Pensó en lo estúpida y extravagante que había sido su primera suposición. Kershaw le estrechó la mano y él pensó que su rostro vivaz, surcado de arrugas expresivas, no se parecía en nada a la cerúlea palidez de Roger Primero. En realidad, el pelo del padrastro de Tess no era oscuro, sino ralo y canoso.
– Charles pasó por nuestra casa de regreso de Londres -dijo Tess. Con su blusa de algodón blanco y su falda de sarga azul, debía ser, tal vez, la mujer peor vestida de todo el local. Como si quisiese justificarse, añadió rápidamente-: Cuando nos contó lo que había averiguado, lo dejamos todo y vinimos con él. -Se levantó, se acercó hasta la ventana y se puso a contemplar el exterior, en aquella tarde calurosa. Al volver de nuevo junto a ellos, dijo-: Es muy extraño. De niña, tuve que pasar por aquí miles de veces y, sin embargo, no me acuerdo de nada.
Quizá de la mano de Painter. Y mientras caminaban, el asesino y su hija, ¿es posible que él observara el tráfico y pensara en cómo podía formar parte de él? Archery intentó no ver en el rostro fino y anguloso que tenía frente a él, los crudos rasgos del hombre que Alice Flower había apodado el Bestia. Pero, después de todo, ellos estaban ahí para probar que no había sido Painter.
– ¿Qué has averiguado? -le preguntó a Charles, con una nota de crispación.
Charles se lo contó.
– Y, después, fuimos todos a Victor’s Piece. Pensábamos que no íbamos a poder entrar, pero alguien había dejado la puerta trasera abierta. Examinamos la casa entera y vimos que Primero podía haberse escondido fácilmente.
Archery volvió un poco la cabeza. Ese nombre estaba ahora ligado a muchos recuerdos, en su mayoría dolorosos.
– Se despidió de Alice, abrió y volvió a cerrar la puerta principal sin salir afuera y luego se escondió en el comedor; nadie lo utilizaba y estaba oscuro. Alice salió de la casa y… -Charles vaciló, buscando las palabras adecuadas para no herir la sensibilidad de Tess-. Y cuando Painter se marchó después de dejar el cubo de carbón, Roger Primero salió de su escondrijo, se puso el impermeable que estaba colgado en la puerta trasera y… lo hizo.
– Es sólo una teoría, Charlie -dijo Kershaw-, pero encaja con los hechos.
– No sé… -empezó Archery.
– Papá, ¿es qué no quieres que se demuestre la inocencia del padre de Tess?
«No -pensó Archery- si eso significa incriminar a su marido. De eso, ni hablar. Aunque no puedo evitar el daño que ya le he causado, no quiero infligirle más.»
– El móvil que acabas de mencionar… -dijo desafiante.
Con entusiasmo, Tess le interrumpió.
– Ése sí que es un móvil, un verdadero móvil. -Archery sabía perfectamente qué quería decir. Diez mil libras constituían una verdadera e irrefutable tentación, mientras que doscientas… Los ojos de la muchacha brillaban, pero enseguida se entristecieron. ¿Acaso pensaba que ahorcar a un hombre inocente era tan infame como matar a una anciana por un bolso lleno de billetes? ¿Tendría que vivir con aquello toda su vida? Pasase lo que pasase, ¿podría alguna vez librarse de todo ello?
– Primero trabajaba en el bufete de un procurador -dijo Charles, excitado-. Conocía bien la ley, tenía todo tipo de facilidades para ello, mientras que es probable que la señora Primero no estuviese al corriente de ese tema, especialmente si no leía los periódicos. De todas formas, es imposible estar al tanto de todas las leyes que van a ser aprobadas por el Parlamento. Probablemente, el jefe de Primero recibió una demanda de algún cliente relacionada con el anteproyecto de la ley y le pidió a Primero que lo consultase. Fue seguramente así como éste se enteró de que si su abuela moría sin hacer testamento antes del octubre de 1950, él heredaría todo su dinero, en cambio si muriese después de la aprobación de la ley, sus hermanas obtendrían dos tercios. Primero lo sabía, no había duda.
– ¿Qué piensas hacer?
