– No respondiste a mi pregunta. Me haces sentir inútil. -Con un libro en cada mano, Greg dirige la mirada a la oscuridad, donde casi es capaz de visualizar a Woody bufando, y abre los brazos pretendiendo indicar que no comprende-. Es cosa mía buscar una manera de ayudar, ¿eh? Vamos a intentar una cosa.
Cuando empieza a cantar, Greg no reacciona hasta que ha colocado ambos volúmenes en el estante. Para entonces, Woody ha repetido «Goshwow, gee and whee, keen-o-peachy» varias veces, aunque no siempre melódicamente. Greg sonríe con todas las energías que puede reunir y agita las manos a ambos lados de su cabeza para espantar de ella el comportamiento de Woody.
– Sabes, ya que estamos solos supongo que puedo decirte que pareces un trovador con esta luz -dice Woody-. Acompáñame si quieres.
Greg menea la cabeza al tiempo que se agacha a recoger libros, y siente la insustancial y pegajosa carga de la voz de Woody empujándolo hacia abajo. Woody ha dejado de cantar, ¿pero por cuánto tiempo? Greg aguanta la respiración temiendo que vuelva a hacerlo.
– ¿No? No dejes que te distraiga de tu trabajo. Si necesitas algo, grita, eso es todo lo que pido.
Lo que necesita Greg es no colocar solo. Agita las manos señalando los estantes cercanos.
– ¿Qué? -pregunta Woody-. Háblame.
Greg se pone en pie con un par de libros de King y vocaliza la palabra «Angus» mirando al techo.
– No lo pillo -se queja Woody.
Greg se acerca al mostrador, donde suelta los libros junto al teléfono y descuelga el auricular.
– ¿Necesita Ray aún a Angus? ¿No puede intentar él salir por la otra puerta?
– Si quieres prueba de nuevo a intentar abrir la puerta tras la que están.
Es como estar al cargo en la planta inferior. Greg no sabe cuánto hace desde que no se sabe nada de sus compañeros. Ray debe de haberle dicho a Angus que se mantenga callado o lo ha enviado a empaquetar. Greg recoloca el auricular y persigue a su sombra, anónima y estirada por la penumbra. Le molesta la necesidad apremiante de mirar por encima del hombro, pero la salida está al descubierto desde que los desertores escaparon, aunque ha bloqueado el camino como ha podido usando dos carros vacíos. No puede evitar sentir que algo malicioso merodea a su alrededor; quizá por eso es incapaz de discernir el orden de los libros o ni siquiera de recordar quién se encargaba antes de ellos.
– Ray, ¿puedes hacernos saber en qué fase estás? -grita a unos metros de la salida de la sala de empleados.
Aparte de sus pasos, solo hay silencio. Comprende que Ray debe concentrarse, pero no implica que tenga que ser maleducado. ¿Y si se ha dormido y Angus también? Greg toca en la puerta con el dorso de la mano por si alguien necesita que le despierten.
– ¿Me responde alguien, por favor? -grita apoyando la oreja contra la puerta.
Al momento escucha un sonido repetitivo, pero no puede identificarlo. Por mucho que se parezca a agua goteando, debe de estar relacionado con los fusibles.
– Angus -vocifera-. Queremos saber si estáis en un aprieto.
Debido al lugar donde se encuentra, gran parte o incluso toda su voz parece permanecer fuera del alcance de la puerta. Sin embargo oye movimiento, y aguza los sentidos para tratar de interpretarlo.
– ¿Qué pasa? -pregunta Woody.
Greg vuelve al teléfono y descuelga el auricular. Le distrae la impresión de que los libros de la sección infantil están tan desordenados como Madeleine decía que estaban. Hay demasiada oscuridad para poder afirmarlo con certeza, y si están desordenados sospecha que no es culpa de nadie más que de ella misma.
– Aquí estoy, Greg. No estás solo -salta la voz de Woody antes de que encuentre en la oscuridad el botón para conectar con él.
– Supongo que los dos están ahí, pero no he obtenido respuesta por el momento.
– Ray o Angus, Greg está solo en la sala de ventas. Necesita saber que estáis ahí. -Woody expande su voz por toda la tienda.
Greg no lo hubiera expresado de esa manera, y no le hace feliz la respuesta que conlleva. Los movimientos tras la puerta sugieren que alguien vuelve a la vida desde la tierra; el ruido de pies arrastrándose no solo no parece tener rumbo, sino que es desagradablemente blando. La mejor explicación que Greg puede encontrar, aunque difícil de aceptar, es que Angus se está levantando del lugar donde estaba echado.
– Bueno, no te quedes ahí -le exhorta Woody-, acércate a la puerta.
