– ¿Puedo preguntarle si su marido había hecho testamento? -se interesó Perdomo.
– Sí -afirmó Anita-, lo redactó el año pasado, cuando empezó a sufrir esas horribles pesadillas.
– ¿Y usted es la única beneficiarla?
– Espero que no -dijo, conteniendo una risa nerviosa-. No sabría qué hacer con tantos millones.
– ¿De cuánto dinero estamos hablando, señora Winston?
– No conozco la cifra exacta -respondió la viuda-, pero después de CSI, John firmó un contrato multimillonario con Live Nation, la promotora de conciertos más importante del mundo. Madonna y Shakira están entre su elenco de artistas. Añada a esa suma, que fue astronómica, los derechos de autor que están generando sus canciones y los contratos publicitarios y de televisión que le llovieron desde entonces y estaremos rondando los veinticinco millones de euros.
Al salir a la calle, Perdomo recordó que había dejado su móvil en modo silencio, con objeto de evitar que Amanda le interrumpiera continuamente, y lo extrajo del bolsillo para volver a conectarlo. Tema varias llamadas de Villanueva y un SMS del inspector Guerrero de la Policía Científica que decía:
La cásete de Winston contiene una canción grabada de viva voz por John Lennon.
Perdomo, Villanueva y Guerrero se reunieron una hora más tarde en el despacho del primero para evaluar la información obtenida hasta el momento y decidir hacia dónde había que dirigir las nuevas líneas de investigación.
– Tenemos ya tal cantidad de datos -declaró Perdomo- que es importante que no mezclemos las hipótesis con los hechos. Hipótesis número uno: «Chapman cometió el asesinato». Hechos que respaldan esta teoría: el arma del crimen es la misma con la que disparó contra Lennon, y él lo anticipó así en la entrevista de televisión, antes siquiera de que tuviéramos el análisis balístico. Winston era una víctima fácil porque no llevaba protección personal y al ser el heredero artístico de Lennon, matarle a él era como volver a matar al ex Beatle. Hechos que refutan esta teoría: Chapman no ha abandonado la prisión en ningún momento y el FBI no ha sido capaz por ahora de probar si tenía un compinche fuera, ni la manera en que se puso en contacto con su hipotético cómplice. Su posible móvil es el mismo que el del asesinato anterior: adquirir notoriedad. Fue condenado a veinte años, lleva treinta en prisión y ésta sería su forma de volver a convertirse en una estrella y, al mismo tiempo, de vengarse contra una sociedad que le está condenando a morir encerrado.
A medida que Perdomo exponía sus razonamientos, Villanueva iba haciendo un pequeño esquema en una pizarra de rotulador que había en una de las paredes del despacho.
– Hipótesis número dos -continuó el inspector-: «Big Wayne cometió el asesinato». Villanueva, resúmele a Guerrero los hechos.
Sin dejar de hacer croquis que se interrelacionaban entre sí mediante flechas, Villanueva relató sucintamente la información que le había proporcionado Tusks, el teclista del grupo.
– Wayne -dijo- compuso una canción titulada Shaken con la que iba a convertirse en una estrella y Winston grabó una versión más potente que sirvió para que The Walrus saltara definitivamente a la fama. A favor de esta teoría: Wayne amenazó en la radio con matar a Winston por haberle robado el tema. En contra: Scotland Yard asegura que en el momento del asesinato se encontraba en la isla de Montserrat, en el Caribe, mezclando el que será su próximo disco. Y he descubierto un dato más, que me inclina a descartarlo por completo. Wayne ha colocado, por fin, una canción en el número 7 del Billboard, de modo que está triunfando. De la misma manera que Little Richard compuso Long Tall Sally para desquitarse de lo que le hizo Pat Boone con Tutti Frutti, Wayne tiene ahora un tema en la calle titulado Fíush que le está funcionando muy bien. Me extrañaría que estuviese implicado.
