"No fue así'.
"Eres afortunado", dijo Dominic, recordando a la niñita cuya garganta había sido cortada de oreja a oreja. Un adagio legal afirmaba que los casos duros hacen que la ley sea dura, pero los libros no podían prever todo lo que la gente era capaz de hacer. A veces, la tinta negra sobre papel blanco era algo un poco demasiado seco para el mundo real. Pero, de los dos, el apasionado siempre fue él. Brian siempre había sido un poco más frío, como el Fonzie de Happy Days. Gemelos, sí, pero algo distintos. Dominic era más parecido a su padre, italiano y apasionado. Brian había resultado más parecido a su madre, más frío, como consecuencia de un clima que también lo era, Para alguien que los viera desde fuera, esas diferencias no parecían poca cosa, pero para los gemelos eran frecuente motivo de bromas y chanzas. "Cuando lo ves, Brian, cuando lo tienes ante tus ojos, te dispara, hermano. Te enciende un fuego por dentro",
"Eh, estuve allí, hice lo que había que hacer, lo viví, ¿sabes? Maté cinco hombres yo mismo. Pero era trabajo, no era personal. Trataron de emboscamos, pero no habían leído bien el manual y empleé fuego y maniobras para engañarlos, hacerlos salir y matarlos, tal como me enseñaron. No es mi culpa si eran ineficaces. Se podrían haber rendido, pero prefirieron tirotearse. Eligieron mal, pero 'un hombre debe hacer lo que le parece mejor". Su película favorita era Hondo, de John Wayne.
"Eh, Aldo, no digo que seas un mariquita".
"Sé lo que dices pero, sabes, no quiero llegar a ser como ellos, ¿de acuerdo?"
"Esta misión no se trata de eso, hermano. Yo también tengo mis dudas, pero voy a continuar con esto hasta ver cómo resulta. Podemos irnos en cuanto queramos".
"Supongo".
En la pantalla, Derek Jeter se dobló en dos. Para los lanzadores, él era un terrorista.
Al otro lado de la casa, Peter Alexander hablaba a Columbia, Maryland, por un teléfono seguro.
"Cómo vamos?", preguntó Sam Granger del otro lado de la línea.
Peter tomó un sorbo de jerez. "Son buenos chicos. Ambos tienen dudas. El infante de marina las expresa abiertamente, y el del FBI mantiene la boca cerrada, pero de a poco las ruedas van girando".
"Cuán serio es esto?"
"Es difícil saberlo. Mira, Sam, siempre supimos que el entrenamiento sería lo más difícil. Pocos estadounidenses aspiran a ser asesinos profesionales, al menos no los que nosotros necesitamos para esto".
"Había un tipo en la Agencia que hubiera sido ideal."
"Pero es demasiado viejo y lo sabes", contestó Alexander de inmediato. "Además, tiene un trabajo adecuado a su edad en Gales, al otro lado del charco, y parece encontrarse cómodo allí'.
"Si sólo…"
"Si tu tía tuviera pelotas, sería tu tío", señaló Pete. "Seleccionar candidatos es tu trabajo. Entrenarlos es el mío. Estos dos tienen cerebro y tienen habilidades. Lo difícil es el temperamento. Estoy trabajando ese aspecto. Sé paciente".
"En las películas es mucho más fácil".
"En las películas todos son psicópatas fronterizos. ¿Quieres a ésos como empleados?"
"Supongo que no". Había muchos psicópatas. Todo departamento de policía importante conocía varios, y mataban gente a cambio de sumas modestas o de pequeñas cantidades de drogas. El problema con esa gente era que no era buena para seguir órdenes, ni muy inteligente. ¿Dónde estaba esa chica Nikita ahora que la necesitaban?
"De modo que debemos lidiar con gente buena, confiable, con cerebro. y la gente así piensa, y lo que piensa no siempre se puede predecir, ¿no? Es bueno contar con un tipo con conciencia, pero cada tanto se preguntará si lo que hace está bien. ¿Por qué tuviste que enviar dos católicos? Ya los judíos son un problema. Nacen con culpa. Pero los católicos la aprenden en la escuela".
"Gracias, Santidad': respondió Granger.
