John Gardner - Scorpius

Здесь есть возможность читать онлайн «John Gardner - Scorpius» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Scorpius: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Scorpius»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

James Bond

Scorpius — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Scorpius», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Por dónde empiezo, señor? Ni siquiera sabemos cómo llevaron a cabo el hecho.

Miró a Bailey, quien se limitó a encogerse de hombros y a explicar que el forense y sus ayudantes estaban allí junto con el C13; o sea, el escuadrón antiterrorista. En cuanto hubiera más noticias las comunicarían.

– Ya han visto las grabaciones de la tele -añadió-. Cuentan todo lo que ya sabemos. En estos momentos están siendo sometidas a análisis.

– Mire hasta debajo de las piedras -insistió M, hablando con Bond un poco impetuosamente-. Llévese a quien quiera. Pero por el honor del servicio y también del país acabe con ellos ¿me ha entendido?

Bond se dijo que también por los millones más que representaría en el voto secreto. Pero luego se sintió avergonzado por semejante idea. Porque M era un funcionario eficiente, capaz de dejarse hacer pedazos por su país. Aquella acción terrible de matar a un anciano político, querido y respetado por todos y a un grupo de inocentes espectadores, estaba siendo interpretado como posible inicio de una serie de atrocidades aun mayores o quizá de una campaña en toda regla encaminada a perturbar las elecciones generales. Cualesquiera que fuesen los otros motivos que impulsaran a M, no cabía duda de que su preocupación principal consistía en arrancar de raíz y destruir aquella fuente de maldad que se había instalado en el país bajo el disfraz de una organización moral, religiosa y amante de la paz.

– ¿No ha vuelto todavía Pearlman, señor? -preguntó Bond.

M hizo una señal de asentimiento.

– Sí, pero aún no he escuchado su informe.

– ¿Me lo puedo llevar como ayudante?

Sabía que aquello podía comportar un peligro porque no lograba descartar por completo la idea de que Pearlman no fuera trigo limpio. Pero a su modo de ver, siempre es mejor no perder de vista a aquellas personas en las que no se confía de manera total.

– Sí, pero luego de que hayamos escuchado lo que ese hombre tenga que decirnos.

– También me gustaría contar con la señorita Horner como representante de Estados Unidos. Al parecer lleva algún tiempo metida en este asunto.

Harriett era también una incógnita. Pero se dijo que igualmente, en este caso, era mejor tenerla cerca, observarla, vigilarla y permanecer alerta. No pudo menos de recordar que, de un modo harto extraño, Harriett Horner estaba influyendo de un modo alarmante en sus emociones.

– Sí; en efecto -concedió M, distraído-. Muy bien, Bond; pero tenga cuidado. He visto los informes del interrogatorio y su expediente personal… Wolkovsky me lo ha permitido. Es muy buen agente, pero debemos contar con el permiso de sus superiores. Si éste se obtiene, no hay inconveniente en que se la lleve.

Conforme M alargaba la mano de nuevo hacia el teléfono, Bailey preguntó si se podía retirar.

– Le llamaré en cuanto tenga alguna noticia importante, señor -afirmó.

M le despidió con un ademán casi arrogante, pero luego, como si hubiera cambiado de opinión, levantó una mano y dijo:

– Todavía no sé si Pearlman tiene algo interesante para nosotros; pero a la vista de las cintas que ha traído el comandante Bond, y que constituyen suficiente evidencia con respecto a esos Humildes, creo que se debería enviar a unidades de la sección de forenses y de indagaciones al lugar del suceso a Manderson Hall. ¿Puede usted ocuparse de ello o prefiere que sea yo quien hable con el comisionado?

– Lo puedo hacer yo mismo. Déjelo de mi cuenta.

M se volvió hacia Bond en cuanto la puerta se hubo cerrado tras del hombre de la Sección Especial.

– Voy a comunicar con Wolkovsky y luego haré entrar a Pearlman.

Wolkovsky había salido ya de la embajada y estaba camino hacia Regent's Park, por lo que M dio instrucciones a Moneypenny para que le comunicara su 11egada seguida.

– Entretanto voy a hablar con el sargento Pearly. Ya lleva demasiado tiempo esperando.

Pearly Pearlman tenía un aspecto de lo más desastrado. Llevaba cuarenta y ocho horas sin afeitarse y su traje parecía más el de un vagabundo qué el de un sargento del SAS.

– ¡Diantre, amigo! ¿Suele presentarse así a informar ante su superior en Hereford? -M pronunció aquellas palabras con un toque del viejo lobo de mar que había sido en otros tiempos. Un antiguo marinero había contado cierta vez a Bond que «aquel hombre aterrorizaba a quienes se presentaban ante él». Y que solían llamarle «la pesadilla del culpable».