Guerrero hizo un gesto con hombros y manos, como para darles a entender a sus colegas que no entendía por qué era necesaria su presencia en aquella reunión. Nada de lo que se estaba exponiendo entraba dentro de las competencias de la Policía Científica. Perdomo le indicó entonces a Villanueva que le entregara a Guerrero el teléfono móvil de Charlie Moon y el experto estudió durante varios minutos el vídeo que éste contenía. Cuando terminó de examinarlo dijo:
– Es la filmación en 2D de una holografía tridimensional, no cabe duda. ¿De dónde ha salido?
Villanueva le resumió su entrevista con Moon y seguidamente, Perdomo le pidió a Guerrero que emitiese un juicio técnico sobre la posibilidad de piratear conciertos en 3D.
– Lo que se piratea en este caso no es tanto el concierto -precisó Guerrero- sino la imagen misma de los músicos, a los que se les hace decir y hacer lo que se quiera, después de haberlos reconstruido digitalmente. Es como disponer de un clon del artista, sólo que ese clon no está hecho de carne y hueso, sino de luz.
– ¿Y eso es posible? -insistió Perdomo-. ¿Puede un pirata sin escrúpulos fabricar clones de luz de un grupo musical y dedicarse a montar conciertos pirata por todo el mundo?
– Por supuesto que puede -afirmó el de la Científica-. ¿No se ha clonado ya a una oveja, que es una criatura de carne y hueso, y por tanto, un organismo mucho más complejo?
– ¿Y por qué no se ha hecho hasta ahora? -preguntó Villanueva-. Me refiero a que si la tecnología existe, por qué no se está aplicando ya a los videojuegos, por ejemplo.
– Seguramente por intereses comerciales -aclaró Guerrero, al tiempo que extraía del bolsillo un iPhone 3GS-. Mirad este teléfono: ¿por qué creéis que le colocaron una cámara de tan sólo tres megapíxeles? Para que cuando saliera el iPhone 4G, que la lleva de cinco, el consumidor se sintiera en la necesidad de adquirir el modelo superior. Y la técnica funciona, porque yo ahora mismo estoy jodido por no tener el 4G. Con los videojuegos ocurre lo mismo. Existe ya la posibilidad de crear videojuegos mucho más complejos, pero primero te venden el modelo más limitado y luego lo van complicando. Así el negocio se multiplica hasta el infinito.
Perdomo notó cómo le zumbaba en el bolsillo el teléfono móvil y al ver que la llamada entrante era de Tania, pidió a sus dos colegas que le disculparan durante un minuto y salió de su propio despacho para poder tener intimidad.
– Estoy en mitad de un interrogatorio -le dijo a la forense, procurando que su voz sonara profesional y distante-. ¿Tienes algún dato más sobre la autopsia?
– Para eso te llamaba. Dime si necesitas que busque algo más en relación a Winston.
– La viuda me ha dicho hoy a mediodía que la víctima consumía, de manera frecuente, cannabis y LSD. Pero ¿cómo vas a hacer la prueba, si a Winston lo han incinerado esta mañana?
– Tomé la precaución de guardar muestras de su orina en un frasco de pruebas. Le he practicado el test estándar para drogas, el NIDA, y nos ha dado negativo para benzocaína, coca, marihuana, metanfetaminas, éxtasis, heroína y morfina. El LSD es mucho más difícil de detectar y requiere una prueba específica.
– Házsela. ¿Estamos a tiempo?
– Sí, aún no han transcurrido setenta y dos horas -le tranquilizó la forense. Y luego, sin solución de continuidad y como si fuera todavía parte de la conversación anterior, le preguntó-: ¿Quieres que cenemos esta noche?
Perdomo procuró que no se le notara lo mucho que le apetecía volver a verla. Ahora que por fin se había aclarado el misterio del robo del dinero, se sentía incluso culpable por no haber permitido a la forense explicarse en su día, pero su táctica con Tania, desde que se habían conocido, siempre había consistido en ir de duro.
Читать дальше