John Le Carre - La chica del tambor

Здесь есть возможность читать онлайн «John Le Carre - La chica del tambor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Шпионский детектив, на французском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La chica del tambor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La chica del tambor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La chica del tambor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La chica del tambor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

- Has obtenido una gran victoria para nosotros. Minkel murió al abrir la cartera. Se informó que otros amigos del sionismo estaban gravemente heridos. Aún los están contando. -Se expresaba con brutal satisfacción-. Hablan de atropello. Conmoción. Asesinato a sangre fría. Deberían visitar Rashideyeh algún día. Invito a toda la universidad. Hay que reunirlos en los refugios y acribillarlos a medida que salgan. Hay que quebrarles los huesos y obligarlos a mirar cómo se tortura a sus hijos. Mañana el mundo entero leerá que los palestinos no se convertirán en los pobres negros de Sión.

La calefacción era potente, pero no bastaba. Se acurrucó más en el abrigo de él. Las solapas eran de terciopelo y ella percibía el olor característico de las prendas nuevas.

- ¿Quieres contarme cómo fue? -preguntó él.

La muchacha negó con la cabeza. Los asientos eran mullidos y suaves; el motor estaba silencioso. Escuchó, pero no oyó ningún otro coche. Miró el retrovisor. Nada detrás, nada al frente. ¿Cuándo lo hubo? Tomó conciencia de los ojos oscuros de El Jalil, que la observaban.

- No te preocupes. Te cuidaremos. Te lo prometo. Me alegra que sientas pesar. Otros, cuando matan, ríen y se consideran vencedores. Se emborrachan, se arrancan las ropas como animales. Yo he visto todo eso. Pero tú…, tú sollozas. Eso es muy bueno.

La casa estaba junto a un lago y el lago en un valle profundo. El Jalil pasó por delante dos veces antes de volver al camino, y sus ojos, al mirar a los lados, eran los ojos de Joseph, oscuros y resueltos y omnividentes. Se trataba de una cabaña moderna, el segundo hogar de un hombre rico. Tenía paredes blancas y ventanas árabes y un tejado rojo en pendiente, en el que la nieve no podía asentarse. El garaje estaba unido a la casa y sus puertas se encontraban abiertas. Cuando hubieron entrado, se cerraron. El paró el motor y extrajo de la chaqueta una pistola automática de largo cañón. El Jalil, el tirador manco. Ella permaneció en el automóvil, contemplando la leña apilada junto al muro posterior. El hombre abrió la puerta del lado de la muchacha.

- Ve detrás de mí. A tres metros, no más cerca.

Una puerta metálica lateral se abría a un pasillo interior. Esperó, y luego echó a andar tras él. Las luces del salón ya estaban encendidas y había leña ardiendo en el hogar. Sofá tapizado en piel de potro. Muebles rústicos. Una mesa de troncos puesta para dos. En un cubo de hielo, con su correspondiente pie de hierro forjado, una botella de vodka.

- Espera aquí -dijo él.

La muchacha se detuvo en el centro del salón, sosteniendo el bolso con ambas manos, mientras él recorría la casa, habitación por habitación, tan silenciosamente que ella sólo oía las puertas de los armarios al abrirse y cerrarse. Empezó a temblar otra vez, vio-lentamente. El regresó al salón, dejó su arma a un lado, se dejó caer en cuclillas ante el fuego y se dedicó a atizarlo para elevar la llama. «Mantener a raya a los animales -pensó ella, observándole-. Y el cordero a salvo.» El fuego crepitó y ella se sentó delante, en el sofá. El hombre conectó la televisión. Se veía una película en blanco y negro, transmitida desde la taberna de lo alto de la colina. Bajó el sonido. Fue a situarse ante ella.

- ¿Querrías un poco de vodka? -preguntó con amabilidad-. Yo no bebo, pero a ti quizá te agrade.

Quería, de modo que él le sirvió un poco, demasiado.

- ¿Quieres fumar?

Le alcanzó una cigarrera de piel y le dio lumbre.

La iluminación del lugar era brillante; ella dirigió inmediatamente los ojos hacia la televisión y se encontró de pronto contemplando las facciones alteradas, histriónicas, del alemán bajo y de rostro de comadreja, al que había visto menos de una hora antes junto a Marty. Se encontraba a un lado del coche policial. Detrás de él, alcanzaba a ver un trozo de pavimento y la puerta lateral de la sala de conferencias, rodeada por una cerca de cinta fluorescente. Automóviles de la policía, de los bomberos y ambulancias entraban y salían con gran bullicio del área acordonada. «El terror es teatro», pensó. El fondo fue remplazado por la imagen de unos encerados verdes, destinados a mantener a raya la tormenta, mientras la búsqueda proseguía. El Jalil aumentó el sonido, y ella oyó las sirenas de las ambulancias detrás de la voz tersa y bien modulada de Alexis.

- Qué dice? -preguntó.

