– ¿De qué estás hablando, Shannon? -preguntó de repente mi padre.
Clint y yo nos sobresaltamos culpablemente.
– Eh… Buenos días, papá.
– Será mejor que saques el beicon de la sartén -dijo mientras se sentaba frente a la silla de Clint-. Y sírveme un café, por favor.
Yo se lo serví.
– Gracias, Bichito -me dijo, y le dio un sorbo al café mientras yo vertía los huevos en la sartén. Cuando mi padre volvió a hablar, su tono era pensativo-. No puedo decir que entienda ni que me crea de verdad lo que me contaste anoche. Sin embargo, te conozco lo suficientemente bien como para saber que tú sí te lo crees. Y nunca has sido mentirosa, así que debe de haber algo de verdad en todo ello. Estoy dispuesto a escuchar con la mente abierta -dijo. Le dio otro sorbo al café y miró a Clint-. Pero primero quiero saber con quién demonios estás casada, y por qué es este hombre el que está aquí contigo, en vez de tu marido.
Yo removí los huevos en la sartén, y le hablé por encima del hombro, mirando hacia atrás.
– Estoy casada con un Sumo Chamán y guerrero, que también es el líder de su gente. Se llama ClanFintan. No está aquí conmigo porque existe en otro mundo.
– Has dicho que estás allí desde tu accidente. Eso fue hace seis meses. No creo que sea tiempo suficiente para conocer a alguien tanto como para casarse con él.
– Era un matrimonio arreglado. Me desperté en Partholon después del accidente y me encontré comprometida con él. Era una de las cosas de las que huía Rhiannon.
– ¿Rhiannon?
– Así se llama la mujer que se está haciendo pasar por mí -dije-. El desayuno está listo. Podéis serviros -añadí, mientras ponía en la mesa tres platos que saqué del armario.
Mientras desayunábamos, mi padre siguió haciéndome preguntas.
– Parece que te metiste en un lío, si esta tal Rhiannon huyó a otro mundo con tal de no casarse con ese tipo.
– No era sólo por eso -dijo Clint-. Rhiannon dejó su mundo porque era una cobarde, y porque quería el tipo de poder que atisbo en éste.
Mi padre masticó un poco, mirando a Clint especulativamente.
– ¿Y cuál es tu papel en todo esto?
– Yo traje a Shannon de vuelta a este mundo.
– ¿Tú? ¿Porqué?
Antes de que Clint pudiera responder, yo intervine.
– Para entenderlo, tienes que entender a Rhiannon, lo cual significa que debes escuchar toda la historia. -Estoy escuchando.
Yo sonreí y comencé a contarle la historia. Mi padre me prestó toda su atención y no me interrumpió, salvo por unas cuantas preguntas en cuanto a los centauros y su cambio de forma. Clint también escuchó atentamente. Aunque yo le había explicado algunas cosas de las que habían ocurrido en Partholon, nunca había oído la historia entera. Sólo lo que Rhiannon le había contado, desde su perspectiva.
Cuando terminé la narración, en el punto en que Clint había tirado de mí y me había arrastrado al claro del bosque sagrado, mi padre preguntó:
– Entonces, ¿dónde está Rhiannon?
– Bueno, no creo que esté en Oklahoma, pero sigue en este mundo -dijo Clint-. No sé por qué, pero sólo fui capaz de traer a Shannon, no expulsé a Rhiannon.
– ¿Y cuál es la conclusión?
– Que subestimé a Rhiannon, cosa que no va a volver a suceder.
– Y eso no es todo, papá -dije yo, y mi padre me miró de nuevo-. ¿Te acuerdas de esas fuerzas malignas que atacaron Partholon? Su líder, Nuada, o su espíritu, o lo que sea… está vivo. Y está aquí. Él provocó la muerte de Suzanna anoche.
– Explícame eso, Shannon.
– Nuada estuvo aquí anoche. Hizo que un coche atropellara a Suzanna y… -en aquel punto, se me quebró la voz, y tuve que tomar aire-. Pareció un accidente, pero Clint sintió su presencia, y sabemos que hizo algo con el coche. Y, papá, creo que va a venir aquí.
– ¿Aquí? ¿Por qué?
