Andrea Camilleri - Las Alas De La Esfinge

Здесь есть возможность читать онлайн «Andrea Camilleri - Las Alas De La Esfinge» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las Alas De La Esfinge: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las Alas De La Esfinge»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Montalvano se encuentra sumido en un mar de dudas. Su relación con Livia (se entenderá mejor si se ha leído Ardores de Agosto) es… compleja.
Entonces aparece el cadáver de una joven, de quien por toda identidad se tiene el tatuaje de una esfinge (mariposa nocturna) en su espalda. Y esta pista le lleva a investigar una asociación benéfica (La Buena Voluntad) dedicada a redimir chicas de la calle. La asociación está respaldada por gente importante… pero a Montalvano el tema le huele mal…

Las Alas De La Esfinge — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las Alas De La Esfinge», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Lo sabías? -le preguntó el comisario.

– Pues claro que lo sabía. Me he dado cuenta esta mañana. Pero ¿podía perder tiempo cambiándola?

El segundo carabinero se puso a hablar con el primero, el cual empezó a escribir cosas en el cuaderno de notas que hasta entonces llevaba bajo el brazo.

– Esta vez, multa segura -murmuró Fazio.

– ¿Las multas os las reembolsan?

– ¿Está de guasa?

Entretanto, de uno de los vehículos de los carabineros bajó un comandante y empezó a acercarse.

– ¡Me cago en la mar! -exclamó Montalbano.

– ¿Qué pasa?

– ¡Dame un periódico, Fazio, dame un periódico!

– ¡No tengo ninguno!

– ¡Pues un mapa de carreteras, rápido!

Fazio se lo dio, Montalbano lo extendió del todo y empezó a estudiarlo con atención, ocultando prácticamente el rostro detrás. Pero oyó una voz desde su ventanilla.

– ¡Disculpe, si hace el favor!

Fingió no haber oído.

– ¡Le digo a usted! -repitió la voz.

No podía evitar bajar el mapa.

– ¡Comisario Montalbano!

– ¡Comandante Barberito! -respondió el comisario, poniendo a duras penas cara de sorpresa y mirando al comandante con una sonrisa en los labios.

– ¡Cuánto me alegro de verlo!

– Imagínese yo a usted -declaró Montalbano, bajando del automóvil para estrecharle la mano.

– ¿Adónde iba?

– A Fiacca.

Entretanto, los dos carabineros se habían acercado.

– ¿Por algo relacionado con el servicio?

– Pues sí.

– Devuélvanle los documentos al conductor.

– Pero es que… -protestó uno de los carabineros, el cual, enterado de que eran de la policía, no quería soltar el hueso.

– Nada de peros -zanjó Barberito.

– Mire, mi comandante, que si hemos cometido algún fallo, no tenemos ningún inconveniente en… -empezó el plusmarquista Montalbano, asumiendo la actitud de alguien que está por encima de las mezquindades de la vida.

– ¡Usted bromea! -exclamó Barberito tendiéndole la mano.

– Grrr… grrracias. -Tuvo que hacer un esfuerzo para no ponerse a rugir de rabia.

Reanudaron la marcha. Al cabo de un prolongado silencio, Fazio hizo el único comentario posible:

– Nos han cubierto de mierda.

Casi a la entrada de Fiacca sonó el móvil de Fazio.

– Es Catarella. ¿Qué hago? ¿Contesto?

– Contesta -dijo Montalbano-. Y déjame oír a mí también.

– ¿No habrá otro puesto de control?

– No creo. Los carabineros tienen menos gasolina que nosotros.

– Acérquese todo lo que pueda.

El comisario acercó la cabeza el máximo a la de Fazio, pero debido a los baches de la carretera, de vez en cuando se corneaban como carneros.

– Hola, Catarella. Dime.

– ¿El dottori está ahí personalmente en persona en tu mismo coche?

– Sí, habla, que te está oyendo.

– ¡Emocionado estoy! ¡Virgen María, pero qué emocionado estoy!

– Bueno, Catarè, procura calmarte y habla.

– ¡Ah, dottori , dottori ! ¡Ah, dottori , dottori ! ¡Ah, dottori , dottori !

– ¿Se te ha rayado el disco? -preguntó Fazio, que conducía con la mano izquierda mientras con la derecha sujetaba el móvil al alcance de su oído y el del comisario.

– Si ha repetido tres veces «Ah, dottori , dottori », la cosa tiene que ser muy seria -dijo Montalbano un tanto preocupado.

– ¿Nos dices qué ha ocurrido, sí o no? -preguntó Fazio.

– ¡Han encontrado a Picarella! ¡Esta mañana lo han encontrado! ¡A mejor vida pasó!

– ¡Coño! -exclamó Fazio mientras el automóvil daba un bandazo, provocando un montón de frenazos y sonoras pitadas de los ciclomotores y camiones que circulaban en ambas direcciones.

– ¡Coño y mil veces coño! -jadeó Montalbano.

Para controlar mejor el vehículo, Fazio soltó el móvil.

