Manuel Fernández y González - La alhambra; leyendas árabes

Здесь есть возможность читать онлайн «Manuel Fernández y González - La alhambra; leyendas árabes» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: foreign_antique, foreign_prose, Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La alhambra; leyendas árabes: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La alhambra; leyendas árabes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La alhambra; leyendas árabes — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La alhambra; leyendas árabes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Y has creido acaso?

– Yo sé que mi padre te ama.

– Sí, es verdad; el rey Nazar me ama.

– Cúmplase la voluntad de Dios.

– Pero yo no he sido del rey Nazar.

– ¡Ah! ¡tú me engañas!

– Dios no ha permitido que yo sea del rey Nazar, porque no ha querido que se cometan dos crímenes.

– ¡Dos crímenes!

– Yo hubiera muerto de vergüenza y dolor si el rey Nazar me hubiera hecho suya por la violencia; y el rey Nazar haciéndome suya hubiera cometido un incesto.

– ¡Un incesto!

– Sí, ¿no vés mi luto?

– ¡Ese luto!

– Este luto es por mi madre.

– ¡Por tu madre! ¿y quién es tu madre?

– La sultana Wadah.

– ¡La sultana Wadah! ¡la esposa de mi padre!

– Sí.

– ¿Eres acaso mi hermana?

– No: Dios no lo ha querido.

– ¿Pero si eres hija de la sultana Wadah…?

– Yo habia nacido antes de que el rey Nazar conociese á mi madre.

– ¡Ah! ¿y sabe el rey mi padre que tú eres hija de su esposa?

– Sí.

– ¡Ah! de modo que…

– Sí… sí… el rey Nazar no me perseguirá mas; pero…

– Te encerrará, te guardará, tendrá celos…

– ¿Tendrá celos de tí?

– ¡De mí! ¡Dios mio! yo sabia que mi padre te amaba, y aunque en los primeros momentos he tenido celos, despues estos celos me han horrorizado: mi padre es mi señor, yo soy su hijo y su siervo: él puede hacer de mí y de lo mio lo que mejor quiera: yo no puedo dejar de amarle y respetarle.

– Por lo mismo, Mohammet, yo he aprovechado la buena voluntad de un wacir de tu padre que se ha brindado á traerme aquí.

– ¿Y para qué vienes?

– Para decirte que es necesario que me olvides.

– ¿Me olvidarás tú?

– ¡Ah! esclamó Bekralbayda.

Y se echó á llorar.

– Tu padre te tiene preso por mi amor: añadió la jóven.

– Mi padre me matará quitándome tu amor: esclamó el príncipe.

– Hemos nacido muy desgraciados.

– Que se cumpla la voluntad de Dios.

En aquel momento se oyeron en las escaleras pasos de muchos hombres armados.

– ¡Oh! ¡Dios poderoso! esclamó el príncipe, viene gente á mi prision y es necesario que te ocultes.

– ¡Que me oculte! ¿y dónde?

– ¡Ah! es verdad, esclamó con desesperacion Mohammet, cúbrete con tu velo.

Bekralbayda se cubrió precipitadamente.

Poco despues se oyeron los cerrojos de la compuerta que se abrió.

Apareció un walí, que se prosternó ante el príncipe.

– ¿Qué quereis? le dijo este.

– El poderoso y magnífico sultan tu padre me manda llevarte á su presencia con las personas que se encuentren contigo.

– ¿Lo manda así el sultan?

– Así lo manda.

El príncipe se encaminó á las escaleras y las bajó resueltamente.

Bekralbayda le siguió.

Tras él iban el walí y los soldados silenciosos.

Cuando estuvieron en la parte del alcázar habitada por el sultan Nazar, el walí abrió la puerta de una cámara donde dejó solos al príncipe y á Bekralbayda.

VI

MISTERIOS

Aquella cámara era de las mas bellas del palacio del Gallo de viento.

Un ancho divan de seda y una lámpara velada convidaban al reposo.

Búcaros de flores se veian por todas partes.

Braserillos de oro quemaban deliciosos perfumes.

A lo lejos, entre el silencio, se oia una guzla á cuyo son cantaba una voz de muger una cancion de amores.

El príncipe y Bekralbayda estaban de pié en medio de la cámara.

Esperaban.

Pero pasó el tiempo… mucho tiempo y nadie apareció.

Bekralbayda se sentó, al fin cansada, en el divan.

El príncipe fué á apoyarse en silencio en el alfeizar de un ajimez.

No se atrevian á acercarse ni á hablarse por temor de ser oidos y escuchados.

Pasó la noche y llegó el alba.

El príncipe oyó el ruido de los añafiles y de las atakebiras que despertaban á los soldados del rey Nazar.

Poco despues vió pasar bajo el ajimez caballos magníficamente enjaezados, esclavos deslumbrantemente vestidos, banderas y soldados.

