Daniel Silva - El Hombre De Viena

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A finales de la Segunda Guerra Mundial, el oficial nazi Radek estaba encargado de hacer desaparecer cualquier evidencia del Holocausto. Hoy, Radek es Vogel, vive en Viena, es el dueño de un banco de inversiones y aporta grandes cantidades de dinero a la campaña del aspirante a canciller, que es en realidad su hijo secreto. Gabriel Allon (protagonista de El Confesor), es enviado a Viena a investigar un atentado en la oficina de ayuda a víctimas de la guerra. La investigación adquiere tintes personales cuando Allon, gracias a unos dibujos del diario de su madre, reconoce en Vogel no sólo al sádico Radek sino al hombre que casi mató a su madre en el campo de concentración. Pero la ayuda que Vogel recibe tanto de la CIA como del mismo Vaticano convierte su investigación en una tarea difícil.

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Sólo estaba seguro de una cosa: no estaba preparado, para perdonar. Por lo tanto, se alegró cuando uno de los acólitos de Lev lo llamó por teléfono una tarde para preguntarle si estaría dispuesto a escribir un relato del caso. Gabriel aceptó con la condición de que también le permitieran escribir otra para los archivos de Yad Vashem. Hubo largas discusiones para establecer una fecha de publicación del documento. Al final se acordó un plazo de cuarenta años, y Gabriel se puso manos a la obra.

Escribía en la cocina, en un ordenador portátil que le había proporcionado el servicio. Al anochecer guardaba el ordenador en la caja de seguridad oculta debajo del sofá que había en la sala de estar. No tenía ninguna experiencia como escritor, así que, instintivamente, abordó el proyecto como si se tratara de una pintura. Comenzó con un boceto, amplio y amorfo, y luego fue añadiendo lentamente las capas de pintura. Empleaba una paleta sencilla y utilizaba el pincel con mucho cuidado. A medida que pasaban los días, volvió a ver el rostro de Radek con la misma claridad con que lo había pintado la mano de su madre.

Trabajaba hasta poco después del mediodía, luego iba al hospital de la Universidad de Hadassah, donde, después de un mes de inconsciencia, Eli Lavon comenzaba a dar señales de que quizá estaba saliendo del coma. Gabriel se sentaba junto a la cama y le contaba a su amigo detalles del caso durante una hora o un poco más. Después regresaba al apartamento y continuaba trabajando hasta el anochecer.

El día que acabó el trabajo se quedó en el hospital hasta el atardecer. Y allí estaba en el momento en que Lavon abrió los ojos. Lavon miró en torno suyo con la mirada perdida, pero luego se puso alerta y examinó el entorno desconocido de la habitación antes de detenerse en el rostro de Gabriel.

– ¿Dónde estamos? ¿En Viena?

– Jerusalén.

– ¿Qué haces aquí?

– Estoy escribiendo un informe para el servicio.

– ¿Sobre qué?

– La captura de un criminal de guerra nazi llamado Erich Radek.

– ¿Radek?

– Vivía en Viena con el nombre de Ludwig Vogel.

– Cuéntamelo todo -murmuró Lavon con una expresión de contento, pero antes de que Gabriel pudiera decir otra palabra se quedó dormido.

Cuando Gabriel regresó al piso aquella tarde parpadeaba la luz del contestador automático. Apretó el botón y oyó la voz de Moshe Rivlin.

– El prisionero de Abu Kabir quiere hablar contigo. Yo lo mandaría al infierno. Tú verás.

40

JAFFA, ISRAEL

El centro de detención estaba rodeado por un muro de color arena rematado con alambre de espino. Gabriel se presentó en la entrada a primera hora de la mañana y lo dejaron entrar sin problemas. Para acceder al interior tuvo que pasar por un angosto pasillo de rejas que le recordó el Camino al Paraíso en Treblinka. Un vigilante lo esperaba en el otro extremo. Acompañó en silencio a Gabriel hasta el sector de las celdas. Luego lo llevó a una sala de interrogatorio s sin ventanas. Radek estaba sentado frente a una mesa, como una estatua, vestido con un traje oscuro y corbata. Tenía las manos esposadas. Sentado, saludó a Gabriel con un movimiento de cabeza casi imperceptible.

– Quítele las esposas -le dijo Gabriel al carcelero.

– Va contra las normas.

Gabriel lo fulminó con la mirada, y el vigilante se apresuró a obedecer.

