Ésa era otra razón por la que le respetaban sus compinches. Nadie hablaba de él, de hecho nadie sabía nada de su vida íntima. Hasta los Williams tenían que admitirlo.
Lil asistía a misa con regularidad. Era demasiado joven como para oponerse a sus intereses y la amaba como mujer y por todo lo que representaba para él. Además, ahora, a su manera, se había convertido en una pieza fundamental de su organización. Él la utilizaba y ella era lo suficientemente lista como para saberlo. Era, en definitiva, la única persona en la que podía confiar.
Lil continuó visitando las prisiones y haciendo de paloma mensajera. Jamás se le pasó por la cabeza dejar de hacerlo, pues su marido esperaba que así fuese y ella satisfacía sus deseos. Además, le hacía sentirse necesitada, parte de todo.
También pensaba que, a los diecinueve años y con dos hermosos niños y suficiente dinero como para vivir mejor de lo que muchos hubieran soñado, sería capaz de hacer caso omiso de cualquier rumor o sospecha que hubiera tenido con respecto a su marido.
Lily Brodie, Diamond de soltera, era de las que creían en eso de «ojos que no ven, corazón que no siente». Sin embargo, instintivamente, supo cuándo le había sido infiel por primera vez. Había percibido su vergüenza, había palpado su traición, a pesar de que siempre supo que ese día llegaría. No sabía cómo lo había averiguado. A pesar de ser tan inocente sexualmente y seguir siéndolo de alguna manera, algo dentro de sí le había hecho darse cuenta de que estaba en lo cierto.
También sabía que sería una estupidez armar un jaleo por eso. No tenía ni la menor duda de que para él aquello no había significado nada, por tanto, tampoco debía significar nada para ella. El no era un hombre normal y, si trataba de convertirlo en algo semejante, estaba condenada al fracaso. Había visto las consecuencias que traía intentar domeñar a tu pareja, lo que siempre terminaba en lágrimas. Los hombres acababan por abandonar hasta la más virginal de las esposas, la madre de sus hijos, porque se habían convertido en algo demasiado cotidiano. Ninguna mujer, no importaba quién fuese, podía competir con una jovencita y el misterio que suscitan unas bragas de seda y una sonrisa lasciva. Por ese motivo, desde que se casó, tomó la decisión de ignorar su otra vida; al fin y al cabo, era la única forma de poder sobrevivir.
No importaba lo mucho que su madre tratara de envenenarle la mente, ella sabía que la mujer que podía arrebatarle a Par aún no había nacido.
Cuando salían juntos se daba cuenta de la forma en que las mujeres le trataban y sabía que la tentación estaba al alcance de su mano a diario. Lily tenía el mismo apetito sexual que su marido, por eso apreciaba que se aprovechara de ello durante el quehacer de sus negocios. Los hombres como Pat Brodie necesitaban sacarle jugo a la libertad, pues nunca sabían cuándo se la podían arrebatar.
Ignorarlo era lo mejor que podía hacer. No le quedaba más remedio que aceptarlo y no tenía la menor intención de arrojar su vida por la borda por algo tan trivial para ella y tan insignificante para él dado que se olvidaría de ello a los pocos minutos de haber acabado.
Prefería vivir con él, y con todo lo que eso conllevaba, que sin él. También se había dado cuenta de que tenía que convertirse en algo más que una mera esposa y madre de sus hijos. Tenía que establecer una conexión con él que los uniera al margen de sus mutuos hijos. Estaba decidida a convertirse en una parte importante de su vida por derecho propio.
Que él le fuese infiel era algo que esperaba y aceptaba. Era inevitable. Era realista y esperaba que su honestidad no se viera recompensada rompiéndole el corazón con su deslealtad. Sus incursiones en el mundo de lo desconocido no eran habituales, al contrario que lo que sucedió con sus contemporáneos.
La primera vez que sucedió fue como si le arrancasen el corazón. Luego sintió desprecio por la mujer que había permitido que la usasen de esa forma, a pesar de provocarle cierta lástima porque la vida que la chica llevaba garantizaba que los encuentros con hombres como su marido fuesen algo de prever.
