– Tu jefe se ha ido del Hornet - dijo Buckley, sonriente-. ¿Y qué vas a hacer, Tom?
– Buscaré otro trabajo.
– ¿Te interesaría trabajar de maestro? Hay vacantes disponibles.
– Intentaré encontrar trabajo de periodista.
– ¿En qué periódico? -dijo Sam Rainey con voz ronca. Estaba sentado junto a Buckley y parecía una vieja y sabia rana.
– Tengo un amigo en el Chronicle.
– Republicano -dijo Buckley, sacudiendo la cabeza y sonriendo.
– Podemos hablar con George Hearst -dijo Mogle-. El Examiner es demócrata con toda seguridad.
Me encogí de hombros.
– Tu jefe no fue siempre un hombre razonable -dijo Buckley.
Así que me iba a tocar defender a Bierce.
– No estaba muy contento con los escándalos de los directores del colegio, eso sí es cierto -dije, mencionando un asunto en el que Buckley estaba involucrado.
– «Una auténtica vileza», creo que así lo describió -dijo Sam Rainey.
– Eso para Bierce es un trato suave -dije. Me sentía un poco más animado, con todos estos demócratas mirándome con desconfianza por haber trabajado con Bierce, que era tan duro con los demócratas como con los republicanos-. No le gustó en especial que la Junta de Supervisores cediera una gran parte de Beach Street a la Compañía de Agua de Spring Valley -continué-. Le recordaba a la ganga del Corredor de Girtcrest.
– Eso es del Ferrocarril, Tom -dijo Buckley con tono censurador.
– Y esto era de la Compañía de Agua.
– Bierce es un tipo con una mentalidad muy negativa, Tom. Tendrás que admitirlo tú mismo, estoy seguro. Estamos intentando averiguar si vas a ser ese tipo de periodista también, en contra de la Democracia.
– Pero ¿por qué, señor Buckley?, yo creo que los demócratas deberían ser criticados al igual que los republicanos, cuando aceptan sobornos, cuando se convierten en hombres de paja en nómina y aceptan chanchullos. ¿No cree?
– Esas cuestiones deberían ser corregidas en las asambleas del partido, no en los periódicos.
– ¡Oh, vaya! -dije-. ¿Es para decirme esto por lo que me hizo venir aquí?
Hubo otro silencio.
– Por ejemplo -dije-, el capitán Pusey ha obtenido una gran cantidad de dinero de Lady Caroline Stearns por los servicios prestados. Por su silencio, claro está. Al igual que durante muchos años cobró el mismo tipo de soborno del senador Jennings. Y todo el mundo sabe que se lo ha estado cobrando también al patrón de Mammy Pleasant, Thomas Bell, durante décadas.
– Isaiah Pusey es un buen hombre del partido, Tom -dijo Buckley. Había dejado de sonreír.
– ¿Supongo entonces que su tendencia a chantajear aprovechándose de su cargo, y de su archivo de fotografías, podrá ser corregida en las asambleas del partido?
De nuevo, silencio.
– Creo que «una auténtica vileza» como ésa debe ser expuesta en los periódicos -dije.
– Tenemos entendido que los rufianes del Ferrocarril le dieron una paliza -dijo Sam Rainey.
– ¿Es eso una amenaza?
– Lo que intentamos comprender -el Jefe Ciego interrumpió, sonriente- es si su intención es seguir con el mismo tipo de guerra contra el Ferrocarril que Bierce.
– ¿Por qué? -pregunté.
– Ha habido algunos acuerdos, Tom. No vamos a ir contra el monopolio con tanto empeño, y la Compañía del Pacífico Sur está aportando ahora fondos para la campaña de otoño.
– Ya veo -dije. Me sentí como si estuviera cayendo por el pozo de una mina-. Bueno, pues no cuente conmigo, señor Buckley. Yo seré antimonopolio hasta que me muera.
El Jefe Ciego giró la cara con el gesto torcido, como si yo hubiera propagado un olor fétido. Supuse que me indicaba que podía retirarme. Así pues, abandoné la reunión de los jefes de partido de la Democracia de San Francisco en el salón Alhambra.
