Sara Paretsky - Fuego

Здесь есть возможность читать онлайн «Sara Paretsky - Fuego» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Fuego: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Fuego»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Victoria Warshawski es una investigadora privada que procede de los barrios del sur de Chicago, donde la inmigración, las drogas, los embarazos adolescentes y el absentismo escolar son una constante. Aquejada de cáncer, la entrenadora de baloncesto del instituto donde ella estudió le pide que asuma el control del equipo femenino, y Warshawski no puede negarse.
El equipo está compuesto por adolescentes de minorías raciales, algunas de ellas con hijos, y todas procedentes de familias humildes. La mayoría de los padres de las chicas trabaja en By-Smart, una cadena de hipermercados que explota y discrimina a sus empleados.

Fuego — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Fuego», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Alguien tiene que ayudarme. ¿Cree que Julia puede hacerlo? No lo hará.

– Usted me dijo que quería que Josie fuese a la universidad. Es demasiada responsabilidad para ella, con sólo quince años, y, además, así le será muy difícil seguir estudiando.

Apretó los labios, enojada.

– Usted piensa que hace bien, pero no tiene ni idea de cómo es la vida aquí. Y no me suelte el cuento de que se crió aquí porque de todos modos sigue sin enterarse de nada.

– Puede que no, Rose, pero si que sé algo sobre lo que cuesta salir de aquí para ir a la universidad. Si no puede estar con Josie y hacer que haga los deberes, ¿qué va a ser de ella? Si acaba frustrada por el exceso de responsabilidad, podría empezar a vagar por las calles, podría volver a casa con otro crío que usted tendría que cuidar. ¿Qué trabajo es más importante que ése?

La ira y la congoja se alternaban en su semblante.

– ¿Cree que no lo sé? ¿Cree que no tengo corazón de madre? He de coger ese otro empleo. Tengo que hacerlo. Y como el señor Zamar la vea aquí, me despedirá y me quedaré sin nada para mis hijos, así que lárguese antes de arruinarme la vida.

– Rose, ¿qué ha cambiado de la noche a la mañana? El lunes quería que descubriera a los saboteadores; hoy tiene miedo de mí.

Contrajo el rostro, atormentada, sin dejar de meter la tela en la máquina.

– ¡Váyase ahora mismo o me pondré a pedir socorro a gritos!

No tuve más remedio que marcharme. Volví al coche y me quedé un rato sentada sin moverme. ¿Qué había cambiado en tres días? Una ofensa por mi parte no le habría hecho saltar de ese modo. Tenía que haber algo más, alguna amenaza que Zamar o el encargado hubiesen empleado contra ella.

¿Qué le estaban obligando a hacer? Era incapaz de imaginarlo, o imaginaba cosas morbosas pero poco probables, como redes de prostitución, esa clase de mal rollo. En cualquier caso, ¿por dónde tenían cogida a Rose Dorrado? Por su necesidad de seguir trabajando, seguramente. Quizás hubiese alguna conexión con las cajas que estaban cargando en la furgoneta, pero la furgoneta se había marchado mientras yo estaba en la planta y no tenía ni idea de cómo seguir su rastro.

Finalmente, puse el coche en marcha y recorrí lentamente la avenida hasta la iglesia de Mount Ararat, en la Noventa y nueve con Houston, sólo una manzana al sur de la casa donde me crié. Me dirigí a la iglesia por la Noventa y uno; no quería volver a ver el árbol destrozado del jardín delantero de mi madre.

En un vecindario donde veinte personas con Biblias y una tienda vacía constituyen una iglesia, no sabía muy bien qué iba a encontrarme, pero el Mount Ararat era lo bastante importante como para tener un edificio de verdad, con un campanario y unas cuantas vidrieras emplomadas. El templo estaba cerrado, pero un cartel en la puerta anunciaba los horarios (miércoles, ensayo del coro; jueves, estudio de la Biblia; viernes, reunión de AA; domingo, catecismo y oficio religioso) junto con los números de teléfono del reverendo Robert Andrés.

El primer número resultó ser el de su casa, donde atendió un contestador automático. El segundo número, para mi sorpresa, me conectó con una empresa constructora. Pregunté por Andrés, un tanto insegura, y me dijeron que estaba fuera, trabajando.

– ¿Se trata de un funeral o algo así?

– Una obra. Trabaja para nosotros tres días a la semana. Si necesita ponerse en contacto con él, puedo darle su número al encargado.

La mujer no quiso indicarme dónde estaba la obra, de modo que le di mi número de móvil. Pocos minutos después, Andrés me llamó. Los ruidos de la obra en su lado de la línea dificultaron nuestra conversación; le costó entender quién era yo y qué quería, pero «Billy el Niño», «Josie Dorrado» y «baloncesto femenino» parecieron llegar a su oído, y me dio la dirección de donde estaba trabajando, en la Ochenta y nueve con Buffalo.

