– Es agua pasada.
Ella se arrellanó en la silla, miró a McCaleb y esperó una explicación de su visita.
– Acabo de descubrir algo que creo que merece ser investigado -dijo.
– ¿Es sobre Bolotov, otra vez?
– No, es otra cosa.
– No te conviertas en el niño que grita que viene el lobo, McCaleb. -Winston sonrió.
– No lo haré.
– Entonces, cuéntame.
Puso las manos en el escritorio y se inclinó sobre él para poder hablar en un tono confidencial. Todavía quedaban muchos compañeros de Winston en la sala, trabajando en sus casos y tratando de cerrar temas antes del fin de semana.
– A Arrango y Walters se les coló algo -dijo McCaleb-. A mí también la primera vez, pero lo he visto esta mañana cuando echaba un segundo vistazo al material. Es algo que hay tomarse muy en serio. Creo que cambia las cosas.
Winston frunció el ceño y lo miró con seriedad.
– Déjate de rodeos. ¿Qué es lo que se les pasó?
– Será mejor que te lo enseñe. -Se agachó, abrió el maletín de piel, extrajo la copia del vídeo de la cámara de vigilancia y se lo dio a ella-. ¿Podemos ir a ver esto?
– Supongo que sí.
Winston se levantó y lo condujo a la sala de vídeo. Puso en marcha los equipos y metió la cinta después de mirarla y comprobar que no era una de las que le había dado a McCaleb el miércoles.
– ¿Qué es esto?
– Es el vídeo de la cámara de vigilancia del minimercado.
– No el que yo te di.
– Es una copia. Tengo a alguien trabajando con la otra.
– ¿Qué quieres decir? ¿Quién?
– Un técnico que conozco de mi etapa en el FBI. Sólo quiero mejorar algunas de las imágenes, nada importante.
– Entonces, ¿qué vas a enseñarme?
La cinta estaba reproduciéndose.
– ¿Dónde está el botón de pausa?
Winston señaló un botón de la consola y McCaleb mantuvo el dedo preparado. En la cinta, Gloria Torres se aproximaba al mostrador y sonreía a Kang. Entonces vino el disparo que la hizo caer hacia delante. McCaleb congeló la imagen y sacó un bolígrafo del bolsillo para señalar la oreja izquierda de Gloria.
– Está muy sucio, pero en una ampliación se ve que lleva tres pendientes en esta oreja -dijo. Después golpeando con el bolígrafo cada uno de los puntos, agregó-: Una luna creciente, un aro y, colgando del lóbulo, una cruz.
– Bueno. No se ve muy bien, pero creeré tu palabra.
McCaleb volvió a pulsar el botón. Detuvo la cinta cuando el cuerpo de Gloria rebotaba hacia atrás, y la cara se volvía hacia la izquierda.
– Oreja derecha -dijo, utilizando el boli para señalar-. Sólo la otra luna creciente.
– Muy bien, ¿y qué significa?
Hizo caso omiso de la pregunta y pulsó el botón de avance. La pistola fue disparada. Gloria fue arrojada contra el mostrador y luego rebotó hacia el asesino. Este la sostuvo y disparó al señor Kang mientras retrocedía hasta quedar fuera de cámara.
– Baja a la víctima fuera del campo de la cámara.
– ¿Qué estás diciendo, que lo hace a propósito?
– Exacto.
– ¿Por qué?
McCaleb abrió de nuevo la cartera, sacó el listado de pertenencias y se lo dio a Winston.
– Este es el listado de los objetos de la víctima. Lo rellenaron en el hospital. Recuerda, que ella aún estaba viva. Llevaron sus pertenencias allí y se las entregaron a un agente de patrulla. Este es su informe. ¿Qué es lo que falta?
Winston revisó la página.
– No sé, es sólo una lista de… ¿el pendiente de la cruz?
– Eso es. No está. Se lo llevó él.
– ¿El patrullero?
– No, el asesino. El asesino se llevó el pendiente.
En el rostro de Winston se instaló una expresión de desconcierto. No seguía la lógica de McCaleb, porque no había tenido las mismas experiencias ni había visto lo que él había visto. No entendía de qué se trataba.
