– Eran de lana. Los pantalones y el top. Se trataba de una especie de traje torero.
– ¿No había esperado usted encontrar fibras de esas prendas en las fundas de los asientos?
– En este caso, no -dice Koblinski-. Existían indicios de que alguien había limpiado el vehículo recientemente. El cenicero estaba vacío. -Me doy cuenta de que acabo de pisar una mina.
Cuando miro a Ryan, veo que éste, sentado a su mesa, sonríe, satisfecho. Las cosas al fin le van saliendo bien. Este hecho no se le escapa al jurado. ¿Qué probabilidad hay de que un hombre que fuma cigarros con la suficiente frecuencia como para comprarlos por cajas a mil dólares la caja tenga por casualidad limpio el cenicero de su coche el día en que éste es examinado? Para que algo así ocurra tiene que haber una razón.
– También creemos que, probablemente, alguien sacudió las fundas de los asientos -dice Koblinski.
– Si la víctima fue arrastrada fuera del coche, ¿no sería de esperar que algunas fibras de sus ropas quedaran pegadas a los asientos o al suelo del vehículo?
– Es posible, pero, como le he dicho, si alguien sacudió las fundas de los asientos, puede ser que no.
– Pero el caso es que no encontró usted ninguna en el coche del acusado.
– ¿Se refiere a fibras de la víctima?
– Sí.
– No -dice Koblinski.
– ¿Encontró usted algún cabello de la víctima en el reposa-cabezas o en el asiento del acompañante?
– No.
– ¿Encontró usted algún cabello de la víctima en el resto del vehículo?
– No. Estaba bastante limpio.
– Y examinaron ustedes todos los filtros. Los filtros del aspirador especial forense que utilizaron para registrar el vehículo, ¿no es así?
– Sí.
– Y no encontraron nada.
– Encontramos sangre de pez y escamas. Estaban pegadas a las fundas de los asientos.
– Ya sabe usted a qué me refiero, señor Koblinski. Me refiero a indicios de intertransferencia, cabello y fibras pertenecientes a la víctima. ¿No sería de esperar encontrar muestras de ese tipo si la víctima hubiera estado sentada en el interior de ese coche? ¿No le parece probable, aun en el caso de que alguien sacudiera las fundas de los asientos, que hubieran quedado rastros menudos de la presencia de la víctima en ese vehículo?
– Es posible -dice Koblinski-. No sé decírselo. -Todo esto, con una amplia sonrisa en los labios.
Ryan está en racha. A la mañana siguiente remata el tanto que se ha apuntado con lo de Koblinski. Es lo que yo había temido desde el principio: ADN. No de la sangre de Suade, sino del pez.
Howard Sandler es un serólogo forense. Un doctor en ciencia que, entre otras cosas, efectúa análisis genéticos de un tipo muy peculiar. Trabaja para un laboratorio privado de Berkeley, cuya especialidad son las especies en peligro y la caza furtiva.
Ryan invierte casi media hora en citar las cualificaciones del testigo como experto, repasando el curriculum de Sandler antes de entrar en el tema de interés: las huellas de ADN.
– ¿Es esto algo que a usted le piden hacer normalmente?
– Generalmente, no -dice Sandler-. Normalmente, las peticiones se refieren a identificaciones de especie piscícola, de flujo genético. Lo que podríamos llamar estructuras genéticas de la población, para ayudar al manejo de los recursos. Resulta insólito que nos soliciten identificaciones genéticas específicas, pero ocurre. Generalmente, en casos en los que se sospecha que ha habido caza o pesca furtiva.
– Pero supongo que resulta posible lo que a usted se le pidió que hiciera en este caso, determinar si una muestra de sangre seca procedía de un pez específico. Lo que se llama una huella de ADN.
– Eso depende de la muestra. De si contiene suficiente material genético. Pero como norma general, sí es posible.
– ¿Puede usted decirle al jurado qué tipo de prueba utilizó usted en este caso?
