Durham y Rossy. ¿Qué les habría hecho reunirse? Posner había dicho que Durham no había empezado su campaña hasta después de que ellos empezasen a manifestarse ante Ajax… pero eso no demostraba nada más que el afán de Durham por estar en las candilejas.
Me incliné hacia delante.
– Usted está acostumbrada a analizar las cosas. Ayer ya la puse al tanto de lo que está ocurriendo. Ahora Durham ha suspendido totalmente sus manifestaciones. La semana pasada y hasta el martes por la tarde, cuando Rossy habló con él, su presencia fue muy notoria frente al edificio de Ajax. He llamado a su despacho y dicen que están contentos de que Ajax lograse bloquear la Ley sobre la Recuperación de los Bienes de las Víctimas del Holocausto porque no incluía ninguna referencia a las compensaciones para los descendientes de los esclavos africanos. Así que suspendían las manifestaciones de momento.
Levantó las manos.
– Igual es así de sencillo. A lo mejor no tiene nada que ver con mis papeles. Estoy de acuerdo en que no es tan fácil. Lamento tener que decirle que tengo otra cita (doy un seminario a las siete en la Biblioteca Newberry) pero, si puede darme una de esas fotocopias, la estudiaré más tarde. Y, si se me ocurre algo, la llamaré.
Salí con ella y cerré todo con sumo cuidado. Me llevé las fotocopias junto con los dos libros de contabilidad. Quería que Max viese aquello para ver si podía entender el alemán. El original podría resultar más fácil de desentrañar que una fotocopia.
Pasé por casa para recoger a Ninshubur, que estaba en la secadora. El perrito estaba todavía un poco húmedo y su color azul se había vuelto algo más pálido, pero las manchas que tenía alrededor de la cabeza y en el lado izquierdo prácticamente habían desaparecido: después de una semana de andar arrastrado por una niña ya tendría el pelo lo suficientemente sucio como para que un ligero cerco de sangre pasara desapercibido. Antes de marcharme, intenté de nuevo comunicarme con Rhonda Fepple, pero aún no había vuelto o no contestaba al teléfono. Por si acaso, volví a dejar mi nombre y mi número de móvil.
Ya estaba subiéndome al coche cuando decidí volver a casa y sacar la Smith and Wesson de la caja fuerte. Alguien estaba pegando tiros muy cerca de mí. Y, si se le ocurría disparar contra mí, quería estar en condiciones de devolverle los disparos.
Festejo familiar
Mientras me dirigía hacia el norte en el coche, puse la radio para oír las noticias locales. La policía estaba deseando hablar con la mujer que había llamado a una ambulancia desde la casa del hombre que había sido víctima de un disparo en Lincoln Park.
La mujer dijo a los enfermeros que era una amiga de la familia pero no les dio su nombre. Cuando la policía llegó a la escena del crimen, ya había abandonado el lugar, después de quitarse el mono de trabajo azul que llevaba. Es posible que pertenezca a una empresa de limpieza y que haya sorprendido a unos ladrones en pleno robo, ya que no se ha detectado la falta de objetos de valor. La policía no ha dado a conocer el nombre de la víctima, que se encuentra en estado crítico después de la intervención quirúrgica para extraerle una bala del corazón.
¡Ding! ¿Por qué no se me habría ocurrido decir que era empleada de un servicio de limpieza? Mi mono azul hubiese sido una coartada perfecta. Con un poco de suerte, los enfermeros pensarían que yo era un inmigrante ilegal que me había dado a la fuga para no tener que enseñarle mi documentación a la policía. Con un poco de suerte, no habría dejado huellas dactilares en ninguna parte. Con un poco de suerte, la persona que le habíadisparado a Paulno estaríacerca de la casa cuando entré.
Para mi sorpresa, cuando llegué a casa de Max, no sólo estaba allí Michael Loewenthal, sino también Cari Tisov y… Lotty. Todavía podía apreciarse el cansancio en las profundas arrugas de su frente y alrededor de las comisuras de sus labios, aunque parecía que Cari y ella se estaban riendo juntos.
