Ruth Rendell - Simisola

Здесь есть возможность читать онлайн «Ruth Rendell - Simisola» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Simisola: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Simisola»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La ciudad del inspector Wexford -personaje legendario de la autora- se ve sacudida por la desaparición de una joven de color. El inspector se lanza a una investigación que le desvela los resortes más difíciles de la convivencia racial, y una sociedad de claroscuros que confirma la maestría de la autora británica para urdir tramas perfectas y ahondar en las miserias humanas.

Simisola — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Simisola», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tuvo que mirar dos veces para saber que efectivamente era ella. Llevaba el pelo rubio recogido muy tirante hacia atrás, muy poco maquillaje y los pendientes de perlas preferidos por las políticas. La falda de su vestido de lino azul oscuro le llegaba muy por debajo de la rodilla. Sus modales eran sencillos y encantadores. Parecía la técnica más adecuada y menos pomposa que podía emplear una mujer de su clase y apariencia. Entró sin esperar a que la invitaran.

– Ya habrá adivinado que vengo a pedirle su voto.

Wexford lo había adivinado sólo un par de segundos antes. De pronto la vio como una versión mucho más sofisticada de Ingrid Pamber. Esto era extraño porque no le resultaba nada atractiva mientras que Ingrid… Para su sorpresa y también disgusto, Anouk Khoori le cogió del brazo y le guió a través de su propia casa hacia donde estaba Dora.

– Hola, Dora, querida -dijo Anouk-. Esta noche me toca hacer toda esta calle y también la siguiente; la política es un trabajo duro, pero he venido aquí primero porque siento que los tres compartimos algo que sólo los ingleses sienten.

Wexford conocía muy bien la expresión que apareció en el rostro de Dora, la sonrisa, el pestañeo, y después sólo la sonrisa con la boca cerrada, la cabeza erguida. La provocaba las pretensiones y una supuesta intimidad por parte de un extraño. La mano de Anouk Khoori seguía sobre su brazo, una mano color beige con las venas violáceas, las uñas pintadas rojo oscuro, que él imaginó como un crustáceo exótico. Era como si después de sumergir el brazo en el agua, al sacarlo hubiese encontrado enganchado un pulpo o una medusa. Si esto le hubiese sucedido nadando no hubiera vacilado en quitarlo. Pero no podía hacer lo mismo ahora y su aversión anterior a esta mujer, su inexplicable repulsión reapareció con un estremecimiento.

Sin embargo ella tenía que sentarse y no podía hacerlo sin soltarlo. Dora le ofreció una copa, o una taza de té si lo prefería. Anouk Khoori rechazó la invitación con una sonrisa y una gratitud excesiva, y comenzó su discurso. Al principio lo planteó como una campaña exclusivamente de defensa. La idea de que el fascismo, que en estos días significaba racismo, contara con un representante en un lugar como Kingsmarkham era espantosa. Ella, a pesar de los pocos años que llevaba en el distrito, se sentía tan a gusto aquí como cualquiera de los nativos, tan fuerte era su compenetración con las esperanzas y los temores de los residentes. Odiaba el racismo y las ideas que propugnaban un Kingsmarkham blanco. Había que impedir que los nacionalistas británicos entraran en el consistorio costara lo que costara.

– Yo no calificaría elegirla a usted como una acción «cueste lo que cueste», señora Khoori -comentó Dora, amablemente-. De todas maneras ya pensaba votarla.

– ¡Lo sabía! Lo sabía desde el primer momento, cuando me presente aquí, como recordaran, antes de ir a la casa de cualquier otro, me dije, pierdes el tiempo, no es necesario que los visites, son tus partidarios, y entonces pensé, pero yo sí necesito su aliento y ellos necesitan… bueno, ¡verme! Sólo para que sepan que les aprecio y que me preocupo.

La mujer dirigió todo el poder de su sonrisa a Wexford y, sin poder resistirse a la coquetería, levantó una mano para acariciarse el pelo. A pesar de sus manifestaciones, las cejas enarcadas y la leve inclinación interrogativa de la cabeza eran una señal de que esperaba también su apoyo. Pero Wexford no quería comprometerse. Las elecciones eran secretas y su voto privado. Le preguntó a la candidata por las iniciativas que pondría en marcha en caso de ser elegida y le resultó divertido comprobar su ignorancia.

