Michael Crichton - Esfera

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En las profundidades del Océano Pacífico se descubre una misteriosa nave espacial de grandes dimensiones. Las autoridades norteamericanas envían a un grupo de científicos para que investigue el inquietante hallazgo. ¿Procede la nave de alguna civilización extraterrestre? ¿De un universo diferente? ¿Del futuro? La respuesta desafía la imaginación y escapa a cualquier intento de explicación lógica: un extraordinario y terrible poder amenaza toda la vida existente en torno al enigmático objeto.

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– Creí que lo sabía -había dicho Barnes-. Ese es el PON [ [21] ] para ambientes saturados. Se puede permanecer aquí abajo el tiempo que se quiera, pero cuando se regresa hay que pasar un período de cuatro días de descompresión. Y, créame, este habitáculo es mucho más agradable que la cámara de descompresión. Así que disfrute esto mientras pueda.

«Disfrute esto mientras pueda», pensó Norman. ¡Jesús! La tarta de fresas ayudaría. De todos modos, ¿dónde diablos estaba Rose Levy?

Retornó al Cilindro D.

– ¿Dónde está Rose Levy?

– No sé -respondió Tina-. Por ahí. Durmiendo, quizá.

– Nadie podría dormir durante esa alarma -objetó Norman.

– ¿La ha buscado en el comedor?

– De allí vengo. ¿Dónde se encuentra Barnes?

– Volvió a la nave, con Ted. Están poniendo más sensores alrededor de la esfera.

– Les dije que era una pérdida de tiempo -dijo Harry.

– ¿Así que nadie sabe dónde se halla Rose Levy? -preguntó Norman.

Alice Fletcher acababa de volver a los paneles de los ordenadores.

– Doctor -dijo-, ¿es usted una de esas personas que necesitan saber en todo momento dónde está toda la gente?

– No -dijo Norman-. Por supuesto que no.

– ¿Entonces, por qué tanto lío con Levy, señor?

– Sólo quería saber dónde estaba la tarta de fresas.

– Liquidada -repuso Fletcher en el acto-. El capitán y yo regresamos de cumplir con el funeral, nos sentamos y nos la comimos toda. Así de simple.

– Quizá Rose haga más -le consoló Harry.

Norman encontró a Beth en su laboratorio, en el nivel superior del Cilindro D. Entró justo a tiempo para verla tomar una pastilla.

– ¿Qué era eso?

– Valium, por Dios.

– ¿Dónde lo conseguiste?

– Mira -dijo Beth-, no me largues una perorata de psicólogo sobre eso…

– Tan sólo preguntaba.

Beth señaló una caja blanca, enclavada en la pared de la esquina del laboratorio.

– Hay un botiquín de primeros auxilios en cada uno de los cilindros. Es bastante completo.

Norman fue hacia la caja y abrió la tapa con un movimiento seco. Había compartimientos bien demarcados que contenían medicamentos, jeringuillas y vendas. Beth tenía razón al decir que era bastante completo: antibióticos, sedantes, tranquilizantes, hasta anestésicos quirúrgicos. Norman no reconoció todos los nombres que aparecían en los frascos, pero las drogas psicoactivas eran fuertes.

– Con las cosas que hay en este botiquín podrías librar una guerra…

– Sí, bueno… La Armada…

– Hay todo lo que se necesita para efectuar cirugía mayor. -Norman reparó en una tarjeta que había en el interior del botiquín, y leyó: «asistmed código 103»-. ¿Tienes alguna idea acerca de lo que quiere decir eso?

Beth asintió con la cabeza.

– Es un código de ordenador. Lo traje desde la memoria.

– ¿Y qué?

– Las noticias no son buenas.

Norman se sentó ante la terminal del laboratorio de Beth y preguntó:

– ¿Así está bien?

Tecleó 103. La pantalla respondió:

AGENTE HIPERBÁRICO SATURADO COMPLICACIONES MÉDICAS (GRAVES – FATALES)

1.01 Embolia pulmonar.

1.02 Síndrome nervioso por alta presión.

1.03 Necrosis ósea aséptica.

1.04 Toxicidad del oxígeno.

1.05 Síndrome de esfuerzo térmico.

1.06 Seudomoniasis generalizada.

1.07 Infarto cerebral.

Elegir Una:

