Jean-Christophe Grangé - Los ríos de color púrpura

Здесь есть возможность читать онлайн «Jean-Christophe Grangé - Los ríos de color púrpura» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los ríos de color púrpura: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los ríos de color púrpura»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El comisario Niémans es un policía expeditivo, incluso violento cuando se deja llevar, aunque nadie cuestiona que sea uno de los mejores en su profesión. Tras haber perseguido a un joven que ha acabado en el hospital, la jefatura de París decide apartarlo por un tiempo a la espera de que se aclare el asunto y lo envía a Guernon, una tranquila ciudad en el centro de Francia donde se ha cometido un brutal asesinato.
Al mismo tiempo, en Sarzac, a solo 250 kilómetros de Guernon, el joven teniente magrebí Karim Abdouf, otro brillante policía al que se ha enviado a provincias, ve interrumpida la monotonía diaria por la misteriosa profanación de la tumba de un niño judío, de la que los ladrones solo se han llevado su foto. Lo que parece un simple acto de vandalismo se convertirá en un desconcertante misterio cuando descubra que la fotografía del niño ha desaparecido también de los archivos del colegio e incluso de la casa de sus antiguos compañeros.
Ninguno de los dos policías sospecha que ambos casos no solo están estrechamente vinculados sino que son el principio de una serie de asesinatos cuyo móvil se halla en un antiguo crimen de sombra tan alargada que amenaza tanto a quienes lo cometieron como a quienes intenten desenterrarlo.

Los ríos de color púrpura — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los ríos de color púrpura», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Y no obstante, Niémans aún no era partidario de esta tesis.

En primer lugar, por su experiencia cotidiana de policía: si bien los serial killers, importados de Estados Unidos, se habían adueñado de la literatura y el cine universales, esta tendencia atroz no se había afirmado nunca en Francia. En veinte años de carrera, Niémans había perseguido a pedófilos que durante una crisis habían caído en el asesinato, a violadores convertidos en homicidas por exceso de brutalidad, a sadomasoquistas que se habían excedido en sus juegos crueles, pero nunca, en el sentido estricto del término, a un asesino en serie, exceptuando una terrible lista de asesinatos sin móvil ni indicios. No era una especialidad francesa. AI comisario le traía sin cuidado analizar semejante fenómeno, pero los hechos estaban a la vista: los últimos asesinos en serie franceses se llamaban Landru o el doctor Petiot y olían bastante al buen pequeñoburgués corriendo tras hurtos insignificantes y mediocres herencias. Nada en común con el desenfreno norteamericano, con los monstruos sanguinarios que atormentaban a Estados Unidos.

El comisario observó una vez más las fotografías del joven Philippe Sertys y después las de Rémy Caillois, esparcidas sobre la mesa de estudiante. De la camisa acartonada le cayeron también los negativos del primer cadáver. El terror le quemó la conciencia como un hierro candente: no podía permanecer así, de brazos cruzados. En el mismo instante en que miraba esas fotos Polaroid, un tercer hombre podía estar sufriendo las peores torturas. Tal vez sus órbitas estaban siendo trituradas con un cutter o sus ojos arrancados por unas manos enguantadas en plástico.

Eran las siete de la tarde. Anochecía. Niémans se levantó y apagó el neón de la salita. El policía se decidió por una zambullida profunda en la existencia de Philippe Sertys. Quizás encontrara algo. Un indicio, un signo.

O simplemente, otro punto en común entre las dos víctimas.

28

Philippe Sertys y su madre vivían en una pequeña casa en las afueras del pueblo, no lejos de un barrio de edificios decrépitos en una calle desierta. Un tejado marrón, una fachada blanca y sucia, visillos de encaje amarillento que enmarcaban la oscuridad interior como una sonrisa cariada. Niémans sabía que la anciana estaba detallando todavía su declaración en la comisaría y en la casa no brillaba ninguna luz. Sin embargo, llamó, para no correr riesgos.

No hubo respuesta.

Niémans rodeó la barraca. El viento soplaba con violencia. Un viento helado, portador de las primicias del invierno. Un pequeño garaje lindaba con la vivienda en el lado izquierdo. Echó una mirada y vio un Lada fangoso que ya acusaba los signos de la edad. Continuó su camino. Varios metros cuadrados de césped cortado se extendían detrás del edificio: el jardín.

El policía volvió a mirar a su alrededor en busca de testigos indiscretos. Nadie. Subió los tres escalones y miró la cerradura. Un modelo clásico, barato. El comisario forzó la puerta sin dificultad, se limpió las suelas sobre el felpudo y penetró en la casa de la presunta víctima.

Después de un vestíbulo, accedió a un salón estrecho y encendió su linterna de bolsillo. En el haz blanco aparecieron una moqueta verdosa, recubierta de pequeñas alfombras oscuras, un sofá cama arrinconado bajo escopetas de caza colgadas, muebles mal ajustados, fruslerías rústicas y feas. El policía experimentó una sensación de confort rancio, de celosa cotidianidad.

Se calzó los guantes de látex y registró con precaución los cajones. No encontró nada de particular. Cubiertos con chapado de plata, pañuelos bordados, papeles personales: hojas de impuestos, formularios de la Seguridad Social… Hojeó rápidamente los documentos y después hizo otra inspección rápida de otros detalles. En vano. Era el salón de una familia sin historia.