– Está obsesionado conmigo. Cree que soy yo quien lo llamó de entre los muertos. Yo no lo hice. No quiero tener nada que ver con él, por supuesto. Creo que su resurrección ha tenido algo que ver con un dios oscuro de Partholon. Y ha jurado que mataría a todos mis seres queridos de este mundo.
– Ya lo habías visto matar a mi reflejo en Partholon.
Asentí, conteniendo las lágrimas.
– Epona me ha advertido que este tiempo antinatural se debe a que Nuada está liberado en este mundo. La diosa dice que debo detenerlo… antes de volver.
– ¿De volver? -mi padre irguió la espalda-. Sé que te has encariñado con algunas de esas personas, pero ésta es tu casa, Shannon. Es tu sitio. Ya encontraremos la manera de enviar a Rhiannon de vuelta a su casa, para que se ocupe de sus responsabilidades.
– Papá, tengo que volver, y no sólo porque me necesiten. Quiero a ClanFintan.
– Bueno, ¿no me has dicho que Clint es su reflejo?
Yo asentí. Mi padre miró a Clint.
– Pues hasta un ciego se daría cuenta de que te quiere. ¿No es así, hijo?
– Sí, señor -respondió Clint.
– Y, por cómo os estabais besando en la cocina hace un rato, creo que tú también sientes algo por él, ¿no?
– Eso no tiene nada que ver, papá -respondí yo, ruborizándome.
– A mí me parece que sí. A mí me parece que tenemos que matar a ese tal Nuada y enviar a Rhiannon a su mundo de nuevo. Y tú tienes que quedarte aquí.
– Estoy embarazada, papá.
– ¿Eh?
– ¿Qué?
Los dos hombres hablaron a la vez. Yo suspiré.
– Estoy embarazada de ClanFintan. Tengo que volver.
– ¡Demonios, Shannon! -gritó Clint mientras se levantaba de la silla. Se alejó un par de pasos, como si quisiera darle un golpe a algo.
– ¿Estás segura de que estás embarazada, Bichito? -me preguntó mi padre con la voz ronca.
– Sí, papá.
– ¿Del centauro?
– Sí.
– ¿Y vas a tener sitio ahí dentro para todo eso? -me preguntó, mirándome fijamente.
– ClanFintan me ha dicho que voy a tener un bebé humano. Pero -añadí con una sonrisa-, dice que será muy buen jinete.
– ¿Eso dijo? -preguntó mi padre con una carcajada.
– Eso, y que él nació para quererme.
– Tienes que volver, Bichito. Ese niño necesita a su padre -me dijo entonces, mirándome con tristeza.
– Es una niña.
– ¿Cómo lo sabes?
– La Elegida de Epona siempre tiene una niña en primer lugar -le expliqué.
– Tu diosa y yo estamos de acuerdo en una cosa.
– ¿En qué?
Me cubrió la mano con la suya, curtida de trabajar.
– En que las hijas son regalos de los dioses -dijo. Los dos tuvimos que parpadear, con los ojos llenos de lágrimas. Después, él se levantó-. Tengo cosas que hacer. Os dejaré solos durante un rato, pero después me vendría bien que me ayudarais a llevar la comida a los animales, así que no tardéis mucho -dijo, y miró a Clint-. Esto cambia las cosas, hijo.
– Lo sé, señor -respondió Clint.
Mi padre asintió y después salió por la puerta de la cocina, que llevaba al garaje. Sin embargo, al instante volvió y miró fijamente a Clint.
– Ya sé por qué me resulta tan familiar tu cara -dijo, sacudiendo la cabeza-. Eres ese coronel del Ejército del Aire cuyo F-16 se estropeó justo por encima de Tulsa, y que se quedó en el aparato lo suficiente como para impedir que se estrellara en la ciudad y cayera en el río Arkansas. La historia salió en todos los periódicos. ¿No te acuerdas, Shannon? Fue hace unos cinco años.
Yo asentí y parpadeé como una boba. Me acordaba, pero no había reconocido a Clint.
Mi padre lo miró con las cejas arqueadas.
– Dijeron que por haber esperado tanto, fuiste eyectado demasiado tarde. Te rompiste la espalda, si mal no recuerdo.
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