Para conseguir más inversores, Kallis Mining había prometido un beneficio mínimo garantizado con el proyecto. Empezaron a llamar de inmediato exigiendo los pagos prometidos.
Tras la reunión de mayo en Miami, Sneyers le dio un número de cuenta y le dijo que ingresara de allí dinero para futuras inversiones.
– Que no se pueda hacer un seguimiento -le dijo.
En julio Mauri había empezado a meter dinero en aquella cuenta. Unas cuantas ventas aisladas. Si no por otra cosa, podía necesitar el dinero para pagar futuras exigencias por parte de los inversores de Kilembe. No podía ponerse a vender llevado del pánico para conseguir capital, porque eso podría dañar la reputación del grupo Kallis en el mercado y todos agudizarían el oído. También ha pagado las fuerzas armadas que se crearon alrededor de Kadaga, al norte del país. Kadaga ha asegurado las zonas en torno a Kilembe y otras minas. Pero Gerhart Sneyers le ha dicho a Mauri Kallis que ésa no es la solución a largo plazo. Kadaga puede poner paz en las minas pero no en la infraestructura. Es decir, es imposible transportar nada desde las minas de manera segura. Además, la extracción en estos momentos sería ilegal si la hiciera Mauri Kallis. Los permisos necesarios por parte de las autoridades hade tener validez.
La reunión de hoy con la ministra de Comercio de Uganda decide finalmente la cuestión. Si Mauri ha dudado antes, ahora ya no. Ha intentado ser honesto en un país más que corrupto pero ahora se acabó lo de ser tan inocente.
Gerhart Sneyers tiene razón. Museveni is a dead end.
Además, Museveni es un dictador y un opresor. Deberían hacerle un consejo de guerra. Quitarlo de en medio parece que sea más y más un derecho moral.
Mauri piensa defender su propiedad. Y no piensa inclinarse ante nadie.
Rebecka Martinsson repasó varios archivos del ordenador de Örjan Bylund. Estaba sentada en la cama que había en la pequeña habitación con el ordenador en las rodillas. Se había puesto el pijama y cepillado los dientes, aunque sólo eran las siete. La boxeadora investigaba todos los rincones y recodos y, de vez en cuando, volvía hasta donde estaba Rebecka sólo para pisar el teclado del ordenador.
– Oye, tú -le dijo Rebecka apartándola-. Si no haces bien las cosas me chivaré a Sven-Erik.
La estufa de leña calentaba. El fuego había prendido bien y dado que la leña era de abeto, sonaba como si explotara dentro. La boxeadora daba un salto cada vez que pasaba y parecía a la vez asustada y curiosa
«Vaya monstruo», pensaba Rebecka. A través del regulador de tiro que estaba medio abierto se veía el resplandor del fuego como un ojo rojo.
¿Qué es lo que había estado buscando Örjan Bylund? Cuando Rebecka buscó por Kallis Mining en Google encontró 280.000 resultados. Estuvo ojeando las filas de las cookies de Örjan Bylund para ver qué páginas había estado mirando.
Kallis Mining era el principal accionista de la empresa minera Northern Explore AB, que cotizaba en bolsa. En septiembre las acciones habían fluctuado, arriba y abajo como una montaña rusa. Primero la empresa de inversiones canadiense Quebec Invest, vendió todo lo que tenía. Aquello había creado inquietud y la cotización había ido hacia abajo. Después apareció el informe sobre el resultado positivo de unas prospecciones en las afueras de Svappavaara. Entonces la cotización dio un salto hacia arriba.
«¿Quién gana con la montaña rusa? -pensó-. El que compra cuando la cotización está baja y vende cuando ha subido, naturalmente. Follow the money.»
Örjan Bylund había estado consultando un artículo que hablaba de nuevo consejo de administración que se había formado en una junta extraordinaria después de que la empresa canadiense vendiera su cartera. Había entrado una persona de Kiruna.
«Sven Israelsson en la junta directiva de Northern Explore», decía el titular.
Fue interrumpida por el teléfono, que sonaba con su sencilla melodía.
En la pantalla del móvil apareció el número de Måns Wenngren.
El corazór le empezó a latir en el pecho como si estuviera siguiendo un programa de entreno de gimnasia olímpica.
