P. James - Muerte en la clínica privada
Здесь есть возможность читать онлайн «P. James - Muerte en la clínica privada» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Muerte en la clínica privada
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Muerte en la clínica privada: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muerte en la clínica privada»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Muerte en la clínica privada — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muerte en la clínica privada», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
A Sharon la habían convencido para que dedicara parte de la tarde a quitar el polvo y abrillantar muebles y pasar la aspiradora por las alfombras del gran salón, el vestíbulo y la biblioteca. Desde luego, de vez en cuando el ruido de la aspiradora había sido un fastidio para los otros presentes en la Mansión, pero nadie sabía concretar cuándo lo había oído. Benton señaló la posibilidad de dejar una aspiradora en marcha sin que nadie la utilizara, sugerencia que a Kate le costó tomar en serio. Sharon también había pasado un rato en la cocina ayudando a Dean y Kimberley. Dio su testimonio de buen grado, pero tardaba un tiempo exagerado en responder a las preguntas y desde el principió estuvo mirando a Kate con un interés especulativo y una pizca de lástima que la inspectora consideró más desconcertante que la hostilidad indisimulada que había esperado.
A última hora de la tarde, reinaba la sensación general de que hasta el momento se había avanzado poco. Era perfectamente posible que cualquiera de los residentes de la Mansión, incluido Marcus en su trayecto a Bournemouth, hubiera pasado por la Casa de Piedra, pero ¿cómo alguien que no fuera un Westhall pudo atraer a Robin a la casa, matarlo y regresar inadvertido a la Mansión evitando a los guardas jurados? Obviamente el primer sospechoso era Candace Westhall, que desde luego tenía fuerza suficiente para meter a Robin en el congelador, pero era muy prematuro decidirse por un sospechoso principal cuando en el momento actual aún no tenían pruebas convincentes de que hubiera sido un asesinato.
Eran casi las cinco cuando fueron a ver a los Bostock. El interrogatorio tuvo lugar en la cocina, donde Kate y Benton se instalaron cómodamente en sendas sillas bajas junto a la ventana mientras los Bostock retiraban de la mesa un par de sillas de respaldo alto y las acercaban. Antes de sentarse, prepararon té para los cuatro y, con cierta ceremonia, colocaron una mesita baja delante de los visitantes y les invitaron a probar las galletas de Kim, recién hechas y todavía en el horno de la cocina. Desde la puerta abierta del horno venía un olor irresistible, sabroso y especiado. Las galletas, casi demasiado calientes para poder sostenerlas, finas y crujientes, eran deliciosas. Kim, con cara de niña feliz, les sonreía mientras comían e insistía en que no se reprimieran, que había más. Dean sirvió el té; el ambiente se tornó doméstico, casi íntimo. En el exterior, el aire saturado de lluvia presionaba contra las ventanas como la niebla, y la oscuridad cada vez mayor lo ocultaba todo menos la geometría del jardín clásico mientras la alta hilera de hayas se convertía en una mancha lejana. Dentro todo era luz, color y calidez, y el reconfortante aroma del té y la comida.
Los Bostock tenían una coartada mutua, pues habían pasado juntos la mayor parte de las veinticuatro horas anteriores, sobre todo en la cocina o, aprovechando la ausencia momentánea de Mog, visitando el huerto y escogiendo verduras para la cena. Mog solía molestarse ante cualquier hueco que viera en sus cuidadosamente plantadas hileras. A la vuelta, Kim había servido la comida y más tarde había recogido la mesa, pero siempre con alguien presente: la señorita Cresset o la señora Frensham.
Los Bostock parecían conmocionados, pero menos afligidos o asustados de lo que Kate y Benton esperaban, en parte, pensó Kate, porque Boyton había sido sólo un visitante ocasional para con quien ellos no tenían ninguna responsabilidad y cuyas raras apariciones, lejos de contribuir a la alegría de la comunidad, eran consideradas, en especial por Dean, como una potencial fuente de irritación y trabajo adicional. Boyton había dejado su impronta -un hombre joven con su aspecto difícilmente podía no hacerlo-, pero Kimberley, felizmente enamorada de su esposo, era impermeable a la belleza clásica, y Dean, muy apegado a su mujer, estaba en buena medida preocupado por proteger su cocina contra intromisiones injustificadas. Ninguno de los dos parecía particularmente atemorizado, quizá porque habían conseguido convencerse a sí mismos de que la muerte de Boyton había sido un accidente.
Conscientes de su no implicación, interesados, algo excitados y nada afectados, siguieron con su charla, y Kate dejó que la conversación fluyera. A los Bostock, como a los demás miembros de la casa, sólo se les había dicho dónde había sido hallado el cadáver de Boyton. ¿Qué más se podía decir en el momento actual? Además no tenía sentido ocultar nada a nadie. Con algo de suerte quizá sería posible impedir que la prensa se enterase de esta muerte, y de momento también el pueblo si Mog mantenía la boca cerrada, pero no era factible ni necesario hacer lo mismo con la gente de la Mansión.
