Perpleja, Gemma sacó su cuaderno de notas del bolso y hojeó en busca de un dato.
– Pelléas et Mélisande . Pensaba que estabais representando Pelléas et Mélisande .
– Los jueves y los sábados. Producciones…
El portero dejó de hablar cuando se abrió la puerta interior y cruzó por ella una joven mujer. Luego continuó:
– Ya lo entenderá. -Le guiñó un ojo-. Alison se asegurará de que así sea.
– Soy Alison Douglas. -Su fría mano asió la de Gemma con firmeza-. No haga caso de Danny. ¿En qué puedo ayudarla?
Gemma estudió el cabello corto castaño claro, el suéter y la falda negros, los zapatos de plataforma, que no la llegaban a hacer tan alta como Gemma. Pero la característica más notable de Alison Douglas era ese aire de tomarse a sí misma muy en serio.
– ¿Hay algún sitio donde podamos hablar? ¿Su oficina, quizás?
Alison dudó, luego abrió la puerta interior y con un gesto de la cabeza indicó a Gemma que pasara delante de ella.
– Entonces será mejor que me siga. Mire -añadió-, tenemos una representación en menos de tres horas y hay cosas que he de hacer sin falta. Si no le importa seguirme, podemos hablar mientras caminamos.
– De acuerdo -dijo Gemma dudando que pudiera obtener algo mejor. Habían entrado en un laberinto subterráneo de pasillos verde oscuro. Gemma, ya perdida, caminaba tras los pies de Alison Douglas, los cuales torcían, giraban, subían, bajaban y vuelta a empezar. De vez en cuando bajaba la mirada a la sucia moqueta verde que pisaban sus pies y se preguntaba si Alison reconocía los dibujos de las manchas. ¿Podía seguirlas como las migas de pan de Hansel y Gretel? Los olores a humedad y desinfectante le dieron ganas de estornudar.
Alison se giró para hablar con ella y paró de repente, sonriendo. Gemma estaba segura de que su desconcierto era totalmente visible y pensó que por una vez debería estar agradecida por tener una cara que registrara todas sus emociones.
– Ésta es la parte trasera del teatro -dijo Alison suavizando su tono brusco por primera vez-. Es la parte sin glamour del espectáculo. Causa impacto si uno nunca ha estado entre bastidores, ¿no? Pero esto es el corazón del teatro. Sin todo esto -con un gesto señaló a su alrededor- nada ocurriría en el escenario.
– ¿El espectáculo no continúa?
– Exactamente.
Gemma sospechó que la clave para aflojar la lengua de Alison Douglas era hablar de su trabajo.
– Señorita Douglas, no estoy segura de entender cuál es su trabajo.
Alison siguió adelante mientras respondía.
– Mi jefe, Michael Blake, y yo somos responsables de todos los detalles administrativos de la orquesta. Nosotros… -Dirigió la mirada hacia Gemma y titubeó. Parecía estar buscando una explicación menos complicada-. Nos aseguramos de que todo y todos estén donde tengan que estar. Puede ser un trabajo muy exigente. Y Michael justo está fuera por unos días.
– ¿Trata con los directores en persona? -preguntó Gemma, aprovechando esta oportunidad a pesar de lo breve que pudiera ser. Pero el pasillo cambió de dirección de nuevo. Alison apartó una desvaída cortina de felpa que les cerraba el paso. Se apartó para dejar pasar a Gemma primero.
Gemma se paró y miró fijamente, con la boca abierta por la sorpresa.
A su lado, Alison le dijo en voz baja:
– Es increíble, ¿no? No sé valorarlo lo suficiente hasta que lo veo a través de los ojos de otra persona. Éste es el teatro más grande del West End y tiene el área de bastidores más grande de todos los teatros de Londres. Esto es lo que nos permite poner simultáneamente diversas producciones en escena.
El tenebroso espacio bullía de actividad. Había piezas de decorados de más de una producción una al lado de la otra, formando una yuxtaposición surrealista.
