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Jussi Adler-Olsen: La Casa del Alfabeto

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Jussi Adler-Olsen La Casa del Alfabeto

La Casa del Alfabeto: краткое содержание, описание и аннотация

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Alemania, segunda guerra mundial. El avión de los pilotos ingleses James Teasdale y Bryan Young es derribado en territorio enemigo durante una misión fotográfica. Consiguen sobrevivir, pero no llevan los uniformes, por lo que, si son capturados, serán acusados de espionaje y, probablemente, ejecutados. Finalmente logran subir a un tren que parte del frente oriental con soldados enfermos. En uno de los vagones encuentran a varios oficiales de alto rango muertos sobre unas camas. Sin vacilar, James y Bryan tiran a dos de ellos del tren y ocupan su lugar, con la esperanza de poder escapar en cuanto tengan una oportunidad. Así, llegan hasta la Casa del Alfabeto, un hospital psiquiátrico situado en el corazón de Alemania, Mientras, la guerra sigue haciendo estragos, su única oportunidad de sobrevivir es simular que son enfermos mentales, pero ¿serán capaces de hacerlo durante meses sin convertirse en auténticos perturbados? ¿Son los únicos del pabellón que están fingiendo?

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– Aquí debes cruzar la carretera zigzagueando, James, Pero ¡ten cuidado! Algunos de los repechos meridionales pueden ser muy empinados. ¿Ves algo?, creo que el trecho hacia Geising ofrece buenas posibilidades.

– No veo nada, salvo que la carretera parece bastante ancha. ¿Para qué tan ancha en un sitio tan desierto?

– Estaba pensando lo mismo. ¿No podrías virar hacia el sur ahora? ¡Mira esos árboles! ¿Ves lo espesa que es la vegetación?

____________________ ¿Quieres decir que se trata de una red de camuflaje?

– Tal vez. -Si habían construido fábricas allí, por fuerza tenían que haberlas enterrado en las laderas. Bryan no se fiaba; en cuanto hubieran descubierto una instalación así, los terraplenes no ofrecerían suficiente protección en caso de intensos bombardeos de precisión-. ¡Es una trampa. James! No hay nada que indique que estén construyendo por aquí.

Dado el caso, habían recibido órdenes de dirigirse hacia el norte siguiendo las vías del tren a Heidenau, desviarse hacia el oeste hasta llegar a Freital y seguir de nuevo las vías hacia Chemnitz, tras lo cual deberían seguir adelante hasta alcanzar la línea de ferrocarril hacia Waldheim, donde tomarían rumbo hacia el norte y luego hacia el nordeste. Debían fotografiar minuciosamente toda la red; eso era lo que habían pedido los rusos. Las tropas soviéticas presionaban como locos en torno a Leningrado y amenazaban con arrollar el frente alemán. En su opinión, el nudo ferroviario alrededor de Dresde era el cordón umbilical de los alemanes. Hasta que no se cortara ese nudo, no les faltarían los suministros a las divisiones alemanas del frente oriental. La cuestión era, sin embargo, en cuántos puntos habría que cortar para considerar la acción suficientemente eficaz. Bryan echó un vistazo a la vía férrea que se extendía a sus pies.

En las fotos que estaba tomando no se vería más que unas vías desnudas, cubiertas por la nieve.

El primer estampido llegó sin previo aviso, increíblemente violento, de la cola, apenas a medio metro del asiento de Bryan. Antes de que hubiera tenido tiempo de darse la vuelta. James ya estaba obligando al avión a subir en una aceleración vertical.

Bryan sujetó el gancho del mosquetón al asiento y notó cómo el aire tibio de la cabina era aspirado hacia afuera.

El desgarro sufrido en el fuselaje era del tamaño de un puño; el agujero de salida en el techo, como un plato. Los había alcanzado un proyectil solitario de un cañón antiaéreo de pequeño calibre.

Conque, finalmente, habían pasado algo por alto.

El chirrido del motor durante la brusca ascensión les impedía evaluar si los alemanes seguían disparando.

– ¿Es grave allí atrás? -gritó James haciendo un gesto de satisfacción al escuchar la respuesta-. ¡Ahora empieza la función!

En ese mismo instante, James hizo un rizo completo, ladeó el avión ligeramente y lo dejó caer en barrena. Unos segundos después, los cañones del Mustang empezaron a repiquetear. Varias bocas de fuego los señalaban directamente mostrándoles el camino.

En el centro del mar de llamas había algo que los alemanes no querían, bajo ningún concepto, que vieran.

James hizo que el avión se meciera de un lado a otro en una agitación desconcertante, mientras el personal de la artillería antiaérea intentaba alcanzarlos. Nunca vieron los cañones, pero el estrépito era inconfundible. El Flakzwilling 40 emitía un zumbido característico y espeluznante.

