– El sentimiento es mutuo.
– Los demás agentes no paran de llamar a Duane día y noche. Todas las grandes agencias. No dejan de repetirle que eres de muy poca monta para representar a Duane. Siempre le dicen que ellos pueden ayudarle a ganar mucho más dinero.
– A lo mejor tienen razón -dijo Myron.
– Duane no piensa lo mismo -dijo Wanda haciendo un gesto negativo con la cabeza-. Y yo tampoco.
– Me alegra que no penséis lo mismo.
– ¿Sabes por qué no ha querido Duane entrevistarse con todos esos agentes?
– ¿Porque no le gustaría verme llorar?
Wanda sonrió. Mr. Graciosillo atacaba de nuevo. Myron era todo modestia.
– No -dijo Wanda-, Duane confía en ti.
– Me alegro.
– Tú no te ocupas de él sólo por dinero.
– Te agradezco que pienses así, Wanda, pero Duane me está haciendo ganar un montón de dinero, eso no te lo puedo negar.
– Lo sé -comentó-. No quiero parecer ingenua, pero él te interesa. Te importa más que el dinero. Te preocupas por Duane Richwood como ser humano que es. Te preocupas por él.
Myron no dijo nada.
– A Duane no lo respalda demasiada gente -continuó Wanda-. No tiene familia. Ha vivido en la calle desde que tenía quince años, sobreviviendo como podía. Y no fue un angelito durante todo ese tiempo. Hizo algunas cosas que ahora le gustaría olvidar, pero nunca le hizo daño a nadie ni nada que fuera grave. En toda su vida no tuvo en quien confiar y se cuidó de sí mismo.
Silencio.
– ¿Sabe Duane que has venido a verme? -dijo Myron.
– No.
– ¿Dónde está?
– No lo sé. Se ha ido sin decir a dónde. Es algo que hace a veces.
Silencio de nuevo.
– Pero bueno, como iba diciendo, Duane no tiene a nadie más. Confía en ti. Y también confía en Win, pero porque es tu mejor amigo.
– Wanda, todo lo que me estás diciendo es muy amable de tu parte, pero no todo lo hago por altruismo. Consigo bastante dinero por lo que hago.
– Pero te preocupas por tus clientes.
– Henry Hobson también.
– Puede. Pero su carrera está unida al éxito de Duane. Duane es su pasaporte para volver a estar entre los grandes.
– Hay mucha gente que podría decir lo mismo de mí -repuso Myron-. Salvo por lo de «volver», porque yo nunca he estado entre los grandes. Duane es el único jugador estrella del tenis que tengo. De hecho, Duane es el único jugador que tengo que esté en el US Open.
– Tal vez tengas razón -contestó Wanda después de pensar un momento-, pero cuando las cosas se han puesto feas, cuando hoy se ha visto en problemas, Duane ha acudido a ti. Y cuando esta noche se han puesto las cosas feas para mí, yo también he acudido a ti. Eso es lo que importa.
De repente se abrió la puerta del sótano.
– Niños, ¿queréis algo de beber?
– Sí, ¿por casualidad no tendrías un poco de Tang, mamá?
Wanda se echó a reír.
– Oye, listillo, a lo mejor tu invitada tiene hambre.
– No, gracias, señora Bolitar -dijo Wanda.
– ¿Estás segura, nena? ¿Un poco de café? ¿Coca-Cola?
– No, nada, de verdad, gracias.
– ¿Y una pasta de hojaldre? Acabo de comprar unas recién salidas del horno en una tienda de productos suecos. Es la pasta favorita de Myron.
– Mamá…
– De acuerdo, no hace falta que me lo repitas.
Genial. Su madre era una auténtica profesional para captar indirectas. La puerta del sótano se cerró de nuevo.
– Es un encanto -dijo Wanda.
– Uy, sí, adorable. Oye, ¿por qué no me dices por qué has venido? -dijo Myron inclinándose hacia delante.
– Estoy preocupada por Duane -respondió Wanda volviéndose a retorcer las manos.
– Si es por la visita de Dimonte, no le hagas caso. Ser tan capullo forma parte de su trabajo.
