Para su sorpresa, vio a un chico que se le acercaba con una bolsa de periódicos en la mano. El chico gritaba «¡Edición especial! ¡Otra víctima vestida con un qipao rojo hallada en este cementerio!». Yu le dio un puñado de monedas y cogió varios periódicos.
El guarda que vigilaba el cementerio resultó ser supersticioso y muy locuaz. Aunque informó de inmediato a la policía, después se dedicó a difundir la noticia. La mención del vestido mandarín rojo era como una ruidosa sirena que resquebrajaba el cielo nocturno, y la gente se echó a temblar.
Como Yu se temía, la noticia sobre la última víctima del caso del vestido mandarín rojo había aparecido en todos los periódicos. Los periodistas aún no habían descubierto su identidad, pero algunos comenzaban a sospechar que algo extraño estaba sucediendo tras el alboroto desatado en el club Puerta de la Alegría la noche anterior. Un periodista llegó a insinuar que existía una conexión entre la sala de baile y el cementerio.
En los periódicos, Yu leyó varias supersticiosas interpretaciones sobre el último giro del caso.
Wenhui, por ejemplo, incluía un reportaje especial titulado «¡Cementerio Lianyi!». El periodista ofrecía una interpretación supersticiosa y macabra, narrada desde la perspectiva colectiva de algunos vecinos de la zona.
En los años sesenta y setenta era un cementerio caro, bien conservado y dotado de vigilancia. Se consideraba un emplazamiento propicio por tener una colina en forma de dragón al fondo, de acuerdo a la creencia popular de que un cementerio con un feng shui tan excelente traería buena suerte a los hijos de los fallecidos. En aquella época, sólo los habitantes ricos de Shanghai podían permitirse un lugar donde descansar en paz en ataúdes caros, rodeados de ropas lujosas, edredones, joyas de oro y plata…, según se creía, para disfrutar de todo ello en el más allá.
Pese a su feng shui, el cementerio se vio tan afectado por la Re volución Cultural como cualquier otro lugar. La práctica de enterrar a un muerto en un ataúd fue declarada feudal y, de la noche a la mañana, casi todos los muertos enterrados en este cementerio fueron catalogados como «negros» en su clase social. A fin de denunciar «a los espíritus y a los monstruos negros», los Guardias Rojos ordenaron demoler sus tumbas y extraer sus cuerpos, como en una ópera de Pekín, «para ser flagelados trescientas veces». Algunos ataúdes fueron profanados en busca de supuestas pruebas criminales como parte de la «campaña para barrer a los Cuatro Viejos»: viejas ideas, vieja cultura, viejas costumbres y viejos hábitos. El cementerio fue destruido casi en su totalidad.
Después de la Revolución Cultural rehabilitaron el estatus político de algunos de los muertos, pero no restauraron sus tumbas. Sus desconsolados familiares no quisieron volver al cementerio para celebrar los ritos religiosos ancestrales. Algunas familias sacaron los restos que aún quedaban en las tumbas y los trasladaron a otros lugares. Los perros callejeros comenzaron a merodear por las ruinas del cementerio, escarbando y sacando huesos blancos de vez en cuando. Algunos vecinos de la zona afirmaron haber visto fantasmas rondando por las noches, pero según un informe policial, tales rumores fueron propagados por los supersticiosos ladrones de tumbas.
Un perspicaz promotor inmobiliario se aprovechó de esta situación. Dado que el cementerio estaba abandonado y no ofrecía una buena imagen de la ciudad, el terreno podría destinarse a la construcción de nuevos edificios comerciales. El promotor le compró el cementerio al Gobierno municipal con la intención de convertirlo en un campo de golf
Pese a todas las novedades científicas y tecnológicas de nuestra época, mucha gente continúa siendo supersticiosa. La transformación comercial del cementerio fue considerada una profanación imperdonable. Algunos ancianos que vivían cerca de allí temían que los muertos pudieran salir de sus tumbas para perseguir a los vivos. A fin de tranquilizarlos, el promotor encendió toneladas de petardos y le pidió a un experto en feng shui que escribiera un artículo afirmando que, después del desastre de la Revolución Cultural, el feng shui se había restablecido, y que gracias al nuevo metro que se construiría arca, «la energía del dragón» aumentaría considerablemente el valor de la zona.
