– ¿Cenar? -preguntó, haciéndose el difícil-. ¿No habíamos quedado en que sería sólo un café? ¿Y que además te llamaría yo?
Villanueva abrió en ese momento la puerta del despacho y, sin pronunciar palabra, agitó los folios en los que había impreso la documentación sobre O'Rahilly, el pirata informático que, presuntamente, había clonado a The Walrus.
– Te tengo que dejar, Tania -dijo Perdomo, intentando demorar la respuesta a la invitación hasta el último segundo.
– El sitio al que pensaba llevarte tiene café -replicó ella-.Si te quedas más tranquilo, tú te puedes pedir un cortado mientras yo saboreo un conill amb cargols.
– ¿Cocina catalana? -se extrañó él-. Pensé que habrías reservado en nuestro cubano de siempre.
– Después de diez años viviendo en Barcelona -le explicó la forense- mi paladar se ha vuelto algo más sofisticado. Y no he reservado todavía, no tenía muchas esperanzas de que me dijeras que sí.
– De acuerdo -concedió Perdomo-, tengamos nuestra cita y así nos la quitamos de encima.
La frase tuvo la virtud de hacer sonreír a Tania.
– Veo que sigues siendo el romántico de siempre -dijo con ironía.
Tras acordar la hora y el lugar en que se verían para cenar, se despidieron hasta la noche. Villanueva, que había permanecido en la puerta para meterle prisa, volvió a preguntar:
– ¿Era ella?
– Sí, era ella. ¡Chismoso!
– ¿Dijiste que ha cogido unos kilos de más? Yo no he notado que estuviera más gordita.
– Tendrías que haberla visto hace unos años -se limitó a comentar Perdomo. Y tras señalar la documentación que había recabado su ayudante, le preguntó-: ¿Qué tienes ahí?
– Nuestro pirata holográfico -comenzó a informar el subinspector Villanueva- se llama Alex O'Rahilly y tiene cincuenta y dos años. Nacido en Ballylongford, condado de Kerry, Irlanda, es descendiente de Michael Joseph O'Rahilly, un nacionalista irlandés que murió en 1916 durante el Alzamiento de Pascua, el más famoso intento de los republicanos para lograr la independencia del Reino Unido. El otro pariente distinguido de su familia es Roñan O'Rahilly, uno de los empresarios que, en los años sesenta, se embarcaron en el proyecto de Radio Caroline, la legendaria emisora pirata que emitía desde un ferry anclado en aguas internacionales. Por entonces estaban establecidas a tan sólo cinco kilómetros de la costa de Inglaterra.
– De casta le viene al galgo, ¿no? -comentó Perdomo.
– Sí, se ha criado en una familia de piratas. O'Rahilly no es muy popular en su país y lleva muchos años afincado en Suecia, sede del recientemente creado Partido Pirata, con cuyos miembros simpatiza. Pero es un extremista y ha ido mucho más allá que los militantes de esta agrupación política. El Partido Pirata sueco ha logrado un escaño en las últimas elecciones al Parlamento Europeo, busca la reforma de las leyes de propiedad intelectual e industria y trata de oponerse al copyright y a las patentes por medios políticos. O'Rahilly, en cambio, bordea constantemente la ilegalidad y ha sido detenido ya en tres ocasiones por la policía.
– ¿En qué anda metido? -preguntó Guerrero.
– Tiene un portal de descargas en internet llamado The Snip II. El anterior, The Snip, a secas, se lo cerraron los tribunales. Winston fue, en su día, un abanderado de la causa anti O'Rahilly, lo que nos da otro móvil para el asesinato. Snip es una palabra coloquial inglesa que se puede traducir como «chollo». El nuevo portal del irlandés, The Snip II, cuenta con treinta millones de usuarios, de todas partes del mundo, y se estima que genera unos beneficios de unos cincuenta millones de coronas suecas. Eso son casi cuatro millones y medio de euros al año, por poner al alcance de la gente música, películas y otros materiales protegidos por los derechos de autor.