El descubrimiento se produjo casi a las seis. Kim se despertó de un breve ensueño silencioso y dijo:
– Pobre hombre. Seguramente se encaramó dentro del congelador y le cayó la tapa encima. ¿Por qué haría algo así? Quizás estaba jugando a alguna tontería, una especie de desafío personal, como hacen los niños. En casa, mi madre tenía un cesto grande de mimbre, que parecía más un baúl, y los niños nos escondíamos allí. Pero ¿por qué no empujó la tapa hacia arriba?
Dean ya estaba quitando la mesa.
– No se puede -dijo él-. Si cae el pestillo, no se puede. Pero no era un niño. Vaya bobada que hizo. Y vaya manera de morir, por asfixia. O tal vez sufrió un ataque cardíaco. -Mirando a Kim a la cara, arrugada por la angustia, añadió con firmeza-: Seguramente fue eso, un ataque al corazón. Se metió en el congelador por curiosidad, le entró el pánico al ver que no podía abrir la tapa, y se murió. Rapidito. No sentiría nada.
– Puede ser -dijo Kate-. Sabremos más después de la autopsia. ¿Se había quejado alguna vez del corazón, de que debía tener cuidado o algo así?
Dean miró a Kim, que negó con la cabeza.
– A nosotros no. Pero esto es normal, ¿no? No venía muy a menudo, y cuando venía no solíamos verlo. Los Westhall lo sabrán. Eran primos, y por lo visto venía a visitarles. La señora Frensham le hacía pagar algo, pero Mog cree que no era el alquiler completo que pagan las visitas. Decía que el señor Boyton sólo buscaba unas vacaciones baratas.
– No creo que la señorita Candace supiera nada sobre la salud del señor Boyton -dijo Kim-. El señor Marcus, siendo médico, quizá sí, pero creo que no estaban muy unidos. He oído a la señorita Candace decir a la señora Frensham que Robin Boyton nunca se tomaba la molestia de comunicarles cuándo iba a alquilar el chalet, y si quieren que les diga, no estaban muy contentos de verlo. Mog dice que había una especie de enemistad familiar, pero no sabe por qué.
– De todos modos, esta vez el señor Boyton dijo que había venido a ver a la señorita Gradwyn -señaló Kate.
– Pero no la vio, ¿verdad? Ni esta vez ni cuando ella estuvo aquí un par de semanas atrás. Se ocuparon de ella el señor Chandler-Powell y la enfermera Holland. No creo que el señor Boyton y la señorita Gradwyn fueran amigos. Seguramente así él se daba importancia. Pero lo del congelador es extraño. Ni siquiera está en su chalet, pero parecía fascinado por él. Dean, ¿recuerdas todas aquellas preguntas que hizo la última vez que estuvo aquí para pedirnos un poco de mantequilla? Que nunca devolvió, por cierto.
Disimulando su interés y procurando evitar los ojos de Benton, Kate dijo:
– ¿Cuándo fue eso?
Dean echó una mirada a su esposa.
– La noche que llegó la señorita Gradwyn. Martes veintisiete, ¿no? Los huéspedes han de traer su propia comida y luego comprar en tiendas de la localidad o comer fuera. Yo siempre dejo leche en la nevera, y té, café y azúcar, pero nada más a no ser que ellos pidan con antelación provisiones, que Mog se encarga de traer. El señor Boyton telefoneó para decir que se había olvidado de comprar mantequilla y que si le podíamos prestar un poco. Dijo que vendría por ella, pero no me hizo gracia la idea de que estuviera husmeando por la cocina y dije que se la llevaría yo. Eran las seis y media, y todo parecía indicar que había llegado hacía poco. Su ropa estaba tirada por el suelo de la cocina. Preguntó si había llegado la señorita Gradwyn y cuándo podría verla, pero yo le dije que no podía hablar de nada que tuviera que ver con los pacientes y que eso debía preguntárselo a la enfermera o al señor Chandler-Powell. Y de pronto, como por azar, comenzó a hacer preguntas sobre el congelador, cuánto tiempo llevaba en la casa de al lado, si aún funcionaba, si la señorita Westhall lo usaba. Le dije que era viejo y estaba inservible, y que nadie lo utilizaba. Le expliqué que la señorita Westhall le había pedido a Mog que se deshiciera de él, pero éste le dijo que no era cometido suyo. Era el ayuntamiento quien tenía que llevárselo, y la señorita Cresset o la señorita Westhall tenían que llamar. Pero creo que no llamó nadie. De repente dejó de hacer preguntas. Me ofreció una cerveza, pero yo no quería beber con él, en todo caso no tenía tiempo, así que me fui y regresé a la Mansión.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Muerte en la clínica privada»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muerte en la clínica privada» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Muerte en la clínica privada» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.