– No elijas ninguna -aconsejó Beth-. Leer los detalles sólo servirá para inquietarte. Limítate a considerarlo de este modo: estamos en un ambiente muy peligroso. Barnes no se molestó en darnos todos los detalles cruentos. ¿Sabes por qué la Armada tiene una regla que dispone que se debe sacar a la gente al cabo de setenta y dos horas? Porque después de ese tiempo aumenta el riesgo de padecer la llamada «necrosis ósea aséptica». Nadie puede explicar la causa, pero el ambiente sometido a presión produce la destrucción de los huesos de piernas y caderas. ¿Y sabes por qué, cuando caminamos por él, este habitáculo se ajusta de modo constante? No se debe a que sea alta tecnología llamativa pero superficial. Se debe a que la atmósfera de helio hace que sea muy volátil el control del calor corporal; rápidamente te puedes sobrecalentar y, con la misma rapidez, enfriarte, hasta un nivel letal. Puede ocurrir con tanta velocidad que no te des cuenta hasta que es demasiado tarde. Entonces te caes muerto. Y el «síndrome nervioso por alta presión» consiste en convulsiones súbitas, parálisis y muerte si el índice de bióxido de carbono de la atmósfera cae a un nivel muy bajo. Para eso están las placas del pecho, para saber con seguridad que tenemos suficiente CO2 en el aire. Ese es el único motivo por el que llevamos las placas. Agradable, ¿eh?

Norman apagó la pantalla con un movimiento seco y quedó inmóvil en su asiento.

– Bueno, volviendo al punto de partida: ahora no hay mucho que podamos hacer al respecto.

– Es lo que dijo Barnes.

Beth empezó a empujar elementos de su equipo sobre la mesa de trabajo. Reacomodaba las cosas con movimientos nerviosos.

– Qué pena que no tengamos una muestra de esas medusas -comentó Norman.

– Sí; pero, a decir verdad, no sé muy bien cuál sería la utilidad de tenerla. -Frunció el entrecejo y movió algunos de los papeles que había sobre la mesa-. Norman, aquí abajo no estoy pensando con mucha claridad.

– ¿Qué quieres decir?

– Después del accidente volví aquí arriba para releer mis notas, para repasar cosas. Y revisé los camarones. ¿Recuerdas que te dije que carecían de estómago? Bueno, pues sí lo tienen. Había hecho una mala disección, fuera del plano sagital medio y, sencillamente, no llegué a exponer las estructuras de la línea media. Pero están ahí, ya lo creo: los camarones son normales. Y en cuanto a los calamares, resulta que el único que disequé tenía una pequeña anomalía: una branquia atrofiada, pero tenía una. Los demás calamares son todos normales, como cabía esperar. Yo estaba equivocada, procedí con demasiada precipitación. Y eso realmente me molesta.

– ¿Esa es la razón de que tomaras el Valium?

Ella asintió en silencio.

– Odio ser chapucera.

– Nadie te está criticando.

– Si Harry o Ted repasaran mis investigaciones y descubrieran que cometí esos estúpidos errores…

– No es tan grave cometer un error.

– Ya los puedo oír: «Como todas las mujeres, no es lo bastante atenta; está demasiado ansiosa por hacer un descubrimiento; trata de probarse a sí misma y saca conclusiones con excesiva rapidez. Como todas las mujeres…»

– Nadie te está criticando, Beth.

– Yo lo estoy haciendo.

– Tú y nadie más -dijo Norman-. Creo que tendrías que darte un respiro.

Beth miró con fijeza las cosas que había en la mesa, y luego dijo:

– No puedo.

Algo en el tono con que pronunció esas palabras conmovió a Norman.

– Entiendo. -Y un recuerdo irrumpió en su memoria-. Voy a contarte algo. Cuando era niño fui un día a la playa con mi hermano menor, Tim. Ya murió; pero, en aquel entonces, tenía alrededor de seis años y todavía no sabía nadar. Mi madre me había dicho que lo vigilara con cuidado. No obstante, cuando llegué a la playa vi que estaban allí todos mis amigos, dejándose llevar por las olas hacia la costa. Yo no quería que mi hermano me molestara. Fue un momento difícil, porque yo quería meterme en el mar y mi hermano tenía que quedarse cerca de la orilla. Como quiera que fuese, en cierto momento él salió del agua gritando de un modo atroz, dando chillidos a más no poder, y dando tirones a algo que tenía en el lado derecho. Resulta que le había picado una medusa, la cual estaba todavía agarrada a su cuerpo, colgada del costado. Después, mi hermano se desplomó en la playa. La madre de uno de los chicos corrió hasta donde estaba Timmy; lo levantó y lo llevó al hospital antes de que yo hubiera salido del agua siquiera. Yo no sabía adonde habían llevado a mi hermano, de modo que tardé en llegar al hospital; mi madre ya estaba allí. Tim se hallaba en estado de shock porque la dosis de veneno fue muy alta para su pequeño cuerpo. De todas maneras nadie me hizo ningún reproche, pues de nada habría servido que yo hubiera estado sentado a su lado en la playa, vigilándolo; igual le habría picado la medusa. Sin embargo, como yo no había estado sentado donde debía estar, me culpé durante años, hasta mucho tiempo después de que mi hermano se pusiera bien. Cada vez que le veía esas cicatrices en el costado, experimentaba un terrible sentimiento de culpa. Pero uno lo supera, no eres responsable de todo lo que ocurre en el mundo. De ningún modo.

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