No. Se hubieran enfadado -enfurecido- por las veces que había puesto en juego su vida, y precisamente eso era lo que su propio hijo había aprendido. Había muchas áreas vacías en su memoria, períodos en que su padre no había estado en casa y mamá no había explicado por qué… y ahora, aquí estaba él, si no haciendo exactamente lo mismo, in- dudablemente yendo en la misma dirección… Bueno, su padre siempre había dicho que el mundo era un lugar loco, y ahora él estaba aquí, descubriendo cuán loco podía ser.
Comenzó en el Líbano, con un vuelo a Chipre. De allí, un vuelo de KLM al aeropuerto de Sclúphol en Holanda, y de ahí a París. En Francia, los dieciséis hombres pasaron la noche en diferentes hoteles, tomándose el tiempo de recorrer las calles, practicar su inglés -finalmente no había tenido mucho sentido hacerles aprender francés- y lidiar con una población local que podría haber sido más amistosa. Según el punto de vista de ellos, lo bueno era que ciertas ciudadanas francesas se esmeraban en hablar razonable inglés y se mostraban muy solícitas -a cambio de una tarifa.
Ellos tenían un aspecto más bien común, algo menos de treinta años, afeitados, de altura y contextura medianas, mejor vestidos que la mayor parte de la gente. Todos ocultaban bien su incomodidad, aunque lanzaban furtivas miradas de soslayo a los policías que se cruzaban -sabían que no debían llamar la atención de los policías uniformados. La policía francesa tenía fama de metódica, lo cual no agradaba a estos visitantes. Viajaban con pasaportes qataríes, los cuales eran relativamente seguros, pero ni siquiera un pasaporte emitido por el propio ministro de Relaciones Exteriores de Francia habría resistido un escrutinio intenso. De modo que mantenían su perfil bajo. Se los había entrenado para no mirar mucho a los lados, ser corteses y hacer el esfuerzo de sonreír a la gente con que trataban. Afortunadamente para ellos, era la temporada turística en Francia y París estaba atestado de personas que, como ellos, hablaba poco francés, para diversión y desprecio de los parisinos, que, de todas formas, aceptaban su dinero.
El desayuno del día siguiente no concluyó con revelaciones explosivas, lo que tampoco ocurrió en la comidas. Los hermanos Caroso escucharon las lecciones de Pete Alexander, haciendo cuanto podían para no dormirse, pues las lecciones parecían más bien obviedades.
"¿Les parece aburrido?", preguntó Pete a la hora de comer.
"Bueno, no hace temblar la tierra", respondió Brian tras unos segundos.
"Verás que no lo será cuando estés en las calles de una ciudad extranjera, digamos en el mercado, buscando a un sospechoso en una multitud de miles de personas. Lo importante es hacerse invisible. Trabajaremos en eso esta tarde. ¿Tienes alguna experiencia al respecto, Dominic?"
"En realidad, no. Sólo lo básico. No mirar directamente al sujeto. Prendas reversibles. Diferentes corbatas, si uno está en un ambiente en que se deba llevarlas, y se depende de otros para cambiar de apariencia. Pero donde vamos no tendremos el apoyo para vigilancia discreta que nos suministra el Buró, ¿verdad?"
"Desde ya que no. De modo que se mantendrán a distancia hasta el momento de actuar. Entonces, se moverán lo más rápido que sea posible…"
"ay eliminamos al tipo?"
"Aún te incomoda eso?"
"Aún no renuncié, Pete. Por ahora, digamos que me preocupa".
Alexander asintió. "Es justo. Preferimos gente que sepa pensar, y sabemos que pensar acarrea sus condenas propias".
"Supongo que ésa debe de ser la forma de ver esto. ¿y si el tipo que se supone que debemos sacar de en medio resulta ser inofensivo?", preguntó el infante de marina.
"Entonces se retiran y se reportan en la base. Existe la posibilidad teórica de que una misión sea errónea, pero hasta donde yo sé, ello nunca ocurrió".
"¿Nunca?"
"Nunca, ni una vez", le aseguró Alexander.
"La perfección me pone nervioso".
"Tratamos de ser cuidadosos".
"¿Cuáles son las reglas? De acuerdo, tal vez no necesito saber -por ahora- quién nos envía a matar a alguien, pero, sabe, me gustaría saber cuales son los criterios para firmarle la sentencia de muerte a un tipo".