- Es quien dirige la investigación. Espera. Te lo diré.

Alexis se esfumó y fue remplazado por una imagen de estudio de Oberhaus ileso.

- Ese es el idiota que me abrió la puerta -dijo ella.

El Jalil alzó la mano para indicarle que guardara silencio. Ella escuchó y entendió, con una curiosidad objetiva, que Oberhauser estaba dando una descripción de su persona. Captó «Süd Afrika» y una referencia al cabello castaño; vio cómo, con un gesto, aludía a sus gafas; la cámara mostró un dedo tembloroso que señalaba unas similares a las que Tayeh le había proporcionado.

Después de la descripción de Oberhauser, vino la primera imagen probable que del sospechoso podía facilitar nuestro artista, una imagen que no se parecía a la de nadie en el mundo, excepto, quizás, a la de un antiguo anuncio de un líquido laxante que había sido ampliamente difundido en las estaciones ferroviarias diez años atrás. A continuación, uno de los agentes de policía que habían conversado con ella agregó su propia vergonzosa descripción.

Apagando el aparato, El Jalil volvió a pararse ante ella.

- ¿Me permites? -preguntó con timidez.

Cogió el bolso de la muchacha y lo puso al otro lado, a fin de poder sentarse. ¿Zumbaba? ¿Emitía alguna señal:? ¿Era un micrófono? ¿Para qué demonios servía?

El Jalil se expresó con precisión: un médico muy experimentado ofrece su diagnóstico.

- Corres cierto riesgo -dijo-. Oberhauser te recuerda, y también te recuerdan su esposa, el policía y varias personas del hotel. Tu peso, tu figura, el hecho de que hables inglés, tu talento de actriz. Lamentablemente, hay también una mujer inglesa que alcanzó a oír parte de tu conversación con Minkel y cree que no tienes nada de sudafricana, que eres inglesa. Tu descripción ha sido enviada a Londres, y sabemos que los ingleses ya te tienen en mal concepto. Esta región está en máxima alerta, las carreteras interceptadas, se pide la documentación, todo el mundo ha empezado a desconfiar. Pero no te preocupes. -Le cogió la mano y se la sostuvo con firmeza-. Te protegeré con mi vida. Esta noche estaremos a salvo. Mañana te habremos introducido clandestinamente en Berlín y te enviaremos a casa.

- A casa -dijo ella.

- Eres una de nosotros. Eres nuestra hermana. Fatmeh dice que eres nuestra hermana. No tienes un hogar, pero formas parte de una gran familia. Podemos proporcionarte una nueva identidad, o puedes ir donde Fatmeh, vivir con ella durante todo el tiempo que lo desees. Aunque nunca vuelvas a combatir, cuidaremos de ti. ¡Por Michel! Por lo que has hecho por nosotros.

Su lealtad era horrorosa. La mano de ella permanecía aún en la de él, en contacto con su fuerza y su seguridad. Los ojos del hombre brillaban con un orgullo posesivo. La muchacha se puso de pie y salió de la habitación, llevándose su bolso de mano.

Una cama doble, la estufa eléctrica encendida, ambas resistencias, sin reparar en gastos. Un estante con los best-sellers de Nowheresville: Yo estoy bien, tú estás bien, la alegría del sexo. La cama, abierta por los dos lados. Más allá, el cuarto de baño, revestido con madera de pino, con sauna incluida. Extrajo su transmisor y lo miró, y era su viejo transmisor, hasta en el último rasguño: sólo que un poco más pesado, un poco más fuerte en la mano. «Espera hasta que él duerma. Hasta que yo duerma.» Se consideró a sí misma. La primera imagen del artista no había estado tan mal, después de todo. Una tierra para nadie, para alguien sin tierra. Primero se restregó las manos y las uñas; luego, llevada por un impulso, se desnudó y se dio una larga ducha, aun cuando sólo fuera para mantenerse, durante unos momentos más, al margen del calor de la confianza de él. Se lavó con loción para el cuerpo, evitando el espejo del botiquín que había encima del lavabo. Le interesaban sus propios ojos; le recordaban los de la muchacha francesa de la escuela en que se había entrenado: aparecía en ellos el mismo furioso vacío de una mente que había aprendido a renunciar a los peligros de la compasión. Regresó y encontró al hombre poniendo comida en la mesa. Exactamente el mismo autodesprecio. Fiambres, queso, una botella de vino. Velas ya encendidas. El apartó una silla para ella, en el mejor estilo europeo. Ella se sentó; él se sentó frente a ella y empezó a comer de inmediato, con la natural concentración con que lo hacía todo. Había matado y ahora estaba comiendo: ¿qué podía haber de más correcto? «Mi comida más demencial -pensó ella-. La peor y la más demencial. Si se acerca un violinista a nuestra mesa, le pediré que toque Moon River.»

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La chica del tambor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La chica del tambor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La chica del tambor»

Обсуждение, отзывы о книге «La chica del tambor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x