Ruth Rendell - La Crueldad De Los Cuervos

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Cuando el marido de Joy Williams, una vecina del inspector Wexford, desaparece misteriosamente nadie imagina que el mundo de Joy se desmoronará por completo. En efecto, sin que ella lo supiese, su marido ocupaba un alto cargo en una empresa de pinturas, ganaba un abultado salario y, aún más desconcertante, estaba casado también con otra mujer. Joy lo creía un modesto vendedor de la empresa con unos ingresos mediocres y, desde luego, un marido modélico. Pero las cosas ya no tienen marcha atrás, pues el cadáver del bígamo ha sido hallado en las afueras del pueblo. ¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Quién era en realidad Rod Williams?… Una nueva incursión de la autora en los extraños entresijos de la mentalidad criminal.

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– Las dos muchachas se veían con frecuencia -prosiguió-. Sara iba incluso a casa de Veronica cuando Wendy estaba en el trabajo. Veronica acabó admirándola de una manera extravagante. Seguía su ejemplo y la habría obedecido en todo.

– ¿Habría?

– La obedeció, mejor dicho. Lo que se apoderó de ellas se llama en psiquiatría folie à deux, una especie de locura que se apodera de dos personas sólo cuando están juntas y debido a la influencia mutua que ejercen. Sin embargo, en todos estos casos uno siempre se encuentra con que una de las personas es la sumisa y la otra la dominadora. -Wexford divagó un poco antes de volver al tema-. Ahora que lo pienso, creo que Sara Williams no me dijo ni una frase que no comenzara por «yo» o no se refiriera a sí misma. -Luego continuó-: Las idas y venidas entre una y otra casa permitieron un intercambio de información. Por ejemplo, Sara creía que su padre trabajaba de agente de ventas para Sevensmith Harding en la zona de Ipswich. Veronica pensaba que trabajaba de agente para una empresa de accesorios de baño. Tomaron medidas para averiguar la verdad y la averiguaron. Fue hace más de un año cuando averiguaron a qué se dedicaba Rodney realmente y qué puesto ocupaba y también cuando descubrieron, gracias a una investigación sobre los ingresos de los directores comerciales que realizó Sara, cuál era su verdadero sueldo.

– Sara también advirtió a Veronica sobre las inclinaciones de su padre. Así fue, naturalmente, como Wendy llegó a temer que su marido tratara de cometer incesto. No fue porque ella hubiera sido testigo de nada o porque Veronica hubiese atado cabos después de que su padre la besara y le hiciera una carantoña, sino porque Sara le había prevenido y ella a su vez se lo había comunicado a su madre sin revelar la fuente de información. De una u otra forma Sara convirtió a Veronica en una muchacha asustadiza. Una muchacha perpleja y confusa. Imaginaos su situación. En primer lugar descubre que su padre tiene una esposa legal y dos hijos mayores; luego que no pudo casarse realmente con su madre y que ella debe de ser ilegítima. En consecuencia, su padre es necesariamente un embustero y un mentiroso. Ni siquiera tiene el trabajo que dice tener. Y aún peor, ha violado a su otra hija y sin duda tiene el mismo propósito con ella. No es de extrañar que estuviera asustada.

– Con contarle a Wendy que tenía miedo de sufrir una agresión sexual sólo consiguió causar problemas entre su madre y su padre. ¿Acusó Wendy a Rodney y éste lo negó todo tajantemente? Es casi seguro. La discusión fue en todo caso lo bastante grave como para que Wendy creyera que Rodney iba a dejarla y temiese sin embargo que si no lo hacía Veronica correría peligro. De este modo sabemos que el motivo por el que no quería que Veronica se quedara en casa la tarde del 15 de abril fue que, si Rodney volvía, ella estaría a solas con su padre. Sería la primera vez desde que su hija se lo había revelado.

»Pero Veronica tenía ahora otra amiga y persona de confianza aparte de su madre. Tenía a Sara. Y Sara no defraudó la fe que tenía en ella. A Sara se le había ocurrido una buena idea para que Rodney no prestara atención a su hija. Para que no prestara atención a nada en realidad. Sustituir sus pastillas para la presión arterial por somníferos. Se trataba sin embargo de algo que sólo podía hacerse una vez y en caso de emergencia.

