Ruth Rendell - Un Beso Para Mi Asesino

Здесь есть возможность читать онлайн «Ruth Rendell - Un Beso Para Mi Asesino» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Un Beso Para Mi Asesino: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un Beso Para Mi Asesino»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El libro arranca con la muerte de un policía en el atraco a un banco en el que inocentemente se ve envuelto y además, con un triple crimen perpetrado en una mansión. Casos aparentemente inconexos en cuya resolución se ve implicado el inspector jefe Wexford y que se verán seguidos de desconcertantes hechos que, como piezas de un complejo puzzle, tendrán que ser encajados adecuadamente para llegar al culpable.

Un Beso Para Mi Asesino — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un Beso Para Mi Asesino», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando sonó el teléfono, Gerry Hinde estaba hablando con Burden, preguntándole si había visto las flores de la verja. No se veían flores como aquéllas en las floristerías. Cuando querías comprar algo a tu esposa, por ejemplo, te las daban en un manojo, no muy atractivo, y ella tenía que arreglarlas. Su esposa decía que en realidad no le gustaba que la gente le regalara flores, porque lo primero que tenía que hacer, aunque estuviera haciendo otra cosa, era ponerlas en agua. Y eso podía suponer una eternidad cuando seguramente estaba cocinando o acostando a uno de los niños.

– Sería útil saberlo. Me refiero a de dónde ha sacado esas flores quienquiera que sea. Preparadas así.

Burden no quiso decir que muy probablemente estarían fuera del alcance de Hinde.

La ética puritana aún tenía un importante papel entre las fuerzas que regían su pensamiento. Le indicaba que no utilizara coche si podía ir a pie, y que telefonear a quien vivía en la casa de al lado era casi pecado. Por lo tanto, cuando Gabbitas dijo que se hallaba en casa, Burden estuvo a punto de preguntarle con aspereza por qué no podía ir a verles si tenía algo que decir. Un tono de gravedad y quizá de sorpresa en la voz del leñador le detuvo.

– ¿Podría venir aquí, por favor? ¿Podría venir y traer a alguien con usted?

Burden no dijo lo que habría podido decir, que Gabbitas había parecido lejos de ser entusiasta en su compañía aquella mañana.

– Deme alguna idea del asunto de que se trata, por favor.

– Prefiero esperar hasta que hayan llegado. No tiene nada que ver con la cuerda. -La voz le tembló un poco. Dijo con torpeza-: No he encontrado ningún cuerpo ni nada parecido.

– Por el amor de Dios -exclamó Burden para sus adentros cuando colgó.

Salió al patio y dio la vuelta a la casa. El coche de Nicholas Virson estaba aparcado sobre las losas. La luz del sol todavía era muy brillante pero el sol estaba bajo. Sus rayos oblicuos convertían el coche que se acercaba por el camino principal del bosque en un deslumbrante globo de fuego blanco. Burden no podía mirarlo; el vehículo se detuvo cerca de él y Wexford bajó antes de que pudiera ver quién era.

– Iré contigo.

– Ha dicho que lleve a alguien conmigo. Me ha parecido un poco de caradura.

Tomaron el estrecho camino que cruzaba el pinar. A ambos lados la plácida luz del sol del atardecer exhibía los diversos colores de las coníferas, suaves agujas, conos dentados, árboles de Navidad y majestuosos cedros, verdes, azules, plateados, dorados y casi negros. La luz del sol formaba pilares y franjas entre las formas simétricas. Se percibía un fuerte y aromático color alquitranado.

El suelo estaba seco y bastante resbaladizo debido a las marrones agujas que lo cubrían. El cielo era de un deslumbrante azul blancuzco. Qué suerte tenían de vivir allí, pensó Wexford, los Harrison y John Gabbitas, y cuánto debían de temer perderlo. Con inquietud, recordó su viaje a casa el día anterior y a Daisy y el leñador juntos en el pasillo iluminado por el sol. Una chica podía poner la mano en el brazo de un hombre y mirarle a la cara con aquella confianza y no significar nada. Estaban muy lejos de él. Daisy era «tocona», tenía tendencia a tocarle a uno cuando hablaba, poner un dedo en la muñeca de uno, pasar suavemente la mano por el brazo de uno en un gesto casi como una caricia…

John Gabbitas se hallaba en el jardín delantero de su casa, esperándoles, haciéndoles señas con la mano derecha con frenética impaciencia, como si su retraso le resultase intolerable.

Una vez más a Wexford le sorprendió su aspecto, una guapura espectacular que, si hubiera pertenecido a una mujer, habría inducido a considerar que era una lástima que viviera enterrada en aquel lugar. Este tipo de comentario jamás se aplicaría a un hombre. De repente recordó la observación del doctor Perkins acerca de Harvey Copeland y su aspecto, y entonces Gabbitas les hizo entrar en la sala de estar, y señaló con el mismo dedo tembloroso que antes les había hecho señales de impaciencia algo que reposaba sobre un taburete con asiento de rafia en el centro de la habitación.

