– Ingenioso.
– No se imagina hasta qué punto, profesor Noronha -observó Solomon-. No se imagina hasta qué punto. Todo esto se complica si leo el XMY de izquierda a derecha, considerando que la «y» corresponde a la letra hebrea ain. En ese caso se obtiene shema, es decir, «oye», la primera palabra del versículo cuatro del sexto capítulo del Deuteronomio, que dice: «oye, oh, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno». Entre los judíos, a esta plegaria se la conoce por el nombre shema y es recitada toda la mañana y toda la tarde durante las oraciones del shacharit y del arvit, y también antes de dormir y antes de morir. El shema es la oración que afirma el monoteísmo, la existencia de un único Dios, y se supone que este verso se escribió en el estandarte de batalla de las diez tribus perdidas. Al recitarlo, cada judío asume el dominio del Reino del Cielo y de los Mandamientos. Pues justamente es ésta la palabra hebrea que Colón colocó en su firma. -Alzó un dedo-. Pero fíjese ahora en el doble sentido. Si la «y» corresponde a la yud hebrea, «XMY» se puede leer como xmi, o shmi, que significa «mi nombre». Probablemente, el nombre del autor de la firma: Colón. -El viejo cabalista se inclinó sobre la hoja, como si se aprestase a hacer una gran revelación-. Preste atención, profesor Noronha, porque esto es muy importante. Vamos ahora a leer «XMY» de derecha a izquierda, a la manera hebrea. Como ya hemos visto, queda «YMX». Considerando una vez más que la «y» es yud, surge una nueva palabra. Ymx. Ymach. En conjunción con la lectura de izquierda a derecha, da ymach shmo. ¿Sabe lo que quiere decir?
– Lo ignoro.
– Significa que mi nombre sea borrado.
Tomás abrió la boca, estupefacto.
– ¿Cómo?
– Que mi nombre sea borrado.
– ¡Dios mío! -exclamó, con los ojos vidriosos, completándose el rompecabezas en su mente-. Colom, nomina sunt odiosa.
– ¿Perdón?
– Nomina sunt odiosa. Los nombres son impropios. Es una frase de Ovidio. Adaptada a esta situación, significa que el nombre del descubridor de América es impropio. Basándome en lo que usted me está diciendo a partir de la interpretación cabalística de esta firma, resulta claro que no fueron sólo los contemporáneos del Almirante quienes quisieron generar confusión en cuanto a su identidad, sino el propio Colón quien, por algún motivo, quiso borrar su nombre original. -Se rascó el mentón, pensativo-. Ahora entiendo. Colón o Colom no era su verdadero nombre, sino solamente un apodo deliberado, un…, digamos…, disfraz. El nombre original fue borrado por él mismo.
– ¿Por qué?
– No lo sé. Pero, por lo visto, lo borró. Nomina sunt odiosa. Los nombres son impropios.
– Ymach shmo. Que mi nombre sea borrado. Encaja.
– Su verdadero nombre era impropio y, por tanto, tuvo que ser borrado -recapituló Tomás, sintetizando la expresión latina y la expresión hebrea-. Pero ¿cuál sería el verdadero apellido?
– Eso no sé decírselo -afirmó el rabino-. Pero puedo darle otra pista. Colón borró su apellido y no paró ahí. Renegó también de su nombre propio.
– ¿Cuál de ellos? ¿Cristóbal o Cristoforo?
– Los dos.
– ¿Cómo los dos?
Solomon cogió la fotocopia con la firma de Colón y señaló el triángulo de las eses.
– ¿Ve estos puntitos entre las eses?
– Sí.
