"No sabía que fuese tan grande y activa", Mustafá señaló alrededor. Las aceras estaban colmadas de gente que iba y venía. "y el aire es tan sucio".
"Ése es un problema. Las montañas no dejan que la contaminación se vaya. Hacen falta vientos fuertes para limpiar el aire. ¿Café?"
Mustafá asintió. Pablo le hizo un gesto al camarero, indicándole la cafetera. El café al aire libre era de estilo europeo, pero no estaba muy lleno. Las mesas estaban ocupadas a medias, por grupos de personas que se encontraban para hacer negocios o sociales, conversaban y se ocupaban de sus asuntos. Llegó otra cafetera. Mustafá sirvió y espero a que el otro hablara.
"Bien, ¿en qué le puedo ser útil?"
"Tal como se acordó, estamos todos aquí. ¿Cuándo podemos partir?"
"Cuándo quiere hacerlo?", preguntó Pablo.
"Esta tarde sería ideal, pero tal vez sea un poco pronto para usted".
"Sí. Pero, ¿qué le parece mañana, digamos que a la una de la tarde?"
"Sería excelente", respondió Mustafá, agradablemente sorprendido. ¿Cómo será el cruce?"
"Comprenda que yo no participaré en forma directa. Lo llevarán en auto a la frontera y allí lo pondrán en manos de alguien que se especializa en ingresar gente y determinadas mercaderías a Norteamérica. Deberá caminar unos seis kilómetros. Hará calor, aunque no demasiado. Una vez llegado a Norteamérica, se lo conducirá a una casa segura cerca de Santa Fe, Nuevo México. Desde allí puede volar hasta su destino final o arrendar automóviles".
"¿Armas?"
"¿Qué quiere exactamente?"
"Idealmente, AK-47s".
Pablo negó con la cabeza. "No podemos suministrárselos. Sí les conseguimos pistolas-ametralladora Uzi e Ingram. Calibre 9 milímetros Parabellum, con, digamos, seis cargadores de treinta disparos cada uno, cargados".
"Más munición", dijo Mustafá. "Doce cargadores, más tres cajas de balas más por cada arma".
Pablo asintió. "Eso es fácil". El costo extra sería de un par de miles de dólares. Las armas se comprarían en el mercado abierto, al igual que la munición. Técnicamente, se las podía rastrear hasta su origen y/o comprador, pero ése era un problema teórico, no práctico. La mayoría de las armas serían Ingram, no las más precisas y mejor construidas Uzi israelíes, pero esa gente no tendría nada que objetar. Incluso era posible que tuviesen objeciones religiosas y morales para el empleo de armas de fabricación israelí. "Dígame, ¿cómo enfrentará sus gastos de traslado?"
"Cada uno de nosotros tiene cinco mil dólares estadounidenses en efectivo.
"Pueden usarlo para gastos menores, como comida y gasolina, pero para otras cosas necesitarán tarjetas de crédito. Los estadounidenses no aceptan el efectivo para el alquiler de vehículos y jamás para la adquisición de pasajes aéreos".
"Las tenemos", replicó Mustafá. Él y cada uno de los integrantes del equipo tenía tarjetas Visa emitidas en Bahrein. Hasta tenían números correlativos. Todas correspondían a una cuenta bancaria suiza, que con tenía algo más de quinientos mil dólares. Suficiente para sus propósitos.
Pedro vio que el nombre que figuraba en la tarjeta era JOHN PETER SMITH. Bien. Quienquiera que hubiera organizado esto, no había cometido el error de usar nombres árabes. Funcionada mientras no cayese en manos de un policía a quien se le ocurriera preguntarle al señor Smith de dónde provenía exactamente. Esperaba que hubieran sido informados acerca de la policía norteamericana y sus costumbres.
"Otros documentos?", preguntó Pablo.
"Nuestros pasaportes son de Qatar. Tenemos licencias de conductor internacionales. Todos hablamos inglés aceptable y sabemos leer mapas. Conocemos las leyes estadounidenses. Nos mantendremos dentro del límite de velocidad y conduciremos con precaución. Al clavo que asoma la cabeza, se lo baja de un martillazo. así que no nos asomamos".