– No se preocupe -contestó Anouk-. En primer lugar haré todo lo posible para que echen abajo el edificio de Castlegate donde atacaron a aquella pobre mujer. Y después construiremos unas viviendas dignas con los beneficios de las ventas privadas.

– Las ganancias obtenidas por los ayuntamientos a través de las ventas privadas están congeladas y por lo que parece lo estarán por bastante tiempo -le corrigió Wexford, amablemente.

– Vaya, lo había olvidado, pero lo sabía -replicó Anouk, sin inmutarse-. Me espera una tarea ardua y tendré que aprender muchas cosas, pero lo importante ahora es que me elijan, ¿no es así?

Wexford se mantuvo en sus trece. Presionado -la mano de Anouk otra vez sobre su brazo mientras la acompañaba a la puerta-, le comentó que, como ella sin duda sabía, su voto era un asunto privado entre él y su conciencia. La mujer estuvo de acuerdo, pero como decía su marido, ella era tenaz, formaba parte de su naturaleza enfrentarse a la verdad por desagradable que fuese. A estas alturas, Wexford ya se había perdido pero se las apañó para despedirla amablemente sin olvidar la coletilla de que había sido un placer verla.

Sin duda, los Akande también habían soportado el mismo tratamiento por parte de Anouk, porque cuando Wexford los visitó a la mañana siguiente, Laurette, siempre tan estirada, le comentó su indignación porque la candidata calificaba a las personas negras como sus mejores amigas y afirmaba tener una afinidad especial con ellas.

– ¿Sabe qué me dijo? «Mi piel es blanca -dijo-, pero tengo el alma negra». Lo que tienes es mucha cara, pensé yo.

Wexford no pudo evitar la risa pero fue una risa discreta. El jolgorio no tenía cabida en esta casa. Sin embargo, Laurette parecía haber olvidado la discusión por el incidente de la cánula. Se mostró muy cordial, incluso por primera vez le ofreció algo de beber. ¿Quería un café? ¿O un té?

– La señora Khoori no llegará muy lejos con ese manifiesto -opinó el doctor-. No creo que seamos más de media docena en todo el distrito.

– Dieciocho para ser exactos -dijo Wexford-. Y no familias, sino individuos.

Wexford llegó al hospital y aparcó el coche en la única plaza desocupada, junto al furgón biblioteca. El coche del otro lado tenía un curioso color púrpura que le recordó el auto de los Epson. De pronto, el inspector comprendió aquéllo que le rondaba por la cabeza desde que fue a la casa del jefe de policía. El coche rosa lo conducía un hombre blanco. No había alcanzado a verle el rostro pero sí había visto que el hombre era blanco. Los Epson eran un matrimonio mixto -sin duda algo que Laurette Akande no aprobaba- pero Fiona Epson era blanca y el marido negro. ¿Significaba algo? ¿Era importante? A menudo, él comentaba que todo era importante en un caso de asesinato.

El servicio de biblioteca rodante era una iniciativa privada realizada por voluntarios y el año pasado Dora le había convencido de que donara una docena de sus libros que ella consideraba «superfluos». Se sorprendió al ver que la conductora era Cookie Dix, y se sorprendió todavía más cuando ella le reconoció al salir del furgón.

– Hola -dijo Cookie-. ¿Cómo está usted? La fiesta de los Khoori fue una maravilla. A mi querido Alexander le encantó; desde entonces está mucho más tratable.

Ella hablaba como si fueran amigos íntimos de toda la vida, y él conociera todos los detalles de su, sin duda, problemática vida matrimonial. Wexford le preguntó si necesitaba ayuda para cargar los libros en el carrito.

Aunque era casi tan alta como él, parecía frágil, con los miembros delgados, el rostro delicado y la larga melena negra.

– Es muy gentil de su parte. -Se apartó para que Wexford sacara el carrito de la parte de atrás del furgón-. Odio las mañanas de los lunes y los sábados, pero esta es la única obra digna que hago y si renuncio mi vida sería una pura entrega al hedonismo más incontrolado.

Wexford sonrió con amabilidad y después le preguntó dónde vivía.

– ¿Cómo, no lo sabe? Pensaba que todo el mundo conocía la casa que construyó Dix. El palacio de cristal con los árboles dentro. En lo alto de Ashley Grove.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Simisola»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Simisola» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Simisola»

Обсуждение, отзывы о книге «Simisola» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x