Cuando se hallaban muy cerca del suelo. James enderezó el avión bruscamente. Era su última oportunidad. La zona tenía un ancho de entre una milla y media y dos. La mano de Bryan tenía que ser muy segura para poder tomar alguna foto.

El terreno desapareció bajo el avión. Cuadrados grises y torbellinos azules se alternaban con copas de árboles y edificios. Unas grandes alambradas rodeaban la zona que sobrevolaban estruendosamente. Varias torres de vigilancia descargaron fuego de ametralladora sobre ellos. Era en este tipo de campos donde se mantenía en cautiverio a los obreros esclavos. Los proyectiles trazadores, lanzados en densas descargas desde la espesura de un bosque que apareció frente a ellos, hicieron que instintivamente James bajara el avión aún más y se dirigiera directamente hacia los árboles. Muchas de las descargas de los cañones iban a dar en lo más profundo del bosque, entre los troncos, y hacían enmudecer la resistencia.

Entonces, James rozó las copas de los abetos y dejó que el avión se deslizara directamente sobre una enorme masa grisácea de red de camuflaje, muros, vagones de tren y montones dispersos de mercancías. Bryan tenía donde escoger para sus fotografías. Pocos segundos después, volvieron a tomar altura y desaparecieron del lugar.

– ¿Todo bien? -preguntó James.

Bryan asintió, le dio una palmada en el hombro y rezó para que los cañones que sobrevolaban fueran sus únicos enemigos.

Pero no fue así.

– ¡Está pasando algo raro aquí, Bryan! Si te incorporas, podrás verlo. ¡Es la cubierta protectora del motor! ¿Lo ves? -No era difícil darse cuenta. Una punta de la chapa se había soltado y se había erguido en el aire. Si había sido el picado, un proyectil o la onda expansiva lo que había arrancado el triángulo, ahora no importaba. Se mirara por donde se mirase, aquello era una catástrofe.

– Vamos a tener que reducir mucho la velocidad, Bryan. Te das cuenta, ¿verdad? Hay pocas posibilidades de que podamos volver con el convoy.

– ¡Haz lo que te parezca mejor!

– Seguiremos las vías del tren. Si han enviado cazas detrás de nosotros, probablemente crean que nos dirigimos directamente hacia el oeste. Tú te encargarás de vigilar el espacio aéreo a nuestro alrededor, ¿de acuerdo?

El viaje de vuelta iba a resultar interminable.

El terreno que sobrevolaban se iba haciendo cada vez más llano. En un día despejado podrían haber visto el horizonte dibujándose a su alrededor. De no haber sido por la tormenta, se les podría haber oído a varias millas de distancia.

– ¿Cómo demonios piensas que vamos a volver, James? -dijo Bryan quedamente.

No valía la pena echar un vistazo al mapa; sus posibilidades eran mínimas.

– Tú limítate a vigilar la pantallita que tienes delante, no puedes hacer nada más -se oyó desde el asiento delantero-. Creo que la tapa no se desprenderá, siempre y cuando mantengamos la velocidad de marcha.

– Es decir, siempre que mantengamos el camino más corto de vuelta.

– ¡Rodeando Chemnitz por el norte! ¡Sí, gracias, Bryan!

– ¡Estamos locos!

– ¡Nosotros, no, es la situación!

La línea de ferrocarril que sobrevolaban no era un tramo lateral de segundo orden. Antes o después aparecería un tren de municiones o de transporte de tropas. Unos pequeños cañones de tubo doble fáciles de ajustar o unos cañones antiaéreos Flak 38 de 20 mm podían acabar con ellos rápidamente. Y luego estaban los Messerschmidt. Una presa fácil, podría decirse de ellos; lucha cuerpo a cuerpo y derribo, así de breve sería el informe.

Bryan estaba considerando proponerle a James que ellos mismos pusieran el avión en el suelo, antes de que lo hiciera el enemigo. Su táctica era sencilla y práctica: El cautiverio era preferible a la muerte.

Posó la mano sobre el antebrazo de James y lo sacudió ligeramente.

– Nos han descubierto, James -dijo con voz queda. Sin que mediara comentario alguno. James empezó a descender.

– Naundorf a proa. ¡Ahora debes poner rumbo al norte…! -Bryan tan sólo podía apreciar al enemigo como una sombra sobre el avión-. ¡Ya está! ¡Ya lo tenemos aquí, James! ¡Justo encima de nosotros!

James arrancó el avión del suelo de un único y violento tirón.

Todo el aparato vibró quejumbrosamente durante la aceleración. La repentina ascensión hizo que la cabina se vaciara de aire por culpa de la succión producida a través del agujero que había en el fuselaje detrás del asiento de Bryan. Incluso antes de que éste hubiera divisado el objetivo, empezaron a sonar los cañones de James. Una descarga inexorable en el vientre paralizó al Messerschmidt al instante. La explosión fue mortífera.

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