Greg está a punto de repetir esas mismas palabras antes de darse cuenta de que iban dirigidas a él. Si bien no le agrada que le metan en el mismo saco que a Angus, no sería correcto demostrarlo.
– Greg está ahí ahora, Angus. A ver si los dos podéis abrir esa maldita puerta -dice Woody mientras regresa junto a la puerta.
Greg pasa su tarjeta por el lector y empuja la puerta con un hombro, provocando que el dolor le suba desde este hasta la nuca, pero no merecería ser empleado si no se esforzara. Corre contra la puerta y la empuja con las palmas de las manos sin ningún resultado. Trabaja totalmente solo. Al principio oye a Angus frotándose contra el otro lado de la puerta, con las dos manos quizá, porque la superficie que abarca es demasiado amplia para tratarse de su cara. ¿Está tan amodorrado que no puede encontrar la barra metálica? Ahora parece arrastrar los pies de un lado a otro, vagueando con deleite, haciendo tanto ruido que Greg piensa que Ray puede estar acompañándolo. Greg vuelve deprisa al teléfono para dar su informe.
– No hago progresos, y no tengo ni idea de lo que hacen los demás.
– Me oyes, ¿verdad, Angus? ¿Puedes hacer algo más para ayudar a Greg? -Tras una corta pausa, la voz de Woody se limita ahora al oído de Greg-. ¿Algo?
– Nada en absoluto.
– Eh, Angus, ¿por qué no ves si puedes llegar a la puerta junto al montacargas? Puedes comprobar cómo está Agnes.
El arrastre de pies se reanuda, aunque ahora suena a carne deslizándose por el suelo. Greg no se las ha arreglado para encontrarle una explicación al ruido cuando Woody se dirige a él, ya sin necesidad de teléfono.
– Hay mucho que colocar mientras esperas, Greg. Dale una voz cuando estés abajo, Angus.
Greg se controla para no volver airadamente a las estanterías con los libros del mostrador. No es una de las mujeres ni tampoco Jake. Caminando rápidamente pero con mesura por la sala de ventas descubre lo cansado que está realmente; lo bastante para ver unas figuras achaparradas corriendo por los pasillos o derrumbándose sobre sí mismas como gelatina gris. Es seguro que no ha apartado la atención de la entrada lo bastante para que se cuele alguien, y además, ningún intruso podría tener tal aspecto. Coloca los libros y el resto del monárquico montón para así poder regresar al final del pasillo junto a la ventana.
La iluminación carece de la fuerza que creía recordar, pero esa no es excusa para que aminore el ritmo; no hay excusas, como solía y suele decir su padre. Greg se agacha, se endereza y hace todo lo posible por encontrar el lugar adecuado para cada libro tan pronto como capta su atención. Aquí hay uno de Lamb, pero no es cosa suya sacrificarlo; solo Dios tiene derecho, porque era parte de Dios hecho carne. Aquí va uno de Lawy tres de Lawless, que resumen bien el estado del mundo. Aquí está Lone, [7] igual que Greg en este momento, sin razones para quejarse, su padre tiene que lidiar con dificultades peores en el cuartel todos los días. Greg también estaría allí, o en una patrulla en cualquier lugar del mundo si a su madre no le asustara tanto la posibilidad de que sufriera algún daño. Pensó que su padre apreciaría que ayudara a la gente a mejorar por medio de la lectura, pero hay pocos libros en la tienda que Greg recomendaría. Tendrá que expresar su opinión si Textos pretende promocionar a gente como Brodie Oates, hombres tan avergonzados de su sexo que quieren ser mujeres. Su padre y los demás hombres de verdad se han visto forzados a aceptarlos en las fuerzas armadas. Greg sabe qué tipo de fuerza se merecen, pero ¿es su expresión tan sombría como sus pensamientos? Cuando le sonríe al techo, no consigue ninguna respuesta de Woody. Se ocupa de más volúmenes; Mann, [8] que parece un hombre determinado a mostrar que es tal; Marks, que no Marx, para alegría de Greg; May, que podrías pensar que ha resurgido en el lenguaje. Piensa en un chiste que le gustaría contar («En estos días May debería colocarse bajo Can» [9] ), solo para demostrar que tiene sentido del humor. Vuelve a mirar al techo, pero Woody no le interroga sobre lo que tiene en mente. Greg podría contárselo a Angus si este se molestara en llegar a la puerta junto al montacargas; ¿Cuánto tiempo piensa tardar Angus en hacerlo? La oscuridad no sería excusa para un soldado, ni tampoco para nadie. No es Angus el que hace a Greg devolver a May al montón de libros junto a sus pies, no obstante. Está seguro de haber visto un movimiento fuera, casi clandestino a causa de la niebla.
Читать дальше