John Lindqvist - Descansa En Paz

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Considerado por la Academia Sueca uno de los autores de mayor talento, aclamado por la crítica como el nuevo Stephen King y considerado por los lectores el sucesor de Stieg Larsson, el maestro escandinavo del terror se imagina en su nueva novela qué pasaría si Estocolmo fuese tomado por los zombies.
Algo muy extraño está ocurriendo en la capital de Suecia: en medio de una inusual ola de calor, la gente se da cuenta de que no puede apagar la luz ni los aparatos eléctricos. De repente, una noticia sacude a la nación: en la morgue los muertos están resucitando. ¿Qué es lo que quieren? Lógicamente, volver a casa…

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«Matarlo… matarlo…».

Dio un paso hacia aquel monstruo y al mismo tiempo el monstruo dio un paso hacia él. Avanzaba rápido, mucho más rápido de lo que él hubiera podido imaginarse con aquel cuerpo hecho pedazos. Los huesos chocaron un par de veces contra la roca y, pese a su furia ciega, Mahler retrocedió a causa de la anguila; no quería que la anguila, que había engordado a base de comer carne humana, se acercara a él.

Retrocedió, y se resbaló en sus propios vómitos. El hacha salió despedida de su mano cuando su cuerpo aterrizó sobre las rocas con un golpe sordo. Su nunca chocó contra la roca; la parte posterior de la cabeza se le hundió del golpe. Vio rayos y centellas, y un instante antes de que se apagaran y lo sumieran en la oscuridad, Mahler sintió las manos de aquel monstruo sobre su cuerpo.

Labbskäret, 21:50

Anna lo vio todo. Vio caer a su padre cuan largo era contra la roca, oyó su cabeza chocar contra la piedra, vio al monstruo abalanzarse sobre él.

Se levantó de un salto, con Elias todavía en brazos.

«¡No, Dios mío! Maldito demonio».

El monstruo levantó la cabeza hacia ellos y en ese instante Anna oyó la voz interior de Elias, que le aconsejaba: «… cosas buenas… piensa en cosas buenas…».

Ella sollozó y dio un par de pasos sobre la roca. Algo sonaba a sus pies, pero ella no se molestó en mirar lo que era, sino que siguió bajando hacia el bote, hacia el monstruo que agitaba la cabeza sobre el cuerpo inmóvil de su padre.

«… demonio repugnante…».

«… cosas buenas…».

En realidad, Anna ya lo sabía. La criatura se había limitado a permanecer sobre la roca mientras se mantuvo acostada sin hacer nada ni pensar en nada. Únicamente cuando ella se acercó a la ventana y le gritó que se marchara, transmitiéndole su odio y su repulsión hacia él, fue cuando aquella cosa rompió el cristal. Su pánico le había incitado a querer irrumpir en la casa.

Cuando su padre empezó a transmitir odio contra él y la anguila que llevaba en el pecho, ella trató de enviarle el mismo mensaje que Elias le enviaba a ella ahora -«piensa en cosas buenas»-, pero no consiguió conectar con él, y ahora era demasiado tarde.

Era difícil pensar amablemente cuando alguien acababa de matar a tu padre. Muy difícil.

«Maldito demonio blanco asqueroso…».

Siguió caminando sobre la hierba sin encontrar ninguna palabra amable. Todas desaparecían de ella, una a una, persona tras persona. Vio que el monstruo se levantaba, se metía entre los carrizos y continuaba por la playa en dirección al bote, hacia ella.

Anna agachó la mirada para intentar localizar una rama gruesa en el suelo, algo que pudiera usar como arma. Todas las ramas del suelo estaban podridas, lógicamente, de lo contrario no se habrían caído. Los pies del engendro chapoteaban sobre las algas mojadas y ella vio el tendedero del que aún colgaban los calcetines de Elias. Podía partirlo y usarlo para…

El redivivo estaba ya a la altura del bote. Anna ascendía por la ladera en dirección a las rocas caminando de costado para no perderle de vista. Elias se removió inquieto entre sus brazos, el edredón le colgaba por los pies. Si lograba apoderarse del barrote, si lo consiguiera, tal vez entonces pudiera…

«¿Qué? Es imposible matar a un muerto».

