José Gestoso y Pérez - Curiosidades antiguas sevillanas
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Tal vez esta mezquita fué la misma á que se refirió Zúñiga al consignar el hecho siguiente: «pidió el Rey Don Alonso X al Arzobispo y Cabildo unas mezquitas de las cuales había dado para morada de los físicos que vinieron de allende e para tenerlos de más cerca, porque eran cercanas al Alcázar.»
Sea de esto lo que quiera, creemos que en las partes existentes de la Sacristía del actual convento de la Encarnación, que caen á la calleja llamada de Santa Marta, y en la casa conocida con el nombre de la misma Santa, frontera á la Puerta de la Campanilla, pueden reconocerse todavía restos de la antigua Mezquita de los Osos, en unos fustes de mármoles con capiteles que estimamos árabe-bizantinos, existentes en los sitios mencionados, los cuales, antes de tener noticia de la mezquita, habían llamado nuestra atención y que ya creemos explicarnos satisfactoriamente, como restos de la misma.
En el deseo de esclarecer nuestras dudas hemos visitado el interior del convento, y aunque á primera vista, se observan considerables restos de construcciones antiguas, estimamos que no alcanzan á más remota fecha que á la del siglo XIV, y son por tanto obras de mudéjares, efectuadas por el racionero Martínez, haciendo extensivo este parecer, aun á las considerables partes de un gran torreón, que puede observarse desde la calle, y á los hermosos arcos ultrasemicirculares del pozo. En el transcurso de cinco siglos ha sufrido el antiguo edificio tantas y tan importantes transformaciones, que no nos atrevemos á distinguir los restos de la mezquita de las obras efectuadas por el fundador del hospital. La cúpula octogonal de la iglesia, conpechinas de arista viva, relacionadas con el cañón de la nave, cuyas bovedas están formadas por nervaduras ojivales, comprueba cómo permanecían vivas las tradiciones mauritanas en los albañiles del siglo XIV.
Diremos, por último, que efectuada la permuta de dicha mezquita por otras casas, bodegas y 3000 ms. que dió el Arcediano, otorgó este su testamento en Carmona á 7 de Junio de 1403. Consta en el mismo pergamino la fundación del Hospital nombrándose entre sus administradores al Cabildo de la Ciudad, cuya designación dejó sin efecto el Arcediano por su codicilo, que sigue al mismo testamento, otorgado en 14 de Julio de 1404, en el que instituyó como único administrador al mencionado Cabildo Eclesiástico, que desde el siglo XIV ha venido cumpliendo con la voluntad del testador; si bien las necesidades de los tiempos han obligado á alterar la forma de los socorros que se dispensan á los acogidos.
RECIBIMIENTO EN SEVILLA
de un Embajador de Inglaterra
Prometí á V. no ha muchos días, mi excelente amigo, darle cuenta de los curiosos pormenores contenidos en la «Quenta del gasto que se hizo en el hospedaxe del embajador de yngalaterra en estos Reales Alcázares de la Ciudad de Sevilla por mandado del Conde Duque de Olivares,» según reza un curioso m-s. que tuve la suerte de encontrar en la tarea que me impuse, años hace, de ordenar los involucrados papeles de aquel Palacio. Hoy, que puedo disponer de tiempo, se lo dedico gustoso, aun cuando temo que no encuentre en este texto muchas noticias aprovechables para sus aficiones. Usted dirá si me equivoco.
Llegó á Sevilla el embajador Baronet Francis Cottington 17 17 Ni en la «Cuenta del gasto» se cita el nombre de aquel diplomático, ni en los historiadores sevillanos se hace mención de su estancia en Sevilla. A la bonísima amistad del Sr. Conde de las Navas, Bibliotecario mayor de S. M. debo el conocimiento de su nombre.
jueves 20 de febrero de 1631 saliendo á recibirle hasta Ecija, donde le encontró, don Juan de Mendieta «por no auer auisado cuando auia de entrar» pagándose á dicho señor 100 reales por el gesto que hizo.
