»Confío en que eso no suceda nunca; eso perjudicaría a Mike muchísimo; aunque más lo perjudicaría que lo eduque una madre alcohólica.
»Incidentalmente, tanto Sylvia como Ángela saben de esto y están conformes con ello. Tuve que ponerlo en su conocimiento para estar seguro de que Ángela consentiría en entablar un juicio por la custodia de Mike, si fuera necesario, y deseaba que Sylvia comprendiera lo que acontecería si se hacía necesario.
»Bueno, Ed, tengo que marcharme. Pediré un auto por teléfono: estoy siguiendo su consejo de no utilizar mi coche hasta que alguien del equipo de bombas lo examine. El capitán Brandt me enviará a uno de los muchachos mañana.
»Lo acompañaré a la puerta antes de telefonear.
Así lo hizo y me franqueó la salida. Oí que corrió el cerrojo. Hasta para el corto intervalo entre mi ida y la llegada del automóvil, en respuesta a su llamada, estaba echando cerrojo, sin correr riesgo alguno. Y andaba armado hasta dentro de su propia casa. Una vez que se sentó ante su escritorio, la americana descubrió bastante como para permitirme ver que llevaba una funda de axila.
Al llegar a casa, leí un rato, luego me acordé de algo y telefonee al número de Dolan. De nuevo contestó Robert, y en esta ocasión pregunté por Ángela. Llegó al teléfono a los dos minutos.
– Habla Ed Hunter, Ángela – le dije -. Estuve allí y hablé con tu papá hará una hora aproximadamente; se me olvidó completamente preguntarle cómo te sentías. Así que te lo preguntaré a ti.
– Me siento muy bien, Ed. Me quedé en casa hoy y probablemente me quedaré mañana; nada más por el aspecto. Tengo la mandíbula inflamada todavía, si bien empieza a bajárseme, y ya no se verá pasado mañana. Para entonces el moretón deberá disminuir hasta el punto que con unos anteojos oscuros quede cubierto.
– ¡Qué bueno! – contesté.
– Probablemente sea para mi bien. Ya están cerca los exámenes en la universidad y eso me da una oportunidad de estudiar. Es muy probable que pase con banderas desplegadas en lugar de con calificaciones ordinarias. Gracias por haberme llamado.
Nos despedimos y regresé a la lectura.
Me entró el sueño y me acosté. No apagué la luz de la lamparilla; deseaba encontrarme despierto cuando el tío Am llegara a casa. Llegó antes de que me durmiera; apenas diez minutos más tarde. Me senté y encendí la otra lámpara.
Me soltó una frase sobre la trementina y el vino de Jerez de la señora Murphy, y le contesté con otra acerca del bote de goma y del guisado irlandés; como ninguna de las dos era muy brillante, las declaramos empatadas.
– ¿Aconteció algo? – indagué.
– Una gran nada. Se fue a su casa y se quedó en su casa. Nadie llegó y nadie salió. Las luces se apagaron como a las diez y quince. Aguardé otros quince minutos y me vine. Y acá, ¿hay alguna novedad?
– No mucha. Tuve otra conversación con Dolan. Le hablé para decirle que estaría aquí toda la noche y me contestó que fuera. Le presenté el ángulo de cui bono, y me informó sobre su testamento.
El tío Am estaba colgando su chaqueta.
– Bien, cuéntamelo mientras me desvisto.
Le dije lo del testamento de Dolan y entonces le pregunté cuánto se figuraba que pudiera valer Dolan.
Encogióse de hombros.
– Una adivinanza es todo lo que sería, Ed. Pero no serán cacahuates. Puede ser que un cuarto de millón o medio, quizá. No se establecen fondos con una fortuna inferior a eso.
Sonó el teléfono y yo lo contesté porque era quien estaba más cerca. Era Dolan.
– Acabo de llegar a casa – me dijo -, y cuando pasé en el coche enfrente de la de ustedes divisé que había luz todavía en su cuarto. ¿Llegó ya Am?
– También él acaba de llegar. ¡Nada, nada! – le anuncié -. Se fue a su casa y allí se quedó. ¿Quiere hablar con él?
