George Pelecanos - Sin Retorno
Здесь есть возможность читать онлайн «George Pelecanos - Sin Retorno» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Sin Retorno
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Sin Retorno: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Sin Retorno»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
En 2007, Alex llora la muerte de su hijo caído en Iraq. De pronto, uno de los chicos negros que sobrevivieron al incidente del 72 contacta con él, abriendo la puerta a la reconciliación al tiempo que otro superviviente sale de prisión con intención de extorsionarle…
Sin Retorno — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Sin Retorno», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
El propio James había sido igual de pequeño, había albergado el mismo resentimiento y la misma desconfianza, principalmente hacia los blancos. Dicho sentimiento se había aplacado en cierto modo cuando empezó, junto con los chicos del barrio, a tomar el autobús para ir al colegio de secundaria de los blancos y luego al instituto situado en el lado rico del condado. No se juntó en absoluto con aquellos chicos, pero por lo menos dejaron de ser el misterio que eran antes. Y además descubrió que la mayoría de los blancos que trabajaban en la gasolinera eran personas normales. No era que se fuera con ellos a dar una vuelta fuera de las horas de trabajo; ellos eran lo que eran, y él era de Heathrow Heights, pero en el trabajo todos eran muchachos, pantalones azul oscuro y camisas azul claro, con el nombre de pila escrito en un parche ovalado cosido a la tela. Uno podía ser el mejor de todos o ser del montón. El quería ser el mejor. El quería respeto.
– Sí, señora -dijo James acercándose a la ventanilla bajada de una mujer blanca que iba subida en un Cougar blanco, una rubia más bien mayor sentada al volante.
– Llénalo -le dijo ella sin mirarlo a los ojos-. Hasta arriba.
– Enseguida -contestó James al tiempo que sacaba la boca del surtidor de su soporte-. Y ahora mismo le limpio el parabrisas.
La casa de los Monroe era, a primera vista, tan modesta como todas las de Heathrow Heights. Tenía dos dormitorios de paredes de tablones de madera, un sótano y un porche delantero. Ernest Monroe, como era mecánico, era un manitas y tenía la casa en buen estado de mantenimiento. Había enseñado a sus hijos a pasar con suavidad una brocha, a blandir adecuadamente un martillo y a emplear puntas de cristalero y masilla para reparar un cristal roto, un incidente que tenía lugar con frecuencia cuando había alrededor niños y pelotas de béisbol. Ernest sabía que una mano nueva de pintura cada dos años era lo que diferenciaba una casa de aspecto desvencijado y otra que indicara que dentro vivía un hombre serio y trabajador que se preocupaba de lo suyo. No hacía falta dinero para lograr dar dicha impresión, sino más bien un poco de sudor y de amor propio.
Ernest trabajaba mucho, pero también deseaba vivamente los momentos de descanso. Después de la cena, sus noches consistían en quedarse sentado en su sillón abatible viendo su televisión a color Sylvania, de veinticinco pulgadas y comprada a plazos, tomándose unas cervezas y fumando sus cigarros mentolados de la marca Tiparillo. Una vez que se acomodaba en aquel sillón, con un ejemplar de la última edición del Washington Post sobre las rodillas, ya no se movía, salvo para hacer viajes al único cuarto de baño que había en la casa. Ernest se veía sus programas de acción de la CBS leyendo en voz alta de cuando en cuando algo que venía en el periódico y que le llamaba la atención o lo divertía, y a veces recibía una contestación de su mujer Almeda o de sus hijos, si es que estaban presentes y atentos a lo que decía. Para él, divertirse era eso.
– Haced el favor de bajar la voz un momento -dijo Ernest-. Quiero oír la canción.
Estaba a punto de comenzar Mannix, su serie favorita de detectives. Disfrutaba de la cabecera, en la que sonaba la música como acompañamiento de múltiples planos entrecortados de Joe Mannix corriendo, sacando la pistola y rodando por encima de los capós de los coches.
– Da-dant-de-da, da-dant-de-da-daaaá -cantaron James y Raymond al unísono, riendo y chocándose las manos.
– Silencio -dijo Ernest-. No hablo en broma.
Ernest Monroe era un hombre de mediana corpulencia dotado de unos brazos musculosos, producto de los muchos años que llevaba apretando llaves inglesas. Su poblado bigote y su cabello afro modificado estaban salpicados de canas. Por la noche las manos le olían a humo de tabaco y a jabón.
– Da-dant-de-da, da-dant-de-da-daaaá -repitieron James y Raymond, esta vez casi susurrando, y Ernest sonrió. Cuando empezó a sonar la música, suspendieron el juego y dejaron que su padre oyera la canción.