Pero aquella observación entró a Pearlman por un oído y le salió por otro, igual que el agua resbala por el cuerpo de un pato.

– Bueno, jefe: a veces no hay más remedio… Ya me entiende usted.

– Pues temo no entenderle.

– Escuche, jefe: me han metido en esto por la fuerza. Desde luego dije a mi superior aquí que no me importaría ayudar, pero que no esperaba tener que pasarme medio día de pie vigilando el lugar. Me he puesto así por tener que ocultarme entre los setos y confundirme con el paisaje. Luego me mandaron venir y he estado esperando en esa especie de celda acolchada durante no sé cuánto tiempo.

– Bien, bien -M frunció el ceño-. Olvídelo. En cuanto acabemos de hablar sugiero que vaya a adecentarse un poco. Y ahora diga: ¿tiene algo interesante que comunicarme?

Pearly adelantó las manos ante sí y las movió en vaivén al tiempo que decía:

– Algo; pero no mucho.

– Bueno, pues empiece.

– Investigué el lugar lo mejor que pude. Tuve que forzar una ventana en la parte trasera de modo que si alguien pregunta quién lo hizo pueden decir que fui yo. No he dejado huellas, de eso estoy seguro, ni he estropeado nada que pudiera utilizarse como evidencia. Puedo afirmar una cosa: esa gente sabía que tenía que marcharse. Lo habían planeado de antemano, a mi modo de ver, desde varios días antes. La casa estaba limpia como una patena, según decía mi madre. Todo perfectamente ordenado. Todo en su sitio. Las camas hechas, las papeleras vacías, y también los cubos de la basura. Ni un papel por los suelos. Ni unos pantalones tejanos ni una camisa, ni siquiera un par de calzoncillos viejos. Lo habían baldeado todo a conciencia y se marcharon dejando el lugar como si nunca hubiera habitado nadie allí.

Mientras Pearlman pronunciaba su pequeño discurso, Bond volvía de vez en cuando la cabeza para ocultar una sonrisa. No abrigaba duda alguna de que el sargento estaba dando una imagen muy precisa del estado en que había encontrado Manderson Hall, intercalando de vez en cuando alguna expresión de tono marinero para agradar a M.

– Comandante Bond.

– Diga, señor.

– ¿Quiere hacer alguna pregunta al sargento Pearlman?

– ¿Dejaron huellas de neumáticos? ¿Alguna señal del modo en que se fueron de allí?

Pearlman hizo una señal de asentimiento.

– Sí. Había huellas de neumáticos en la parte trasera del edificio pero los coches…, a mi modo de ver unos cuatro, así como un par de furgonetas, se marcharon vacíos. De todos modos, no había sitio en los vehículos para tanta gente.

– ¿Dice que se marcharon vacíos?

– Sí; las huellas no eran profundas, como las que dejan los vehículos cuando van cargados.

– ¿Cuánta gente cree usted que había en aquella casa?

– Entre ciento cincuenta y doscientas personas.

– ¿Cómo lo ha averiguado?

– En primer lugar conté las camas. Las había dobles y sencillas. Pero como ya he dicho, estaban perfectamente hechas y limpias. Todo ordenado como en un barco.

– Bien, bien.

Bond dirigió al hombre del SAS una mirada indicadora de que a su modo de ver estaba abusando un poco de los términos náuticos.

– Aun cuando las camas queden hechas y ordenadas, por regla general se puede saber si se ha dormido en ellas, digamos durante una semana. Es decir, a menos de se hayan cambiado todas las sábanas… Pero a veces los que llevan prisa no se detienen en ese detalle, aun cuando hayan dejado el resto bien limpio, quitado hasta la última brizna de papel y arreglado los libros, los platos y demás. Se puede hacer todo eso y no cambiar las sábanas. Así pues, examiné las camas y llegué a la conclusión de que aquellas sábanas habían sido utilizadas durante tres o cuatro días recientemente.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Scorpius»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Scorpius» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


John Gardner - Nickel Mountain
John Gardner
John Gardner - Jason and Medeia
John Gardner
John Gardner - Freddy's Book
John Gardner
libcat.ru: книга без обложки
John Gardner
John Gardner - Brokenclaw
John Gardner
John Gardner - Never send flowers
John Gardner
John Gardner - Seafire
John Gardner
John Gardner - Muerte En Hong Kong
John Gardner
Отзывы о книге «Scorpius»

Обсуждение, отзывы о книге «Scorpius» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x