Siempre he temido a la muerte por ahogamiento más que a ninguna otra: el agua oscura chupándome hacia dentro. Me temblaban ligeramente las manos. Las apreté contra mis costados para que Grafalk no las viera temblar.
– Fue la destrucción del Lucelia lo que no pude entender al principio. Sabía que estaba usted enfadado con Bledsoe por haberle abandonado, pero no me daba cuenta de lo mucho que le odiaba. Además, los contratos de embarque de la Eudora que vi me confundieron. Había muchas órdenes de embarco que la Pole Star había cedido a la Grafalk Steamship. Durante un tiempo pensé que estaban de acuerdo, pero la explosión del Lucelia no significaba ninguna ventaja financiera para Bledsoe. Más bien al contrario. Entonces él me dijo, el lunes, que le había presionado usted cuando buscaba financiación para el Lucelia. Sabía que nunca conseguiría el dinero si se corría la voz de que había estado en prisión por estafa. Así que prometió usted no hablar si le daba algunos de sus contratos. Aquello explicaba también lo del agua en sus bodegas. Una vez que el Lucelia estuvo financiado, ya podía decírselo al mundo entero sin que a nadie le importara. Empezó a ofrecer condiciones más ventajosas, considerablemente, que usted, y usted mandó a Mattingly a sobornar a uno de sus marineros para que inundara sus bodegas. Así que perdió la carga, y de un modo bastante caro.
Grafalk ya no estaba tan relajado. Alzó las piernas y las cruzó.
– ¿Cómo sabe eso? -preguntó ásperamente.
– Boom Boom vio allí a Mattingly. Escribió a Pierre Bouchard que había visto a Mattingly en extrañas circunstancias. Pensé que habría sido aquí, en el Brynulf, pero Paige me contó que Mattingly no era de la partida. El único lugar extraño aparte de éste donde mi primo podía haber visto a Mattingly era en el puerto. Esto preocupó lo bastante a Boom Boom como para decirle a Bouchard que siguiera a Mattingly, y no lo hubiera hecho por algo trivial… Pero lo que en realidad quiero saber, Niels, es cuánto tiempo hace que la Grafalk Steamship está perdiendo dinero.
Se levantó con un movimiento repentino e hizo caer su copa de coñac.
– ¿Quién le ha dicho eso?
– Niels, es usted como un elefante furioso. Está dejando un rastro de árboles destrozados a su paso y cree usted que nadie los ve. No hacía falta que me dijera que la Grafalk Steamship es la única cosa que de verdad le importa. Me pareció obvio el día que le conocí.
Después, su furia con Bledsoe por haberle dejado era totalmente irracional. La gente deja el trabajo todos los días para buscar otro o para instalarse por su cuenta. Comprendo que se sintiese usted herido si fue el que le dio a Bledsoe su oportunidad. ¡Pero, por Dios! Se comportó usted como el rey Ricardo cuando uno de sus barones rompe el juramento de fidelidad. Bledsoe no trabajaba para Grafalk Steamship. Trabajaba para usted. Fue una ofensa personal cuando le dejó.
Grafalk volvió a sentarse. Recogió su vaso y se sirvió más Armagnac; le temblaba la mano.
– Es usted un hombre bastante listo, y no necesita dinero. No personalmente. No había razón alguna para que se mezclase en los asuntos de Clayton para su lucro personal. Pero su compañía necesitaba ayuda.
El primer día que estuve en el puerto oí a su nuevo expedidor intentando conseguir órdenes. No podía bajar las ofertas lo bastante. Trabaja usted con esa flota tan anticuada… Cuando el Leif Ericsson se estrelló contra el muelle, Martin Bledsoe preguntó si así era como pensaba usted deshacerse de sus viejos barcos. Fue cuando usted le aguijoneó con lo de su pasado en prisión. Él reaccionó violentamente y la atención de la gente se dispersó. Pero usted necesitaba deshacerse de sus viejos barcos. Martin no había podido convencerle de que fabricase barcos de mil pies y usted estaba atrapado con aquellos viejos barcos poco rentables.
Barrió el decantador de la mesa con una violencia que lo mandó volando contra la pared de estribor. El decantador se rompió y una lluvia de cristales y Armagnac me cayó por la espalda.