– ¿Qué tal te ha ido hoy el trabajo, Jimmy? -dijo Almeda, una mujer delgada, antaño bonita y actualmente de rostro agradable, vestida con una bata de casa sin mangas. Estaba sentada entre sus dos hijos, en un gastado sofá que había estado remendando, con aguja e hilo, para que estuviera presentable. Se abanicaba con una revista Jet. La casa no tenía aire acondicionado, y en verano se pasaba calor todo el tiempo. No daba la impresión de que se refrescase por la noche.
– El trabajo ha ido bien -respondió James.
– Ha estado sirviendo contaminantes -dijo Raymond.
– Raymond -lo reconvino su padre.
– ¿Y dónde has estado tú esta tarde? -le preguntó la madre a Raymond, haciendo, a propósito, caso omiso de su comentario de mal gusto.
– Por ahí -contestó él. Raymond había estado mascando chicles de clorofila hasta la hora de cenar, con la esperanza de que sus padres no notasen el olor a cerveza que le despedía el aliento. Habían pasado muchas horas desde que se la tomó, pero como no tenía experiencia de beber, no sabía cuánto tiempo duraba la peste a alcohol.
Finalizaron los créditos del principio y la cadena emitió un anuncio. Ernest vio algo en el periódico que le llamó la atención y le provocó una sonrisa.
– Escuchad lo que dice aquí-dijo-: Hoy la congresista Shirley Chisholm ha hecho una visita a George Wallace, que se encuentra hospitalizado…
– ¿Todavía sigue en Holy Cross? -preguntó James.
– Le han hecho no sé qué operación -dijo Almeda- para intentar sacarle los fragmentos de bala de la columna.
– Para ver si consiguen que ese blanco paleto vuelva a andar -dijo Raymond.
– Eso no es muy cristiano por tu parte, Ray -dijo su madre.
– Sea como sea -dijo Ernest-, la señorita Shirley Chisholm estaba saliendo del hospital, cuando un periodista le preguntó que por qué había ido a ver al herido. ¿Significa que piensa apoyarlo en las elecciones presidenciales si modera sus opiniones? ¿Y sabéis qué contestó Shirley Chisholm? Pues lo único que dijo fue: «¡Dios santo!»
– He oído decir que Wallace va a obtener el voto por simpatía si vuelve a presentarse -apuntó James.
– ¿De quién? -inquirió Ernest.
En aquel momento volvió la serie. Los chicos rieron al oír la línea argumental, que consistía en que Mannix había quedado ciego por culpa del polvo de un arma que alguien disparó muy cerca de su cara y después, todavía invidente, pasaba el resto del tiempo persiguiendo al causante del hecho.
– ¿Cómo va a dar con ese tío si está ciego? -preguntó Raymond.
– Lo va a ayudar Peggy -respondió Ernest expeliendo humo por la comisura de la boca.
– A tu padre le gusta esa Gail Fisher -comentó Almeda.
– Pero no me gusta del modo en que me gustas tú -replicó Ernest.
– Me acuerdo de cuando hizo ese anuncio para el detergente All. -A Almeda le gustaba hacer un seguimiento de la carrera de actores y actrices de color, de cuya vida se enteraba por las revistas.
– En ese anuncio también estaba muy bien -dijo Ernest.
Pasaron la mayor parte del episodio charlando. Este resultaba previsible, y además era una reposición que su padre había visto el otoño anterior. Como hacía en numerosas ocasiones, mencionó que el actor que representaba el papel de Mannix no era exactamente blanco, sino una especie de árabe. «Rumano, o algo así», dijo.
– Armenio -lo corrigió Almeda-. Y son cristianos. Cristianos ortodoxos, para más señas. No musulmanes. Por lo menos, los que yo conozco.
– Uno de vosotros -dijo Ernest-, que le traiga a su padre una cerveza fría. -James se levantó del sofá.
Almeda limpiaba en la casa de una familia armenia que vivía en Wheaton, al lado de Glenmont. Era uno de los dos empleos de jornada completa que había conservado desde los disturbios del 68. Tras los incendios de abril, muchas de las empleadas domésticas que conocía habían dejado de trabajar de criadas. Ella había continuado trabajando a media jornada porque su familia necesitaba dinero, pero se había despedido de quienes no le importaban y se había quedado con las personas que le agradaban. El recorte de las horas de trabajo ni siquiera la afectó demasiado. Los propietarios de las dos casas que la tenían de empleada, los armenios y una pareja protestante de Bethesda, le subieron el sueldo tras el asesinato del doctor King. Ella ni siquiera lo había pedido.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Sin Retorno»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Sin Retorno» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Sin Retorno» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.