Deborah Crombie - Nadie llora al muerto

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La muerte violenta del comandante de la policía Alastair Gilbert, a golpes de martillo, en la cocina de su casa, convulsiona la aparente tranquilidad de Holmbury St. Mary, un pueblecito de Surrey cercano a Londres. El historial opaco de la víctima, poco apreciada por sus convecinos y tampoco por algunos círculos de la policía, hace que el trabajo de los investigadores de Scotland Yard, el comisario Duncan Kincaid y la sargento Gemma James, emprenda dos direcciones. ¿La delicada esposa del comandante o alguno de los vecinos están implicados en el asesinato o es el entorno policial de Gilbert el que lo está?

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– Señora Gilbert -empezó Gemma con intención de ofrecer consuelo-, no…

– Por favor, no siga llamándome así -dijo Claire con repentina vehemencia-. Mi nombre es Claire, por Dios. -Luego se tapó la cara con las manos para amortiguar los sollozos.

Will les advirtió con un movimiento de cabeza y vocalizó «Déjenla llorar». Se dirigió a la nevera y, tras rebuscar un poco, sacó una hogaza de pan, mantequilla y mermelada. Metió dos rebanadas en la tostadora, cogió un plato y cubiertos, y preparó todo tan eficientemente que cuando las lágrimas de Claire se calmaron su tardío desayuno ya estaba listo.

– Ayer apenas tocó su cena -dijo en un tono acusador-. Y apuesto que sólo ha tomado un té esta mañana. -Sin esperar a obtener respuesta prosiguió-. No puede continuar así y pensar que podrá ser capaz de hacer frente a todo, ¿no cree? -Mientras hablaba, untó una tostada con mantequilla y mermelada, y luego se la pasó a Claire.

Ésta obedeció y dio un pequeño mordisco. Will se sentó a su lado y la miró con tanta concentración que a Gemma le pareció que casi le oía decirle a Claire que masticara y tragara, que masticara y tragara.

Al cabo de un rato Kincaid llamó la atención de Gemma y se dirigió hacia el jardín. Ella lo siguió unos pasos por detrás a través del vestíbulo, con cuidado de no chocar contra él, resuelta a no notar el leve olor de su jabón, su aftershave, su piel. Pero no pudo evitar ver que su cabello necesitaba un buen corte. Él lo había olvidado, como hacía a menudo, y el pelo empezaba a subir por encima del cuello de la camisa.

Le sobrevino una irracional oleada de enfado, como si esos caprichosos pelos hubieran pretendido ofenderla a propósito. Cuando llegaron al jardín, Gemma se abalanzó al primer motivo de queja que le vino en mente.

– ¿Tenías que disgustar a Claire de esa manera? Ya ha pasado por algo muy duro, lo mínimo que podemos hacer es…

– Lo mínimo que podemos hacer es descubrir quién mató a su esposo -interrumpió bruscamente Kincaid-. Y eso significa cubrir cualquier posibilidad, por improbable que sea. ¿Y cómo iba yo a saber que la visión del martillo del cobertizo iba a provocarle un desmayo? -añadió, sonando ofendido-. O eso o mi cara necesita una puesta a punto. -Probó una sonrisa, pero al ver que ella sólo le fruncía el ceño dijo, enojado-: ¿Qué diablos te pasa, Gemma?

Se miraron fijamente durante un momento. Ella se preguntó cómo podía él hacer una pregunta tan estúpida, luego se dio cuenta de que no sabía la respuesta. Lo único que pudo sacar en claro del revoltijo de sensaciones era que necesitaba que la confusión desapareciera, que su mundo se arreglara. Necesitaba que las cosas fueran como antes, que le resultaran seguras y familiares, pero no sabía cómo conseguirlo.

Se dio la vuelta y cruzó por el césped hacia la caseta del perro. Lewis estaba meneando la cola a modo de feliz saludo y Gemma le tocó la nariz a través de la reja metálica.

La voz de Kincaid le llegó por detrás, neutra esta vez.

– ¿Y has olvidado que el cónyuge es siempre el sospechoso más probable?

– No hay pruebas -dijo Gemma mientras enganchaba los dedos en la valla-. Por otra parte, es evidente que además nos ha presentado una buena coartada.