Niémans subió al piso superior.

Localizó sin dificultad el dormitorio de Philippe Sertys. Carteles de animales, revistas ilustradas amontonadas en un arcón, programas de televisión; todo respiraba allí la miseria intelectual, en el límite de la subnormalidad. Niémans emprendió un registro más minucioso. No encontró nada, exceptuando algunos detalles que revelaban la vida totalmente nocturna de Sertys. Bombillas de todas clases, de todas las potencias, estaban en hilera en un estante, como si el hombre hubiese querido recrear luces diferentes para cada estación. Observó también postigos reforzados, compactos y sin abertura, para protegerse de la luz diurna o para no revelar sus propios momentos de vela. Niémans descubrió finalmente máscaras, como las que se utilizan en los aviones, a fin de protegerse de la menor claridad. De modo que Sertys tenía el sueño difícil. O bien poseía una naturaleza de vampiro.

Niémans levantó las mantas, las sábanas, el somier. Deslizó los dedos bajo la alfombra, palpó el papel pintado. No descubrió nada. Y sobre todo, ni la menor huella de una relación femenina.

El policía dio un vistazo al dormitorio de la madre, sin entretenerse demasiado. El ambiente de esta casa empezaba a inspirarle una pesadumbre sin remisión. Volvió abajo e inspeccionó rápidamente la cocina, el cuarto de baño, el sótano. Sin resultado.

Fuera, el viento seguía soplando, azotando levemente los cristales.

Apagó su linterna y sintió un escalofrío agradable, inesperado. Un sentimiento de intrusión frustrada, de refugio secreto.

Niémans reflexionó. No podía engañarse. No hasta este punto. Tenía que descubrir un elemento, un signo, cualquier cosa. Cuanto más le parecía equivocarse, tanto más se persuadía de lo contrario, de que tenía razón, de que existía una verdad por sorprender, un vínculo entre Caillois y Sertys.

Entonces el comisario tuvo otra idea.

El vestidor del hospital se diluía en colores plomizos. Las hileras de casilleros se sucedían, en posición de firmes, precarias y chirriantes. Todo estaba desierto. Niémans avanzó sin ruido. Leyó los nombres en las pequeñas etiquetas metálicas y encontró la de Philippe Sertys.

Se puso de nuevo los guantes y manipuló el candado. Unos recuerdos cruzaron por su mente: el tiempo de las expediciones nocturnas, redadas con pasamontañas, con los equipos de la brigada criminal. No sentía ninguna nostalgia de aquella época. Lo que más gustaba a Niémans era penetrar en los espacios, dominar las horas cruciales de la noche, pero como un verdadero intruso: en solitario, en silencio y de forma clandestina.

Varios clics y la puerta se abrió. Algunas batas. Golosinas. Viejas revistas. Y más linternas y máscaras. Niémans palpó las paredes, observó los rincones, procurando que no resonara el hierro. Nada. Verificó que el casillero no contuviera un techo falso, una trampilla.

Niémans se arrodilló y juró. Por lo visto, no salía de las pistas falsas. No había nada que descubrir en la vida de ese joven. Y además, ni siquiera estaba seguro de que el cadáver congelado de las alturas de la montaña fuese realmente el del hombre soltero. Philippe Sertys reaparecería probablemente dentro de unos días, después de su primera fuga, del brazo de una soberbia enfermera.

El policía se vio obligado a sonreír ante su propia testarudez. Decidió eclipsarse antes de ser sorprendido en esta posición. Pero cuando se levantó vio, bajo el armario, una baldosa de linóleo ligeramente despegada. Deslizó la mano y palpó el trozo de material sintético. Con dos dedos, levantó la baldosa. Notó la grava del cemento, el tacto de un objeto. Percibió un tintineo, adelantó más los dedos y cerró el puño con fuerza. Cuando volvió a abrirlo, tenía en la mano una llave y su anilla, que habían sido cuidadosamente escondidas bajo el casillero.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los ríos de color púrpura»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los ríos de color púrpura» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jean-Christophe Grangé - La Terre des morts
Jean-Christophe Grangé
Jean-Christophe Grangé - Kaïken
Jean-Christophe Grangé
Jean-Christophe Grangé - Miserere
Jean-Christophe Grangé
Jean-Christophe Grangé - Le Passager
Jean-Christophe Grangé
Jean-Christophe Grangé - Le Сoncile de pierre
Jean-Christophe Grangé
Jean-Christophe Grangé - La Forêt des Mânes
Jean-Christophe Grangé
Jean-Christophe Grangé - L'Empire des loups
Jean-Christophe Grangé
Jean-Christophe Grangé - Les Rivières pourpres
Jean-Christophe Grangé
libcat.ru: книга без обложки
Jean-Christophe Grangé
Jean-Christophe Grangé - Esclavos de la oscuridad
Jean-Christophe Grangé
Jean-Christophe Grangé - Le concile de pierre
Jean-Christophe Grangé
Отзывы о книге «Los ríos de color púrpura»

Обсуждение, отзывы о книге «Los ríos de color púrpura» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x