Fredric Brown - El Caso De La Señora Murphy

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ESTABA TENDIDO en mi cama esa noche con una costilla rota y un trombón roto. La costilla sanaría, pero no el trombón, según decidí.
A ambos los había roto la noche anterior, bajando las escaleras, en camino a una reunión de aficionados: unos cuantos tipos a quienes había conocido y a los que les gustaba juntarse una noche cada dos semanas para producir ruido. La punta del pie tropezó en una rotura de la alfombra de la escalera, agujero que no estaba allí antes, a unos cuantos peldaños de la parte inferior, y me eché en clavado hacia un aterrizaje de tres puntos, el primero de los cuales había sido el extremo de la caja del trombón. Me había cortado la respiración por un momento y me había dolido, pero no mucho peor que cuando uno se lastima un dedo o se golpea el tobillo contra algo. La señora Bardy, la patrona, oyó la caída y llegó corriendo desde su apartamento al fondo del primer piso; llegó y comenzó a ocuparse de mí, como una gallina de sus polluelos, aun antes de que me levantara. Mi primer pensamiento no fue para mí ni para el trombón (yo no me lastimo con facilidad y la caja debía haber protegido al instrumento), sino para el tapete. Alguien pudo haberse roto el cuello a causa de él.

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– Quiere hablar con los dos y no desea que yo vaya para allá, porque si la sirvienta me ve, quedo imposibilitado para vigilarla. Así que él viene y estará aquí en unos diez minutos.

– ¡Por Dios, vamos a apresurarnos a medio arreglar esto! Yo tiendo las camas y tú haz lo demás.

Fue asunto de diez minutos dejar el cuarto presentable, y entonces recordé que, si bien Dolan tenía nuestra dirección, no sabía cuál cuarto era el nuestro, así que me dispuse a esperarlo abajo.

No tuve que andar todo el camino; entró al ir yo llegando al pie de las escaleras, en el sitio desde donde me eché el clavado la noche del lunes. Lo conduje a nuestro cuarto y lo pusimos en el sillón más cómodo, el del tío Am. Se le veía y se le oía cansado; probablemente no había dormido mucho.

– Tomaré las cosas una por una – comenzó -. Mike. Llamé al sicólogo temprano para deshacer la cita que teníamos con él. Luego llamé al campamento de muchachos en Wisconsin y me aseguré de que estaría bien que llegara un poco antes. Ya va en camino para allá, con dos de mis muchachos en quienes confío completamente. No he hablado a su escuela todavía; lo haré mañana. Luego…

– ¿En su coche? – lo interrumpí.

– No, hice que uno de los muchachos rentar uno. ¿Por qué?

– Un pensamiento que me vino. Si alguien está tratando de eliminarlo a usted y no puede llegarle de otro modo, una bomba en el coche resulta siempre una posibilidad.

– Buena idea, y no había pensado en ello. Muy bien, entonces no utilizaré mi automóvil durante unos cuarenta días, por lo menos, y lo examinaré antes de pisar el arranque la primera vez. Todavía mejor, pediré al capitán Brandt que alguien del equipo de bombas lo revise. Él sabrá todos los sitios en dónde buscar y cómo hacerlo para que no estalle. Gracias, Ed.

»Mientras, estamos con Brandt. Le hablé por teléfono y le di una idea aproximada de cómo están las cosas; tengo una cita con él esta misma tarde, para entrar en detalles. Incidentalmente, los mencioné a ustedes dos; no sólo se acuerda, sino que habló elogiosamente de ustedes. Y ahí quedó.

»Ahora a la sirvienta. Elsie Aykers. Hablé con la señora Anderson de ella, y le hice también algunas preguntas acerca de Robert. Decidí que sospechar de la señora Anderson era llevar las cosas demasiado lejos, así que en parte la tomé por confidente mía, lo bastante par que pudiera hacerle preguntas libremente.

Sacó del bolsillo una libreta de apuntes, rasgó una página y me la entregó.

– La primera línea es la dirección que le dio, pero no sé si signifique algo ahora. Quiero decir que pudiera haber sido un cuarto que dejó cuando consiguió este trabajo. O puede ser una dirección permanente, de su familia, si es que tiene.

»El nombre y la dirección de la agencia en donde la consiguió la señora Anderson, en el Loop. Dice que ya había tomado a otras de ahí. Quizá le muestren su solicitud. Si no están dispuestos a cooperar, llamen al capitán Brandt y dejen que él les hable, entonces con seguridad los de la agencia se mostrarán anuentes. La señora Anderson dice que no comprobó las referencias; aceptó las seguridades de la agencia de empleos. Si ustedes pueden obtenerlas de su solicitud, comprueben si son locales; aun cuando la agencia les diga que ellos las investigaron, acaso no lo hayan hecho. ¿Esta claro? – Asentí con la cabeza y continuó -: bien, Ed, ésa es su tarea para esta tarde. Puede comenzar en cuanto nos separemos.

