• Пожаловаться

Jussi Adler-Olsen: Los Chicos Que Cayeron En La Trampa

Здесь есть возможность читать онлайн «Jussi Adler-Olsen: Los Chicos Que Cayeron En La Trampa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Детектив / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Jussi Adler-Olsen Los Chicos Que Cayeron En La Trampa

Los Chicos Que Cayeron En La Trampa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Chicos Que Cayeron En La Trampa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A finales de los años noventa, la policía encuentra, en una casa de veraneo en el norte de Dinamarca, a dos hermanos adolescentes brutalmente asesinados. Han sido golpeados, torturados y violados sin compasión. La investigación policial apunta a que los culpables pueden hallarse entre un grupo de jóvenes de buena familia, hijos de padres exitosos, ricos, cultos. Sin embargo, el caso se cierra muy pronto por falta de pruebas concluyentes hasta que, pocos años más tarde, uno de los sospechosos se entrega sin razón aparente y confiesa el crimen. Supuestamente, el misterio se ha resuelto. Pero entonces ¿por qué los archivos del caso aparecen veinte años después en el despacho del inspector Carl Mørck, jefe del Departamento Q? Al principio Mørck piensa que el caso está ahí por error, pero pronto se da cuenta de que en la investigación original se cometieron muchas irregularidades…

Jussi Adler-Olsen: другие книги автора


Кто написал Los Chicos Que Cayeron En La Trampa? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Los Chicos Que Cayeron En La Trampa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Chicos Que Cayeron En La Trampa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Podía ser el preludio de un día cualquiera, pero sus demonios interiores andaban sueltos y la hacían tener desvaríos; eran aciagos, ingobernables e inoportunos.

Se arrodilló unos instantes y rezó para que callaran las voces, pero, una vez más, las instancias superiores parecían haberse tomado el día libre. Le dio un buen trago a la botella que había junto a su camastro provisional.

Una vez que la mitad de la botella de whisky se hubo abierto paso a través de su organismo abrasándolo, decidió dejar la maleta. Ya tenía bastantes cosas que llevar a cuestas. El odio, el asco, la rabia.

Desde la muerte de Kristian Wolf, Torsten Florin había pasado a encabezar su lista. Era algo que ya había pensado muchas veces.

Lo había visto en una revista con su cara de zorro, pavoneándose delante de su casa de modas recién reformada, un célebre palacete de cristal situado junto al Indiakaj, uno de los muelles del viejo puerto franco. Ese era el lugar que había escogido para enfrentarlo a la cruda realidad.

Avanzó por la cama combada moviendo las caderas hasta llegar al suelo y se olisqueó las axilas. Aún no olían a rancio, de modo que la ducha en la piscina podía esperar.

Se restregó las rodillas, metió la mano debajo de la cama, sacó la arqueta y levantó la tapa.

– ¿Has dormido bien, mi vida? -preguntó al tiempo que acariciaba la cabecita con un dedo.

Hay que ver qué pelo tan suave y qué pestañas tan largas, pensaba todos los días. Después le regalaba una cálida sonrisa a la pequeña, cerraba la tapa con cuidado y volvía a empujar la arqueta. Como si siempre fuese el mejor momento de la jornada.

Hurgó en su escaso montón de ropa hasta dar con sus leotardos más abrigados. El moho del cartón piedra la puso sobre aviso; iba a ser un otoño caprichoso.

Cuando estuvo lista, abrió con cautela la puerta de su casita de ladrillo y escudriñó las vías. No la separaba ni siquiera un metro y medio de los convoyes que pasaban como flechas prácticamente las veinticuatro horas del día.

No la veía nadie.

Se escabulló por la puerta, cerró con llave y se abotonó el abrigo. Recorrió los veinte pasos necesarios para sortear la estación transformadora, color gris acero, que los empleados del ferrocarril rara vez revisaban, subió por el camino asfaltado que conducía a la verja que daba a Ingerlevsgade y abrió con su propia llave.

Tiempo atrás, la llave de esa verja había sido su mayor sueño. Por aquel entonces, su única forma de bajar hasta la caseta era caminando por la gravilla que bordeaba la valla de la estación de Dybbølsbro y siempre de noche, para evitar que la descubrieran. Tras apenas tres o cuatro horas de sueño, tenía que abandonar su casita circular. Si la sorprendían una sola vez, la echarían de allí, lo sabía, de modo que la noche era su aliada y continuó siéndolo hasta que una mañana descubrió el letrero de la verja que daba a la calle Ingerlevsgade. «Vallas Løgstrup», ponía.

Telefoneó a la fábrica y se presentó como Lily Carstensen, del departamento de suministros de DSB, y quedó en encontrarse con el cerrajero en la acera, junto a la verja. Con motivo de tan señalado acontecimiento, se puso un traje pantalón azul bien planchado, de modo que cuando llegó el cerrajero la tomó por una funcionaria. Le entregó dos copias de las llaves y una factura que ella pagó al contado. Ya podía entrar y salir cuando gustase.

