Sidney Sheldon - Si Hubiera Un Mañana

Здесь есть возможность читать онлайн «Sidney Sheldon - Si Hubiera Un Mañana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Si Hubiera Un Mañana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Si Hubiera Un Mañana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tracy Whitney es joven y hermosa. Ha sido condenada a quince años de prisión por un delito que no cometió. Una vez en libertad, busca vengarse de las fuerzas del crimen organizado, responsables de su condenada. Sus armas son las inteligencia, la belleza, y la firme determinación de cumplir con su cometido, sin reparar en los medios utilizados.

Si Hubiera Un Mañana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Si Hubiera Un Mañana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¡No veían el momento de sacárselo de encima!

– Entre -dijo Tracy.

Porretta tomó el cuadro y lo colocó en un caballete.

– Ahora -dijo-, presenciarán ustedes un milagro: un Goya que vuelve a la vida.

Tomó un frasco de metilalcohol y lo abrió. En el acto en el ambiente se percibió un fuerte olor. Porretta vertió una pequeña cantidad de líquido en un algodón y con mucha suavidad lo pasó sobre la firma de Lucas. Poco a poco fue borrándose su nombre. Debajo se hallaba la firma de Goya.

Rendell lo miraba extasiado.

– ¡Brillante!

– Fue idea de la señorita Whitney -reconoció el jorobado- Ella preguntó si había alguna forma de cubrir la firma original con otra falsa, y luego volver a taparla con el verdadero nombre.

– Sólo Porretta podía hacerlo -afirmó Tracy con una sonrisa.

– Fue ridículamente sencillo. Me llevó menos de dos minutos. Lo fundamental fueron las pinturas que utilicé. Primero, protegí la firma de Goya con una capa de barniz blanco francés, superrefinado. Encima pinté el nombre de Lucas con una pintura acrílica de secado rápido, y sobre eso pinté el nombre de Goya con una pintura al aceite y un ligero toque de barniz. Al eliminar la firma de arriba, apareció la de Lucas. Si hubieran insistido, habrían descubierto debajo la firma auténtica de Goya.

Tracy le entregó a cada uno un grueso sobre.

– Quiero expresarles a ambos mi agradecimiento -dijo.

– Si alguna otra vez necesita un experto en arte… -dijo Rendell, guiñándole un ojo.

– ¿Cómo sacará el cuadro del país? -quiso saber Porretta.

– Vendrá a buscarlo un mensajero.

Les dio la mano a los dos, y se marchó.

Tracy regresó al «Ritz». Todo es cuestión de psicología, pensó. Desde el principio se había dado cuenta de que sería imposible robar el cuadro del Prado, de modo que tenía que tenderles una trampa, obligarlos a querer desprenderse de la obra. Se imaginó la cara que pondría Jeff cuando se enterara, y se rió en voz alta.

Cuando llegó el mensajero al hotel, Tracy llamó a Porretta.

– Ya llegó el mensajero. Lo enviaré ahora mismo a recoger el cuadro. Encárguese de que…

– ¿Qué? ¿De qué habla? -exclamó Porretta-. Su mensajero ya se lo llevó hace media hora.

TREINTA Y UNO

París, miércoles, 9 de julio, al mediodía

En una oficina privada, próxima a la calle Matignon, se hallaba hablando Gunther Hartog:

– Comprendo cómo te sientes por lo ocurrido en Madrid, Tracy, pero Jeff Stevens se te anticipó.

– No -lo corrigió ella amargamente-. Yo me anticipé, pero él me engañó.

– De todas maneras, el Puerto se encuentra ya rumbo a su dueño.

Jeff había dejado que ella corriera el riesgo y, en el último momento, le birló el premio. ¡Cómo debía de haberse reído de ella! Eres una mujer muy especial, Tracy. Sintió una oleada de humillación al recordar la noche del baile flamenco. Dios mío, qué tonta fui.

Su amigo le obsequió con una sonrisa.

– Por favor, compórtate con calma, porque está a punto de llegar.

– ¿Qué?

Tracy se puso en pie de un salto.

– Te dije que tenía que hacerte una proposición, que requerirá un socio. En mi opinión, él es el único que…

– ¡Antes prefiero morirme! Jeff Stevens es el ser más despreciable…

– ¿Alguien mencionó mi nombre?

Estaba de pie en la puerta, con una amplia sonrisa.

– Tracy, estás más despampanante que nunca. Gunther, amigo mío, ¿cómo te encuentras?

