Había hecho café y hervido agua para preparar té y el sofá y la mesita estaban más despejados que nunca.
Mona se sentó a su lado con las manos entrelazadas en el regazo y unos ojos que lo miraban intensamente. Escuchaba todas y cada una de sus palabras y asentía cuando las pausas se alargaban demasiado, pero no dijo nada hasta que él no terminó.
– Quieres cuidar de Hardy en tu casa y te da miedo -le dijo-. ¿Sabes una cosa, Carl?
Él sintió que todos sus movimientos pasaban a cámara lenta. Tenía la sensación de haber estado sacudiendo la cabeza de un lado a otro durante una eternidad, de que sus pulmones trabajaban como fuelles rotos. Le había preguntado si sabía una cosa y él, al margen de lo que implicara esa pregunta, no deseaba conocer la respuesta. Lo único que quería era tenerla allí sentada eternamente con la pregunta en esos labios que se moría por besar. Cuando ella misma contestara, no faltaría ya mucho para que su perfume se convirtiera en un recuerdo y sus ojos, en algo completamente irreal.
– No, no la sé -respondió con un titubeo.
Ella dejó una mano entre las suyas.
– Eres increíble -dijo echándose hacia él hasta que sus alientos se encontraron.
Es maravillosa , estaba pensando cuando empezó a sonar el teléfono y Mona insistió en que contestase.
– ¡Soy Vigga! -exclamó la incitante voz de su esposa fugitiva-. Me ha llamado Jesper, dice que quiere venirse a vivir conmigo.
Carl sintió que le arrancaban la celestial sensación que se había apoderado de su cuerpo.
– No puede ser, no puede vivir aquí. Tenemos que hablarlo, voy para allá. Nos vemos dentro de veinte minutos.
Trató de protestar, pero Vigga ya había colgado.
Se enfrentó a la seductora mirada de Mona y esbozó una sonrisa a modo de disculpa.
Esa era su vida, a grandes rasgos.
Mi más cálido agradecimiento a Hanne Adler Olsen por su estímulo diario y sus conocimientos. Gracias también a Elsebeth Wæhrens, Freddy Milton, Eddie Kiran, Hanne Petersen, Micha Schmalstieg y Henninh Kure por sus indispensables y detallados comentarios, así como a Jens Wæhrens por su asesoría logística y a Anne C. Andersen por sus tentáculos y su vista de lince. Gracias a Gitte y Peter Q. Rannes y al Centro de Autores y Traductores de Hald por su hospitalidad en los momentos críticos y a Poul G. Exner por su inflexibilidad. Gracias a Karlo Andersen por sus amplísimos conocimientos en materia de caza, entre otras muchas cosas, y al comisario Leif Christensen por la generosidad con que comparte su experiencia y por sus agudas correcciones en el terreno policial.
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[1]Klavs Krikke es el nombre danés del personaje de Disney que en español conocemos como Horacio u Horace, el caballo sabihondo de Mickey Mouse. (N. de la T.)