Hospedóse en el Alcázar desde el mencionado día á las cinco de la tarde, hasta el lunes 24 del mismo mes, acudiendo á todos los gastos el Sr. Juan Assiayn Ugalde, Tesorero de los Alcázares, con intervención de Agustín Bolaños, Veedor, Contador del Rey y así mismo contador del Conde Duque, por cuyo mandato se dispuso todo.
Comenzóse por sacar la basura, tierra y hierba del Patio de la Montería y de los demás del Alcázar en que se ocuparon Bartolomé González, Juan Rodríguez y otros compañeros, abonándose 76 reales á Francisco Rodríguez, por lo que se ocupó en limpiar desde la Puerta de Xeres á la puerta del Alcoba la basura y estiercol que auia por auer de entrar por allí el embajador.»
Preparósele el alojamiento colgando en las paredes tapices y cuadros; estos últimos consta que fueron alquilados. Representaban unos á los Reyes de España, y otros eran de asuntos de devoción; pusiéronse faroles encerados y canceles ricos claveteados de tachuelas de latón doradas, colgaduras de terciopelo y tapicerias, invirtiéndose en el adorno de los aposentos siete bufetes, un escritorio, doce sillas de terciopelo bordadas, veinticuatro que no lo estaban, seis taburetes, «quatro payses» un sahumador y dos alfombras grandes. La cama era colgada y bordada y con flecos de oro cubriendo un paño que servía de cubierta á las almohadas con cinco varas de tafetán verde orlado de puntilla de oro fino, sin que faltase el indispensable vaso de noche, encerrado en una caja revestida por fuera de cordobán, con cordón de hiladillo verde orlado de puntilla de oro fino, y por dentro de bayeta colorada «con la frisadura.» Pagáronse á un maestro guadamecilero 176 reales por dos sobremesas grandes para la mesa del Embajador, y dos chicas para dos bufetes; y se compró por 68 mrs. una baraja de naipes para su entretenimiento.
En su tocador abundaron los perfumes; entre ellos dos azumbres de agua de olor muy rica á 14 rs. la azumbre, contenida en un pomo de vidrio cuyo precio fué 24 mrs, que estaba dentro de un canastillo con cintas y en su boca una flor.
Gastáronse además á este intento, ocho docenas de pastillas finas de olor, almizcle estoraque y benjui contenidas, en pomos de vidrio, algunos de ellos de los celebrados de Venecia.
Hay entre todas las partidas de la «Quenta» algunas que se refieren á cierta piedra que vino de Cartagena, y cuya aplicación no acierto á comprender. Las copiaré sin embargo, por si algún sujeto curioso puede ilustrar el particular.

Diré á usted por último que para el inmediato servicio del ilustre huésped se destinaron cuatro alabarderos que asistían de dia y noche á las puertas de su aposento, acompañándole á todas partes, con sombreros y zapatos nuevos que estrenaron para dicho fin.
Diósele de cenar la noche del jueves, á cuyo efecto se aderezaron:

Termina esta cuenta expresando los limones, vinagre, huevos, grajea, aceite y tocino que se consumieron en dicha cena.
Veamos ahora la «Relación del gasto que se hizo con el embajador de ynglaterra en su ospedaje en estos Reales Alcázares, por mandato del Conde Duque mi señor que llegó á ellos á 20 de Febrero de este año de 1631, hasta lunes 23 del dicho que se fueron en su compañía de caualleros y criados más de 130 personas.»
La forma en que se halla redactado este papel me priva del gusto que hubiese tenido en consignar todas la viandas con que fué obsequiado, pues en sus diversas partidas cállanse frecuentemente las cantidades de piezas que se consumieron, diciendo solo por ejemplo «de perdices tantos reales» sin citar el número de ellas, por esta razón unas veces mencionaré el costo y otras el número y cantidad de los manjares.
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