Rio miró su hogar.
– A mí me gusta.
Ella suspiró.
– No quise implicar que no fuera agradable -Volvió a moverse cambiando a otra posición con la esperanza de aliviar la pulsación de dolor de la pierna.
Le retiró el cabello de la nuca. Estaba empapado en sudor. Rachael se estaba poniendo nerviosa e impaciente, cambiando continuamente de posición en un esfuerzo por aliviar su incomodidad.
– Rachael, sólo relájate. Te prepararé una bebida refrescante.
Se mordió la lengua cuando él se levantó con gracia casual. No tenía la intención de que todo sonara como una orden… Estaba hipersensible. Rachael trató de apartarse de la frente el pesado cabello. Se estaba rizando en todas direcciones como siempre ocurría con tan alta humedad. Mientras yacía allí podría haber jurado que las paredes empezaron a curvarse hacia adentro, atrapándola, sacando el aire de la habitación. Todo la molestaba, desde el sonido de la incesante lluvia hasta los juguetones leopardos. Si hubiera tenido una zapatilla a mano la hubiera lanzado en un arranque de malhumor.
Desvió la mirada hacia Rio como siempre hacía. La exasperaba no poder contenerse a sí misma lo suficiente para dejar de mirarlo, y saber exactamente lo que iba a hacer antes de que lo hiciera. Conocía la forma en que se movía, el gracioso fluir de su cuerpo mientras buscaba en la nevera. Lo conocía a él. Si cerraba los ojos estaría allí en la mente, hablándole suavemente, estirándose inconscientemente para apartarle el cabello de la cara, curvando los dedos sobre su nuca.
¿Por qué asociaba cada pequeño movimiento que realizaba, cada gesto, con los de un gato? Especialmente sus ojos. Estaban dilatados de la forma que lo estarían los de un gato de noche y aún a la luz del día las pupilas permanecían casi invisibles.
– Vale, no hay forma en la que puedas convertirte en un leopardo -Rachael miró al techo y trató de trabajar el problema en la mente. Tenía que dejar de fantasear acerca de él saltando a través de las copas de los árboles con sus pequeños amigos gatos. Era estúpido y sólo probaba que estaba en el límite de la cordura.
– ¿Sobre que estás murmurando ahora? -Rio revolvía el contenido del vaso con una cuchara de mango largo- La mitad del tiempo no te entiendo.
– No soy responsable de lo que digo cuando estoy con fiebre -Rachael se encogió un poquito ante su tono. Sonaba antipática. Estaba cansada. Y cansada de estar cansada. Cansada de sentir todo tipo de cosas y harta de tratar de adivinar que era real y que había tenido lugar en su enfebrecida imaginación.
– Podrías tratar de no decir nada -sugirió.
Rachael volvió a encogerse. Siempre hablaba demasiado cuando estaba nerviosa.
– Supongo que tienes razón. Podría poner cara de piedra y permanecer muda mirando las paredes como haces tú. Probablemente nos llevaríamos mejor -Más que nada estaba avergonzada de ser antipática con él, pero era eso o empezar a gritar.
Él volvió la mirada hacia su rostro. Estaba muy sonrojada, los dedos cogían la delgada manta apretándola con inquietud. Cada vez que la miraba, sentía ese extraño cambio muy profundamente en el interior de su cuerpo donde una parte de él todavía sentía emociones.
– Nos llevamos bien -le dijo gruñón-. No eres tú. No estoy acostumbrado a estar rodeado de gente.
Rachael suspiró.
– Lo siento -¿Por qué tenía que ser tan malditamente agradable cuando ella quería mantener una animada pelea? Hubiera sido bueno descargar su frustración con él y pretender que fue justificado. Le lanzó una mirada muy sufrida-. Me estoy compadeciendo a mi misma, eso es todo. Honestamente la mitad de las veces no sé que es lo que está pasando. Me hace sentir estúpida -E inútil. Se sentía tan inútil que quería gritar. No quería estar atrapada en una casa con un completo extraño que parecía tan peligroso como obviamente era en realidad-. Eres un extraño para mí, ¿verdad? -Podía sentir el calor de su mirada hasta la punta de los pies. ¿Por qué no se sentía como si fuera un extraño? Cuando la tocaba, ¿Por qué le parecía tan familiar?