– No, si eso es todo lo que me va a decir. Que siga con el asunto, pídale de mi parte. Esas llaves perdidas es todo lo que tenemos para basar nuestro trabajo. Necesito averiguar qué es lo que hace la muchacha; si se registra con una agencia de empleos y consigue otro puesto o si descansa unos cuantos días y se va de la ciudad. Puede continuar con la tarea semanas enteras si es necesario. Si le parece mucho tiempo, puede disfrutar de un día libre y utilizar a un operador de Starlock para que lo sustituya.
– Perfecto – repuse -. Y… se lo debí haber preguntado cuando estuvimos hablando, ¿qué respecto a mí, mañana? ¿quisiera que estuviera de guardia aunque ninguno de nosotros piense en algo que se me pudiera encomendar?
– Sí, mañana y el sábado. Y tal vez más tiempo. Todavía no lo sé, Ed, me doy cuenta de que se oye tonto pagarle cien dólares diarios por no hacer nada, quizá; pero hasta que no sepa qué es esa amenaza y me pueda cuidar de ella, el dinero no es ningún obstáculo.
– Correcto – asentí -. Y ese precio incluye que además esté disponible en las noches. Pero ¿estaría bien que pasara los días en la oficina y las noches en mi cuarto?
– Seguro, con tal de que lo pueda conseguir en un sitio o en otro. Excepto, por supuesto a la hora de las comidas. Buenas noches.
Informé al tío Am todo lo que Dolan había dicho y meneó la cabeza con tristeza.
– ¡Maldita sea, muchacho, confío en que podamos averiguar algo para él! Siento como si le estuviéramos robando el dinero hasta estos momentos.
– Hemos hechos todo lo que nos ha pedido que hagamos, y lo mejor que pudimos hacerlo. ¿A qué horas calculas que comenzarás tu vigilancia el día de mañana?
– Creo que será suficiente a las nueve. Dudo que salga antes de esa hora. Ahora que conozco el barrio me voy a llevar el Buick. Avisé a Harry Main que no lo necesitaría más, cuando le pagué. Lo cual me recuerda, después de pagarle me quedé un poco escaso. ¿Sabes cuánto hay en la caja chica de la oficina?
– Cien dólares exactos.
– Los tomaré en la mañana. Cuando te vayas a almorzar, puedes pasar por el banco a hacer efectivo un cheque. Otros cien, o más si tú deseas un poco de dinero.
Fue nuestra primera noche de sueño normal desde el lunes, y Am me dejó en la oficina a la siguiente mañana. Quité la cubierta a la máquina de escribir y me puse a trabajar. Había decidido que no me quedaría sentado sin hacer nada hoy y mañana, no todo el tiempo por lo menos, aunque me pagaran por ello.
Dolan no había dicho que deseara un informe por escrito, pero pensé que, supuesto que dispondría de tiempo, podía utilizarlo escribiéndolo. Comencé con la llegada de Mike a nuestro cuarto el martes en la noche. Puse todo, excepto, desde luego, mi paseíto con Ángela. Describí mis conversaciones telefónicas y en persona con Dolan, no porque le interesaran, sino porque esperaba que repasándolas una vez más pudiera esclarecer mis pensamientos, permitiéndome descubrir algo que hubiese podido pasar por alto. No obtuve nada; seguía todavía tan a oscuras cuando terminé como cuando había empezado. No obstante, me hizo pasar la mañana; era mediodía cuando acabé.
Sonó el teléfono al estarlo releyendo; era Dick Barth de la Great Lakes Finance Company, con un trabajito. Debería hacerse no más tarde que mañana y tuve que rehusar. Le di una explicación que lo satisfizo, y le informé que para el lunes tendríamos un servicio de respuestas.
Concluí de leer lo que había escrito; para entonces faltaban unos cuantos minutos para las doce. Bajé a tomar mi almuerzo y a recoger dinero del banco.
Al regresar principié a escribir los informes del tío Am, en su lugar. Eso fue más fácil porque no había ningún objeto en hacer versiones repetidas cuando los dos habíamos estado haciendo la misma cosa. Yo había detallado mis propios gastos; no podía hacer lo mismo con los suyos porque no le había preguntado cuánto gastara en seguir a Sylvia Dolan o cuánto le había cobrado Harry Main por la noche anterior. Fuera de eso nuestros informes resultaban al corriente hasta ese momento.
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