Jussi Adler-Olsen - El mensaje que llegó en una botella

Здесь есть возможность читать онлайн «Jussi Adler-Olsen - El mensaje que llegó en una botella» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El mensaje que llegó en una botella: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El mensaje que llegó en una botella»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Puede un terrible hecho del pasado seguir teniendo consecuencias devastadoras? Cuando una botella que contiene un mensaje escrito con sangre humana llega al Departamento Q, el subcomisario Carl Mørck y sus asistentes Assad y Rose logran descifrar algunas palabras de lo que fue la última señal de vida de dos chicos desaparecidos en los años noventa. Pero ¿por qué su familia nunca denunció su desaparición? Carl Mørck intuye que no se trata de un caso aislado y que el criminal podría seguir actuando con total impunidad.

El mensaje que llegó en una botella — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El mensaje que llegó en una botella», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Bueno, tampoco está tan revuelto -argumentó, dejando deslizar la vista por los platos sin fregar y las cajas de pizza vacías-. ¿Qué superficie tiene el piso?

– Ochenta y tres metros cuadrados. Aparte de la sala, tenemos un cuarto cada una. Pero tienes razón, esto no está tan mal, pero deberías ver los cuartos.

Soltó una carcajada, aunque tras su fachada estaba dispuesta a sacudirle un hachazo antes que dejarlo acercarse ni diez centímetros a las puertas de sus refugios íntimos. Esa era la información que transmitía de aquella manera suya tan retorcida. Pero Carl tenía la suficiente experiencia con mujeres.

Exploró la sala con la mirada y trató de encontrar un par de cosas que destacaran. Si querías conocer los secretos de la gente, siempre había que fijarse en las cosas que destacasen.

Lo encontró enseguida. Una cabeza de corcho sintético, de las que se usan para guardar sombreros o pelucas, y después un cuenco de porcelana lleno hasta arriba de frascos de pastillas. Avanzó un paso para ver los nombres de los medicamentos y a nombre de quién estaban expedidos, pero Yrsa se interpuso y le tendió el papel.

– Puedes sentarte ahí a escribir, Carl -propuso, señalando una silla libre de ropa-. Ya se lo daré a Rose cuando vuelva.

– Bueno, Carl, tenemos a lo sumo hora y media de luz; otro día tendréis que venir algo antes.

Carl asintió con la cabeza ante Klaes Thomasen, y después miró a Assad, que estaba en la cabina del barco como un ratón acurrucado en una esquina. Parecía perdido dentro del chaleco salvavidas rojo fosforito. Igual que un niño nervioso ante su primer día en la escuela. Sin ninguna confianza en que el viejo marino gordo, que daba chupadas a su pipa mientras tiraba del timón, pudiera librarlo de la muerte segura a la que lo condenaban las olitas de cinco centímetros.

Carl miró el mapa cubierto de plástico.

– Hora y media -observó Klaes Thomasen-. Bueno, y ¿qué es lo que buscamos en concreto?

– Tenemos que encontrar una caseta de botes suspendida sobre el agua, pero que debemos suponer aislada de los caminos habituales y que quizá sea imposible de ver desde el agua. Creo que la primera vez podemos navegar desde el puente del Príncipe Frederik hasta Kulhuse. ¿Crees que podemos llegar más lejos?

El policía jubilado sacó hacia fuera el labio inferior y mordió la pipa con fuerza.

– Esto no es una embarcación de regatas, solo es un barco normal y corriente -gruñó-. Apenas llega a los siete nudos, pero creo que nuestro marinero lo apreciará. ¿Qué dices, Assad? ¿Cómo va todo ahí dentro?

La tez de Assad, por lo general oscura, parecía haberse dado un baño de agua oxigenada. Aquello iba a ser duro.

– Siete nudos, dices. Eso es como trece kilómetros por hora, ¿no? -comentó Carl-. Entonces, no vamos a poder llegar a Kulhuse y volver antes de anochecer. Yo esperaba que pudiéramos pasar al otro lado de la península de Hornsherred, hasta Orø, y después volver.

Thomasen sacudió la cabeza.

– Puedo decirle a mi mujer que nos recoja en Dalby Huse, al otro lado, pero no llegaremos más lejos. Y navegaremos medio a oscuras el último trecho.

– ¿Y el barco?

Se encogió de hombros.

– No sé, si no encontramos hoy lo que buscamos, mañana puedo seguir la búsqueda, por pasar el rato. Ya sabes: un viejo policía nunca muere con viento en contra.

Debía de haberlo inventado él.

– Hay otra cosa, Klaes. Los dos hermanos que estuvieron en la caseta oían una especie de ronroneo. Como de un molino de viento o algo por el estilo. ¿Te suena de algo?