– Me he puesto en contacto con la policía, pero Wexford no me puede recibir hasta el lunes, a las dos. Estará fuera el fin de semana. Me apuesto algo a que la policía nunca comprobó los movimientos de Primero. Conociéndoles, diría que tan pronto como tuvieron a Painter no se preocuparon de nadie más. -Miró a Tess y le cogió la mano-. Puedes decir lo que quieras sobre que éste es un país libre -dijo con hostilidad-, pero tú sabes tan bien como yo que en el subconsciente de todo el mundo «clase trabajadora» es más o menos sinónimo de «clase delincuente». ¿Por qué molestar al respetable pasante de un procurador, bien relacionado, cuando todas las pruebas inculpaban al chófer como principal sospechoso del asesinato?
Archery se encogió de hombros. Sabía por experiencia que era inútil discutir con Charles cuando éste se explayaba acerca de sus ideales seudocomunistas.
– Muchas gracias por tu entusiástico recibimiento -dijo Charles con sarcasmo-. ¿Por qué pones esa cara?
Archery no pudo decírselo. Se sintió abatido por la tristeza y, para poder responder a su hijo, escogió de entre los distintos sentimientos que le asolaban, alguno que pudiesen comprender todos.
– Pensaba en los niños -dijo-, en las cuatro niñas que han sufrido las consecuencias de ese crimen. -Sonrió a Tess y prosiguió-: Tess, desde luego, esas dos hermanas que visitaste y Elizabeth Crilling.
No añadió el nombre de otra mujer adulta que podía sufrir más que ninguna de ellas si Charles estaba en lo cierto.
¿No está en mi derecho hacer mi
voluntad con aquello que es mío?
Evangelio del septuagésimo domingo
El hombre que estaba en el despacho de Wexford a las nueve de la mañana del lunes era bajito y delgado. Los huesos de sus manos eran particularmente finos y de articulaciones delicadas como las de una mujer. Llevaba un traje gris, muy caro y de impecable corte, que le hacía parecer más pequeño aún. A una hora tan temprana de la mañana, aquel hombre lucía un gran número de elegantes complementos. Al inspector jefe, que le conocía bien, le hizo gracia el alfiler de corbata de zafiro, los dos anillos, la cadena del llavero con su pesado colgante engastado, quizá fuera de ámbar, y el maletín de piel de reptil. «¿Cuántos años iba a necesitar Roger Primero para acostumbrarse a la riqueza?» se preguntó Wexford.
– Hace una mañana preciosa -comentó el policía-. Este fin de semana estuve en Worthing y el mar estaba como un espejo. En fin, ¿qué puedo hacer por usted?
– Coger a un embaucador -respondió Primero-, un cochino mequetrefe que se hace pasar por periodista. -Abrió su maletín y dejó caer un diario dominical encima de la mesa de Wexford. El periódico se deslizó por la superficie pulida y cayó al suelo. Arqueando las cejas, Wexford no hizo ademán de recogerlo.
– ¡No importa! -dijo Primero-. De todas formas, no hay nada que ver en él. -A pesar de la inexpresividad de su apuesto rostro, sus ojos vidriosos parecían inflamados. -Verá, inspector jefe, no me importa contárselo, estoy furioso. Ocurrió de la manera siguiente… ¿Le importa si fumo?
– Por supuesto que no.
Sacó de su bolsillo una pitillera de oro, una boquilla y un mechero con un peculiar mosaico, negro y oro. Wexford le contempló mientras iba extrayendo sus pertenencias, preguntándose cuándo iba a terminar. «Este hombre va más provisto que un bazar», se dijo.
– Ocurrió de la manera siguiente -volvió a decir-. Ese tipo me llamó el jueves, me dijo que era del Planet y que quería escribir un artículo sobre mí. Sobre mi juventud. ¿Me sigue? Le dije que podía venir a verme el viernes y efectivamente así lo hizo. Le concedí una larga entrevista, toda la información que quería y, además, mi mujer le invitó a comer. -Frunció la boca y la nariz como quien percibe un olor repulsivo-. ¡Caramba! -dijo-, me imagino que no habrá comido así en su vida…
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