– Demasiado buena, me temo. Por cierto, ¿quién es este Malcolm que mencionó Claire? -Cuando Gemma se lo explicó, Kincaid reflexionó un momento y luego dijo-: Será mejor que dividamos nuestro trabajo el resto del día. Tú y Will seguid los pasos de Claire por Guildford. Yo esperaré aquí a Deveney y luego quizás vaya a hablar con Malcolm Reid antes de abordar la gente del pueblo. -Esperó y al no recibir respuesta de Gemma y tampoco darse la vuelta dijo-: Dejaremos a un agente en la puerta hasta que la tormenta amaine, así Claire no tendrá que tratar con la prensa a menos que salga de la casa. Espero que esto te tranquilice -añadió sin poder reprimir del todo cierto sarcasmo. Luego se alejó.

* * *

Gemma, sentada en el asiento del pasajero del coche de Will, echaba chispas en silencio. ¿Qué se había creído Duncan Kincaid, dándole órdenes como si fuera una novata? Él no había comentado nada con ella, no le había pedido su opinión. Pero cuando una vocecilla le hizo saber a Gemma que quizás no le había dado una oportunidad de hacerlo, se dijo en voz alta: «Cállate».

– ¿Cómo? -dijo Will, apartando la vista de la carretera y mirándola asustado.

– Usted no, Will. Lo siento. Estaba pensando en voz alta.

– No estaba teniendo una conversación muy agradable -dijo Will, divertido-. ¿Quiere añadir un tercero?

– Me parece que ya se hace cargo de demasiadas cosas sin necesidad de asumir mis problemas -respondió Gemma intentando cambiar de tema-. ¿Cómo lo hace, Will? ¿Cómo puede seguir siendo objetivo cuando parece que siente tanta empatía por las personas implicadas? -Gemma no quería ser tan franca, pero había algo en él que hacía que relajase los frenos que normalmente se imponía. Esperó no haberlo ofendido y lo miró. Se ojos se encontraron y él sonrió.

– No tengo problemas para ser objetivo cuando se me ofrecen las pruebas del delito. Pero hasta entonces no veo ninguna razón para no tratar a la gente con tanta decencia y consideración como sea posible, especialmente si han pasado por una experiencia tan difícil como la de Claire Gilbert y su hija. -La miró de nuevo y añadió-: Vaya. Ha hecho que sacara a relucir mi educación. Lo siento. No tenía intención de sermonear. Mi madre y mi padre eran partidarios incondicionales de la reciprocidad, aunque la gente no le dé mucho valor hoy en día.

A continuación Will se mantuvo atento a la carretera pues ya habían llegado a la A2 5 y el tráfico de la mañana era denso.

Gemma lo observó con curiosidad. No era muy frecuente oír hablar a un hombre de sus padres. Rob, su ex marido, estaba avergonzado de los suyos -eran gente trabajadora, poco educados- y ella se enfureció cuando una vez le oyó decir a alguien que habían fallecido.

– Will… Antes ha dicho que la catedral siempre tenía un significado especial, y justo después dijo que sus padres… ¿Han fallecido?

Antes de responder, Will logró adelantar una quejumbrosa camioneta de granjero.

– Hace dos años. Por Navidad.

– ¿Un accidente?

– Estaban enfermos -dijo. Luego añadió, con una sonrisa-: Hábleme de su familia, Gemma. No he podido evitar ver un llavero de juguete en su bolso.

– Muy profesional por mi parte, ¿no? Pero si no las llevo encima, Toby me pierde las de verdad. -Y antes de darse cuenta estaba dando todo tipo de detalles sobre las últimas aventuras de Toby.

* * *

La fotografía mostraba a Claire y a Lucy juntas, abrazadas, riendo a la cámara, en lo que parecía un embarcadero en Brighton. Gemma la había sacado de un marco que había en el aparador del invernadero. El empleado de Waterstones, un joven con la cara llena de granos, la estudió, se apartó el pelo y miró a Gemma y Will con unos ojos brillantes e inteligentes.

– Bonita chica. Compró un ejemplar de Jude el Oscuro . Aunque no estaba predispuesta a quedarse a charlar.

– ¿Te refieres a la hija? -dijo Gemma un poco impaciente.

– La más joven, sí. Aunque la otra tampoco está mal -añadió estudiando de nuevo la fotografía.

– ¿Y estás seguro de que no las viste a las dos? -Gemma combatió el impulso de arrancarle la foto que seguro que estaba emborronando con sus dedos.

El chico inclinó la cabeza y los miró con curiosidad.

– No puedo jurarlo. Fue una tarde bastante concurrida y ni siquiera me hubiera acordado de ella -dio unos golpecitos sobre la Lucy de papel- si no fuera porque vino a la caja. -Con un exagerado suspiro de pesar devolvió la foto a Gemma.

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