"Se tratará de alguien que, directa o indirectamente, haya provocado la muerte de ciudadanos estadounidenses, o está directamente involucrado en planes para hacerlo. No apuntamos a la gente que canta demasiado fuerte en la iglesia o tarda en devolver libros a la biblioteca".
"Habla de terroristas, ¿no?"
"Sr.', respondió Pete simplemente".
"Por qué no arrestarlos?", preguntó Brian.
"Como tú hiciste en Afganistán?"
"Eso era distinto", protestó el infante de marina.
"¿En qué?", preguntó Pete.
"Bueno, para empezar, éramos combatientes uniformados en operaciones y bajo las órdenes de una autoridad de mando legalmente constituida".
"Tú actuaste por iniciativa propia, ¿no?"
"Se supone que los oficiales deben usar la cabeza. Sin embargo, las órdenes generales para mi misión provenían de la cadena de mandos".
"ay no las cuestionaste?"
"No. A no ser que estés loco, no haces eso".
"ay qué ocurre cuando no hacer algo es la locura?", preguntó Pete. "Qué ocurre si se te presenta la oportunidad de hacer algo contra personas que planean hacer algo muy destructivo?"
"Para eso están la CIA y el FBI".
"Pero cuando por una u otra razón no pueden cumplir con su tarea ¿qué ocurre? ¿Dejas que los malos sigan adelante con sus planes y luego te encargas de ellos? Eso puede costar caro",le dijo Alexander. "Nuestra tarea es hacer lo que se debe cuando los métodos convencionales no alcanzan para cumplir la misión".
"Con qué frecuencia?" Éste era Dominic, que buscaba proteger a su hermano.
"Cada vez más".
"Cuántas eliminaciones han hecho?", preguntó Brian.
"No necesitas saberlo".
"Oh, me encantaría oír eso", observó Dominic con una sonrisa.
"Paciencia, muchachos, todavía no están en el club", Es dijo Pete, esperando que fueran lo suficientemente inteligentes como para no objetar ese punto.
"De acuerdo, Pete': dijo Brian tras pensar por un momento. "Ambos dimos nuestra palabra de que las cosas de que nos enteremos mientras estemos aquí, aquí quedan. Muy bien. Lo que ocurre es que asesinar gente a sangre fría no es exactamente lo que me entrenaron para hacer, ¿sabes?"
"No se supone que debas disfrutarlo. En Afganistán, ¿alguna vez le disparaste al que estuviese mirando para otro lado?"
"Dos", admitió Brian. "Pero el campo de batalla no son los Juegos Olímpicos", protestó a medias.
"Tampoco lo es el resto del mundo, Aldo". La expresión del rostro del infante de Marina decía ahí me pillaste. "Es un mundo imperfecto, amigos. Si quieren hacerlo perfecto, adelante, ya se ha intentando antes. En lo que a mí respecta, me basta con hacerlo más seguro y predecible. Imaginen que alguien hubiese sacado de en medio a Hitler en 1934 o a Lenin, en Suiza, en 1915. El mundo habría sido mejor, ¿verdad? O tal vez malo de otra forma. Pero no nos dedicamos a ese negocio. Lo nuestro no es el asesinato político. Nuestra presa son los pequeños tiburones que matan inocentes en formas que eluden los procedimientos convencionales para detenerlos. No es el mejor sistema. Lo sé. Todos lo sabemos. Pero es algo, y vamos a probar si funciona. No puede ser mucho peor que lo que ya tenemos ¿no?"
Durante este discurso, los ojos de Dominic no se despegaron del rostro de Pete. Es acababa de decir algo que tal vez no había tenido intención de decir. El Campus aún no tenía asesinos. Serían los primeros. Debía de haber muchas esperanzas centradas en ellos. Eso implicaba mucha responsabilidad. Pero tenía sentido. Estaba claro que Alexander no Es enseñaba a partir de su propia experiencia en el mundo real. Se suponía que un oficial de entrenamiento era alguien que había llevado a cabo lo que enseñaba. Por eso, la mayor parte de los instructores de la academia del FBI eran agentes con experiencia de campo. Podían explicar cómo era estar allí. Pete sólo Es podía decir qué hacer. Pero entonces ¿por qué los habían escogido a él y a Aldo?
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