Siempre que estuviera muy atenta y que los demonios la dejaran tranquila, todo iría bien.

Al subir al autobús que llevaba al barrio de Østerport se convirtió en el blanco de todas las miradas. Era perfectamente consciente de que iba hablando sola. Basta ya, Kimmie, rogaba para sus adentros, pero la lengua se negaba a obedecer.

A veces oía sus propias palabras como si las pronunciara una extraña, y aquel era uno de esos días. Le sonrió a una niñita que le correspondió con una mueca.

Luego las cosas empeoraron.

Se apeó varias paradas antes de tiempo con diez mil ojos clavados en la nuca. Se prometió a sí misma que era la última vez que tomaba un autobús. La gente estaba demasiado cerca, era mejor el cercanías.

– Mucho mejor -dijo en voz alta mientras bajaba con decisión por Store Kongensgade. Casi no había gente por la calle, casi no había coches. Casi no había voces martilleándole el cerebro.

Llegó al edificio del Indiakaj después de la pausa del almuerzo y se encontró con que las plazas de aparcamiento de Brand Nation, que, según un letrero esmaltado, pertenecían a Torsten Florin, estaban desiertas.

Abrió el bolso y estudió su interior. Se lo había birlado a una chica que estaba muy ocupada contemplándose en su espejito de mano en el vestíbulo del cine Palads. La muñeca se llamaba Lise-Maja Petterson, según su tarjeta de identidad. Otra candidata a víctima de la numerología, pensó mientras apartaba una granada de mano y sacaba de la cajetilla uno de los fantásticos Peter Jackson de LiseMaja. «Smoking causes Heart Disease», leyó.

Lo encendió entre carcajadas y aspiró profundamente hasta que el humo le llegó a los pulmones. Fumaba desde su expulsión del internado y el corazón seguía funcionándole estupendamente. No sería un infarto lo que acabara con ella, eso lo tenía muy claro.

Al cabo de un par de horas, después de fumarse el paquete y aplastar las colillas contra las baldosas del suelo, agarró por la manga a una de las jóvenes que cada tanto salían despreocupadamente por la puerta de cristal de Brand Nation.

– ¿Sabes a qué hora llega Torsten Florin? -le preguntó.

Todo lo que obtuvo por respuesta fue silencio y una mirada de reprobación.

– ¿Lo sabes? -insistió sacudiéndola de la manga.

– ¡Suélteme! -gritó la joven, que agarró a Kimmie por un brazo y empezó a retorcérselo.

Kimmie entornó los ojos, porque odiaba que la gente tirara de ella. Odiaba que no quisieran responder a sus preguntas. Odiaba sus miradas. Por eso obligó a su brazo libre a efectuar un giro completo desde la cadera hasta el pómulo de la chica.

Cayó al suelo como un trapo. Era una sensación agradable y desagradable al mismo tiempo. Sabía que no había sido buena idea.

– ¿Y bien? -continuó al tiempo que se inclinaba sobre la conmocionada joven-. ¿Sabes a qué hora llega Torsten Florin?

Cuando por tercera vez la muchacha balbució un «no», Kimmie giró sobre sus talones, consciente de que tardaría algún tiempo en volver por allí.

Se encontró con Tine la Rata en la calle Skælbækgade, en la desconchada esquina de hormigón del Jacob’s Full House. Ahí estaba, bajo el letrero del establecimiento de comida para llevar -«Setas de Temporada»-, con su bolsa de plástico y el maquillaje corrido. Los primeros clientes a los que se la chupaba en los callejones de los alrededores disfrutaban de sus servicios aderezados con unos ojos bien perfilados y unas mejillas pintadas de rojo, pero los últimos tenían que conformarse con algo menos. Ahora tenía el carmín difuminado y señales inequívocas de haberse limpiado restos de semen de la cara con las mangas. Los clientes de Tine no usaban condón, hacía años que no podía exigírselo. Que no podía exigir nada de nada.

– ¡Hola, Kimmie! ¡Hola, cielo! Me alegro un huevo de verte -saludó con voz nasal.

Salió a su encuentro tambaleándose sobre unas piernas como palillos.

– Te estaba buscando, cielo -continuó mientras agitaba el cigarrillo que acababa de encender-. Hay gente que anda preguntando por ti en la estación; ¿lo sabías?

Agarró a Kimmie y la llevó hasta el otro lado de la calle, hacia los bancos del Café Yrsa.

– ¿Dónde has estado metida últimamente? Te he echado de menos un huevo.

Sacó dos cervezas de la bolsa de plástico.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Chicos Que Cayeron En La Trampa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Chicos Que Cayeron En La Trampa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Michael Connelly: Último Recurso
Último Recurso
Michael Connelly
Dennis Lehane: Rio Mistico
Rio Mistico
Dennis Lehane
Karim Fossum: No Mires Atrás
No Mires Atrás
Karim Fossum
John Connolly: Todo Lo Que Muere
Todo Lo Que Muere
John Connolly
Отзывы о книге «Los Chicos Que Cayeron En La Trampa»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Chicos Que Cayeron En La Trampa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.