Keith Ablow - Asesinato suicida

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Asesinato suicida: краткое содержание, описание и аннотация

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John Snow es un brillante inventor que trabaja en la indistria aeronáutica; tiene dinero, familia, e incluso una amante que no le da problemas. Pero sufre una enfermedad rara y terrible: una extraña forma de epilepsia que afecta su cerebro. La única posibilidad de curarse pasa por someterse a cirugía, pero el precio que ha de pagar es muy alto y a cambio de su salud perderá la memoria, el recuerdo de los suyos y el acceso a sus secretos. Cuando toma por fin la decisión de operarse, aparece asesinado de un disparo. El psiquiatra forense Frannk Clevenger deberá ahondar en la mente de Snow para atrapar descubrir si este se suicidó o bien fue asesinado.

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Clevenger asintió con la cabeza.

– ¿Y usted no se opuso a esa educación?

– No me entusiasmaba la idea -dijo Snow-. Pero pensé, y aún lo pienso, que fue mejor para él que la otra alternativa. Le habría destrozado estar aquí la mayor parte del tiempo y ver que John no le prestaba ninguna atención.

– ¿Su marido no le habría aceptado más con el tiempo?

– John no. No.

No parecía que Theresa Snow se hubiera enfrentado nunca a su marido, ni siquiera cuando éste había desterrado a su hijo con dificultades de aprendizaje a una década de educación privada fuera del estado. Pero Clevenger sabía que al menos una vez sí le había hecho frente, al obligarle a someterse a una evaluación de su competencia mental antes de entrar en quirófano. ¿Fue porque sabía que era la última oportunidad que tenía de mantenerlo en su vida? ¿Sabía que iba a dejarla?

– ¿No se arriesgó mucho al obligar a su marido a que se sometiera a una evaluación psiquiátrica? -preguntó-. Tuvo que ser un desafío importante para la imagen que tenía de sí mismo. Podría haber cortado la relación con usted.

– Ha ido a ver al doctor Heller -le dijo-. ¿Tiene el historial médico de John?

– Sí -respondió Clevenger.

Theresa Snow asintió para sí.

– Obligarle a que se sometiera a la evaluación conllevaba ese riesgo -dijo-. Sabía que existía la posibilidad de que no volviera a hablarme nunca más. Pero tenía que saber si su conducta era racional. Se estaba jugando el habla y la vista. Y antes de tomar la decisión de operarse, llevaba un tiempo comportándose de un modo extraño, estaba casi eufórico. Fue un proceso que duraba ya meses. -Se encogió de hombros-. John no se resistió mucho a la evaluación. Estoy segura de que supo desde el principio que las pruebas demostrarían que pensaba con claridad. Si no, quizá jamás habría vuelto a saber nada de él. Era magnánimo en la victoria, mucho menos en la derrota.

– Sería duro estar enamorado de alguien así.

– No -contestó de inmediato-. Era fácil quererlo. Yo le comprendía. Invertía toda su tolerancia a la imperfección en una cosa: sus ataques. Pero apenas podía enfrentarse a eso. Cualquier otra falta de orden era inaceptable para él. Ésa es otra de las razones por las que nunca se habría suicidado. Tenía la oportunidad de liberarse de los ataques. Estaba extático.

– ¿No compartía ninguna de sus dudas respecto a la operación?

– Confiaba plenamente en el doctor Heller. Conocía los efectos secundarios potenciales, pero no creía que fuera a sufrirlos.

Clevenger asintió para sí. Había un efecto secundario que John Snow sí esperaba «sufrir»: perder la memoria.

– Si su marido no se suicidó -preguntó Clevenger-, ¿quién cree que lo mató?

Theresa Snow dudó, pero sólo unos segundos.

– Le he insistido al detective Coady en que se centre en Collin -contestó.

Frank Clevenger no esperaba obtener una respuesta tan definitiva.

– ¿Por qué Collin? -preguntó.

– John y él habían llegado a un punto muerto respecto a la empresa. Collin estaba furioso.

– Por si sacaban a bolsa Snow-Coroway o no -dijo Clevenger.

– Eso era lo principal. John nunca lo habría permitido.

– ¿Qué era lo demás?

– Un invento de John.

– ¿Qué clase de invento?

– John casi había acabado de inventar un sistema que haría que los objetos voladores fueran invisibles a los radares. Lo llamó Vortek.