– Acércate al bordillo y para -indicó el comisario.

Fazio obedeció. Ambos se miraron.

– ¡Coño! -remachó Fazio.

– ¡Pues entonces el secuestro era verdaderamente de verdad! -dijo Montalbano, confuso y sorprendido-. ¡No era falso!

– ¡Nos equivocamos con él, pobrecillo!

– Pero ¿por qué lo han matado sin siquiera pedir un rescate?

– Quién sabe -respondió Fazio, y repitió en voz baja y atemorizada-: ¡Coño!

– ¡Llama a Augello y pásamelo!

Fazio recogió el móvil y marcó el número.

«El número solicitado…», empezó una voz femenina grabada.

– Lo tiene apagado.

– Virgen santa -suspiró Montalbano-. ¡Ahora, si el jefe superior la emprende con nosotros a puñetazos y puntapiés en el culo, tendrá toda la razón!

– ¿Y a la señora Picarella dónde la deja? ¡Esto va a terminar pero que muy mal para todos nosotros! Igual el señor jefe superior nos manda a todos a freír espárragos por ahí -dijo Fazio, empezando a sudar.

El comisario también se notaba sudado. Estaba claro que el asunto tendría serias y graves consecuencias.

– Vuelve a llamar a Catarella y pregúntale si sabe dónde está Augello. Hay que adoptar inmediatamente un plan común de defensa.

Puesto que estaban parados, a Montalbano le resultó más fácil escuchar.

– Hola, Catarè. ¿Sabes dónde está el dottor Augello?

– Como el dottori Augello estaba en la comisaría al recibirse la noticia del hallazgo del susodicho Picarella, si ha ido al domicilio de los Picarella para hablar…

«¿Ha ido a ver a la señora Picarella, viuda reciente? -pensó Montalbano-. ¡Qué valiente es Mimì!»

– … con el mismo.

Montalbano y Fazio se miraron perplejos. ¿Habían oído bien? ¿Habían oído de verdad lo que habían oído? Si Picarella había muerto, aquel con quien Mimì había ido a hablar no podía ser humanamente Picarella. Pero Catarella había dicho «el mismo». Entonces el problema era: ¿qué quería decir Catarella con «mismo»?

– Dile que te lo repita -pidió Montalbano al borde de un ataque de nervios.

Fazio habló con la misma prudencia que se utiliza con un loco de atar.

– Oye, Catarè. Ahora te pregunto una cosa y tú sólo tienes que contestar sí o no. ¿De acuerdo? ¿Está claro? Ni una palabra más. O sí o no, ¿de acuerdo?

– Muy bien.

– ¿El dottor Augello ha ido a hablar con el señor Picarella, el que habían secuestrado?

– De acuerdo.

Montalbano soltó una maldición y Fazio también.

– ¡Tienes que contestar sí o no, joder!

– Sí.

– Pero entonces, ¿por qué has dicho que Picarella había muerto?

– ¡Yo no lo hi dicho!

– Pero ¿cómo? ¡El dottor Montalbano también te ha oído decir que Picarella había pasado a mejor vida!

– ¡Ah, sí! ¡Eso claro que lo hi dicho!

– Pero ¿por qué lo has dicho?

– ¿Acaso no es la verdad? Antes, cuando estaba secuestrado, las pasaba moradas, mientras que ahora que es libre ha pasado a una vida mejor.

– Yo a éste cualquier día juro que le pego un tiro -dijo Fazio, cortando la comunicación.

– Pero el tiro de gracia se lo pego yo -añadió Montalbano.

– ¿Damos media vuelta?

– No. Mimì ha hecho bien en ir enseguida a casa de Picarella. Ya está él. Nosotros seguimos adelante. Pero en el primer bar que encontremos, paramos y nos tomamos un coñac. Lo necesitamos, que este viaje ha sido demasiado azaroso.

* * *

Llegaron a Fiacca pasadas las once.

Encontraron enseguida via Alfano, una calle ancha y de poco tráfico. La verja del chalet estaba cerrada, pero debajo de la placa había un portero automático. Montalbano llamó. Al poco rato contestó una voz de mujer.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las Alas De La Esfinge»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las Alas De La Esfinge» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Andrea Camilleri - The Age Of Doubt
Andrea Camilleri
Andrea Camilleri - Zapach Nocy
Andrea Camilleri
Andrea Camilleri - Złodziej Kanapek
Andrea Camilleri
Andrea Camilleri - La Excursión A Tindari
Andrea Camilleri
Andrea Camilleri - La Forma Del Agua
Andrea Camilleri
Andrea Camilleri - Il cane di terracotta
Andrea Camilleri
Andrea Camilleri - Il medaglione
Andrea Camilleri
Andrea Camilleri - The Track of Sand
Andrea Camilleri
Andrea Camilleri - Der unschickliche Antrag
Andrea Camilleri
Отзывы о книге «Las Alas De La Esfinge»

Обсуждение, отзывы о книге «Las Alas De La Esfinge» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x