– Muy bueno… -comentó Radek-. ¿Es otro de sus trucos psicológicos? ¿Intenta demostrarme el dominio que tiene sobre mí?

Gabriel acercó una pesada silla de hierro a la mesa y se sentó.

– No creo que en estas condiciones sea necesario recurrir a esa clase de demostraciones.

– Supongo que está en lo cierto -admitió Radek-. Así y todo, admiro la forma en que ha llevado todo este asunto. Me gustaría creer que yo hubiese sido capaz de hacerlo de la misma manera.

– ¿Para quién? -preguntó Gabriel-. ¿Para los norteamericanos o para los rusos?

– ¿Se refiere a las declaraciones hechas en París por el idiota de Belov?

– ¿Tienen algo de verdad?

Radek miró a Gabriel en silencio, y sólo por unos segundos algo de su dureza apareció en sus ojos azules.

– Cuando se participa en el juego durante tanto tiempo como yo, se traban muchas alianzas, y se urden tantos engaños que al final resulta difícil saber dónde acaba la verdad y comienza la mentira.

– Belov parece muy convencido de saber la verdad.

– Sí, pero mucho me temo que sea el convencimiento de un idiota. Verá, Belov no estaba en posición de saber la verdad. -Radek cambió de tema-. Supongo que habrá leído los periódicos de la mañana, ¿no?

Gabriel asintió.

– Ha conseguido la victoria por un margen mayor de lo previsto. Al parecer, mi arresto ha tenido algo que ver con el resultado. A los austriacos nunca les ha gustado que los extranjeros se metan en sus asuntos.

– No estará vanagloriándose, ¿verdad?

– Por supuesto que no. Sólo lamento no haber negociado un mejor trato en Treblinka. Quizá no tendría que haber aceptado con tanta facilidad. Ahora no estoy tan seguro de que las revelaciones sobre mi pasado hubiesen acabado con la campaña de Peter.

– Hay algunas cosas que son políticamente indigestas, incluso en Austria.

– Nos subestima, Allon.

Gabriel dejó que se estableciera el silencio. Había comenzado a lamentar la decisión de venir.

– Moshe Rivlin dijo que usted quería verme -dijo con cierta irritación-. Dispongo de mucho tiempo.

Radek se irguió un poco más en la silla.

– Me preguntaba si tendría la cortesía profesional de responder a un par de preguntas.

– Eso depende de las preguntas. Usted y yo tenemos distintas profesiones, Radek.

– Sí. Yo era un agente de la inteligencia norteamericana y usted es un asesino.

Gabriel se levantó dispuesto a marcharse. Radek levantó una mano.

– Espere. Por favor. Siéntese.

Gabriel volvió a sentarse.

– ¿El hombre que llamó a mi casa la noche del secuestro…?

– Querrá decir su arresto.

Radek agachó la cabeza.

– De acuerdo, mi arresto. ¿Era un impostor?

Gabriel asintió.

– Era muy bueno. ¿Cómo hizo para imitar a Kruz con tanta perfección?

– No creerá que voy a responderle, ¿verdad, Radek? -Gabriel consultó su reloj-. Espero que no me haya hecho venir hasta Jaffa para hacerme una sola pregunta.

– No. Hay otra cosa que me gustaría saber. Cuando nos encontrábamos en Treblinka mencionó que yo había participado en la evacuación de los prisioneros de Birkenau.

Gabriel lo interrumpió una vez más.

– ¿Podríamos acabar de una vez por todas con los eufemismos, Radek? No fue una evacuación. Fue la Marcha de la Muerte.

Radek guardó silencio durante un momento.

– También mencionó que yo había matado personalmente a algunos de los prisioneros.

– Sé que al menos asesinó a dos muchachas. Estoy seguro de que fueron más.

Radek cerró los ojos y asintió con un gesto.

– Fueron más -declaró con una voz distante-. Muchas más. Recuerdo aquel día como si fuese ayer. Desde hacía algún tiempo tenía claro que se aproximaba el final, pero al ver aquella columna de prisioneros que marchaban hacia el Reich… Entonces comprendí que era el Götterdämmerung . El ocaso de los dioses.

– Así que comenzó a matarlos.

El detenido asintió de nuevo.

– Me habían encomendado la tarea de proteger su terrible secreto y ahora estaban dejando que miles de testigos salieran con vida de Birkenau. Estoy seguro de que puede imaginarse cómo me sentía.

– No -respondió Gabriel con toda sinceridad-. Soy incapaz de imaginarme cómo se sentía.

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