Cuatro casas unifamiliares se alzaban en medio de una larga manzana vacía. Las pequeñas casas que emergían de entre los escombros del barrio presentaban un gallardo optimismo y salpicaban de esperanza el agrisado porvenir de la zona.

Una de las casas parecía casi terminada: un pintor retocaba las molduras y había dos tipos encima del tejado. Saqué un casco del maletero -siempre tengo uno a mano porque visito infinidad de recintos industriales- y me dirigí hacia el pintor de molduras. No apartó la vista de su trabajo hasta que le llamé; al preguntarle por Andrés, señaló con la brocha hacia el edificio contiguo y reanudó su tarea sin decir esta boca es mía.

No había nadie fuera de la segunda casa, pero dentro se oían una sierra eléctrica y voces que gritaban. Me abrí paso entre cañerías oxidadas y trozos de hormigón, restos de lo que hubiese habido antes allí, y me encaramé hasta el hueco donde se colocaría la puerta principal.

Una escalera arrancaba delante de mí; los peldaños parecían recién serrados; los clavos, nuevos y brillantes. Oía martillear con desgana en la siguiente habitación pero opté por seguir el sonido de los gritos que llegaban por la escalera. Me vi rodeada de vigas y viguetas, el esqueleto de la casa. Delante de mí, tres hombres se disponían a colocar en su sitio un tabique de mampostería sin mortero. Se agacharon y corearon en español al unísono la cuenta atrás. Al llegar a «cero» levantaron el tabique para moverlo hacia su emplazamiento. Era un trabajo pesado; reparé en el temblor de sus trapecios pese a tratarse de obreros musculosos. En cuanto el tabique estuvo en pie, otros dos hombres saltaron a los extremos y comenzaron a encajarlo a martillazos. Sólo entonces me aproximé para preguntar por el pastor Andrés.

– Roberto -bramó un obrero-, aquí la señora pregunta por ti.

Andrés atravesó lo que en su debido tiempo sería otro tabique. No lo habría conocido con el casco y el mandil, pero al parecer él me reconoció de nuestro encuentro del martes en el patio de Fly the Flag: en cuanto me vio, giró en redondo y se fue a la otra habitación. Al principio pensé que huía de mí, pero resultó que sólo estaba avisando al capataz que se tomaba una pausa ya que regresó un momento después sin mandil y me indicó por señas que bajásemos la escalera.

Buffalo Avenue estaba relativamente tranquila a media tarde. Una mujer con dos críos venía hacia nosotros empujando un carrito lleno de ropa para lavar, y en la otra esquina, dos hombres discutían acaloradamente. Su equilibrio era tan precario que dudé de que fueran capaces de darse un puñetazo si llegaban a las manos. En South Chicago los ánimos no se caldean de veras hasta que se pone el sol.

– Usted es la detective, me parece, pero no recuerdo cómo se llama.

Cara a cara, Andrés hablaba sin levantar la voz y su acento apenas se notaba.

– V. I. Warshawski. ¿Se dedica a dar consejo espiritual en las obras del barrio, pastor?

Se encogió de hombros.

– Una iglesia pequeña como la mía no puede pagarme un sueldo completo, así que hago trabajos de lampistería para llegar a fin de mes. Jesús era carpintero; estoy contento de seguir sus pasos.

– Estuve en By-Smart ayer por la mañana y asistí al oficio. Su sermón desde luego electrizó a la congregación. ¿Se había propuesto soltar un discurso sobre sindicatos al abuelo de Billy?

Andrés sonrió.

– Si me pusiera a predicar sobre sindicatos, cuando me diese cuenta habría alentado a los piquetes a presentarse en lugares de trabajo como ése. Pero sé que eso es lo que cree el viejo Bysen, y también que el pobre Billy, que sólo quiere hacer el bien, discutió con su familia por culpa de lo que dije. Intenté llamar al abuelo, pero no quiso hablar conmigo.

– ¿Sobre qué predica usted, entonces? -pregunté.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Fuego»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Fuego» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Sara Paretsky - Body Work
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Golpe de Sangre
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Marcas de Fuego
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Indemnity Only
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Deadlock
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Sin previo Aviso
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Medicina amarga
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Sisters on the Case
Sara Paretsky
Sara Paretsky - A Woman’s Eye
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Windy City Blues
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Fire Sale
Sara Paretsky
Sara Paretsky - Punto Muerto
Sara Paretsky
Отзывы о книге «Fuego»

Обсуждение, отзывы о книге «Fuego» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x