El cuerpo vestido con el qipao rojo hallado en el cementerio ha vuelto a recordar a la gente todas estas historias de superstición. Un anciano profesor de historia local ha argumentado que el asesinato del vestido mandarín rojo tiene su origen en el cementerio profanado. Varios meses atrás, algunos vieron a una mujer enfundada en un vestido mandarín rojo paseando entre las tumbas por la noche. Según sus investigaciones, allí estaba enterrada una estrella de cine vestida de esta forma, aunque el profesor prefirió no revelar su identidad. Fueron terriblemente injustos con ella en vida, y más aún después de su muerte: sacaron su cuerpo sin miramientos del ataúd, y un grupo de Guardias Rojos le quitó el vestido mandarín rojo. Esta es la razón por la que la muerta se aparece con un anticuado vestido mandarín.
El artículo era largo, y Yu no tuvo paciencia para leerlo entero. Podría suponer un problema adicional tanto para el Departamento como para el Gobierno municipal. Mientras el caso estuviera por resolver, continuarían apareciendo historias descabelladas como ésa.
Aunque, en cierto modo, era comprensible. Incluso para un policía como él, el caso había adquirido una especie de dimensión sobrenatural. Pese a los esfuerzos de la policía, un criminal había asesinado sin piedad a cuatro mujeres jóvenes dejando en cada caso su retorcida «firma». Parecía tan invisible como un fantasma, sobre todo en el club Puerta de la Alegría, donde cualquier paso que diera suponía un riesgo enorme. El que pudiera salir por la puerta lateral, por ejemplo, pese a que la camarera que trabajaba detrás de la barra podría haber vuelto en cualquier momento y haberlo visto. Y su escapatoria vestido con un uniforme del hotel, llevando a rastras a una Hong inconsciente, podría haber despertado las sospechas de los empleados y que éstos le interceptaran el paso. A pesar de todo ello, el asesino logró salirse con la suya.
Yu abrió otro periódico, La Mañana Oriental, que se mostraba muy crítico con el Departamento. «Ayer por la noche la policía irrumpió en el club Puerta de la Alegría con la intención de hacer una redada contra las chicas de triple alterne, mientras esa misma noche aparecía otra víctima vestida con un qipao rojo lejos de allí, en un cementerio.»
Sólo era cuestión de tiempo, pensó Yu, que los periodistas descubrieran la identidad de la última víctima. Mientras leía el artículo, el subinspector recibió una llamada del técnico del laboratorio del Departamento.
– Las fibras que encontró entre los dedos de los pies de la tercera víctima -explicó el técnico- son lana. Posiblemente de sus calcetines. Unos calcetines de lana roja, creo.
– Gracias -respondió Yu. No le sorprendía demasiado. También Peiqin llevaba calcetines de lana. Era un invierno muy frío, y en aquel restaurante de mala muerte en el que trabajaba no había calefacción. Pero cuando apagó el móvil, Yu recordó algo. Según la descripción que les había proporcionado la vecina de la acompañante para comidas, ésta se puso aquel día un vestido, medias y zapatos de tacón alto. Entonces, ¿de dónde habían salido los calcetines de lana?
– Hola, subinspector Yu.
Yu levantó la mirada y vio a Duan Ping, un periodista del Wenhui que tiempo atrás había entrevistado al inspector jefe Chen en el Departamento.
– ¿Lo ha leído? -preguntó Duan, señalando el artículo sobre el cementerio Lianyi en el periódico que Yu sostenía en la mano.
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