Pese a todo, ella perseveró y siguió colina arriba. Al culminar el ascenso, dejó a su hijo en el suelo y empezó a tirar del palo del tendedero. El viento y la lluvia habían endurecido la madera, pero el miedo le insufló fuerzas y al final se rompió por el pie con un chasquido. Los calcetines de Elias seguían colgados de los ganchos, y mientras el monstruo empezaba a subir por la hierba, a tan sólo cinco metros de ella, Anna golpeó el palo contra la roca para quitarle el travesaño y obtener un arma limpia.

El pequeño Olle al bosque se fue [14].

La vocecilla de Elias logró traspasar el caparazón de miedo que envolvía a su madre y ésta le comprendió. Anna dejó de pensar en otras cosas cuando el ahogado alcanzaba los pies de la roca, justo por debajo de ella, y la pestilencia a cadáver le saturaba las fosas nasales. En ese momento, ella sólo se preocupó de cantar:

Las mejillas coloradas y el sol en la mirada,

y de comer zarzamoras le quedó la boca morada.

No podía pensar cosas buenas, pero podía cantar mentalmente. El ahogado se detuvo. Le temblaron los huesos, se le hundieron los hombros. Una máquina a la que de pronto se le hubiera acabado el combustible.

Ojalá no tuviera que ir yo solo por aquí.

Unas lágrimas silenciosas le surcaron las mejillas cuando la luz de la luna iluminó los labios del monstruo, pringados por un líquido oscuro, pero ella no pensó en la sangre de su padre ni en nada que pudiera llevarla por la senda de la rabia y el odio, sino que siguió canturreando:

Brummelibrum, ¿quién anda ahí?

Los matojos se agitan, pero un perro sólo es.

La ironía de la letra de la canción hizo que a Anna le temblara todo el cuerpo, pero ella ya no estaba dentro de su cuerpo, se encontraban cerca y advertía los cambios de aquel ser, veía lo mismo que él, pero actuaba como directora y ordenó a su mente que siguiera cantando.

El ahogado dio la vuelta y se marchó por donde había venido en dirección al estrecho, hacia las rocas, hacia el cuerpo de su padre. No lo pensó, sólo constató que estaba ocurriendo.

Esperó medio minuto mientras terminaba de entonar la canción, después envolvió a Elias en el edredón y caminó hacia el bote. La luna brillaba amarilla dentro de un pequeño charco en la roca, y cuando la hierba le rozó las piernas vio algo…

«¿Amarillo?».

… y no era amarillo. Anna volvió a mirar otra vez hacia allí. Lo que brillaba encima de la roca era el móvil. Se le había caído. Cantando aún la misma canción -no se atrevía a cambiar por miedo a perder la concentración- recuperó el teléfono, lo puso encima de la tripa de Elias y siguió en dirección al bote.

El osezno es un glotón: todo lo que asoma embucha.

Anna tumbó a Elias dentro, evitando mirar hacia el estrecho, mientras empujaba el bote desde el borde de la playa, dio un par de zancadas en el agua y subió a bordo. El bote flotó y se deslizó hacia mar abierto entre el suave oleaje del agua. Se sentó en la bancada central, desde donde pudo ver las bolsas con la compra y los bidones de agua. En medio del silencio sólo se oían los chirridos procedentes del estrecho, como si estuvieran limpiando pescado. Le empezó a temblar la mandíbula inferior y se abrazó a sí misma.

«Él trataba de… Sólo quería… Trataba de ayudar». Demonio repugnante… . «Con sus manitas Olle le tiende la cesta al oso…».

Debía seguir adelante, pues el monstruo sabía nadar.

Colocó los remos en los toletes con manos temblorosas y remó hacia la otra boca del estrecho. Sabía que estaba remando en dirección contraria, pero era incapaz de pasar cerca y quizá ver…

Cuando había batido los remos unas cincuenta veces y ya sólo tenía el azul intenso del mar de Åland a sus espaldas, soltó los remos, dejando que colgaran libremente en los toletes, y se agachó junto a Elias, se acurrucó a su lado en la cubierta y dejó que llegaran los sentimientos. Dejó de huir, dejó de cantar, dejó…

La brisa del sur los llevaba cada vez más lejos, más lejos. Dejaron atrás el escollo de Gåskobb y pronto el faro centelleante de Söderam fue lo único visible entre el cielo y el mar.

Heden, 22:00

Flora se quedó mirando el negro montón de cuerpos retorcidos.

Lo había deseado aquella tarde en el jardín de Elvy, sí; entonces, supo que iba a suceder algo que iba a cambiar Suecia para siempre. Ahora había sucedido, y ¿qué había cambiado?

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