– Hola Martinsson -le dijo con su lenta voz.
– Hola -respondió ella intentando que se le ocurriera algo pero tenía la cabeza sin ideas.
Cuando hubo pensado una eternidad, pudo decir:
– ¿Qué ta?
– Bien, muy bien. Estamos en Arlanda, todo el grupo, sacando las tarjetas de embarque.
– Vaya… qué bien.
Él se echó a reír al otro lado de la línea.
– A veces es difícil hablar contigo, Martinsson. Seguro que será divertido aunque la naturaleza se ve mejor en la tele. ¿Vendrás?
– A lo mejor. Es un poco lejos.
Se hizo el silencio. Después Måns dijo:
– Venga, vente. Quiero que subas
– ¿Por qué?
– Porque quiero intentar convencerte para que vuelvas al bufete.
– No volveré.
– Es lo que dices ahora, pero aún no he empezado a convencerte. Hemos reservado una habitación para ti de sábado a domingo. Puedes subir y enseñarnos a esquiar.
Rebecka se echó a reír.
– Seguramente sí que iré -le dijo
Sintió alivio al notar que no le suponía un esfuerzo ver a la gente del bufete. Vería a Måns. Él quería que subiera. Ella no sabía hacer slalom porque no tenían medios cuando era pequeña y porque ¿quién la podía llevar a las pistas de la ciudad? Pero daba lo mismo.
– Tengo que colgar -dijo Måns-. ¿Lo prometes?
Se lo prometió y él le respondió con una voz cálida:
– Adiós, Martinsson. Nos vemos pronto.
Y ella susurró:
– Adiós.
Rebecka miró de nuevo la pantalla de su ordenador. A nivel internacional, la salida de Quebec Invest de Northern Explore había dado lugar a un pequeño artículo en el diario inglés del sector. Prospecting & Mining; el titular de la noticia decía: «Chicken race.» «Le dejamos demasiado pronto», dijo el presidente de Quebec Invest Inc. en un comentario refiriéndose a que Northern Explore AB, poco tiempo después de que la empresa inversora canadiense vendiera sus acciones, encontró oro y cobre. Añadió que las deficiencias en los análisis de las prospecciones eran demasiado grandes y que como accionistas de Northern Explore había sido difícil hacer un cálculo de probabilidades de hallar cantidades que valiera la pena extraer. El presidente de Quebec Invest calificaba como «improbable» el hecho que entre Kallis Mining y Quebec Invest hubiera más colaboración en el futuro.
«¿Por qué; -pensó Rebecka-. Deberían tener ganas de otra oportunidad, especialmente cuando Kallis Mining demostró que había tenido éxito.
»Y ¿Quién era Sven Israelsson, el nuevo miembro del consejo de administración? ¿Por qué Örjan Bylund tenía tantas búsquedas con ese nombre?»
Hizo una búsqueda de Sven Israelsson y encontró artículos interesantes. Continuó leyendo.
La boxeadora se concentró en un botón que pendía de un hilo del pijama. Le pegó, dejó que se balanceara, lo cogió de nuevo con las dos patas y lo mordió con sus afilados dientes. Era una peligrosa gata asesina. El botón era la muerte del corderillo.
A las siete y media Rebecka Martinsson llamó al fiscal jefe, Alf Björn.
– ¿Sabes dónde trabajaba Sven Israelsson antes de que lo eligeran miembro del consejo de administración de Northern Explore? – preguntó.
– No -respondió Alf Björnfot mientras apagaba la televisión. Sólo había estado haciendo zapping en busca de algo soportable.
– Era el jefe de la empresa de prospecciones, Skandinaviska Grundämnesanalys AB, de Kiruna. Hace dos años, esta empresa estuvo a punto de ser comprada por una empresa americana, pero Kallis Mining entró y adquirió la mitad de las acciones con lo que se quedó en Kiruna. Es bastante interesante, teniendo en cuenta que una empresa inversora canadiense, Quebec Invest, vendió todas sus acciones de Northern Explore el pasado año, justo antes de que Northern Explore comunicara que habían encontrado cobre y oro en cantidades importantes en las afueras de Svappavaara.
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