Deborah Crombie - Un pasado oculto

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Connor Swann, yerno de Sir Gerald Asherton, director de orquesta, y de su mujer, Dame Caroline, cantante de ópera, es hallado muerto en una esclusa del Támesis en la encantadora campiña de los alrededores de Henley. Ante las dudas acerca de las circunstancias de su fallecimiento, el comisario Duncan Kincaid y la sargento Gemma James son designados para encargarse de dilucidar el caso, y pronto se percatan de que no se trata de un accidente. Otro suceso trágico ya había golpeado a los Asherton veinte años atrás con la muerte por ahogamiento de su hijo Matthew ante los ojos de Julia, hermana del niño. Aunque aparentemente los dos sucesos no tienen relación, no se descarta que exista un nexo. Con los hábiles interrogatorios y el acercamiento a la vida íntima de los personajes, ambos policías construyen pieza a pieza el telón de fondo de la verdadera historia. El flash de una imagen que surge con fuerza de la mente de Kincaid será la clave para descubrir el móvil que ha provocado el luctuoso hecho.

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Las miradas de Kincaid y Gemma se cruzaron por encima de la mesa y ella vio el destello de victoria en sus ojos, aunque se limitó a decir:

– Estupendo. ¿Recuerda a qué hora vino ese jueves?

– Más bien tarde. Debe de haber sido después de las ocho. -David empezó a animarse con la narración-: A veces venía solo, pero normalmente venía con gente que yo creía que eran clientes de alguna clase. No es que escuchara a escondidas, ¿sabe? -añadió, un poco incómodo-, pero cuando estás sirviendo mesas a veces no puedes evitar oír cosas, y parecía que hablaran de negocios.

– ¿Y aquella noche? -Gemma lo forzó a continuar.

– La recuerdo especialmente porque fue diferente. Vino solo. Hasta no parecía el mismo. Para empezar, fue cortante conmigo. Alguien le debe de haber tocado las pelotas, recuerdo que pensé. -Acordándose de Gemma, añadió-: Perdón, señorita.

Ella le sonrió.

– No importa.

– El señor Swann era capaz de beber mucho, pero su actitud era siempre jovial. No como otros. -David hizo una mueca y Gemma asintió con comprensión. Como si esto le hubiera recordado que tenía otros clientes, David echó una ojeada a la mesa del fondo, pero sus ocupantes estaban todavía demasiado absortos en sí mismos como para notar la falta de servicio-. Entonces llegó otro tipo y se sentaron en una mesa para cenar.

– ¿Se conocían? -preguntó Kincaid.

– ¿Qué…? -terció Gemma, pero Kincaid la paró levantando la mano rápidamente.

– Estoy seguro de que sí. El señor Swann se levantó tan pronto el otro pasó por la puerta. Fueron directamente a su mesa, así que no oí lo que decían -había bastantes parroquianos aquella noche-, pero parecían bastante amigables al principio.

– ¿Y luego? -dijo Kincaid, después de una breve pausa.

David miró a uno y luego a otro. Se sentía incómodo.

– Supongo que se podría decir que tuvieron una discusión acalorada. No fue un concurso de gritos, en realidad no levantaron la voz. Pero estaba claro que discutían. Y el señor Swann, bueno, él siempre disfrutaba con la comida, siempre se preocupaba de felicitar al cocinero, ese tipo de cosas. -Hizo una pausa, como asegurándose de que comprendían totalmente la importancia de lo que estaba a punto de decir-. Ni siquiera se acabó la cena.

– ¿Recuerda lo que tomó? -preguntó Kincaid, y Gemma supo que estaba pensando en el informe todavía incompleto del contenido del estómago de Connor.

– Bistec. Acompañado de una buena parte de una botella de Borgoña.

Kincaid tomó en consideración lo que acababa de decir, luego preguntó:

– ¿Qué pasó después?

David se movió inquieto en la silla y se rascó la nariz.

– Pagaron la cuenta por separado y se fueron.

– ¿Juntos? -preguntó Gemma para aclarar el detalle.

David asintió.

– Y por lo que yo sé, seguían discutiendo. -Seguía moviéndose inquieto en la silla, dándose la vuelta de vez en cuando para echar una ojeada al bar.

Gemma miró a Kincaid. Éste asintió casi imperceptiblemente y Gemma dijo:

– Una cosa más, David. ¿Qué aspecto tenía el otro tipo?

Una sonrisa iluminó la cara de David.

– Muy elegante, se vestía muy bien, si sabe a lo que me refiero. Alto, delgado, pelo más bien rubio… Arrugó el entrecejo y pensó durante unos instantes-. Unos cincuenta años, creo. Pero muy bien llevados.

– ¿Pagó con tarjeta de crédito? -preguntó Kincaid, esperanzado.

David negó con la cabeza y pareció que lo lamentaba.

– Lo siento. En efectivo.

Haciendo un esfuerzo por contener la emoción, Gemma lo felicitó.