– ¡Nunca pensé que fuesen rentables! -gritó-. Son demasiado grandes. No hay muchos puertos en los que puedan entrar. Estoy seguro de que son un capricho pasajero -cerró los puños y su cara adquirió una expresión iracunda y pensativa-. Pero entonces empecé a perder pedidos y no podía recuperarlos. ¡Y Martin! ¡Maldito sea! Le salvé de la cárcel. Le devolvía la vida. ¿Y cómo me lo agradece? Construyendo ese maldito Lucelia Wieser y alardeando de él bajo mis narices.
– ¿Por qué no construyó usted uno en aquel momento? -pregunté enfadada.
Me enseñó los dientes.
– No podía permitírmelo. Por entonces la compañía ya estaba endeudada. Había hipotecado muchas de mis otras empresas y no podía encontrar a nadie que me prestase tanto dinero. Entonces conocí a Phillips y a su patética esposa y vi la manera de conseguir al menos algunos pedidos. Pero el otoño pasado su dichoso primo empezó a meter las narices por todas partes. Sabía que, si descubría la verdad, tendríamos problemas, así que le mandé a Paige.
– Ya conozco esa parte. Ahórremela; esas historias sentimentales me dan náuseas… ¿Por qué hizo volar el Lucelia?
– Aquella salida de Martin… Si había lanzado el Ericsson deliberadamente contra el muelle… Al principio deseé poder hacer estallar la flota entera y cobrar el seguro. Luego tuve una idea mejor. Deshacerme del Lucelia y cerrar la parte alta de los lagos para los grandes barcos al mismo tiempo. No puedo mantener la esclusa Poe así para siempre. Pero he conseguido que tres de esos bastardos se queden parados en Whitefish Bay. Tendrán que darse paseítos entre Thunder Bay y Duluth durante los próximos doce meses y no hay sitio lo bastante grande para que amarren en invierno allí.
Rió como un demente.
– Este verano podré llevar mucha mercancía. Iré a los astilleros la primavera próxima. Podré empezar a invertir en nuevos cargueros el año que viene. Y barreré a Martin.
– Ya. -Me sentía cansada y deprimida. No se me ocurría ningún modo de detenerle. No había dejado a nadie pistas de mi investigación. No le había hablado a nadie de los documentos pegados en el interior de los ejemplares de Fortune.
Como si me leyera el pensamiento, Grafalk añadió:
– Paige me dijo que tenía usted las facturas con las que Boom Boom amenazó a Clayton. Sandy fue a su casa esta mañana temprano; no había por allí chicos con cuchillos del pan. Tuvo que destrozar un poco el sitio, pero las encontró. Qué lástima que no estuviera usted allí. Nos preguntábamos dónde estaría.
La ira había cedido en el rostro de Grafalk y volvió la mirada de excitación contenida.
– Y ahora, Vic, le toca a usted. Quiero que venga conmigo a cubierta.
Saqué mi navaja del bolsillo de atrás. Grafalk sonrió tolerante al verla.
– No ponga dificultades, Vic. Le aseguro que la mataremos antes de tirarla por la borda; no se va ahogar de manera desagradable.
Me latía el corazón más deprisa cada vez, pero tenía las manos tranquilas. Recordé un día de mucho tiempo atrás, cuando Boom Boom y yo nos vimos atrapados por una pandilla de la parte sur. La excitación en el rostro de Grafalk le hacía parecerse a aquellos gamberros de doce años.
Grafalk empezó a rodear la mesa para atraparme. Le dejé seguirme hasta que él estuvo detrás de ella y yo de espaldas a la puerta. Me volví y corrí por el pasillo hasta la proa, desgarrándome la manga de la camisa con la navaja al correr. Me corté la piel del brazo y la sangre me cayó hasta la mano.
Grafalk esperaba que corriese hacia las escaleras y gané unos segundos. En el comedor, tiré el armarito con la porcelana Wedgwood. El cristal salió volando por toda la habitación y las tazas y los platillos cayeron de sus ganchos con el balanceo del barco y se rompieron en el suelo. Corrí detrás de la mesa y froté mi brazo sangrante por las cortinas.
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