– ¿Objetos voladores? ¿Se refiere a aviones?

– El sistema estaba diseñado específicamente para misiles. Por lo que John me contó, aparte de moverse hacia delante, los misiles hacen tres cosas más en realidad: rotan, giran sobre el eje transversal y se mueven de un lado a otro. Los radares funcionan identificando cualquiera de estos tres movimientos. John había desarrollado una serie de giroscopios capaz de eludirlos a todos. La empresa esperaba obtener unas ganancias extraordinarias de los contratistas militares.

– Pero…

– John tenía dudas. Era inventor, y le encantaba que su cerebro hubiera generado una idea tan elegante como el Vortek, pero vio que estaba creando un monstruo. Sabía que, en última instancia, causaría la muerte de muchísimas personas. No estaba dispuesto a vender la propiedad intelectual.

– ¿Tenía poder de veto?

– Todas las decisiones importantes de Snow-Coroway requerían dos firmas: la suya y la de Collin.

– Y en el caso de que su marido muriera…

– Sus ideas pasaban a ser propiedad de la empresa. Todo el control pasaba a manos de Collin.

– En otras palabras -dijo Clevenger-, ahora Collin Coroway es libre de seguir adelante con el proyecto.

– Sí. Y John estaba convencido de que el Vortek generaría unas ganancias superiores a los mil millones de dólares. La oferta pública inicial de acciones de la empresa sería un éxito rotundo. Ahora no hay nada que impida a Collin sacar a bolsa la empresa.

Clevenger notó cómo Theresa Snow presionaba para que el rumbo de la investigación cambiara y se centrara en Collin Coroway. ¿Podía ser porque no quería que las sospechas recayeran sobre ella? ¿O sobre su hijo?

– ¿Estaba usted de acuerdo con su marido? -le preguntó-. ¿Creía que su invento debía mantenerse en secreto?

– Por supuesto.

– Es una posición muy moral, y muy cara. A Theresa Snow no se le escapó qué insinuaba Clevenger con aquel comentario.

– ¿Me está preguntando si cambiaría la vida de mi marido por una herencia mayor? -No pretendía…

– Es una buena pregunta -dijo con rotundidad-. Le daré una respuesta muy directa. Entre las acciones que tenía mi marido de Snow-Coroway, nuestros otros bienes y su seguro de vida, espero heredar ciento cincuenta millones de dólares, aproximadamente. No menos de ciento veinte, en todo caso. Puedo arreglármelas para vivir con eso.

Clevenger sintió el impulso de preguntarle si los hijos de Snow estaban representados en el testamento; en particular, el hijo a quien nunca había sido capaz de amar. Pero se contuvo.

– ¿Le importaría que hablara un rato con Kyle y Lindsey los próximos días? -le preguntó.

– ¿Para?

– Estoy seguro de que tendrán su punto de vista sobre su marido. En este tipo de evaluaciones se acostumbra a realizar un historial familiar. No hablar con ellos sería muy extraño.

– Adelante, entonces. Haremos todo lo posible para que la investigación transcurra sin problemas. -Apretó la mandíbula, lo que dio mayor dureza a sus rasgos-. Quienquiera que matara a John, me arrebató a mi marido. Pero nos arrebató a todos los frutos de su inteligencia. Si esa persona es Collin, no quiero que obtenga ninguna recompensa. Quiero que lo pague.

– ¿Ha sugerido al detective Coady que tome en cuenta a algún otro sospechoso? -le preguntó Clevenger.

– No. Si Collin puede demostrar que no estaba cerca del Mass General la madrugada de ayer, no tengo ni idea de quién pudo hacerlo. Tendré que confiar en que la policía y usted lo averigüen.

– ¿Cree que Collin podría intentar hacerle daño? -preguntó Clevenger-. He visto los coches patrulla fuera.

– Es una tontería, ya lo sé -dijo-. No veo por qué alguien tendría algún motivo para querer hacernos daño a mí o a los chicos. Pero la verdad es que ya no sé qué esperar. John hacía que el mundo pareciera muy predecible y razonable, casi como si pudiera inventar su futuro, y el nuestro, sin que interviniera nadie más. Es obvio que se equivocó.

Capítulo 10

Clevenger casi había llegado a su coche cuando una mujer gritó su nombre. Se volvió y vio a Lindsey Snow corriendo hacia él.

Se le acercó caminando. No se había puesto chaqueta y se abrazaba para darse calor.

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