La ceja de él se disparó hacia arriba.
– Estás en mi cama. Te he estado cuidando noche y día durante un par de días. Mejor reza para que no sea un extraño.
Rachael se golpeó la cabeza contra la almohada completamente frustrada.
– ¿Ves lo que haces? ¿Qué clase de respuesta es esa? ¿Acaso creciste en un Monasterio donde enseñaban a hablar con acertijos? Porque si eso es lo que estás tratando de hacer, créeme suenas más molesto y estúpido que misterioso y profético -Sopló hacia arriba para apartarse el flequillo-. Mi cabello me está volviendo loca, ¿tienes tijeras?
– ¿Por qué siempre me estás pidiendo objetos afilados?
Se echó a reír. El sonido llenó la habitación y sobresaltó a varios pájaros posados en la barandilla del porche. Tomaron vuelo con un ruidoso movimiento de alas y un gorjeo enojado.
– Siento que tengo que disculparme contigo cada una o dos frases. Irrumpo en tu casa, te uso la ducha, duermo en tu cama, te golpeo la cabeza y te fuerzo a cuidarme mientras estoy semi inconsciente e irritable. Ahora te estoy amenazando con instrumentos afilados.
– Amenazarme con cortarte el cabello podría ser igual de doloroso -Acortó la distancia que los separaba y se agachó para mirarla a los ojos, revolviéndole el cabello con los dedos. -Nadie puede forzarme a hacer algo que no quiero hacer -La única excepción podía ser la intrigante mujer que yacía en la cama, pero no iba a admitirlo ante ella… o ante sí mismo-. Tu cabello ya está lo suficientemente corto. No necesitas cortarlo más -Frotó las desparejas puntas de cabello con la punta de los dedos.
– Solía estar mucho más largo. Pero es tan grueso, con la humedad me da mucho calor.
– Encontraré algo para recogértelo y apartártelo del cuello.
– No te molestes, Rio, solo estoy nerviosa -Su amabilidad la hacía sentirse avergonzada.
– Esa noche encontré ropa oliendo a agua de río. ¿Estabas en el río?
Ella asintió, haciendo esfuerzos para concentrarse.
– Los bandidos nos atacaron. Vinieron de la jungla disparando armas. Creo que Simon fue herido. Me tire por la borda y el río me arrastró.
Los músculos se le tensaron en reacción a esas palabras.
– Podrían haberte matado.
– Tuve suerte, mi camisa se quedó atrapada en una rama debajo de la superficie y me las arreglé para nadar hacia un árbol caído. La casa fue una sorpresa. Casi no la vi pero el viento soplaba tan fuerte, que despejó algo de la cobertura. Tenía miedo de no volver a encontrarla si comenzaba a explorar por lo que até una cuerda entre dos árboles para que me señalara el camino. Pensé que era una choza nativa, una que usaban cuando viajaban de un lugar a otro.
– Y yo pensé que eras un bandido que me había rodeado y se las había arreglado para ubicarse enfrente de mí y estaba esperándome. Debería haberme dado cuenta, pero estaba exhausto y me dolía como el infierno. ¿Quién es Simon? -Había esperado una cantidad adecuada de tiempo, llevando una conversación como un ser humano racional. Podía sentir la intensidad de sus emociones reprimidas mordiéndole las entrañas. Era inteligente no dejaría que se le metiera en el alma. Era inteligente, pero ella ya estaba allí. No sabía como había pasado y aún peor, no sabía como sacarla de allí.
– Simon es uno de los hombres de nuestro grupo de la iglesia de ayuda médica.
– Así que es un extraño. Ninguno de ustedes se conocía antes de este viaje -El alivio que lo inundó lo irritó endemoniadamente.
Ella asintió.
– Todos fuimos voluntarios de distintas partes del país y nos reunimos para traer los abastecimientos.
Читать дальше