– Espera un momento -dijo ella-. ¿Cómo sabes que se lo llevó? Podría haberse caído y perderse.
– No. He hablado con la hermana de la víctima y también con el hospital y con los de la ambulancia.
Sabía que estaba exagerando su investigación en este aspecto, pero necesitaba atraer a Winston. No podía ofrecerle una vía de escape ni una oportunidad para que llegara a una conclusión distinta de la suya.
– La hermana dice que el pendiente tenía un cierre de seguridad. Es poco probable que se cayera. Y en cualquier caso no lo encontraron ni en la camilla ni en la ambulancia, ni tampoco en el hospital. El asesino se lo llevó, Jaye. Además, si tenía que caerse, a pesar del cierre de seguridad, se hubiera caído cuando le dispararon. Ya viste el impacto en la cabeza. Si el pendiente tenía que soltarse, habría sido entonces. Pero no fue así. Se lo quitaron.
– Bueno, bueno, ¿y qué si se lo llevó? No estoy diciendo que lo crea, pero ¿qué significaría eso?
– Significa que todo cambia. Significa que no se trataba de un atraco. Ella no era una víctima inocente anónima que entró en el lugar equivocado en el momento equivocado. Significa que era un objetivo. Ella era la presa.
– Oh, venga. Ella… ¿Qué pretendes, convertir esto en un caso de asesino en serie?
– No pretendo convertir esto en nada. Es lo que es. Y lo ha sido desde el primer momento. Sólo que vosotros (es decir, nosotros) no vimos de qué se trataba.
Winston se separó de McCaleb y caminó hasta la esquina de la sala, sacudiendo la cabeza. Luego regresó con él.
– De acuerdo, dime qué ves aquí, porque yo no lo veo. Me encantaría ir al departamento de policía y decirles a esos dos capullos que la cagaron, pero yo no lo veo como tú.
– Muy bien, volvamos al pendiente. Como te he dicho, he hablado con la hermana. Me dijo que Glory Torres siempre llevaba ese pendiente en concreto. Jugaba con los otros, los cambiaba, utilizaba combinaciones distintas, pero nunca la cruz. La cruz la llevaba siempre, todos los días. Tenía las connotaciones religiosas obvias, pero, a falta de una descripción mejor, era también un amuleto de la suerte. ¿Me sigues hasta aquí?
– Hasta aquí.
– Muy bien, supongamos ahora que el asesino se la llevó. Como he dicho, hablé con el hospital y el departamento de bomberos, y no ha aparecido por ninguna parte. Así que supongamos que él se la llevó.
Él abrió las manos y las levantó para dar a entender que esperaba una respuesta. Winston asintió a regañadientes.
– Así que mirémoslo desde dos ángulos diferentes. ¿Cómo? ¿Y por qué? Lo primero es sencillo. Recuerda el vídeo. Él le dispara y deja que rebote en el mostrador para volver a sus brazos. Luego la baja al suelo, fuera de cámara. Entonces pudo llevarse la cruz sin ser visto.
– ¿Estás olvidando una cosa?
– ¿Qué es?
– El buen samaritano. Le envolvió la cabeza. Quizá se lo llevó.
– He pensado en eso. No hay que descartarlo, pero es menos probable que fuera él. El buen samaritano es aquí el elemento de azar. ¿Por qué iba a llevárselo?
– No lo sé, ¿por qué iba a llevárselo el asesino?
– Bueno, como he dicho ése es un interrogante, pero fíjate en el objeto que se llevó. Un icono religioso, un amuleto de la suerte. Ella lo llevaba todos los días. Era una firma de su personalidad, su significado personal era más importante que el valor monetario.
McCaleb esperó un momento. Acababa de cavar la zanja. Faltaba que ella cayera en la trampa. Winston se resistía, pero McCaleb no había perdido de vista sus habilidades como investigadora. Iba a entender lo que él estaba diciendo; estaba seguro de convencerla.
– Alguien que conociera a Gloria hubiera sabido el significado que tenía el pendiente para ella. De similar manera, alguien que estuviera cerca de ella, que la hubiera estudiado durante unos días o durante un periodo más largo también se hubiera enterado.
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