– Es muy observador, David. Rara vez obtenemos descripciones la mitad de buenas.

– Es el trabajo -dijo, sonriendo-. Uno se acostumbra. Y cuando puedo les pongo nombres a las caras. A las personas les gusta que se las reconozca. -Apartó la silla y miró inquisitivamente a uno y otro-. ¿Puedo irme ahora?

Kincaid asintió y le entregó una tarjeta.

– Nos puede llamar si se le ocurre algo más.

David se levantó y apiló con destreza los platos sucios en su brazo. De repente paró y pareció dudar.

– ¿Qué le pasó? ¿Al señor Swann? No lo han dicho.

– A decir verdad, no estamos seguros. Pero estamos tratando el asunto como muerte sospechosa. -dijo Gemma-. Su cuerpo fue encontrado en el Támesis.

Los platos vibraron y David los sujetó con la otra mano.

– ¿No por aquí, verdad?

– No, en Hambleden Lock. -Gemma creyó ver una sombra de alivio en la cara del joven, pero lo consideró la normal tendencia humana a querer que los problemas no invadan en el territorio de uno.

David cogió otro plato, equilibrando la carga con despreocupada facilidad.

– ¿Cuándo? ¿Cuándo ocurrió?

– Encontraron su cuerpo el viernes por la mañana, temprano -dijo Kincaid, y miró a David con una expresión simpática que Gemma reconoció. Significaba que había captado totalmente su interés.

– ¿El viernes por la mañana? -David se quedó helado. Y Gemma creyó que su cara palidecía, aunque no estaba segura debido al reflejo del fuego chisporroteante-. ¿Quiere decir que el jueves por la noche…?

La puerta de la entrada se abrió y entró un grupo grande de gente adinerada, y con las caras enrojecidas por el frío. David los miró, luego miró a la pareja del fondo, que ya estaban mostrando señales de impaciencia.

– Tengo que irme. Lo siento. -Sonrió a modo de disculpa y se dirigió rápidamente a la barra con la loza traqueteando.

Kincaid se quedó mirándolo un momento, luego hizo un gesto con los hombros y sonrió a Gemma.

– Un chico simpático. Podría ser un buen poli. Tiene buena memoria para serlo.

– Escucha. -Gemma se inclinó hacia delante. Su voz sonaba apremiante.

En ese momento, las dos parejas con caras rosadas, después de pedir sus bebidas en la barra, se sentaron en la mesa de al lado. Sonrieron amablemente a Gemma y Kincaid y luego iniciaron una conversación entre ellos perfectamente audible.

– Mira, David nos ha dejado la cuenta -dijo Kincaid-. Vamos a pagar y salgamos.

Hasta que no salieron a la calle no pudo Gemma volver a hablarle entre dientes a Kincaid.

– Ése era Tommy Godwin. -Vio que no reaccionaba y continuó-: El hombre que estuvo con Connor esa noche. Estoy segura de que era Tommy Godwin. Es lo que estaba tratando de decirte -añadió, con irritación.

Habían parado en la acera justo afuera del pub. Se quedaron así, de pie, con los cuellos de los abrigos subidos para protegerse de la niebla que había subido sigilosamente desde el río.

– ¿Cómo puedes estar segura?

– Te lo digo, tiene que ser él. -Gemma se oyó a sí misma alzar la voz con exasperación e intentó calmarse-. Tú mismo has dicho lo observador que era David. Su descripción ha sido demasiado exacta para no ser Tommy. Es muy improbable que se trate de otra persona.

– De acuerdo, de acuerdo. -Kincaid levantó la mano, rindiéndose en broma-. ¿Pero qué hay del teatro? Tendrás que volver a comprobar…

La puerta del pub se abrió y David salió lanzado.

– Perdonen. He pensado que les atraparía. Miren… -Paró, como si el impulso hubiera desaparecido. Había salido en mangas de camisa. Cruzó los brazos y empezó a patear el suelo-. Miren… No podía haberlo sabido, ¿de acuerdo? Creí que era una mera discusión. Me hubiera sentido un verdadero imbécil si hubiera intervenido.

– Dinos lo que pasó, David -dijo Kincaid-. ¿Quieres volver adentro?

David echó una ojeada a la puerta.

– No. No me necesitarán durante un rato. -Los volvió a mirar a ellos, tragó saliva y continuó-. Unos minutos después de que el señor Swann y el otro tipo se fueran, salí a descansar un poco. Normalmente Kelly pasa a tomarse una copa después del trabajo y me gusta vigilar un poco, ya saben, una chica sola por la noche. Esto ya no es tan seguro como antes. -Hizo una pausa, como dándose cuenta quizás a quién estaba sermoneando, y Gemma pudo notar cómo David se abochornaba-. En fin. Estaba más o menos donde estamos ahora, cuando oí un ruido en el río. -Apuntó hacia la calle levemente inclinada-. Era una noche clara, no como hoy. Y el río está a unos pocos metros. -Paró de nuevo, como esperando a ser sonsacado.

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