– ¿Me puedes hablar del jueves por la noche?
La chica se dio la vuelta para mirar a Alison, como pidiendo permiso a la autoridad más cercana.
– Adelante, Patricia. Explícaselo a la sargento. Estoy segura de que todo está bien -respondió Alison.
– El señor Godwin entró en el vestíbulo por las puertas de la calle. Normalmente estoy junto a las puertas dentro del auditorio y escucho la representación. Pero acababa de regresar de los aseos y justo estaba cruzando el vestíbulo. Lo llamé, pero no me oyó.
Gemma no supo si se sentía aliviada o decepcionada. Si Tommy había estado diciendo la verdad, sí había visto la representación, no podía haber estado en Wargrave con Connor.
– ¿Qué hizo entonces? ¿Lo viste?
– Pasó al siguiente pasillo. El de Roland -miró de refilón al chico más guapo del grupo.
– ¿Lo viste? -Gemma se volvió hacia él.
El chico sonrió, a gusto con la repentina atención recibida.
– No estoy seguro, señorita, ya que no lo conozco. Pero no recuerdo haber visto a nadie que coincidiera con la descripción.
Al menos no la había llamado «señora». Gemma devolvió la sonrisa y centró su atención en Patricia.
– Cuando volviste a tu puesto en el auditorio, ¿lo volviste a ver?
La chica negó con la cabeza.
– La gente empezó a salir justo después y yo estaba muy ocupada.
– ¿El intermedio, tan pronto? -preguntó Gemma, confundida.
– No. -Patricia negó con más energía esta vez-. Caída del telón. Me di cuenta de que había ido al baño -echó una mirada a los chicos como para acallar cualquier crítica-, justo a tiempo.
– ¿Caída del telón? -repitió Gemma débilmente-. Pensaba que habías dicho que había llegado justo después de empezar la representación.
– No, señorita. Cinco minutos, quizás, antes del final. Justo antes de las once.
Gemma inspiró, recobrando así la calma. Entonces, debía de ser Tommy el del Red Lion.
– ¿Lo viste después, cuando estabas recogiendo?
– No, señorita. -Tras haber entrado en ambiente, Patricia parecía genuinamente decepcionada de no tener nada más que ofrecer.
– Está bien. Gracias, Patricia. Has sido de gran ayuda. -Gemma miró a los chicos-. ¿Alguien tiene algo más que añadir? -Al recibir las esperadas negativas, dijo-: Está bien. Os podéis ir. Todos. -Patricia fue la última en irse y miró hacia atrás con timidez-. Una chica lista -dijo Gemma cuando se cerró la puerta.
– ¿Qué es todo esto de Tommy, sargento? -preguntó Alison, que fue a sentarse al borde del escritorio. Se alisó distraídamente las arrugas de su traje de lana marrón, cuya tela era del mismo tono suave que su cabello y sus ojos. Gemma pensó que la hacía parecer un pequeño pajarillo.
– ¿Está segura de que no lo vio hasta que fue al camerino de Gerald?
– Categóricamente. ¿Por qué?
– Él me dijo que estuvo aquí, en el teatro, durante toda la representación. Pero Patricia parece contradecirlo y parece una testigo fiable.
– ¿No creerá que Tommy pueda tener nada que ver con la muerte de Connor? Eso es imposible. Tommy es… en fin, a todo el mundo le gusta Tommy. Y no sólo porque sea ingenioso y divertido. -Alison lo dijo como si Gemma se lo hubiese sugerido-. No es eso a lo que me refiero. Es amable cuando no tiene obligación de serlo. Sé que no lo creería por su actitud, pero se fija en la gente. Esa chica, Patricia. Imagino que él la ha alentado. Cuando empecé iba con muchísimo cuidado, con pánico a cometer un error, y él siempre tuvo una palabra amable conmigo.
– Estoy segura de que tiene usted razón -dijo Gemma, esperando calmar la hostilidad de Alison-, pero hay una discrepancia y debo seguir adelante con la investigación.
Alison suspiró y de repente se la vio cansada.
– Supongo que debe hacerlo. ¿Qué puedo hacer para ayudarla?