Agnes me saludó eufórica.
– Sé que no debería alegrarme tanto de que alguien se encuentre en el hospital, pero estoy contentísima. Es como si me hubieran dado los regalos de Navidad y de cumpleaños, todos juntos en un precioso paquete. Y Michael está aquí para celebrarlo con nosotros.
Cari me hizo una reverencia con exagerado ademán y me entregó una copa de champán. Todos estaban bebiendo, salvo Lotty, que rara vez toma alcohol.
– ¿Has venido con Michael? -le pregunté a Cari.
Asintió con la cabeza.
– Después de todo, Max es mi más viejo amigo sobre la Tierra. Cualquier cosa que pase…, bueno, una niña es más importante que un concierto más o menos. Y hasta Lotty ha pensado lo mismo, qué más da una operación más o una menos… Y resulta que llegamos y nos enteramos de que ya podíamos quedarnos tranquilos, de que esa amenaza delirante ya no volverá a acecharnos, al menos mientras la pequeña esté aquí.
Antes de que pudiese contestar, Calia entró como una tromba en la sala, gritando:
– ¡Dame mi Ninshuburl!
Agnes la detuvo de inmediato y le ordenó que se comportara con educación.
Saqué el perro de mi maletín.
– Hoy tu cachorrito ha vivido una gran aventura. Le salvó la vida a un hombre y tuvo que darse un baño, por eso todavía está un poco húmedo.
Me arrancó el perro de las manos.
– Ya lo sé, ya lo sé. Se tiró al río y salvó a la princesa. Está mojado porque «Ninshubur, el perro fiel, fue saltando de roca en roca, haciendo caso omiso del peligro». Pero ¿ese hombre malvado le ha quitado el collar? ¿Dónde están sus placas como las de Mitch? ¿Ahora Mitch no lo va a conocer?
– Le quité el collar para bañarlo. Mañana te lo traigo.
– Eres mala, tía Vicory. Le has robado el collar a Ninshubur -dijo mientras embestía contra una de mis piernas.
– La tía Vicory es buena -la reconvino Agnes-. Ha tenido que hacer grandes esfuerzos para recuperar a tu perrito. Quiero oír cómo le das las gracias.
Calia no le hizo caso y se puso a correr por toda la habitación como un abejorro enloquecido, dándose contra los muebles, contra Michael, contra mí y contra Tim, que había aparecido con una bandeja de sandwiches. Se encontraba tan excitada por la súbita aparición de su padre, al que no esperaba ver en mucho tiempo, y por los acontecimientos de la jornada, que estaba pasada de revoluciones. De todos modos, no necesitaba que le explicara por qué su perro estaba mojado y manchado. Aquello coincidía perfectamente con su historia del perro fiel.
Michael y Agnes toleraron sus travesuras durante unos minutos y después se la llevaron escaleras arriba, a la habitación de los niños. Cuando se hubieron marchado, Max me pidió que le hiciera un relato detallado del ataque que había sufrido Paul. Le conté todo, incluida la espantosa exposición de fotografías suyas y de su familia que había encontrado en el armario de Paul.
– ¿Así que no sabes quién pudo haberle disparado? -me preguntó Max, cuando acabé el relato.
Negué con la cabeza.
– Ni siquiera sé si era alguien que andaba tras los cuadernos que encontré en ese horrible armario. Es posible que, como le iba contando a todo el mundo que tenía unos papeles que demostraban la pertenencia de su padre a los Einsatzgruppen, provocara que algún grupo de auténticos conspiradores nazis fuera tras él. No sabían que estaba loco y creyeron que iba a denunciarlos y le dispararon. Use Bullfin, la malvada seductora, lo tentó para que le abriese la puerta principal.
– ¿Quién? -preguntó Max bruscamente.
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