– No se trata de eso -dijo Wanda-. Duane no le haría daño a nadie. Estoy segura. Pero le pasa algo. Está muy tenso todo el rato. Da vueltas arriba y abajo por el apartamento. Se pone histérico por cualquier cosa.
– En este momento está muy presionado. Estará demasiado nervioso.
Wanda hizo un gesto negativo con la cabeza.
– Duane aguanta la presión de maravilla. Le encanta competir, ya lo sabes. Pero estos últimos dos días está muy cambiado. Hay algo que le preocupa mucho.
– ¿Se te ocurre qué podría ser?
– No.
– Déjame que te haga una pregunta tonta -dijo Myron inclinando el cuerpo hacia delante-. ¿Recibió Duane alguna llamada de Valerie Simpson?
– No lo sé -contestó Wanda después de pensarlo un momento.
– ¿La conocía?
– Tampoco lo sé. Pero conozco a Duane. Llevamos tres años juntos, desde que teníamos dieciocho. Cuando le conocí todavía vivía en la calle. Mi padre se puso hecho una furia cuando se enteró. Es quiropráctico. Se gana bien la vida y siempre se ha esforzado mucho por mantenerme apartada de toda mala influencia. Y en eso voy yo y empiezo a salir con un chico de la calle, con un pillo.
Wanda rió al recordarlo. Myron esperó a que siguiera hablando.
– Todo el mundo pensaba que lo nuestro no iba a durar -continuó-. Dejé la universidad y me puse a trabajar para que él pudiera dedicarse al tenis. Y ahora es él quien me paga los estudios en la Universidad de Nueva York. Nos queremos. Ya nos queríamos mucho antes de que empezara todo esto del tenis, y nos seguiremos queriendo después de que tenga que dejar la raqueta para siempre. Pero ésta es la primera vez que noto que me oculta algo.
– ¿Y crees que Valerie Simpson tiene alguna relación con el asunto?
– Supongo que sí -dijo tras dudar un instante.
– ¿En qué sentido?
– No tengo ni idea.
– ¿Qué quieres que haga?
Wanda se levantó y empezó a caminar por la salita.
– Escuché hablar a esos policías. Dijeron que Win y tú habíais tenido algo que ver con el gobierno, dentro del FBI, después de que te recuperaras de la lesión de la rodilla. ¿Es verdad?
– Sí.
– Pensé que tal vez tú podrías, no sé, investigar un poco.
– ¿Quieres que investigue a Duane?
– Está ocultando algo, Myron. Tiene que revelarlo.
– A lo mejor no te gusta lo que descubra -dijo Myron recordando las palabras de Win.
– Me da más miedo seguir como ahora. ¿Lo ayudarás? -dijo Wanda mirándole a los ojos.
Myron asintió con la cabeza y contestó: -Haré lo que pueda.
Sonó el teléfono.
Myron estiró a tientas el brazo medio dormido y cogió el auricular.
– ¿Diga? -dijo con voz ronca.
– ¿Es la línea erótica Zorras de Alquiler?
Aquella voz lo despertó de golpe.
– ¿Jess?
– Ay, mierda -dijo Jessica-. Estabas durmiendo, ¿no?
– ¿Durmiendo? -Myron entrecerró los ojos para ver la hora en el reloj digital-. ¿A las cuatro y trece de la madrugada? ¿Yo, el Capitán Medianoche? Estás de coña.
– Lo siento. No he pensado en la diferencia horaria.
– ¿Dónde estás? -dijo Myron sentándose en la cama.
– En Grecia. Te echo de menos.
– Lo que pasa es que estás cachonda.
– Bueno, puede ser.
– Pues el Capitán Medianoche está aquí para ayudarla en lo que haga falta -dijo Myron.
– Mi héroe. Supongo que tú no estás nada cachondo.
– El Capitán Medianoche vive una vida muy casta.
– ¿Es parte de su imagen?
– Exacto -dijo Myron.
– No es nada divertido estar lejos de ti -dijo ella.
A Myron le dio un brinco el corazón.
– Pues vuelve a casa.
– Lo haré.
– ¿Cuándo?
– Pronto.
Jessica Culver. La concreción personificada.
– Dime cómo te ha ido -añadió.
– ¿Te has enterado de lo del asesinato en el Open?
Читать дальше