Los dos hombres se dieron la mano, mientras Tracy hervía de indignación.

Jeff la miró y se rió.

– Probablemente estés disgustada conmigo.

– ¡Discúlpame! Estoy…

No pudo encontrar la palabra.

– Si me permites decirlo, Tracy, tu plan fue magistral. Sólo cometiste un pequeño error, y nadie se enterará de ello salvo nosotros.

Tracy respiró hondo, tratando de dominarse. Se volvió hacia Gunther.

– Hablaré contigo más tarde, Gunther.

– Tracy…

– No. Sea lo que fuere, no me interesa si él está de por medio.

– ¿Por qué no escuchas por lo menos de qué se trata?

– No tiene sentido.

– Dentro de tres días, De Beers remitirá de París a Amsterdam un paquete de brillantes evaluados en cuatro millones de dólares en un avión de carga de «Air France». Tengo un cliente que está ansioso por conseguir esas piedras.

– ¿Por qué no las robas camino del aeropuerto? Tu amigo es un experto en eso.

No pudo evitar el tono áspero de su voz.

Dios mío, es espléndida cuando se enoja, pensó Jeff.

– Los diamantes están demasiado custodiados. Pensaba apoderarme de ellos durante el vuelo.

Tracy lo miró sorprendida.

– ¿Durante el vuelo? ¿En un avión de carga?

– Necesitamos alguien suficientemente pequeño como para esconderse en uno de los contenedores. Cuando el aparato esté en el aire, lo único que tiene que hacer esa persona es salir del cajón, abrir el de De Beers, sacar el paquete de brillantes, remplazarlo por un duplicado que ya llevará listo, y volver a meterse en el contenedor.

– Y yo tengo el tamaño ideal para ocultarme allí.

– Tracy, precisamos a alguien que sea tan inteligente y audaz como tú.

Tracy lo pensó durante largos minutos.

– El plan me atrae, Gunther, pero no me gusta la idea de trabajar con él. Este hombre es un delincuente.

– ¿Acaso no lo somos todos, querida? -intervino Jeff, con una sonrisita-. Gunther nos ofrece nada manos que un millón de dólares por el trabajito.

– ¿Un millón de dólares?

Gunther asintió.

– Quinientos mil para cada uno.

– El motivo por el cual puede dar resultado -explicó Jeff- es que tengo un contacto en el sector de carga del aeropuerto. Él nos ayudaría a llevarlo a cabo. Es una persona de confianza.

– A diferencia de ti. Adiós, Gunther -dijo Tracy, y salió de la habitación.

Gunther meneó la cabeza.

– Quedó muy enojada contigo, Jeff. Me temo que no aceptará.

– Estás equivocado. Conozco a Tracy, y sé que no será capaz de resistirse.

Se precintan los cajones antes de cargarlos en el avión -estaba explicando Romain Vauban, el que despachaba las cargas de «Air France», amigo de Jeff y pieza fundamental del plan.

Vauban, Tracy, Jeff y Gunther se hallaban en un batean mouche que navegaba por el Sena.

– Si el cajón está precintado, ¿cómo haré para meterme dentro? -preguntó Tracy.

– Para los envíos del último momento, la empresa utiliza los contenedores «blandos», que son grandes cajones de madera con tapas de lona, sujetos con cuerdas. Por razones de seguridad, las cargas de valor, como los diamantes, llegan siempre en el último momento, de modo que son las últimas en subir y las primeras en bajar.

– ¿Los brillantes estarán en uno de los contenedores blandos?

– Eso es. Yo me encargaré de que el contenedor donde vaya usted sea puesto al lado del de los brillantes. Cuando el avión esté en vuelo, lo único que tiene que hacer es cortar las cuerdas, abrir el cajón de los diamantes, cambiar el estuche por otro idéntico y meterse de nuevo en su contenedor y volver a cerrarlo.

Gunther añadió:

– Cuando el aparato aterrice en Amsterdam, los guardias recogerán el estuche falso y lo entregarán a los talladores de diamantes. Cuando se den cuenta del cambio, ya te habremos puesto en otro avión para salir del país. Créeme, no puede salir mal.

– ¿No me congelaré ahí dentro?

Vauban sonrió.

– Señorita, en esta época los aviones de carga tienen calefacción. A menudo transportan animales vivos. Estará muy cómoda. Un poquito apretada, tal vez.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Si Hubiera Un Mañana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Si Hubiera Un Mañana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Si Hubiera Un Mañana»

Обсуждение, отзывы о книге «Si Hubiera Un Mañana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x