Futuro: Periodo de tiempo en el que nuestros asuntos prosperan, nuestros amigos son sinceros y nuestra felicidad está asegurada.
– El Diccionario del Diablo-
El senador Jennings fue condenado por el asesinato de la señora Hamon, pero apeló la sentencia. Estaba muriéndose de cáncer de estómago y durante el segundo juicio entró en la sala en una silla de ruedas. No recibió mucha compasión de la concurrencia. Fue representado por Bosworth Curtis.
Los asesinatos del destripador de Morton Street pasaron a engrosar la lista de los casos no resueltos de San Francisco. La teoría de que el destripador huyó a Londres, donde volvió a resurgir como Jack el Destripador, fue ganando considerable aceptación.
Lady Caroline Stearns y su hijo también regresaron a Londres. Su hija se casó con el duque de Beltravers en Beltravers a finales de agosto. La boda fue todo un acontecimiento, y los escalofriantes gastos fueron publicados en el London Times.
Amelia Brittain y Marshall Sloat se casaron en septiembre, en la Trinity Episcopalian. Me alquilé unos trapos elegantes para asistir. Puede que no fuera un evento tan impresionante como el de la boda de Beltravers, pero aun así resultaba demasiado suntuoso para mí. Una concurrencia sumamente elegante en vehículos y caballos sumamente elegantes abarrotaban Post y Powell, y decenas de sirvientes uniformados y lacayos esperaban en los alrededores durante la ceremonia. Nunca antes había estado en una iglesia episcopaliana. Era una pálida copia de la católica romana. Amelia y su banquero parecían muy pequeños allá en el altar. Él era calvo, con mechones pelirrojos sobresaliendo por encima de las orejas, asemejándolo a un lince. Cascadas de flores los rodeaban. Acomodados en los bancos estaban los aristócratas instantáneos del Directorio de la É lite de San Francisco. No me uní a los himnos ni a las oraciones. Me sentía torpe y chabacano, como me sentí cuando tumbé a Beau McNair de un puñetazo y acabé con la nariz sangrando. Había caballeros gordos vestidos con toda la parafernalia y distintos estilos de patillas hasta la barbilla que parecían muy satisfechos consigo mismos; había mujeres viejas gordas como fogones; había hombres y mujeres jóvenes admirándose mutuamente. No asistí a la recepción.
Cuando dejé el Hornet conseguí trabajo en el Chronicle, con un ligero aumento de sueldo en comparación con el que el señor Macgowan me pagaba. El Chronicle era tan contrario a los chinos como el Hornet, pero publicaron mi artículo sobre las esclavas, el cual cito a continuación por llegar a ser tan importante en mi carrera como periodista:
»Se pueden encontrar esclavas chinas en salones de San Francisco, donde se ofrecen todas las atracciones típicas chinas que los turistas esperan ver: almizcle, sándalo, teca, tapices de seda, dioses cómicos de cerámica y manuscritos. Estos locales están en Grant Avenue, Waverly Place y Ross Alley. Hay tan sólo unos cuantos de ellos. Pero hay innumerables casas de citas. Se concentran en las calles Jackson y Washington, así como en los callejones Barlett, China y Church.
En 1869 el Chronicle informó de un cargamento de niñas chinas de nueve y diez años como si fueran una mercancía cualquiera llegada desde oriente.
»"Los mejores ejemplares del cargamento, las hembras frescas y bonitas que vienen del interior, son destinadas a suministrar los pedidos de comerciantes ricos y hombres de negocios prósperos. La peor parte del cargamento eran chicas-de-barco, procedentes de las ciudades costeras, donde el contacto con los marineros reducen su valor".
»Ese artículo fue publicado seis años después de la Proclamación de Emancipación de Lincoln.
»Las chicas son vendidas cuando tienen alrededor de cinco años por sus propios padres. Los sindicatos consiguen reunir hasta ochocientas chicas y las traen cuando tienen una edad aceptable; y para entonces valen entre setenta y cinco y ochenta dólares en China. En California valen entre doscientos y mil dólares, dependiendo del grado de atractivo. Las tarifas por sus servicios oscilan entre quince centavos hasta un dólar.
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