Ruth Rendell - La Crueldad De Los Cuervos

Здесь есть возможность читать онлайн «Ruth Rendell - La Crueldad De Los Cuervos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Crueldad De Los Cuervos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Crueldad De Los Cuervos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando el marido de Joy Williams, una vecina del inspector Wexford, desaparece misteriosamente nadie imagina que el mundo de Joy se desmoronará por completo. En efecto, sin que ella lo supiese, su marido ocupaba un alto cargo en una empresa de pinturas, ganaba un abultado salario y, aún más desconcertante, estaba casado también con otra mujer. Joy lo creía un modesto vendedor de la empresa con unos ingresos mediocres y, desde luego, un marido modélico. Pero las cosas ya no tienen marcha atrás, pues el cadáver del bígamo ha sido hallado en las afueras del pueblo. ¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Quién era en realidad Rod Williams?… Una nueva incursión de la autora en los extraños entresijos de la mentalidad criminal.

La Crueldad De Los Cuervos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Crueldad De Los Cuervos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Burden picó un trozo de su quiche.

– Antes era ella quien tenía acidez de estómago y ahora soy yo. -Estaba pálido, con cara de estar descompuesto.

– Podemos ir a la farmacia de los Harmer.

La cabeza prerrafaelista de Paulette podía verse por la ventana del laboratorio, donde evidentemente estaba ayudando a su padre. Fue Hope Harmer quien atendió a Burden. Parecía desconcertada por su visita, como si no pudiera comprender que los policías también tienen vida propia y son tan susceptibles de contraer enfermedades como cualquiera.

– ¿Ha pasado unas vacaciones agradables? -le preguntó Wexford.

– Oh, sí, gracias; muy agradables y tranquilas -añadió como lo hace la gente al hablar de las celebraciones navideñas, como si reconocer que han sido alegres y animadas equivaliera a restarles importancia-. Pero todo lo bueno acaba. Podríamos habernos quedado una semana más, pero mi hija está esperando las notas de los exámenes del bachillerato superior. Está previsto que se den a conocer un día de éstos.

Entonces Sara Williams también debía de estar con el alma en vilo…

– ¿Otra aspirante a médico en la familia?

– No, no. Paulette espera seguir los pasos de su padre.

Hope Harmer se deshacía en sonrisas e incluso les acompañó hasta la puerta como una dependienta de las de antes.

Wexford entró en la comisaría justo cuando iban a dar las dos y media. Edwina Klein había sido conducida a su despacho y estaba esperándole. Pese a la confianza depositada en su palabra, se sintió aliviado al verla. Junto a ella, sentada en la otra silla para las visitas como una carabina, estaba su tía.

Wexford se sorprendió. Pensaba que Edwina era el epítome de la independencia y la seguridad en uno mismo.

– Da la casualidad de que soy abogada además de tía.

– Muy bien -dijo Wexford-, pero esto no es un interrogatorio, sino una simple conversación acerca de diversos aspectos del caso.

– Eso dicen todos -repuso la tía, que se llamaba Pearl Kaufmann. Se parecía a Virginia Woolf en la última etapa de su vida: alta, delgada, de cara alargada, nariz afilada y labios gruesos. Llevaba un vestido de seda azul que le llegaba hasta la mitad de la pantorrilla y unas pesadas sandalias blancas que le hacían los pies grandes.

Edwina seguía con la misma ropa que había llevado al tribunal, aunque se había cambiado el jersey de cuello vuelto por una camiseta sin mangas, más apropiada para un día caluroso como aquél. Ahora llevaba la insignia de ARRIA en la camiseta. También tenía puestas unas gafas de sol que convertían su cara en una máscara inexpresiva.

– Me trató como a una prostituta -le había dicho en la conversación anterior en referencia a Wheatley. En aquella ocasión sus ojos no habían estado cubiertos por gafas, sino que le habían mirado con un brillo de impaciencia, seriedad y entusiasmo juvenil-. Y eso que ser prostituta no tiene nada de malo. Está bien si eso es lo que una quiere. El problema es que los hombres dan por supuesto que…

– Sólo ciertos hombres.

– Muchos. Ni siquiera me dirigió la palabra. Yo traté de hablar con él. Le pregunté dónde trabajaba y dónde vivía. Cuando pregunté dónde vivía se echó a reír de una forma extraña, como si hubiera dicho algo inoportuno.

– ¿Por qué le pidió que le llevara en coche, señorita Klein? ¿Para provocar precisamente la situación que se produjo?

– No. Esa vez no lo hice. Reconozco que lo hice anoche, pero fue algo distinto a lo ocurrido con el hombre del coche. Había hecho el camino de Londres a Kingsmarkham en autostop, y ese tío no quería seguir llevándome. -Pareció meditarlo-. Decidí ir andando por el bosque a causa de lo que ocurrió en el coche.

– Debería contármelo, ¿no le parece?