"Bien", observó Pablo. De modo que habían sido instruidos. Algunos hasta recordarían las lecciones. "Recuerde que un solo error puede arruinarles toda la misión. y cometer errores es fácil. Estados Unidos es un país en el que es fácil residir y trasladarse, pero la policía es muy eficiente. Si nadie los nota, están a salvo. Por lo tanto, no deben hacerse notar. Si fallan en eso, fallarán en todo"
"Diego, no fallaremos", prometió Mustafá.
¿Fallar en qué? se preguntó Pablo, pero no lo dijo. ¿Cuántas mujeres y niños matarán? Pero en realidad no le importaba. Era una forma cobarde de matar, pero las reglas de honor de la cultura de sus "amigos" eran distintas de las suyas. Se trataba de negocios, y no necesitaba saber más.
Tres millas, flexiones de brazos, un café, ase era la vida en el sur de Virginia.
"Brian, ¿estás acostumbrado a llevar armas de fuego?"
"Sí, Pete. Generalmente, un M16 y cinco o seis cargadores extras. Las granadas de fragmentación también forman parte del equipo básico".
"Hablaba más bien de armas de mano".
"Estoy acostumbrado a la Beretta M9.
"¿Eres bueno tirando?"
"Está en mi legajo, Pete. En Quantico, me puntuaron como experto, pero lo mismo ocurrió con el resto de mi clase. De modo que no significa mucho".
"¿Estás acostumbrado a llevarla contigo?"
"¿Cuando visto de civil? No".
"Bueno, acostúmbrate".
"¿Es legal?", preguntó Brian. "El estado de Virginia lo permite en algunos casos. Si no tienes antecedentes policiales, tu municipio puede otorgarte un permiso para llevar un arma oculta. ¿y tú, Dominic?"
"Aún soy del FBI, Pete. Me siento desnudo si no llevo un amigo conmigo".
"¿Qué usas?"
"Smith & Wesson 1976. Diez milímetros, doble acción. Últimamente, el Buró se pasó a la Glock, pero me gusta más la Smith". y no, no hice una muesca en las cachas, pensó, aunque no lo dijo.
"Bien, quiero que vayan armados en sus salidas, sólo para que vayan acostumbrándose a la idea, Brian".
Éste se encogió de hombros. "Está bien". Mejor que llevar una mochila de treinta kilos.
Claro que había muchas otras cosas de que ocuparse además de Sali. Jack trabajaba sobre un total de once personas, todas, con excepción de una, originarios del Medio Oriente, todos financistas. El único europeo vivía en Riad. Era alemán, pero se había convertido al Islam, lo cual a alguien le había parecido lo suficientemente extraño como para ponerlo bajo vigilancia electrónica. El alemán que Jack aprendió en la universidad era suficiente como para entender sus e-mails, que no revelaban mucho. Evidentemente, había adoptado las costumbres locales, al punto que ni siquiera bebía cerveza. Evidentemente, era apreciado por sus amigos sauditas -una cosa buena del Islam era que si seguías las reglas y orabas como corresponde, no Es importaba demasiado qué aspecto tenias. Habría sido admirable de no ser por el hecho de que la mayor parte de los terroristas del mundo oraban en dirección a La Meca. Pero eso, se recordó Jack, no era culpa del Islam. La noche en que el nació, habían intentado matarlo cuando aún no había salido del vientre de su madre, y esas personas habían dicho ser católicos fanáticos. En todas partes los fanáticos eran fanáticos. La idea de que había personas que habían querido matar a su madre le daba ganas de tomar su Beretta.40. En cuanto a su padre, bueno, se sabía cuidar solo, pero atacar a las mujeres era pasarse demasiado de la raya y se trataba de una raya que se podía cruzar sólo una vez y sólo en una dirección. No había retorno.
Claro que él no recordaba nada. Los terroristas del ULA se habían ido a encontrar con su Dios, gracias al Estado de Maryland, antes de que él comenzara primer grado, y sus padres nunca tocaban el tema. Su hermana Sally sí lo hacía. Aún tenía sueños al respecto. Se preguntó si a sus padres Es ocurriría lo mismo. ¿Terminaba uno por olvidar episodios así? En el History Channel había visto cosas que sugerían que los veteranos de la Segunda Guerra Mundial aún revivían escenas de combate por las noches, yeso había ocurrido hacía más de sesenta años. Recuerdos como ésos debían de ser una condena.
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