– Vaya -exclamó Gemma al ver una enorme sección de una pared de piedra moverse fácilmente por el suelo, guiada por dos hombres en mono de trabajo-. Eso es a lo que Danny se refería. Los jueves y los sábados Sir Gerald dirige Pelléas et Mélisande , y los viernes y domingos otro dirige… ¿qué dijo?
– La Traviata . Mire. -Alison señaló hacia el escenario-. Ahí está el salón de baile de Violeta, donde ella y Alfredo cantan su primer dueto. Y allí -apuntó hacia la pared de piedra que había sido cuidadosamente encajada en un hueco-, eso forma parte del castillo del rey Arkel, de Pelléas . -Miró a Gemma, estudió su reloj y luego volvió a mirar a Gemma y dijo-: Hay una serie de cosas de las que me he de ocupar sin falta. Puede echar una ojeada por aquí, si lo desea, mientras yo intento organizarme. Después intentaré que podamos hablar durante un cuarto de hora en la cantina. -Nada más finalizar la frase Alison se puso en marcha haciendo sonar las suelas de las plataformas de sus zapatos sobre el suelo de madera.
Gemma caminó hasta el borde del escenario y miró hacia el patio de butacas. Ante ella, las hileras de asientos del auditorio, tapizados en terciopelo azul con un toque dorado, se elevaban con barroco esplendor. Encima, las arañas de luces colgaban de la cúpula como lunas escarchadas. Se imaginó que los asientos ahora vacíos estaban ocupados y que los ojos de los espectadores se ponían sobre ella, a la espera de que abriera la boca y empezara a cantar. Tuvo un escalofrío y se estremeció. Caroline Stowe podía parecer delicada, pero para estar en un escenario como éste y enfrentarse al público se ha de tener una clase de fortaleza que Gemma no poseía.
Miró abajo, al foso, y sonrió. Al menos Sir Gerald tenía algo de protección y podía dar la espalda al auditorio.
Un hilo de música vino de repente de algún lugar. Unas voces de mujer llevaban una melodía evocadora y cadenciosa. Gemma se dio la vuelta y caminó hacia la parte trasera del escenario. Se esforzaba por oír la música, pero el estrépito y los golpes que la rodeaban ocultaban la dirección de donde provenía el sonido. Ni siquiera se dio cuenta del regreso de Alison Douglas hasta que la mujer habló:
– ¿Ha visto el foso? En ese espacio metemos a ciento diecinueve músicos. ¿Se lo imagina? Codo con…
Gemma le tocó el brazo.
– Esa música… ¿qué es?
– ¿Qué…? -Alison escuchó un momento, perpleja, luego sonrió-. Ah, eso. Es de Lakmé , el dueto de Mallika con Lakmé en el jardín del sumo sacerdote. El mes próximo, una de las chicas de La Traviata interpretará a Mallika en Covent Garden. Supongo que está estudiando como una loca, escuchando una grabación. -Miró su reloj y añadió-: Si quiere podemos tomar esa taza de té.
La música desapareció. Mientras seguía a Alison de vuelta al laberinto de pasillos, Gemma sintió una rara tristeza, como si algo bello y fugaz la hubiera afectado.
– Esa ópera -le dijo a Alison-, ¿tiene un final feliz?
Alison la miró por encima del hombro con una expresión divertida.
– Claro que no. Al final Lakmé se sacrifica para proteger a su amante.
* * *
La cantina olía a patatas fritas. Gemma se sentó a la mesa frente a Alison Douglas y tomó un sorbo del té, que estaba tan fuerte que le dejó la lengua pastosa. Buscó una posición cómoda para su espalda en la silla de plástico moldeado. A su alrededor, hombres y mujeres vestidos con ropas totalmente corrientes tomaban té y comían bocadillos. Pero cuando Gemma captó fragmentos de sus conversaciones, pudo oír que contenían oscuros términos tanto musicales como técnicos. Podían haber estado hablando cualquier idioma extranjero. Sacó su cuaderno de notas del bolso y tomó otro sorbo del té. El fuerte tanino le hizo hacer una mueca.
– Señorita Douglas -dijo, viendo como Alison tocaba la esfera de su reloj con la punta de los dedos-, aprecio que me conceda parte de su tiempo. No tardaremos más de lo necesario.
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