»Am, su trabajo consiste en seguirla y vigilarla. No en su día libre; la voy a despedir hoy mismo, ya tarde. Una de las cosas que hice esta mañana fue juntar los siete juegos de llaves, y ella no tenía el suyo. Por tanto, no estoy deseando correr ningún riesgo.

»Cuando la mandé a buscar las llaves en su bolso, para enseñármelas, regresó y me dijo que habían desaparecido. Dice que las tenía todavía el lunes, la última vez que salió, y no tiene la menor idea de cómo las pudo haber perdido.

»Puede ser que sí, pero no voy a correr el riesgo de conservarla después de hoy. Ni siquiera esta noche. Si dio o prestó esas llaves a alguien, también es capaz de dejar que alguien entre del exterior y los cerrojos no significarán nada. Para el caso de que la esté despidiendo injustamente, la resarciré pagándole dos semanas adelantadas, y eso es equitativo, puesto que no trabajó para nosotros más que dos semanas y media.

– Sí lo es – aprobé -, pero ¿por qué no la despide inmediatamente? ¿Para qué esperar?

– Para dar a usted la oportunidad, Ed, de comprobar en la dirección sin encontrársela allá, puesto que lo conoce. Y la agencia de empleos también; podría dirigirse allí de nuevo para registrarse. Digo, pudiera, si la dejara que se fuera temprano esta tarde, cuando estuviese abierta la agencia todavía.

Volvióse ahora al tío Am.

– Le diré lo que voy a hacer, Am. Lo dejaré para después de la cena; cenamos temprano y habremos terminado para las siete. La llamaré a mi estudio entonces y arreglaré el asunto. Le daré alguna razón para esto (no sé cuál; ya pensaré en alguna); pondré como condición de las dos semanas de sueldo el que se vaya inmediatamente. Tendrá que empacar, por supuesto; sin embargo, eso no le tomará mucho tiempo; la señora Anderson dice que llegó con una sola maleta. Así que usted puede contar con que salga por la puerta del frente como unos diez minutos después de las siete y media; nadie sale por el callejón de atrás después de anochecer.

»No puedo garantizar que se vaya a pie hasta la calle Clark a tomar un autobús o que llame por teléfono un coche de alquiler. ¿Podrá usted estar listo para cualquier caso?

El tío Am asintió con un ademán.

– Esto en lo relativo a Elsie. Ahora, vamos a Robert Sideco. Como se lo avisé ya, mañana es su día libre. La señora Anderson me informa que sus costumbres del día libre son regulares y podemos contar con ellas. Duerme un poco más tarde que de costumbre y baja a la cocina a desayunarse como a las nueve. Después del desayuno sale, por la puerta del frente, y regresa ya bastante tarde.

»¿Puede arreglar para que un operador de Starlock aguarde para seguirlo como a las nueve y media, mañana en la mañana?

El tío Am hizo otro movimiento de cabeza.

– ¿Estoy libre desde ahora hasta las siete? O, ¿cree usted que debo de quedarme aquí, en espera?

– Umm… supongo que no hay necesidad de eso.

– Bien, si algo llegare a presentarse, probablemente me encontraré en la oficina. Prefiero pasarme la tarde allá en lugar de aquí; hay algunas cosas que puedo hacer.

– Muy bien – concluyó Dolan levantándose -. Si alguno de ustedes dos se encuentra con algo importante o sospechoso, llámenme en cuanto puedan comunicarse conmigo. De otro modo… bueno, les hablaré mañana por la mañana para recibir sus informes. Probablemente después de las diez; seguiré adelante hoy y esta tarde, pero tal vez desee dormir hasta tarde, mañana.

– Entendido – convino el tío Am -; y este trabajito con la sirvienta, ¿se trata de esta noche tan sólo, o he de continuarlo de nuevo mañana? Es posible que ahora se vaya directamente a su casa y allá se quede; si hace eso, no averiguaré mucho.

– Buena idea. Sí, continúe mañana, especialmente si no averigua mucho esta noche.

– Si logra eso – interpuse -, tendré su informe sobre esta noche, listo para dárselo cuando nos llame. ¿Desea que espere aquí cuando nos hable mañana, o en la oficina?

– Supongo que no importa, Ed. Como quiera. Si no me comunico en un número, lo haré en el otro. Bien, ¡buena suerte!

Se retiró, lo acompañé hasta la escalera y luego volví.

– Resulta muy bien, Ed. Podré hasta pagar la multa del estacionamiento y enviar el informe de la Phoenix; me figuré que tendría que dejar ambas cosas hasta el lunes por lo menos. Llamaré a Starlock y arreglaré la vigilancia de Sideco para mañana. Y por lo menos iniciaré las gestiones para un servicio de respuestas.

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