– No, Paige. Tu hermana ha guardado tu secreto. Pero los títulos de propiedad son públicos en Chicago. Tenía curiosidad acerca de este lugar, ya que sospechaba que Windy City no podía permitirse pagarte tanto. Bueno, ¿por dónde iba? Ah, sí. Grafalk consiguió que Clayton le diese trato preferente. A cambio, Grafalk le ayudó a abrirse camino en la sociedad de Lake Bluff cuando se mudaron allí. Les introdujo en el Club Náutico y todo lo demás. Bien, naturalmente no te gusta que Jeannine disfrute ella sola de las cosas buenas de la vida… y viceversa. Así que empezaste a pasearte con ella por el Club Náutico. La verdad es que la señora Grafalk es una mujer muy interesante, pero está siempre ocupadísima con sus caridades y Ravinia y la Sociedad Sinfónica, y Niels te vio y pensó que eras la cosa más bonita que había visto en su vida. Tú viste allí tu oportunidad y hace tres años, cuando Feldspar rehabilitó este edificio, Niels te trajo aquí. ¿Voy bien por ahora?
Paige habló en voz muy baja:
– Eres totalmente insufrible, Vic. No entiendes absolutamente nada de todo esto, ni del tipo de vida que llevo.
La interrumpí.
– Jeannine ya me ha dado todos los detalles conmovedores acerca de la caída de la familia Carrington por la pendiente de la pobreza y la consiguiente humillación. Pero piensa que soy demasiado vulgar como para entender lo estremecedor que debe haber sido para vosotras dos. Lo que en realidad me importa es lo que pintaba mi primo en todo esto. Me dijiste hace unas semanas que os habíais enamorado. ¿Creíste que mi primo era una perspectiva mejor porque no estaba casado? No tanto dinero, pero podrías llevarte la mayoría.
– Cállate, Vic, cállate. ¿Crees que no tengo sentimientos en absoluto? ¿Sabes lo que sentí cuando me enteré de que Boom Boom había muerto? No tenía elección. ¡No tenía elección! -la última frase la dijo alzando cada vez más la voz.
– ¿Qué quieres decir? -me controlaba con mayor dificultad cada vez-. Claro que tenías elección. Si hubieses amado de verdad a Boom Boom, podrías no haber hecho un montón de cosas. Y él no vivía exactamente en la pobreza, incluso para la media de Lake Bluff.
Sus ojos color miel estaban llenos de lágrimas. Alzó una mano en actitud suplicante.
– Vic, Niels lo paga todo. Este sitio. Los muebles. Mis cuentas en Saks y a mí. Magnin me cuesta mil dólares al mes. Él lo paga sin preguntar nada. Si quiero ir a Mallorca el mes de octubre, él paga las facturas de American Express. Le debo mucho. Me parecía muy poca cosa salir unas cuantas veces con tu primo y averiguar si sabía algo de las facturas.
Me agarré a los brazos del sillón para no levantarme y estrangularla.
– ¡Muy poca cosa! Nunca pensaste en Boom Boom como en una persona, con sentimientos o derecho a vivir, ¿verdad?
– Me gustaba Boom Boom, Vic. Por favor, tienes que creerme.
– No creo nada de lo que dices. Nada. ¡Te atreves a llamarme a mí insufrible! -me detuve y traté de dominarme-. Dime lo que ocurrió el día que fuisteis a navegar. El sábado antes de que asesinaran a mi primo.
Parpadeó.
– No digas eso, Vic. Fue un accidente. Niels me aseguró que había sido un accidente y la policía lo cree así.
– Sí, bueno, cuéntame lo de la excursión a vela. Mattingly estaba allí, ¿verdad? Y Phillips. Grafalk, naturalmente. ¿Cuál era el propósito?, ¿para qué llevaste allí a Boom Boom?