– Piense en aquellos minutos en el camerino de Sir Gerald. ¿Notó algo fuera de lo común?
– ¿Cómo voy a saberlo? -preguntó Alison, de nuevo irritada-. ¿Cómo puedo estar segura de que mi recuerdo no está distorsionado por lo que me ha contado, de que quizás vea un problema donde no lo hay? -Al ver que Gemma no contestaba, siguió más bajito-. He estado pensando en ello. Dejaron de hablar cuando entré en el camerino. Me sentí como si hubiera metido la pata, ¿entiende? -Miró a Gemma, buscando confirmación-. Luego, después de ese momento incómodo, parecieron demasiado entusiasmados, demasiado alegres, ¿comprende? Ahora creo que por eso sólo me quedé un minuto, el tiempo justo para ofrecer mi acostumbrada felicitación, aunque en aquel momento no me di cuenta.
– ¿Algo más? -preguntó Gemma, sin esperar demasiado.
– No, lo siento.
– Está bien. -Gemma sonrió a Alison e hizo un esfuerzo por vencer el aletargamiento que había empezado a notar en sus piernas-. Tendré que hablar con él otra vez, y está demostrando ser bastante escurridizo. Esta mañana he tratado de encontrarlo, sin suerte, en su piso, en LB House y aquí. ¿Tiene alguna sugerencia?
Alison negó con la cabeza.
– No. Debe andar por ahí.
Viendo la mirada de preocupación en los ojos de Alison, Gemma dijo, con consideración:
– Espero que nuestro señor Godwin no resulte difícil de encontrar.
* * *
El CID de High Wycombe había hecho sitio para Kincaid en el escritorio de un inspector ausente. Había pasado la mañana allí, leyendo informe tras informe, todos inconcluyentes. Mientras se desperezaba barajó la idea de tomar otra taza del espantoso café, o bien renunciar a él y salir a almorzar.
El deber y el café parecían estar ganando la batalla cuando Jack Makepeace sacó la cabeza por la puerta.
– ¿Algo nuevo?
Kincaid hizo una mueca.
– No valen un carajo. Usted ya los ha leído. ¿Algo nuevo del equipo de Wargrave?
Makepeace sonrió malévolamente.
– Dos latas grandes aplastadas, dos envoltorios de chicle de aluminio, los restos de un pájaro muerto y media docena de condones usados.
– Parece que es un aparcamiento popular, ¿no?
– Señala el principio de un sendero que corre a lo largo del río durante un trecho y luego rodea el cementerio. Aparcar allí no es totalmente legal, pero la gente lo hace igualmente y me atrevería a decir que es también un lugar donde la gente se cita a medianoche. -Makepeace se toqueteó el bigote por un instante-. Los forenses han dicho que la grava está demasiado blanda y estropeada para sacar moldes de rodadas.
– Lo que esperaba. -Kincaid lo miró pensativamente-. Jack, si el cuerpo cayó al río en Wargrave, ¿podría haber ido a la deriva río abajo y llegar a Hambleden por la mañana?
Makepeace negó con la cabeza antes de que Kincaid terminara la frase.
– No es posible. El río es demasiado lento, por un lado, y, por el otro, está la esclusa de Marsh, justo después de Henley.
Pensó en la breve escapada de Julia de la galería y dijo:
– Entonces lo mismo pasaría en Henley si el cuerpo hubiera caído en River Terrace.
Makepeace se apartó del marco de la puerta, donde había estado apoyado, y se dirigió hacia el mapa de la zona que había en la pared. Con un dedo regordete apuntó al cordón serpenteante que representaba el río Támesis.
– Mire todas las vueltas y recodos, todos son lugares donde un cuerpo puede quedar atrapado. -Se volvió hacia Kincaid y añadió-: Yo creo que su cuerpo cayó a unos cien metros de donde fue encontrado.
Kincaid empujó hacia atrás la chirriante silla, estiró las piernas y entrelazó los dedos en la nuca.
– Me temo que tiene razón, Jack. Me intento agarrar a cualquier cosa. ¿Qué hay de las casas junto al río, por encima de la esclusa? ¿El ir de puerta en puerta ha revelado alguna cosa?
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