– Aparcó en un apartadero. Fue entonces cuando por fin habló. Dijo: «Venga, vamos al bosque.» Yo no sabía de qué estaba hablando, de veras. ¿Sabe usted qué pensó él? Que yo quería que me pagara antes. Me dijo: «¿Diez libras bastan?» Y entonces me tocó. -Edwina Klein se llevó la mano derecha al seno izquierdo-. Me tocó como lo estoy haciendo ahora. Como si fuera un grifo o un interruptor. No intentó abrazarme, besarme ni nada por el estilo. Sólo quería pagarme y tocar el interruptor. Entonces le clavé el cuchillo en la mano.

Aquella vez, cuando había hablado con él, no había estado su tía presente ni había llevado unas gafas oscuras para ocultar su expresión. Su actitud ahora era más atemperada y acusaba una indignación menor. Quizá la experiencia que había tenido en el tribunal le había servido de escarmiento. Esperaba casi con docilidad a que Wexford comenzara a interrogarla. La señora Kaufmann contemplaba con fingido interés el mapa que colgaba de la pared.

– ¿Ha atacado a algún otro hombre con un cuchillo? -dijo él bruscamente, consciente de que la pregunta daría lugar a protestas.

Edwina negó con la cabeza.

– No tomaremos eso como una ofensa, señor Wexford. -Dado su aspecto y sus maneras, parecía apropiado que la tía empleara una frase victoriana en desuso como aquélla. Luego lo aclaró empleando una frase más moderna-: Olvidaremos que lo ha dicho.

– Como quieran -dijo él-. Cuando la policía utiliza agentes provocadores como, por ejemplo, en el caso de una agente que va a un cine en el que hay un espectador sospechoso de agredir mujeres, el público, y sobre todo el público que opina lo mismo que ustedes, reacciona con indignación. También se pone el grito en el cielo cuando un joven agente entra premeditadamente en unos aseos públicos frecuentados por homosexuales. Es decir, no está bien que se hagan tales cosas en interés de la justicia, pero está bien que lo haga usted simplemente en interés de un principio. Hay una palabra bastante grosera para definir su comportamiento.

– Calientapollas -dijo ella lacónicamente. Su tía ni pestañeó-. Pero no es esto lo que hice. Lo único que hice fue echar a andar por el bosque. No iba vestida de una forma provocativa. -Su voz denotaba desdén. Alzó la cabeza y añadió-: Sería incapaz de vestir de esa manera. Llevaba un vaquero y una chaqueta. Nunca me maquillo, jamás. Lo único que hice para provocarle fue estar allí y ser mujer.

– Creo que lo que mi sobrina está diciendo -dijo la señora Kaufmann secamente- es que a una mujer le es imposible ir a ciertos lugares sin correr ciertos riesgos. Su intención era demostrarlo y lo ha demostrado.

Wexford no quería insistir en ello. Era consciente de que ambas mujeres tenían razones de peso para decir todo aquello. Sabía que era cierto y también que estaba ante un caso en el que un policía sabe que el argumento contrario es más sólido que el suyo y no obstante tiene que defender lo que dice. A su modo de ver, la mejor respuesta era que todas las mujeres que quisieran salir por la noche aprendieran métodos de defensa personal. La alternativa consistía en que cambiara la naturaleza de los hombres, pero esto era algo que sólo podía darse lentamente con el paso de los siglos, no en años o décadas. Wexford se puso a garabatear frases sin sentido en la hoja que tenía delante para estar ocupado durante medio minuto y mantenerlas calladas. Finalmente alzó la cabeza y miró a Edwina Klein. Por algún motivo, quizá porque los ojos del inspector no ocultaban nada, Edwina se quitó las gafas. Volvió a ponerse seria y a parecer muy joven.

– Conoce a la familia Williams, ¿verdad?

Estaba preparada para aquella pregunta. Por alguna razón sabía que por aquel motivo se encontraba allí. Su respuesta sorprendió a Wexford.

– ¿Cuál de ellas? Hay dos familias Williams, ¿no?

– No lo sé. Puede que haya doscientas en el vecindario -repuso él bruscamente-. Es un apellido común. Me refiero a la familia Williams que vive en Alverbury Road, Kingsmarkham. La hija se llama Sara. Estaba en la sala esta mañana. Creo que usted la conoce.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Crueldad De Los Cuervos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Crueldad De Los Cuervos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Ruth Rendell
libcat.ru: книга без обложки
Ruth Rendell
Ruth Rendell - The Bridesmaid
Ruth Rendell
Ruth Rendell - From Doon with Death
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Una Vida Durmiente
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Simisola
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Not in the Flesh
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Falsa Identidad
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Carretera De Odios
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Thirteen Steps Down
Ruth Rendell
Отзывы о книге «La Crueldad De Los Cuervos»

Обсуждение, отзывы о книге «La Crueldad De Los Cuervos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x