Francisco Ledesma - El pecado o algo parecido

Здесь есть возможность читать онлайн «Francisco Ledesma - El pecado o algo parecido» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El pecado o algo parecido: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El pecado o algo parecido»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un nuevo caso del detective Méndez, personaje que ha convertido a González Ledesma en uno de los autores españoles de serie negra más reconocidos en Europa.
Sinopsis: Méndez lamentó la crueldad de su destino. Había venido a Madrid para no trabajar nada, y se encontraba con que tenía que averiguar qué había detrás del repugnante crimen cometido con el culo ignorado de una mujer ignorada en un lugar ignorado.

El pecado o algo parecido — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El pecado o algo parecido», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Miguel Don lo soltó.

La cabeza del muerto cayó a un lado. El cuerpo resbaló poco a poco, doblado sobre sí mismo, hasta caer sobre la alfombra.

Y entonces Miguel Don oyó la voz:

– Una muerte en el viejo garrote vil habría sido más piadosa que esto.

Se volvió poco a poco.

Sus músculos parecieron chirriar. Los ojos seguían pareciendo dos bolas de acero.

– Creí que me interrumpiría, Méndez.

– No he llegado a tiempo, y sólo he podido ver la fase final. Últimamente no llego a tiempo a ninguna parte.

Méndez no se movió. Con las piernas ligeramente arqueadas, aguardaba junto a la puerta. Una leve seña bastó para indicar uno de sus bolsillos.

– Tengo una carta que le disculpa, Miguel Don -dijo-. Orestes Gomara se culpa de las otras muertes.

El gigante le miró con asombro. Apenas pudo preguntar:

– Eso… ¿es cierto?

– Claro que es cierto, Don. Está más limpio de lo que usted mismo cree. Orestes Gomara le disculpa por escrito. Pero…

– ¿Qué?

– Orestes Gomara mintió.

Méndez se reclinó en la jamba de la puerta. Él ignoraba que, muy poco antes, Virgin había hecho exactamente lo mismo. Sus labios apenas se separaron para decir:

– Mintió porque los mató usted. Alberto y David sucumbieron mientras les aplicaba su caritativo tratamiento de ortopedia. Con la detective Rosanna Vives lo hizo rápido. No le quedó otro remedio cuando ella le sorprendió registrando la habitación alquilada por Leo Patricio. A la pobre puta callejera no la mató usted; la mató Kabir, y lo que usted hizo fue vengarla. Pero le diré por qué mintió Gomara.

– ¿Por qué?

– Por salvar a Virgin. Él sabía que un día ella iba a reaparecer, porque estaba viva, y quiso evitar toda complicación, lo mismo para ella que para Leo Patricio. Aceptó su derrota, quizá porque ya no quería nada ni creía en nada. Mejor dicho, quería a Virgin.

– ¿Y por qué… por qué había de salvar también a este cerdo? ¿Por qué había de salvar a Leo Patricio?

– Por algo que al principio no entendí.

– ¿Qué?

– En su carta le daba las gracias a usted, Miguel Don. A usted. Parecía no tener sentido, pero lo tenía. Él sabía que usted iba a rematar el trabajo, que iba a hacer esto.

Y señaló el cadáver de Leo Patricio. Miguel Don fue a dar un paso, pero sus fuerzas parecían haberse hundido para siempre. Miró con incredulidad a Méndez.

– ¿Seguro que tiene esa carta? -musitó.

– Se lo juro.

– ¿Y por qué cree que yo había de vengar a Virgin? ¿Por qué?

– Porque usted fue siempre su guardaespaldas. Era la sombra protectora de Virgin.

– Sí.

– Porque usted la vio nacer.

– Sí.

– Porque usted cuidaba también amorosamente de la primera mujer de Gomara, la que nunca se entendió con él.

– Sí.

– Y porque al ver nacer a Virgin, grandullón de mierda, vio nacer a su propia hija.

Separándose de la jamba de la puerta, añadió con voz silbante:

– Gomara nunca lo supo. Pero si es cierto que después de la muerte hay una inteligencia superior, se dará cuenta de que fracasó en todo lo importante de la vida. Ni su mujer le fue fiel ni la amada hija era suya. Aunque en honor a la elegancia que demostró al final, haré decir por su alma una misa en la que estará permitido fumar.

Avanzó medio paso hacia Miguel Don. Y Miguel Don no se movió. La torre humana apenas se tenía en pie. Su boca estaba abierta de una forma casi trágica.

– Antes de sospechar que su hija estaba viva -continuó imperturbable Méndez-, Gomara intentó vengarla, pero se encontró con que al menos el primer trabajo ya estaba hecho. Porque usted, Miguel Don, nunca imaginó que todo era una maquinación para quedarse con toda la fortuna de Orestes Gomara. Nunca imaginó que Virgin vivía… ¿He dicho que Gomara fracasó en todo?… Bueno, quizá no. Al fin y al cabo, usted le ha hecho todo el trabajo.