Sacó la pipa de la boca y dirigió a Carl una mirada de sabueso inglés.

– Ha habido bastante revuelo en la zona con eso que llaman infrasonidos. Será verdad, pues la discusión viene desde mediados de los noventa.

– ¿Qué son los infrasonidos?

– Pues una especie de ronroneo. Sonidos muy graves y muy enervantes. Durante mucho tiempo se pensó que el culpable podría ser la acería de Frederiksværk, pero el argumento perdió fuerza cuando cerraron la fábrica por un tiempo y aun así los sonidos continuaron.

– La acería. ¿No está en una península?

– Sí, más o menos, pero los infrasonidos pueden percibirse muy lejos de la fuente. Algunos sostienen que pueden notarse hasta a veinte kilómetros de distancia. Al menos, había quejas tanto de Frederiksværk y Frederikssund como de Jægerspris, al otro lado del fiordo.

Carl observó la superficie de agua salpicada de gotas de lluvia. Todo parecía estar en paz. Casas acurrucadas al abrigo de la espesura, prados y sembrados fértiles. Barcos anclados en el agua quieta y gaviotas volando en bandadas cuando se juntaban las suficientes. Y en medio de aquel paisaje húmedo y empalagoso se oía un profundo ronroneo. Tras las fachadas de aquellas casas tan encantadoras había gente que estaba de la olla.

– Si no sabemos cuál es la fuente del ronroneo ni su extensión, no nos vale de nada -hizo saber Carl-. Había pensado investigar si había muchos molinos de viento en la zona, pero es que no sabemos ni siquiera si se trata de eso. Parece ser que todos los molinos de viento de Dinamarca estuvieron parados esos días. Esto va a ser bastante complicado.

– Entonces ¿no es mejor, o sea, volver? -se oyó desde el camarote.

Carl se volvió a mirar a Assad. ¿Era aquel el mismo hombre que se había revolcado por el suelo pegándose con Samir Ghazi? ¿El que era capaz de romper puertas a patadas y una vez le salvó la vida? En ese caso, había perdido mucho fuelle los últimos cinco minutos.

– ¿Quieres vomitar, Assad? -preguntó Thomasen.

Assad sacudió la cabeza. Aquello mostraba lo poco que sabía sobre las delicias de estar mareado.

– Toma -dijo Carl, pasándole unos prismáticos-. Respira con calma y sigue los movimientos del barco. Y después trata de observar la costa.

– No pienso moverme de aquí, o sea -advirtió Assad.

– Vale, de acuerdo. Puedes ver la costa por la ventana.

– Creo que podéis pasar por alto estas orillas -aconsejó Thomasen, dirigiendo el barco hacia el centro del fiordo-. Ahí hay algo de playa, y a veces los sembrados llegan hasta la costa. Creo que tendremos que subir hacia Nordskoven si queremos encontrar algo. Allí el bosque tupido llega hasta la costa, pero también vive mucha gente, así que no está nada claro que una caseta de botes pudiera pasar desapercibida.

Señaló hacia la carretera que discurría por el lado este del fiordo en dirección norte-sur. Pueblos que daban paso a tierras llanas de labranza, que a su vez daban paso a otros pueblos. Desde luego, el asesino de Poul Holt no podría haberse escondido en aquel lado del fiordo.

Carl miró el mapa.

– Para que la tesis de que las truchas de fiordo se encuentran en la boca de los fiordos se sostenga, y no es el caso del fiordo de Roskilde, entonces debe de ser al otro lado de Hornsherred, en Isefjord. Pero ¿dónde? Mirando el mapa no veo muchas posibilidades. Hay demasiados campos de siembra que bajan hasta el fiordo. ¿Dónde se puede ocultar una caseta de botes ahí? Y en el otro lado, en el lado de Holbæk, o en la región de Odsherred, tampoco puede ser, ya que tardaría bastante más de una hora en llegar hasta allí desde el lugar del secuestro, Ballerup.

De pronto le entró la duda.

– Es así, ¿no?

Thomasen se alzó de hombros.

– No, no creo. Se tardará cerca de una hora en llegar hasta allí.

Carl inspiró hondo.

– Pues esperemos que la teoría del periódico local, el Frederikssund Avis , se sostenga, porque si no va a ser muy, pero que muy difícil.

Entró en la cabina y se sentó junto a un Assad bastante tocado. Tembloroso y con la tez gris-verdoso. Su papada, en constante agitación por las arcadas, y aun así los prismáticos bien prietos contra los ojos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El mensaje que llegó en una botella»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El mensaje que llegó en una botella» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El mensaje que llegó en una botella»

Обсуждение, отзывы о книге «El mensaje que llegó en una botella» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x