– Mattingly no estaba, Vic. No hago más que repetirte que no le conozco. Me acusas de ser insensible, pero no lo soy. Cuando le conté a Niels que Boom Boom… se había acercado mucho a la verdad acerca de las facturas, quiso que Clayton se deshiciera de él de inmediato. Pero yo le dije que no lo hiciera -levantó la barbilla y me miró con orgullo-. Fuimos allí para ver si Niels conseguía que Boom Boom viese las cosas a su modo. El sábado parecía como si aquello fuese posible. Pero al lunes siguiente tuvo una pelea tremenda con Clayton acerca del asunto y Niels dijo que no servía de nada hablar con él y que sería mejor que hiciésemos algo antes de que llamase a Argus. Pero entonces… entonces él resbaló y se cayó, y se acabó el asunto. Me sentí muy aliviada. Me aterrorizaba la idea de que Niels pudiera hacer algo horrible.
Me tocaba a mí quedarme sin habla. No encontraba palabras para expresar mi horror y mi furia. Finalmente, solté:
– Intentasteis sobornar a Boom Boom y no funcionó. Vosotros, la gentuza, no podéis entenderlo. Le disteis la oportunidad de corromperse y él la rechazó… ¿Y qué hay del agua en las bodegas del Lucelia? ¿Qué tiene eso que ver con Clayton y Niels?
Se quedó desconcertada.
– No sé de qué estás hablando.
– El Lucelia perdió un cargamento de cereal porque alguien echó agua en las bodegas. Boom Boom iba a hablar de ello con el capitán antes de llamar a Argus… No importa. ¿Y qué pasó con Clayton? ¿Estabas con Niels el domingo por la mañana, cuando le agujereó la cabeza a Clayton?
Me miró con cierto reproche.
– No creo que debas hablarme así, Vic. Puede que no apruebes mis relaciones con Niels, pero es mi amante.
Me dio un ataque de risa nerviosa.
– ¡Que no apruebo…! Por Dios, Paige, eres una cosa rara. ¿Qué me importáis a mí tú y Grafalk? Lo que me importa es lo que los dos hicisteis a mi primo. Por eso vuestras relaciones me apestan.
Paige miró el reloj.
– Bien, bueno, no estoy de acuerdo contigo. Creo que ya te he explicado por qué me siento obligada con Niels. Va a llegar dentro de unos minutos, además, así que, a menos que quieras encontrarte con él, te sugiero que te vayas.
Me levanté.
– Una cosa más, Paige, querida. ¿Era la fotocopia de las facturas de la Grafalk lo que estabas buscando en el apartamento de Boom Boom el día después del funeral? Si lo eran, yo las encontré. Y en lo que se refiere a la carta que Boom Boom te escribió «Hermosa Paige», no creo que te la mandase al Royal York en Toronto en absoluto. Te escribió el domingo antes de morir, ¿verdad? Para decirte que no quería volver a verte. La pusiste en un sobre viejo para demostrarme que os escribíais cartas de amor. Sabías que no iba a mirar más que el encabezamiento y no iba a leer la carta -ahogué un sollozo. Si seguía allí, iba a perder los restos de autocontrol que aún me quedaban.
Paige me miró con ojos sombríos y llenos de odio mientras avanzaba por la alfombra persa hacia la puerta. Por una vez, su aspecto exquisito la abandonó: le aparecieron arrugas alrededor de la boca y los ojos y pareció más vieja.
Noche de juerga
Al salir me senté en el portal, incapaz de ir más lejos. La fatiga me nublaba el cerebro. El día había comenzado en casa de Jeannine con la confirmación de que su marido había empujado a Boom Boom bajo la hélice del Bertha Krupnik. Ahora recibía la noticia de que su hermana salía con Boom Boom sólo por espiarle para Grafalk.
¿Qué bien podía hacerle a Boom Boom que yo probase la complicidad de Grafalk en su muerte, o siquiera en la destrucción del Lucelia y la esclusa Poe? La venganza aporta sólo una satisfacción limitada, y no me sentía lo bastante noble como para actuar sólo por un sentido desinteresado de la justicia.
Me levanté y miré a mi alrededor buscando un taxi. Una figura alta se destacó entre las sombras y cruzó la calle para unirse a mí.
– ¿Un encuentro satisfactorio? -preguntó Ferrant.
– ¿Me estaba esperando? -dije-. ¿Y si me busca un taxi? Hablando como detective, supongo que fue satisfactorio. Pero, como ser humano, no puedo decir que me haya hecho feliz.
– Mire, ¿qué tal si se viene a cenar y me lo cuenta?
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