– ¿Por qué no está en la cárcel? -quiso saber Perdomo.
– A eso iba -dijo Villanueva-. Alex O'Rahilly conoce al dedillo la legislación de su país de adopción y se las ha ingeniado siempre para que los jueces le dejen en libertad sin cargos. Pero agárrate, ahora viene lo más fuerte: desde que le cerraron el primer portal, el tío opera desde un barco pirata.
– Cuando dices un barco pirata -preguntó Perdomo-, ¿te refieres a algo parecido a un viejo bergantín del siglo XVII?
– No -le aclaró el otro-; el Revenge es un barco experimental, muy sofisticado. Opera en el estrecho de Oresund, cuyas aguas son internacionales desde la Convención de Copenhague, a mediados del siglo XIX.
Perdomo ignoraba la ubicación exacta del estrecho que separa Suecia de Dinamarca, así que Villanueva le puso en situación.
– Oresund es uno de los tres estrechos que conectan el mar Báltico con el mar del Norte y es una de las vías marítimas más utilizadas del mundo. Tiene un puente gigantesco, que une Copenhague con la ciudad sueca de Malmó, seguro que lo has visto alguna vez en fotografías. O'Rahilly merodea por ese estrecho continuamente y ha colocado incluso la bandera del Partido Pirata en el mástil, que es una vela blanca ondeando al viento, sobre fondo negro.
– Menudo pájaro -exclamó Guerrero-. Pero no creo que farolee. Si el barco es tan sofisticado como dice Villanueva, es muy posible que pueda haber montado el laboratorio holográfico a bordo del mismo. Todo lo que necesita O'Rahilly es un dispositivo consistente en una lámina de plástico especial, metida entre dos piezas de vidrio, cada una recubierta con un electrodo transparente. Luego no tiene más que grabar las imágenes en ese plástico (que no es más que un polímero fotoreactivo) mediante haces de láser y ya tiene su holografía. Lo jodido es actualizarla en tiempo real.
– Algo imprescindible, si quiere crear la sensación de un concierto en vivo, donde los artistas están interactuando constantemente con el público -puntualizó Villanueva.
– Espera, espera, Guerrero -le frenó Perdomo-, vas demasiado deprisa para mí. Polímero, electrodo transparente… ¿qué palabros son ésos? Necesito entender un poco más cómo funciona el tinglado de ese pirata.
Guerrero se armó de paciencia, adoptó la misma actitud que mostraría un profesor benévolo con un alumno que se ha quedado atrás en el dictado y dijo:
– Voy a ir por partes. ¿Tenemos claro qué es una holografía?
– Una imagen en movimiento y en tres dimensiones, ¿no? -aventuró Perdomo. Se notaba, por la inseguridad de su tono de voz, lo mucho que le imponía Guerrero y el miedo que tenía a equivocarse delante de él, con su subordinado de testigo.
– Correcto -le tranquilizó el de la Científica-. Sólo que para que el espectador experimente el efecto 3D, no son necesarias esas gafas tan chuscas que nos entregan en el cine. La ilusión óptica se crea mediante un rayo láser. El invento, al menos en su modalidad más básica, tiene ya sus años. Lo descubrió en 1947 un húngaro llamado Gabor, que recibió por ello el Nobel de Física. Actualmente el holograma se ha desarrollado lo suficiente como para ofrecer un alto grado de fiabilidad, al menos en la industria de la seguridad. Insertados en billetes de banco y tarjetas de crédito, los hologramas resultan extraordinariamente difíciles de falsificar, porque se replican a partir de una holografía master, que sólo puede ser generada mediante un procedimiento tecnológico sumamente caro y avanzado.
– ¿Cómo de caro? -preguntó Perdomo-. ¿Como la bomba atómica?
– Sí -concedió Guerrero-. Es caro de cojones.
Villanueva intervino en ese momento para recordar a sus colegas que O'Rahilly estaba ganando millones de euros con su portal de descargas y que podría estar financiando su nuevo proyecto con esos ingresos ilegales.
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