"Sam, siempre supimos que esto no sería fácil. Caray, me envías a un infante de marina y a un FBI, podrían haber sido un par de niños exploradores, ¿no?"
"De acuerdo, Pete, es tu trabajo. ¿Tienes idea del tiempo que llevará esto? El trabajo se va apilando", observó Granger.
"En más o menos un mes sabré si cuento con ellos o no. Deberán saber por qué además de quién, pero siempre te dije que sería así.
"Es cierto", admitió Granger. Realmente, era tanto más fácil en las películas. Bastaba con buscar "asesinos a sueldo" en las Paginas Amarillas. Al principio, habían pensando en contratar ex oficiales de la KGB. Todos eran expertos y todos querían dinero -la tarifa de mercado era de menos de veinticinco mil dólares por muerte, poco dinero- pero tipos así sin duda informarían al Centro Moscú con la esperanza de que los volvieran a contratar, y de esa forma, el Campus sería conocido por la comunidad "negra" global. No podían permitir que eso ocurriera.
"¿Y los nuevos juguetes?: preguntó Pete. Tarde o temprano, debería entrenar a los gemelos en el empleo de las herramientas del oficio”.
"Me dicen que en dos semanas".
"Tanto? Demonios, Sam, las propuse hace nueve meses".
"No son cosas que se compran en la sucursal local de Westem Auto. Deben ser manufacturadas desde cero. Sabes, gente hábil para hacer piezas mecánicas que viva en lugares remotos, gente que no haga preguntas".
"Es dije, busquen a la gente para esto en la Fuerza Aérea. No paran de crear pequeños e ingeniosos dispositivos". Por ejemplo, grabadores que quepan en un encendedor de cigarrillos. Eso sí que probablemente era inspirado por las películas. y en lo que respecta a las cosas realmente buenas, el gobierno casi nunca disponía de la gente adecuada en su plantel, por lo cual debía disponer de contratistas civiles que tomaban el dinero, hacían el trabajo y mantenían la boca cerrada porque querían más contratos de ésos.
"Están trabajando en ello, Pete. Dos semanas".
"Entendido. Hasta ese momento, tengo todas las pistolas con silenciador que pueda necesitar. Ambos responden bien al entrenamiento de rastreo y vigilancia. Ayuda que tengan un aspecto tan común".
"Así que, a fin de cuentas ¿las cosas andan bien?", preguntó Granger.
"A no ser por eso de la conciencia, si".
"De acuerdo, mantenme informado".
"Así lo haré".
"Nos vemos".
Alexander colgó. Malditas conciencias pensó. Sería bueno tener robots. pero alguien notaría si viese a Robotín andando por la calle. y no podían permitirse eso. O tal vez el Hombre Invisible, pero en la historia de H. G. Wells, la droga que lo hacía transparente también lo volvía loco y esta operación ya era suficientemente loca, ¿no? Se bebió el jerez que le quedaba y, tras pensarlo, volvió a llenar su copa.
Mustafá y Abdulá se levantaron al alba, rezaron sus plegarias matutinas, desayunaron, conectaron sus computadoras y revisaron sus correos electrónicos. Tal como esperaba, Mustafá tenía un mensaje de Mohammed, que a su vez le reenviaba un mensaje de alguien, supuestamente llamado Diego, para que se encontrasen en determinado lugar a las 10:30 de la mañana, hora local. Revisó el resto de su correo, que en su mayor parte consistía en lo que los norteamericanos llaman spam. Se había enterado de que esta palabra designaba originalmente una conserva de cerdo, lo cual le pareció particularmente adecuado. Ambos salieron -por separado- pasadas las nueve, más que nada para estirar las piernas y examinar el vecindario. Verificaron cuidadosa pero furtivamente que nadie los siguiera -al parecer así era. Llegaron al punto de encuentro a las 10:25.
Diego ya estaba allí. Leía el diario y vestía una camisa blanca con rayas azules.
"Diego?", preguntó amablemente Mustafá.
"Usted debe de ser Miguel", replicó el contacto con una sonrisa, poniéndose de pie para estrecharle la mano. "Siéntese, por favor". Pablo miró en torno a sí. Sí, allí estaba el apoyo de Miguel, solo, tomando su café, vigilando como un profesional. "¿Le gusta Ciudad de México?"
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