Lily poseía una amabilidad innata que le permitía ver a todo el mundo con los mejores ojos. Una vez que entró en uno de esos clubes dejó de considerar a las mujeres como putas o rivales y las consideró víctimas. Víctimas de los hombres, ya que, obligadas por las circunstancias, utilizaban lo único de valor que poseían. Si tuviera hijas, las educaría para que pudieran tener distintas opciones si su vida cambiaba de color.
En cierta ocasión fue a uno de los clubes de alterne para entregar un mensaje después de una de sus visitas a la prisión y fue testigo de un incidente con un cliente que armó la de san Quintín cuando se le entregó la factura. Observó como el portero trataba de calmar la situación y vio que la factura se pagaba en su totalidad, pero la chica de alterne se quedaba sin lo suyo. Lil dio entonces un paso hacia delante y, antes de que el cliente dejara el local, le obligó a pagarle a la chica también. Después le hizo saber al portero que, a partir de entonces, las chicas eran su principal prioridad, ya que eran quienes atraían los hombres al club.
Si no había chicas, ¿por qué iban a pagar aquellos hombres esas facturas tan desorbitadas? ¿Por qué iba a pasar la noche entera una chica con un cliente pensando en el dinero que reportaba al club si luego se le dejaba marchar sin pagarle a ella?
Para Lil esto era ridículo, pero entonces era demasiado joven para saber que chicas como aquélla había a millones. Chicas bonitas había por todos lados y mujeres dispuestas a sentarse en la mesa con los clientes a montones. Los hombres se iban de las casas huyendo de sus hijos sin preocuparse lo más mínimo. Las mujeres, por el contrario, no podían permitirse ese lujo, aunque lo desearan. No les quedaba otra opción que buscarse la vida para poder dar de comer y vestir a sus hijos, razón por la que los clubes estaban repletos de ellas.
Desde esa noche, sin embargo, el portero le siguió la corriente a Lil y las chicas quedaron encantadas con ella.
Fue una situación difícil para Patrick Brodie cuando escuchó lo que le contaba Lil. Jamás en la vida se hubiera preocupado por una prostituta, pero la prostituta en cuestión era una amiga de Lil que había trabajado con ella en la fábrica de cigarrillos. Verla reducida a tener que alternar porque su marido la había dejado tirada con tres hijos hizo que la poderosa y equitativa Lil Brodie se enfadara más de la cuenta. Y se lo hizo saber a Patrick en términos muy claros.
En cualquier caso le gustaba el ambiente de los clubes. Allí disfrutaba de la camaradería de las chicas y le recordaba sus tiempos en la fábrica, cuando se sentía parte de un algo. Descubrió que le gustaba salir de casa y estar con otras mujeres; lo que le hizo sentirse también más cerca de su marido. Al igual que muchas mujeres jóvenes, estaba ávida de excitación y, repentinamente, tuvo toda la que deseaba.
Ahora que Pat deseaba que interviniera más en los clubes se dio cuenta de lo dura que era la vida de las mujeres que trabajaban allí. Ni tan siquiera se daba cuenta de que su marido explotaba esa amabilidad innata que poseía porque se percataba de cómo reaccionaban las chicas ante ella y cómo las trataba. Lil era una anfitriona por naturaleza y no le producía la más mínima aversión ver a un cliente molido a palos por no querer pagar su abultada factura.
Pat estaba encantado de que su Lil, el amor de su vida, quisiera trabajar para él y quisiera llevar sobre sus hombros la carga que representaban las chicas. Empezó a ir de club en club, lo controlaba todo y se aseguraba de que todo funcionase debidamente. Tenía un don especial para ese trabajo, además de un olfato especial para captar a los problemáticos, ya fuesen hombres o mujeres. Se le daban bien las cuentas y las cuadraba antes que él. En realidad se había convertido en una persona de valía y Pat estaba encantado y sorprendido de que quisiera trabajar con él, a pesar de haber descubierto, por sí misma, en lo que estaba involucrado. Al contrario que muchas otras esposas, ella era un verdadero tesoro. En esa época en que las mujeres eran usadas y explotadas, ella utilizó su astucia para beneficio de todos.
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