Quizá Miguel Don no le escuchaba del todo. Sus rodillas parecían doblarse. Con voz entrecortada barbotó:

– ¿Virgin… vive?

– Seguro que vive. Se lo juro. Está oculta, como siempre, está entre las sombras, maquinando cosas, en algún lugar de esta casa. No tiene más que buscarla. Pocas palabras bastarán.

– ¿Buscarla? ¿Irme de aquí?… No puedo. Acabo de matar a un hombre, Méndez. Hay policías abajo.

Méndez se encogió de hombros, casi imperceptiblemente.

– Sólo yo le he visto hacerlo, Don. Nadie más.

– ¿Y…?

– Y puedo mentir. Puedo decir que lo he encontrado así. Tendrá líos, Don, pero nadie le condenará sin pruebas.

– Méndez… Y usted… ¿por qué iba a hacer eso?

– Quizá porque todos esos tipos merecían la muerte.

– Pero…

– Quizá porque he hecho muchas investigaciones, y al final nunca he detenido a nadie. Quizá porque he pensado que te detiene la muerte. Pero a veces también te puede detener la vida.

Hizo una leve mueca.

– Me parece que los he llegado a conocer bien a Virgin y a usted, Miguel Don. Muy bien. Hala, busque a Virgin, únase a ella y lárguese. Pero sin dinero.

Con la mirada perdida, sus ojos se posaron en el fondo de la habitación. Ni siquiera los desvió cuando Miguel Don, lanzando una especie de gruñido, pasó junto a él para salir velozmente.

Lo único que hizo Méndez fue decir:

– Los dos juntos van listos. Al tiempo. Se destruirán fotos y dejarán tranquilos al mundo.

La plaza estaba tranquila en aquella soleada mañana de Madrid, bajo el vientecillo serrano, milagroso vientecillo sin octanos -pensaba Méndez- que mata a un hombre y no apaga un candil. Pero que por la noche debe dejarles helada la entrepierna a las chicas que hacen esquina, seguía pensando Méndez. Vaya injusticia la de la vida, don Álex. De la vida creemos saberlo todo y no sabemos ni la mínima verdad. Do you mind?

– ¿Por qué me pregunta en inglés? -dijo don Álex, sentado a su vera y con el ABC de las papeleras bajo el brazo-. ¿Lo hace por esa vieja loro y su joven profesora que siempre están practicando en ese banco de al lado? Llevan ahí no sé cuántas semanas, y la vieja nunca aprende nada.

– Es que ella no mind .

– De todos modos, ¿sabe que me alegra mucho verle otra vez aquí, señor Méndez? I’m happy . Cojones con la tía ésa, que con tanto repetir palabras inglesas me va a hacer olvidar mi lengua, que en todos los sentidos, en todos, es lo único que tengo. Méndez, you see? Las chicas de doña Lorena Dosantos siguen entrando en la santa casa, y supongo que siguen bordando casullas para obispos y capotes para toreros a los que ya han dado la extremaunción. Yo sigo haciendo la ruta de las papeleras, aunque cada vez hay menos hallazgos; lo único que he encontrado esta mañana ha sido un manifiesto diciendo que España va bien. Y es que este país no cambia, señor Méndez, se lo digo yo. Incluso en la intervención de bancos: acabo de leer que el banco de Orestes Gomara está intervenido, sometido a investigación y sin un puto duro, mejor dicho, sin un puto euroduro, en caja. ¿Usted ha hecho algo de eso? Creo que es posible, aunque usted, Méndez, de bancos no entiende nada, la verdad. Pero yo se lo cuento todo. I tell you the true situation . Por cierto, aquel obispo de Mondoñedo, Antioquia o Sión, ¿acabó creyendo en su padre?

– Me temo que no del todo, no comprende que su padre sólo quiso ayudar a mujeres sin futuro -dijo Méndez-. Ya sabe lo que pienso: en la vida, nunca acabas de conocer la verdad. Por eso necesitamos otra vida, digo yo. Menudos disgustos va a haber. Many, Many injuries for all the people .

– ¿Sabe qué le digo, Méndez? Que cada vez hablamos mejor el inglés. Deberíamos perfeccionarlo, pero como yo no puedo pagarme un profesor, y me temo que usted tampoco, ¿y si nos arrimamos a la vieja y sobre todo a la profesora? Alguna palabra caería.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El pecado o algo parecido»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El pecado o algo parecido» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El pecado o algo parecido»

Обсуждение, отзывы о книге «El pecado o algo parecido» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x