– ¿Qué fiesta irá á celebrarse hoy? pensaba el príncipe al ver todo aquello.

Bekralbayda, que no habia dormido, oia tambien todo aquel tráfago y se maravillaba.

De repente se abrió la puerta de la izquierda de la cámara y apareció el nuevo alcaide de los eunucos.

– Poderosa sultana, dijo prosternándose ante Bekralbayda, ven si quieres á que tus esclavas engalanen tu hermosura.

– ¿Lo manda el sultan?

– El esclarecido y magnífico sultan Nazar quiere que arrojes de tí la tristeza, luz de los cielos.

– Cúmplase la voluntad del señor: dijo Bekralbayda y se levantó y siguió al alcaide de los eunucos.

El príncipe vió salir á Bekralbayda con inquietud.

En aquel punto se abrió la puerta de la derecha y apareció el alcaide de los esclavos de palacio.

– Poderoso príncipe y señor, dijo prosternándose, ven si te place á que tus esclavos te cubran de las vestiduras reales.

El príncipe salió.

La cámara quedó desierta.

Fuera crecia á cada momento el ruido de las gentes de armas, de las pisadas de los caballos, y del toque de añafiles y timbales.

Asomaba por el oriente un sol esplendoroso y todo anunciaba un gran dia.

VII

EL PERGAMINO SELLADO

Aun no habia acabado de levantarse el sol sobre la cumbre del Veleta, cuando el rey Nazar departia mano á mano con Yshac-el-Rumi.

– Estoy satisfecho de ellos, le decia, y soy feliz.

– ¡Ah señor! tú has nacido para la gloria y para la fortuna: esclamó Yshac tristemente.

– ¿Paréceme que te pesa de mi felicidad? dijo con recelo el rey.

– ¡Ah! no, no señor: es que soy tan desgraciado que la alegría me entristece, y hoy hasta el dia es alegre.

Hubo un momento de silencio:

– Pero esto no importa, continuó Yshac; lo que yo queria lo he conseguido, Leila-Radhyah y Bekralbayda son felices; ¿qué mas puedo yo desear?

– A propósito, es necesario que vayas á traer á Bekralbayda; el camino es por aquí.

Y el rey abrió una puerta secreta.

Cuando salia Yshac, entraba por otra puerta una muger magnífica y resplandeciente: era Leila-Radhyah.

– ¡Ah! ¡luz de mis ojos! esclamó el rey: al fin luce para nosotros el dia de la felicidad.

– Y para nuestros hijos tambien.

– ¡Oh! ¡y cuán lejos está de sospechar su ventura mi hijo!

– ¡Y cuán digno es de ser feliz! ¡pobre niño! tres meses encerrado con su amor y su desesperacion en aquella torre.

– Eso le hará mas querido á su esposa, y le enseñará á respetar mas mis órdenes; pero ve, ve tú por él, vida de mi vida: quiero que tú seas quien me le traiga á mis pies para que le perdone.

Leila-Radhyah sonrió de una manera enloquecedora, lanzó un relámpago de amor de sus negros ojos al rey, y desapareció por una puerta.

Al-Hhamar el magnífico, sacó entonces de un arca un pliego cerrado y le puso en una bandeja de oro sobre una mesa.

Pasó algun tiempo, y al fin aparecieron por dos puertas distintas Leila-Radhyah, trayendo de la mano al príncipe Mohammet; Yshac-el-Rumi, llevando del mismo modo á Bekralbayda.

Al verse los dos jóvenes delante del rey, palidecieron y temblaron.

No sabian lo que iba á ser de ellos.

El rey adelantó hácia Bekralbayda, la besó en la frente, la asió de la mano y la llevó hasta su hijo, á quien abrazó.

– Tú amas á Bekralbayda, dijo el rey Nazar al príncipe Mohammet.

El príncipe bajó los ojos, creció su palidez y mirando al fin á su padre con temor le dijo con acento trémulo:

– Tanto la amo, que por ella he provocado tu enojo, señor.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La alhambra; leyendas árabes»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La alhambra; leyendas árabes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Maria Jesús González Fernández - Invierno
Maria Jesús González Fernández
Marcos David González Fernández - Muerte en el crepúsculo
Marcos David González Fernández
Manuel Fernández y González - La vieja verde
Manuel Fernández y González
Manuel Fernández y González - Los monfíes de las Alpujarras
Manuel Fernández y González
Manuel Fernández y González - Los hermanos Plantagenet
Manuel Fernández y González
Manuel Fernández y González - El infierno del amor - leyenda fantastica
Manuel Fernández y González
Manuel Fernández y González - Amparo (Memorias de un loco)
Manuel Fernández y González
Manuel Fernández y González - El manco de Lepanto
Manuel Fernández y González
Отзывы о книге «La alhambra; leyendas árabes»

Обсуждение, отзывы о книге «La alhambra; leyendas árabes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x