»Pues bien, el 15 de abril, por mucho que lo ignoraran sus madres, Sara y Veronica sabían que, una vez abandonara Alverbury Road, Rodney iría directamente a Liskeard Avenue. Así pues, Sara realizó el cambio de pastillas, las dos que quedaban en el frasco. No olvidemos que encontramos un frasco vacío de Mandaret en Alverbury Road y uno medio lleno en Liskeard Avenue. Rodney se tomó sus pastillas de costumbre, dejó el frasco vacío en su dormitorio y se fue a Pomfret. Seguramente empezó a tener sueño durante el viaje.

– ¿Pero fue Paulette Harmer quien les facilitó las pastillas de Phanodorm? -preguntó el médico.

– Supongo que sí. Parece lo más probable. Pero Paulette no murió por haberle facilitado ilícitamente las pastillas. Murió porque el cariz que estaban tomando las cosas le llevó a concentrarse en la tarde del 15 de abril y recordar lo ocurrido realmente. Lo que recordó fue que su madre había hablado con su tía Joy por teléfono aquella tarde y que le había hecho algún comentario sobre la alegría que le causaba que Kevin no hubiera tenido problemas de adaptación al volver a la universidad. E iba a contárnoslo porque sabía por los periódicos, la televisión y las conversaciones de sus padres lo mucho que se sospechaba de su tía. Sabía perfectamente que su tía había estado en casa aquella noche: a las ocho para recibir la llamada de Kevin y a las nueve menos cuarto para recibir la de su madre.

La joven debería haber estado esparciendo flores o haber surgido entre las olas sobre una concha. La expresión de su rostro era apacible, inocente y un tanto reservada. Ahora esbozaba una sonrisita de ufanía. Llevaba el pelo peinado hacia atrás, dejando al descubierto su amplia frente. Sin embargo, algunos cabellos sueltos caían sobre la blanca piel como zarcillos de oro.

– Me llamó Veronica para decirme que se había quedado dormido tal como yo le había dicho. Le dije que ya iba.

Wexford la había interrumpido para preguntarle por qué.

– Pensé que sería lo mejor. No iba a volver a tener una oportunidad como ésa, ¿no?

Él dejó de preguntarse qué querría decir. Tuvo la impresión de que sus ojos se agrandaban y su rostro ganaba en inexpresividad.

– Le vi durmiendo y pensé: lo tengo en mi poder. Y entonces pensé en el poder que él tenía sobre mí y empecé a enfadarme, a enfadarme mucho.

– ¿Y Veronica?

– No estaba pensando en Veronica. Supongo que estaría allí. Bueno, sé que estaba. Le dije: «Podríamos matarlo y acabar con todo.» Le pedí que me trajera un cuchillo. No iba en serio, era todo una fantasía. Estaba enfadada y alterada. Animada, como cuando has bebido una copa.

Folie à deux. ¿Estaría Veronica también alterada? Era difícil conseguir que aquella joven le contara a uno gran cosa sobre los sentimientos de otra persona.

– Cogí el cuchillo de sus manos y le quité la protección de cartón que llevaba. Me acerqué a mi padre, que estaba tumbado en el sofá, y empecé a juguetear blandiendo el cuchillo cerca de él, fingiendo que se lo clavaba. Saltaba a la vista que estaba profundamente dormido. Estaba haciendo reír a Veronica de tanto mover el cuchillo delante de él. No recuerdo qué me hizo parar de jugar. Estaba tan alterada que no me acuerdo. Pero así ocurrió. De ser una fantasía pasó de pronto a ser realidad.

Miró hacia un lado, a Marion, y luego hacia el otro, a Martin. Parecía como si quisiera averiguar cuánta atención estaba prestándole su público. Una vez más su mirada se cruzó con la de Wexford y se quedó fija en ella.

– Levanté el cuchillo y con las dos manos se lo clavé en el cuello, firmemente. El se despertó e hizo unos ruidos, por lo que volví a clavárselo varias veces más para evitar que la sangre siguiera empapándolo todo. Estudio medicina, de manera que sabía que la sangre dejaría de brotar en cuanto estuviera muerto…

Pese a lo curtido que estaba, Wexford tuvo que hacer un esfuerzo para formular la pregunta.

– ¿Veronica también le acuchilló?

– Le di el cuchillo y le dije que probara. Yo le había hecho un gran agujero en el cuello; ella metió el cuchillo en él y luego salió corriendo y vomitó.

– Está loca de atar -dijo Burden-. Chiflada.

– Quizá. No estoy seguro. Será mejor que no intentemos definir la psicosis.

– ¿Qué sucedió luego? -preguntó el médico.

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