– La técnica recibe el nombre de Reacción en Cadena de la Polimerasa. Se conoce por las siglas RCP.
– ¿Y en qué consiste exactamente ese proceso RCP?
– Todos los organismos vivos están compuestos de filamentos de material genético llamados cromosomas. Se hallan ordenados como las cuentas de una sarta. El orden en el que estos cromosomas están organizados determina la constitución genética del organismo. El hecho de que vaya a ser una vaca, o una amapola en un prado. Y si es una vaca, si será de color claro u oscuro. Si será una Jersey o una Gernsey. Los ladrillos de las estructuras de los cromosomas son moléculas de ADN. Estos ladrillos de ADN están organizados en una estructura llamada doble hélice. Y el modo preciso en que están organizadas las moléculas de ADN es específico y único para cada organismo vivo individual. Eso es lo que podría llamarse la huella del ADN.
– O sea que, identificando esa huella, es posible determinar si una gota de sangre encontrada en la escena de un crimen procedió de determinado animal, en este caso de un determinado pez, como podría ser el caso de un pez aguja azul almacenado en un depósito refrigerado, ¿no es así?
– Exacto.
– Ahora, ¿puede usted explicarnos, con palabras sencillas, cómo funciona ese proceso llamado RCP?
– La P significa polimerasa. Se trata de enzimas utilizadas por la molécula de ADN para montar un nuevo filamento de ADN, consistente con el filamento original o parental del ADN. Esto sería necesario para la división y el crecimiento celular, con el fin de que el organismo continúe viviendo. En la reacción en cadena de la polimerasa, cantidades pequeñas o fragmentarias de ADN procedentes de la escena de un crimen, como una pequeña cantidad de sangre seca, en contraposición al ADN procedente de una célula viva, pueden ser copiadas en un período de tiempo relativamente breve, digamos en unas cuantas horas. Una vez el ADN es copiado, se puede analizar por diversos métodos de biología celular, con el fin de comparar la copia con otras muestras conocidas.
– Que en este caso fueron sangre y tejidos procedentes del pez aguja que se hallaba en el frigorífico, ¿no? -A Ryan se le da bien esto, lo de hacer que el testigo vuelva a los detalles particulares del caso que nos ocupa.
– En efecto. Los filamentos de ADN serán idénticos o serán distintos. No hay término medio.
– ¿Y qué posibilidades hay de que dos organismos vivos tengan la misma huella genética?
– ¿En este caso?
– Sí.
– Infinitesimal -dice el testigo-. Una posibilidad entre quince mil millones.
Ryan arruga el entrecejo, se aparta del podio y hace un gesto de incredulidad en beneficio del jurado.
– En resumidas cuentas -dice-, sería mucho más posible ganar en la lotería sin haber comprado un número. ¿Es eso lo que pretende usted decirnos? -Ryan mira a Jonah al decirlo.
– Protesto.
– Admitida la protesta. El jurado no tendrá en cuenta la pregunta. Señor Ryan… -Peltro sostiene la maza como un maestro de escuela a punto de golpear los nudillos de un alumno con una regla-. Siga preguntando.
– Doctor Sandler, ¿efectuó usted la prueba de la RCP con las muestras de sangre seca relacionadas con este caso que le envió el laboratorio criminal?
– Lo hice.
– ¿Y puede usted decirnos qué averiguó de resultas de ese análisis?
– Que la secuencia del ADN, es decir, el orden de secuencia de los filamentos de ADN procedentes de la sangre seca de los pantalones de la víctima y la secuencia de los filamentos de ADN del pez aguja del frigorífico eran idénticas.
– ¿Le fue a usted posible sacar alguna conclusión del resultado del análisis?
– En efecto.
– ¿Y cuál fue esa conclusión?
– Que las tres muestras en cuestión, la sangre seca proveniente del fondillo de los pantalones de la víctima, procedían del pez aguja del frigorífico.
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