– ¿Qué es esto, señor Gabbitas? -le preguntó Burden-. ¿Qué pasa?

– Lo he encontrado. He encontrado esto.

– ¿Dónde? ¿Dónde está ahora?

– En un cajón. En la cómoda.

Era una pistola extraña, un revólver, de un color plomo oscuro, el metal del cañón de un tono ligeramente más pálido y más amarronado. Lo contemplaron en silencio.

Wexford preguntó:

– ¿Lo ha sacado y lo ha puesto aquí?

Gabbitas asintió con la cabeza.

– ¿Ya sabe que no debería haberlo tocado?

– De acuerdo, ahora ya lo sé. Ha sido una sorpresa. He abierto el cajón donde guardo papel y sobres y es lo primero que he visto. Estaba sobre un paquete de papel para imprimir. Sé que no debería haberlo tocado, pero ha sido instintivo.

– ¿Podemos sentarnos, señor Gabbitas?

Gabbitas alzó la mirada y asintió con furia. Eran los gestos de un hombre que se impacientaba por la intrascendencia de la pregunta en momentos como aquellos.

– Es el arma con la que les mataron, ¿no?

– Puede que sí, puede que no -respondió Burden-. Eso hay que verificarlo.

– Les he telefoneado en cuanto lo he encontrado.

– En cuanto lo ha sacado de donde lo ha encontrado, sí. Eso debe de haber sido a las cinco y cincuenta. ¿Cuándo miró por última vez en ese cajón antes de las cinco y cincuenta?

– Ayer -respondió Gabbitas tras cierta vacilación-. Ayer por la noche. Hacia las nueve. Iba a escribir una carta. A mis padres, que viven en Norfolk.

– ¿Y el arma no estaba allí?

– ¡Claro que no! -De pronto la voz de Gabbitas adoptó un tono de exasperación-. Me habría puesto en contacto con ustedes entonces. No había nada en el cajón más que lo de siempre: papel, papel de cartas, sobres, tarjetas, cosas así. La cuestión es que el arma no estaba allí ¿Pueden entenderlo? Yo nunca la había visto antes.

– Está bien, señor Gabbitas. Yo de usted procuraría calmarme. ¿Escribió realmente a sus padres?

Gabbitas contestó con impaciencia:

– He enviado la carta desde Pomfret esta mañana. He pasado el día talando un sicómoro muerto del centro de Pomfret y me han ayudado dos muchachos que realizan trabajo comunitario. Hemos terminado a las cuatro y media y he llegado aquí hacia las cinco.

– ¿Y cincuenta minutos más tarde ha abierto el cajón porque tenía intención de escribir otra carta? Al parecer es un corresponsal entusiasta.

Pero Gabbitas replicó a Burden con furia mal contenida:

– Oiga, no tenía por qué decirles nada de esto. Podía haberla tirado a la basura y nadie se habría enterado. No tiene nada que ver conmigo, simplemente la he encontrado, la he encontrado en ese cajón donde otra persona ha debido de ponerla. Yo he abierto el cajón para sacar un papel en el que escribir una factura por el trabajo que hoy he hecho. Para el departamento de medio ambiente del consejo municipal. Trabajo así. Tengo que hacerlo. No puedo pasarme semana tras semana sin hacer nada. Necesito dinero.

– Está bien, señor Gabbitas -dijo Wexford-. Pero ha sido una lástima que manipulara el arma. Supongo que lo ha hecho con las manos desnudas. Sí. Llamaré a Archbold para que venga y se ocupe de ello. Será mas prudente que ninguna otra persona no autorizada lo toque.

Gabbitas estaba sentado, inclinado hacia delante, con los codos apoyados en los brazos del sillón, la expresión agresiva y malhumorada. Era la expresión de alguien a quien han negado su deseo de que la autoridad le agradeciera sus servicios. Wexford consideró que había dos maneras posibles de tomárselo. Una era que Gabbitas era culpable, quizá sólo de poseer esa arma, pero culpable de eso y ahora tenía miedo de conservarla. La otra era que simplemente no comprendía la gravedad del asunto o comprendía lo que significaba, si el revólver que había sobre el taburete era en verdad el arma asesina. Efectuó su llamada, y preguntó a Gabbitas:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un Beso Para Mi Asesino»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un Beso Para Mi Asesino» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Ruth Rendell
libcat.ru: книга без обложки
Ruth Rendell
Ruth Rendell - The Bridesmaid
Ruth Rendell
Ruth Rendell - From Doon with Death
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Una Vida Durmiente
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Simisola
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Not in the Flesh
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Falsa Identidad
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Carretera De Odios
Ruth Rendell
Ruth Rendell - Thirteen Steps Down
Ruth Rendell
Отзывы о книге «Un Beso Para Mi Asesino»

Обсуждение, отзывы о книге «Un Beso Para Mi Asesino» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x