ¿Averiguó usted posteriormente quién era el cliente?

– Sí.

– ¿Quién era?

– Jonah Hale -dice Susan.

– ¿El acusado?

– Sí.

– ¿Qué más le dijo el señor Madriani por teléfono?

– No lo recuerdo.

– ¿Le comentó que acababa de tener una entrevista con la víctima, Zolanda Suade?

– Protesto. La pregunta es tendenciosa.

– Sólo le he preguntado si lo recuerda.

– Sí -responde Susan.

– No responda a las preguntas mientras haya una protesta sin decidir -le indica Peltro.

– Lo siento -dice Susan.

– Ella sabe la respuesta, señoría -insiste Ryan.

– Prosiga -dice Peltro.

– Creo que es posible que me lo dijera -contesta Susan antes de que Ryan pueda formular la pregunta de otro modo.

– ¿Le explicó el señor Madriani lo que la señora Suade y él hablaron durante esa reunión?

– No. Por teléfono no me lo explicó.

– ¿No le dijo que la cosa no fue nada bien? -Ahora Ryan trata de adivinar.

– Es posible que lo dijera.

Susan habla sin darme tiempo a protestar.

Ryan sonríe.

– ¿Le habló del comunicado de prensa referido al cliente del señor Madriani que la señora Suade había preparado?

– Protesto.

– Se admite la protesta. Formule la pregunta de otro modo.

– ¿Le habló el señor Madriani de algo de lo que se dijo durante la entrevista con la señora Suade?

– No recuerdo si me mencionó el comunicado de prensa entonces o después.

– ¿Después?

– Me refiero a cuando fui a su bufete.

– ¿Cuándo fue usted al bufete del señor Madriani?

– Aquella misma mañana, más tarde.

– ¿Se refiere usted a la mañana del día que mataron a la señora Suade?

– Sí.

– ¿Y quiénes participaron en esa reunión?

– El señor Brower…

– ¿Se refiere a John Brower, el investigador de su departamento?

– Exacto.

– ¿Por qué estaba él allí?

– Me pareció buena idea.

– ¿Y lo llevó consigo?

– Sí.

– ¿Por qué lo llevó?

– Estaban tratando de encontrar a una niña. A la nieta del señor Hale.

– O sea que conocía usted la identidad del cliente antes de ir a la reunión, ¿no? Hace un momento dijo que no podía recordar si el señor Madriani le dijo o no el nombre de su cliente por teléfono.

Susan parece perpleja, confusa.

– Supongo que me lo dijo y que yo lo sabía.

– Yo también lo supongo -dice Ryan.

Susan está nerviosa. No es una buena testigo. Todo el rato habla antes de tiempo.

– Supongo que en algún momento me dijo que la madre de la niña se la había llevado, violando así una orden judicial…

– ¿En algún momento? -pregunta Ryan-. ¿Tuvo usted más de una conversación con el señor Madriani respecto al señor Hale y a su nieta?

– Creo que sí.

Harry me mira. Yo estoy comenzando a sudar. Capítulo y versículo. ¿Dónde y cuándo?

– ¿Cuántas veces habló usted con el señor Madriani antes de esa llamada telefónica del día 17?

– Puede que él mencionara el tema en una ocasión.

– ¿Recuerda usted dónde ocurrió eso?

Me imagino cómo miraría el jurado a Susan si ella describiese la escena de la tumbona, en mi casa. Ella con un diminuto biquini, y yo con crema solar en las manos, extendiéndosela por la espalda.

– No, no lo recuerdo -dice Susan, mirándome con ojos culpables.

– ¿Recuerda usted cuándo tuvo lugar esa conversación?

– No.

– ¿Recuerda por qué le mencionó el señor Madriani el asunto?

– La niña, la nieta del señor Hale, había desaparecido. La madre se la llevó, violando una orden judicial. Supuse que él quería contar con la ayuda de mi departamento para encontrarla.

– ¿Y no vio usted nada inadecuado en esa petición?

– No había nada inadecuado. Me ha preguntado usted por qué había llevado al señor Brower a la reunión. Ése fue el motivo. -Susan se recupera y pone al fiscal en su sitio.

– Desde luego -dice Ryan-. Preferiría usted no hablar de todo esto, ¿no es cierto?

– ¿El qué?

– Que no desea usted decir ni una palabra que pueda perjudicar al señor Madriani ni a su cliente.

– Preferiría no haber testificado, si se refiere usted a eso.

– No me refiero a eso -dice Ryan-. ¿No es cierto que preferiría usted ayudar al señor Madriani antes que perjudicarlo?

– Eso es algo que jamás me he planteado. -Susan desvía la mirada del jurado, como si la pregunta fuera un insulto, quizá para que los jurados no puedan ver sus ojos, que en estos momentos están llenos de furia.

– ¿Quién más participó en esa reunión, aparte de usted y del señor Brower? Me refiero a la reunión del día 17. -Ryan no pierde el ritmo, y reanuda el interrogatorio sin vacilar.

– El señor Hinds. -Susan señala con un movimiento de cabeza a Harry, sentado a la mesa de la defensa-. Y el señor Hale.

– ¿El acusado?

– Sí.

– ¿Nadie más?

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