– No fueron colocados allí por casualidad -declaró el cabalista-. En hebreo, los puntos junto a las letras pueden significar varias cosas. Pueden ser la señal de que la letra se trata de una inicial o de que la letra pide una vocal. Ya hemos visto que los puntitos dan el indicio de letras que representan iniciales. El shin de Shaday y el aleph de Adonai. Pero en las lenguas antiguas los puntitos servían igualmente para mostrar la dirección y, más importante aún, podían ser una señal de lectura de arriba para abajo. La cábala establece que todo en el universo está unido por un lazo mágico y que las cosas inferiores traen el sigilo de las superiores. El rabino Shimon Bar Iochay, que era un gran cabalista, observó que el mundo inferior fue hecho a imagen del mundo superior, y que el inferior no es sino el reflejo del superior. El rabino Yossef, otro gran cabalista, escribió que para que se produzcan las acciones de lo alto es necesario comenzar por un movimiento desde abajo. El Libro de los misterios cabalísticos estableció que el mundo que habitamos está invertido en relación con el inundo donde se eleva el alma. Y el axioma grabado sobre la tabla de esmeralda de Hermes reveló que lo que está encima es como lo que está abajo. La verdad es que las palabras «reflejo» e «invertido», «arriba» y «abajo», nos remiten a la noción de espejo, muy cara a la cábala. Como los puntitos señalan la necesidad de leer de arriba para abajo, decidí hacer el experimento de invertir las letras de la firma, viéndolas como si estuviesen reflejadas en un espejo. -Cogió una hoja que había garrapateado y se la mostró a Tomás-. El resultado fue sorprendente.
El portugués contempló las señales que se encontraban en la parte de abajo.
– ¿Qué es eso? -preguntó.
– El Árbol de la Vida sin Cabeza.
– ¿Éste es el Árbol de la Vida?
– Sí. Ahora fíjese. -Abrió un libro y mostró una figura estructurada en círculos-. Éste es el Árbol de la Vida.
– Tiene diez círculos -observó Tomás.
– Sí, son las diez sephirot. La representación tradicional del Árbol de la Vida tiene, como estamos viendo, diez sephirot. Este es el principal Árbol de la Vida. Pero el segundo más importante es el de las siete sephirot. En este caso, eliminando la parte de arriba de la firma, resulta un Árbol de la Vida sin Cabeza, también conocido como Hombre Sentado.
Cortó las tres sephirot superiores, keter, chockmah y binah, y mostró el Árbol de la Vida sin Cabeza, colocándola al lado del reflejo de la firma de Colón.
– ¡Ah! -exclamó el portugués, comparando las dos estructuras completamente absorto-. Son…, son parecidas.
– Sí -asintió el cabalista-. La firma cabalística de Cristóbal Colón reproduce el Árbol de la Vida sin Cabeza. Cada letra de la firma es una sephirah. Como hay siete letras, eso quiere decir siete sephirot.
– Pero la reducción a siete sephirot, ¿no significa que el Árbol de la Vida está incompleto?
– No. Incluso existen Árboles de la Vida con cinco y cuatro sephirot. Pero el de los siete es particularmente significativo, se trata del más relevante después del Árbol de la Vida de los diez sephirot. El siete es un número cabalístico muy importante, es el guarismo que representa la naturaleza en su estado original, intacto. Dios se tomó seis días para crear el universo y al séptimo descansó. -Señaló con el dedo el reflejo de la firma del navegante-. Mirando la imagen reflejada por el espejo, resulta claro que fue ésta la forma que Colón usó para revelar su verdadera identidad. Es que la línea de arriba, como puede ver, está ocupada por «XWX». La «X» remite a la chet de chessed, la sephirah que significa brazo derecho y simboliza la bondad. La «A,» remite a guímel, la primera letra de la sephirah gevurá, o brazo izquierdo, y simboliza la fuerza. En medio de las dos se encuentra «W», que el alfabeto hebreo identifica con tet, la primera letra de la sephirah tipheret, la belleza, que representa la síntesis entre la bondad y la fuerza. Colón quitó la cabeza del Árbol de la Vida y lo configuró a partir de los miembros medios e inferiores. La intención cabalística es inequívoca. -Solomon volvió a señalar la primera línea de la firma, «XWX»-. Ahora fíjese bien en esto, profesor Noronha. Leyendo esta línea de derecha a izquierda, como es correcto hacer en hebreo, se obtiene «Á.WX». Se lee Yeshu. -Miró a Tomás y frunció el ceño-. Ah, esto es algo terrible.
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